¿Qué pasará con Luciana? Por otro lado, Mariela es muy peligrosa, es muy inteligente, y va a usar todo a su favor. No olviden sus comentarios en las reseñas.
Luciana se removió del agarre de los hombres de confianza del jefe. —¡No por favor! —gritó mientras la bajaban a la fuerza y prácticamente la arrastraban hacia una esquina. Una mujer mayor, vestida con una minifalda muy corta rojo vibrante, y una blusa tipo top enfocó sus ojos en la muchacha. —Así que esta es la que el jefe quiere que ponga en las calles. —Recorrió a Lu con la mirada—, es muy bonita, lástima que tonta, el patrón tenía planes para ti. —La observó con desprecio. Luciana observó a su alrededor y sintió su estómago revolotear, miró a mujeres fumando cigarrillo, ofreciendo sus servicios a los hombres que transitaban por las calles, o aparcaban sus vehículos. —Por favor no —suplicó. —No sabes con quién te estás metiendo, muchachita —dijo la devoradora—, déjenla, yo me hago cargo. Cuando los hombres la soltaron, Luciana no lo pensó dos veces, y antes de que pudieran atraparla, empezó a correr. —Agárrenla —gritó la devoradora. Los dos sujetos fueron tras de ella, Lu s
Juan Miguel le limpiaba con delicadeza los raspones en las manos de Lu, él podía sentir el temblor aún en ella, y notaba como aun las lágrimas brotaban de sus ojos. —Estás a salvo, yo no te voy a desamparar —murmuró Miguel, la miró con ternura. Luciana se reflejó en esos ojos de azul transparente, su corazón tembló al igual que ella. —No quiero que por mi culpa tengas problemas, no me perdonaría que esos hombres te hicieran daño —susurró. —Acá estamos tranquilos, fue buena idea la de Andrés de venirnos a refugiar en esta finca hotel, así no nos van a encontrar, pero debemos asesorarnos con un abogado —advirtió. La piel de Luciana se erizó. —Ellos no son tan fáciles de vencer. —Estás hablando con un Duque, y para nosotros no hay nada imposible —aseguró. Luciana esbozó una pequeña sonrisa, entonces Miguel, siguió curándole las heridas. Luciana con cada roce sentía una caricia en su alma, jamás antes nadie le había cuidado con tanta delicadeza. —Gracias por todo lo que ha
Mafer parpadeó en repetidas ocasiones, separó los labios, se dio cuenta de que estuvo a punto de cometer una indiscreción. —Me refiero a que te obligaron a cumplir con ella. —Como haya sido, me enviaron a esta pocilga, me retiraron todo su apoyo. ¿Quieres que los felicite? —Agitó sus brazos. —Lo hicieron por tu bien —habló en voz fuerte Mafer—, para que enderezaras tu vida, y no te sigas hundiendo. —¡Ese era mi problema! —tiró de los mechones de su cabello. —¡No! —gritó Mafer—. ¡Somos una familia unida! ¡Todo lo que a ti te ocurría nos afectaba!—Pues ya no tienen de qué preocuparse —vociferó él respirando agitado, salió de la casa dejando a su hermana con la palabra en la boca. Paula salió de la mano con Cris, había escuchado los gritos, frunció el ceño al no ver a Juan Andrés en la sala. —¿Qué ocurrió? —indagó. —Mi hermano es un necio, ojalá recapacite, mis papás lo extrañan. Paula inhaló profundo, entonces pensó en invitar a sus suegros esa misma noche a cenar. —Yo me har
Miguel abrió sus ojos, estiró su brazo y encontró que en el lado izquierdo de la cama estaba vacío. Se sentó de inmediato, miró su reloj y eran como el medio día, se llevó la mano a la frente, buscó sus pantalones, los encontró sobre una silla.—Lu —exclamó con cierta preocupación, la buscó por la casa, pero no la encontró, entonces salió de la finca, y la miró a los lejos, se hallaba sentada frente a una pequeña laguna artificial. Juan Miguel soltó el aire que estaba conteniendo, la contempló en silencio, ella no parecía real, se veía tan etérea, podría decirse que se asemejaba a las hadas que solían inventar sus hermanas y que decían que aparecían entre los frondosos árboles de la Momposina. Con lentitud se fue acercando, entonces Lu, al escuchar el crujir de las hojas secas, giró su rostro y elevó su mirada, esbozó una sonrisa sincera al verlo. —Buenas tardes, bello durmiente —bromeó ella. Juan Miguel rascó su nuca, sonrió. —Se me pegaron las sábanas, ¿qué haces aquí? ¿Desayu
