Paula sentía un hormigueo en su cuerpo, y las palabras atoradas en su boca, le dolía el alma que él creyera que era una interesada, estaba consciente que sus explicaciones no ayudarían, tenía que demostrarle que en verdad lo amaba, que no fue por dinero que aceptó la propuesta sino por Cris. —Aquí estoy bien —contestó Paula, se quedó de pie—, solo quiero decirte que he tomado la decisión de quedarme, y no lo hago por ti, sino por mi hijo —enfatizó tal como cuando él le dijo que todo murió entre ellos—, pero tengo condiciones. Juan Andrés bufó, negó con la cabeza, sonrió con cinismo. —¿Crees que estás en condición de poner condiciones?Paula apretó los puños, las mejillas se le enrojecieron de ira. —Claro —respondió con altivez—, tengo derecho, o ¿por qué ahora soy tu esposa de verdad, vas a imponer tus decisiones? —cuestionó resoplando. Juan Andrés rodó los ojos. —Veo que no me conoces bien —habló con dolor—, jamás he sido un hombre machista, así que di cuáles son esas condicion
—¿Por qué hay tanto silencio en esta casa? —indagó María Paz al instante que llegó al amplio salón. —Mi reina, ¿Por qué saliste de la alcoba? — cuestionó Joaquín, con rapidez se aproximó a ella. —¿Cómo te sientes? —cuestionó. Ella esbozó una amplia sonrisa. —Mejor que nunca Duquecito, Juan Andrés ha reflexionado. —Abrazó a su esposo con profunda emoción. Joaquín la estrechó entre sus fuertes brazos. —Parece que con él las cosas se están poniendo en orden —suspiró y se quedó pensativo. María Paz retiró su rostro del cuello de él. —¿Qué sucede? —indagó—, te siento extraño. —Lo observó con atención. Joaquín soltó un resoplido, tomó de las manos a su mujer. —Ven, vamos a sentarnos —solicitó. María Paz se estremeció, la seriedad de él no era buena señal. —¿Y ahora qué ocurre? —Se trata de Juan Miguel. —Pausó y empezó a narrarle lo que sucedía con su hijo—. Decidí apoyarlos, esa muchacha se ve muy asustada y desprotegida.María Paz sintió un nudo atorado en la garganta, escuchar
Varios días habían pasado, la rutina de Andrés y Paula era la misma, él salía a trabajar y llegaba tarde, y eso le generaba a ella incertidumbre, aunque no volvió a ver marcas de labial en su camisa. Ella desconocía que él estaba trabajando en lo del video de la campaña del café, y el nuevo proyecto de los perfumes, lo hacía desde la hacienda. Era lunes y Paula despertó temprano, hizo el desayuno, alistó a Cris para la escuela. Juan Andrés abrió los ojos gracias a la serenata mañanera de Juancho, aún todo estaba oscuro. —Maldit0 gallo madrugador —refutó, entonces inhaló el delicioso aroma que provenía de la cocina, se puso de pie y fue a averiguar por qué había despertado tan pronto. —¿Qué haces despierta a esta hora?, son las cinco de la mañana —refirió. Paula siguió meciendo los huevos en el sartén. —Para nosotros no, debo dejar a Cris en la escuela, e ir a trabajar. Juan Andrés resopló, presionó los dientes, no estaba de acuerdo, pero eran las condiciones de Paula. —Puedo s
Era como el medio día, Paula servía las mesas, muchas de las personas del mercado murmuraban al verla volver a trabajar en ese sitio. Justo ese día no se daban abasto, y cuando se disponía a recoger una gran cantidad de platos. Unas blancas y finas manos tomaron las de ella y le quitaron la vajilla. Paula elevó su rostro y su corazón dio un vuelco, era Juan Andrés. —¿Qué haces aquí? —indagó sorprendida. —Pues, vine a ayudarte —comentó. Los labios de Paula se abrieron en una gran O, se quedó estática, él la trataba con frialdad, y ahora se encontraba ahí, queriendo ayudarla, cuando ella sabía que él odiaba el mercado. —No van a pagarte por esto —mencionó, y señaló con sus manos a las mesas llenas de gente—, además dudo que puedas con el trabajo, no es para niños ricos como tú —le dijo Paula. Juan Andrés bufó, de inmediato levantó varios platos de la mesa y los llevó hasta el kiosco. —Aprende —le dijo Andrés sonriente. Paula parpadeó sorprendida, sin poder creerlo que el mismísi