«¡Me enamoré de ti!» Aquella frase provocó que el corazón de Juan Miguel estuviera a punto de explotar, observó a Luciana a los ojos, la tomó de la mano, la atrajo hacia él, y sin poder contener sus emociones, la besó. Ella abrió sus labios, y se entregó por completo a aquella caricia tan dulce que él le brindaba. «¡Moría por los besos de él!» Porque jamás nadie la había besado de aquella forma. Él la besó con una mezcla de pasión y ternura, Luciana enredó sus dedos en el dorado cabello de Miguel, y él la tomó de la cintura y la apretó más a su cuerpo, y cuando la falta de oxígeno los obligó a separarse, él pegó su frente con la de ella. —Lu, todo es tan complicado, jamás en mi vida imaginé perder la cabeza por una mujer, y que esa mujer trabajara de escort —susurró con la respiración agitada—, no es fácil para mí, porque no quiero que te lastimen más, no soportaría que te observaran con desprecio, o que hablaran mal de ti, y no podría vivir peleándome con todos —confesó con s
Cocinar la cena nunca había sido tan divertido para Paula, como hacerlo con la ayuda de Juan Andrés, él era un completo desastre, pero había que reconocer que se esforzaba, y eso hinchaba de orgullo el corazón de ella.—Bueno, creo que todo quedó listo —dijo Paula, sonrió, y rozó los labios de él—, gracias por la ayuda. Juan Andrés observó la cortadura que se hizo en el dedo, luego de picar unos tomates, frunció los labios. —La cocina no se hizo para mí —rebatió, tomó de la cintura a Paula, y la pegó más a él—, tendrás que compensarme muy bien —susurró, y sus labios se posaron en el cuello de ella, le lamió la garganta con la lengua, y sintió como ella se estremecía entre sus brazos. —No sigas —suplicó con voz débil—, no tardan en venir con Cris, y debemos bañarnos —propuso con la voz entrecortada. —Pues déjame decirte que si invitaste a mi hermana María Fernanda, esa cantidad de comida no será suficiente —mencionó recordando cómo ella solía devorar los alimentos. Paula abrió los
Joaquín tensó la mandíbula, apretó los puños, estuvo a escasos minutos de ponerse de pie, y abofetear a su hijo, no iba a permitir que le faltara el respeto a María Paz; pero ella lo contuvo, presionó su mano, y lo miró a los ojos. —Tranquilo —susurró, y luego se dirigió a Andrés—. Al contrario, siempre supe que no volverías, eres un hombre demasiado inteligente y capaz, y veo que lo has logrado, me siento orgullosa de ti. Paula a pesar del dolor que sentía al escucharlo, y verlo de nuevo convertido en el hombre soberbio del pasado, hizo a un lado su orgullo, y se aproximó a él, lo tomó de la mano. —Juan Andrés es un gran hombre. —La voz le tembló, lo miró a los ojos—, gracias a él, estoy por graduarme del colegio, y mi hijo se siente seguro a su lado, además todos los arreglos que ven, los hicimos juntos. —Suspiró y deglutió la saliva con dificultad—. Gracias por haber hecho de él un extraordinario ser humano. El joven Duque parpadeó, separó los labios, el corazón le tembló, o
Juan Andrés tensó todos los músculos de su cuerpo, la mirada se le volvió turbia, abría y cerraba los puños. —Imagino que por dinero —masculló arrastrando las palabras, observando a Paula con absoluta frialdad. —Yo te lo puedo explicar todo —intervino María Paz. Juan Andrés resopló, y bufó con cinismo. —No es necesario madre —musitó, los labios le temblaban—, te conozco, imagino que tú orquestaste todo esto. —Señaló con sus manos el lugar, y luego volvió a fijar su mirada llena de seriedad en Paula—, y tú… —Yo recogeré mis cosas y volveré al lugar al cual nunca debí salir —expresó Paula intentando mostrarse serena, pero lo cierto era que por dentro tenía el corazón roto, y el rostro lleno de lágrimas—. Fue un gran error, señora. —Miró a María Paz—, él nunca va a cambiar. María Paz la miró con ternura, el corazón se le estrujó en el pecho. —No, no digas eso, nosotros te apreciamos y a tu hijo también, tampoco voy a permitir que te vayas a ese lugar, y sigas pasando necesid