Paula caminaba por las calles con rapidez, sentía un nudo que le era imposible sacarse del pecho, aún se reprochaba aquellas palabras hirientes que le dijo a Juan Andrés, pero él también insistía en que ella se había casado con él por dinero. «Cuando vas a entender que en verdad me enamoré» Suspiró, y detuvo su andar de un solo golpe. —¡Mami! —exclamó Cris, agitó sus manitas. Juan Andrés estaba con el pequeño. A Paula las piernas le temblaron y no supo a ciencia cierta qué es lo que sintió en ese momento: miedo o incertidumbre. La mirada penetrante de él, le erizó la piel, ella se quedó estática, observando como colocaba a Cris en el suelo. El niño corrió a saludarla.—Mi papá nos va a llevar a comer. Paula abrazó al niño. —Hola mi amor, perdón por llegar tarde. —Besó su frente, y luego sacudió su cabeza, no entendía nada, Andrés era impredecible. —¿A comer? —cuestionó, elevó su rostro y sus ojos se cruzaron con los de él. —¿A dónde vamos? —cuestionó Paula. —Es una sorpresa —d
Paula apretó los puños, contó hasta diez, conteniéndose, pero las burlas y humillaciones, seguían. —Ningún trabajo es deshonra, pero ustedes desconocen de eso, porque no saben lo que es ganarse el pan con el sudor de la frente —rebatió Paula, respirando agitada. La pareja carcajeó al escucharla. —Ahora te defiende tu empleada de servicio —dijo Fátima, miró a Paula con desdén. La mirada de Andrés se oscureció por completo. —Ella no es mi empleada. —Tomó por la cintura a Paula, la pegó a él—. Es mi esposa. La mujer parpadeó, abrió los labios y observó con desprecio a Paula. —Como te ha cambiado el gusto, ahora te conformas con lo corriente. Juan Andrés ladeó los labios. —Prefiero la sencillez de Paula, a la fina lencería que sueles usar, para seducirme. Fátima enrojeció por completo. Iván su novio la miró con seriedad. —Es una broma, cariño. —Claro que no, sé bien del lunar que tienes al terminar tu espalda, y de los kilos de más en tu abdomen, por eso te la pasa
En la hacienda mientras Cris jugaba con los demás niños, en la plantación se dio inicio a la grabación del video. Habían ensayado minutos antes, todo parecía en orden, pero Andrés no se veía convencido del todo. —Que el maquillaje de Paula se vea natural, no quiero que la produzcan, deseo que resalten su sencillez —ordenó Juan Andrés. La chica encargada del peinado y maquillaje asintió. Paula inhaló profundo, estaba vestida como una recolectora, lucía unos jeans, una blusa blanca, bordada, su largo cabello oscuro, caía en suave ondas sobre sus hombros, enmarcando su bello y angelical rostro. —Quiero una toma a todos los cafetales y a los recolectores —ordenó Andrés. Una vez que Paula estuvo lista, la primera toma se la hizo desde el coffee lodge de la hacienda, ahí la chica aparecía, vertiendo de una jarra en una taza, el humeante café, y luego sonreía y la presentaba a la cámaras, como invitando a beber aquel líquido. —No me gusta —dijo Andrés, él era demasiado perfeccionist
Juan Andrés se acercó hacia Miguel, observó en el rostro de su hermano profunda confusión. —¿Qué está pasando? ¿Te encuentras bien? El pecho de Miguel subía y bajaba agitado, sacó del bolsillo su móvil, y le mostró a su hermano todo lo que decían de Lu. Juan Andrés observó las imágenes, ya las conocía pertenecían al catálogo, inhaló profundo, apretó los puños, le parecía algo indignante que expusieran así a Luciana. —¿Qué es lo que te afecta? Tú sabías bien a lo que ella se dedicaba, ¿acaso pensaste que solo acompañaba a los clientes? Juan Miguel alzó su rostro, abría y cerraba sus puños, su respiración era irregular. —¡Lo sé! —gritó—, pero me duele, y no por mí, sino por ella. —La voz se le quebró—, me quiere dejar, justo ahora que empezaríamos una vida juntos, Lu terminó conmigo. —Lo lamento —respondió Andrés. —¿No has pensado en algo para detenerla? ¿Te vas a dar por vencido? Miguel enfocó su vista en su hermano, lo observó con atención. —¿Qué quieres que haga? ¿Qué l