Miguel abrió sus ojos, estiró su brazo y encontró que en el lado izquierdo de la cama estaba vacío. Se sentó de inmediato, miró su reloj y eran como el medio día, se llevó la mano a la frente, buscó sus pantalones, los encontró sobre una silla.—Lu —exclamó con cierta preocupación, la buscó por la casa, pero no la encontró, entonces salió de la finca, y la miró a los lejos, se hallaba sentada frente a una pequeña laguna artificial. Juan Miguel soltó el aire que estaba conteniendo, la contempló en silencio, ella no parecía real, se veía tan etérea, podría decirse que se asemejaba a las hadas que solían inventar sus hermanas y que decían que aparecían entre los frondosos árboles de la Momposina. Con lentitud se fue acercando, entonces Lu, al escuchar el crujir de las hojas secas, giró su rostro y elevó su mirada, esbozó una sonrisa sincera al verlo. —Buenas tardes, bello durmiente —bromeó ella. Juan Miguel rascó su nuca, sonrió. —Se me pegaron las sábanas, ¿qué haces aquí? ¿Desayu
«¡Me enamoré de ti!» Aquella frase provocó que el corazón de Juan Miguel estuviera a punto de explotar, observó a Luciana a los ojos, la tomó de la mano, la atrajo hacia él, y sin poder contener sus emociones, la besó. Ella abrió sus labios, y se entregó por completo a aquella caricia tan dulce que él le brindaba. «¡Moría por los besos de él!» Porque jamás nadie la había besado de aquella forma. Él la besó con una mezcla de pasión y ternura, Luciana enredó sus dedos en el dorado cabello de Miguel, y él la tomó de la cintura y la apretó más a su cuerpo, y cuando la falta de oxígeno los obligó a separarse, él pegó su frente con la de ella. —Lu, todo es tan complicado, jamás en mi vida imaginé perder la cabeza por una mujer, y que esa mujer trabajara de escort —susurró con la respiración agitada—, no es fácil para mí, porque no quiero que te lastimen más, no soportaría que te observaran con desprecio, o que hablaran mal de ti, y no podría vivir peleándome con todos —confesó con s
Cocinar la cena nunca había sido tan divertido para Paula, como hacerlo con la ayuda de Juan Andrés, él era un completo desastre, pero había que reconocer que se esforzaba, y eso hinchaba de orgullo el corazón de ella.—Bueno, creo que todo quedó listo —dijo Paula, sonrió, y rozó los labios de él—, gracias por la ayuda. Juan Andrés observó la cortadura que se hizo en el dedo, luego de picar unos tomates, frunció los labios. —La cocina no se hizo para mí —rebatió, tomó de la cintura a Paula, y la pegó más a él—, tendrás que compensarme muy bien —susurró, y sus labios se posaron en el cuello de ella, le lamió la garganta con la lengua, y sintió como ella se estremecía entre sus brazos. —No sigas —suplicó con voz débil—, no tardan en venir con Cris, y debemos bañarnos —propuso con la voz entrecortada. —Pues déjame decirte que si invitaste a mi hermana María Fernanda, esa cantidad de comida no será suficiente —mencionó recordando cómo ella solía devorar los alimentos. Paula abrió los
Joaquín tensó la mandíbula, apretó los puños, estuvo a escasos minutos de ponerse de pie, y abofetear a su hijo, no iba a permitir que le faltara el respeto a María Paz; pero ella lo contuvo, presionó su mano, y lo miró a los ojos. —Tranquilo —susurró, y luego se dirigió a Andrés—. Al contrario, siempre supe que no volverías, eres un hombre demasiado inteligente y capaz, y veo que lo has logrado, me siento orgullosa de ti. Paula a pesar del dolor que sentía al escucharlo, y verlo de nuevo convertido en el hombre soberbio del pasado, hizo a un lado su orgullo, y se aproximó a él, lo tomó de la mano. —Juan Andrés es un gran hombre. —La voz le tembló, lo miró a los ojos—, gracias a él, estoy por graduarme del colegio, y mi hijo se siente seguro a su lado, además todos los arreglos que ven, los hicimos juntos. —Suspiró y deglutió la saliva con dificultad—. Gracias por haber hecho de él un extraordinario ser humano. El joven Duque parpadeó, separó los labios, el corazón le tembló, o
Juan Andrés tensó todos los músculos de su cuerpo, la mirada se le volvió turbia, abría y cerraba los puños. —Imagino que por dinero —masculló arrastrando las palabras, observando a Paula con absoluta frialdad. —Yo te lo puedo explicar todo —intervino María Paz. Juan Andrés resopló, y bufó con cinismo. —No es necesario madre —musitó, los labios le temblaban—, te conozco, imagino que tú orquestaste todo esto. —Señaló con sus manos el lugar, y luego volvió a fijar su mirada llena de seriedad en Paula—, y tú… —Yo recogeré mis cosas y volveré al lugar al cual nunca debí salir —expresó Paula intentando mostrarse serena, pero lo cierto era que por dentro tenía el corazón roto, y el rostro lleno de lágrimas—. Fue un gran error, señora. —Miró a María Paz—, él nunca va a cambiar. María Paz la miró con ternura, el corazón se le estrujó en el pecho. —No, no digas eso, nosotros te apreciamos y a tu hijo también, tampoco voy a permitir que te vayas a ese lugar, y sigas pasando necesid
Juan Miguel resopló, asintió. —Lo comprendo, pero ¿por qué le tienes miedo? —cuestionó. Luciana apretó los labios. —Él es un hombre muy violento y celoso, cuando lo conocí no mostró su verdadera identidad, trabajaba para el jefe de la agencia de escorts, era uno de los hombres de seguridad —confesó—, a veces la soledad te confunde, y te ilusionas con cualquier persona, y eso me pasó. —Inhaló profundo—, y empezamos a vivir juntos. —La voz se le quebró, y gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas—, empezó a golpearme, a reclamarme por la ropa que me ponía, me hacía escenas de celos con cualquier hombre, y… me tomaba a la fuerza cuando yo no quería —declaró y se refugió en el pecho de Miguel—, no deberías estar conmigo, mi pasado es muy turbio. Juan Miguel respiraba agitado, apretaba sus puños, de tan solo imaginar que aquel infeliz, la golpeó y la forzó la sangre hirvió en sus venas, imaginó tener al sujeto frente a él, y cobrarle lo que le hizo a Lu. —¿Por qué no lo denunciaste? —
Las notas de «Ayer by Luis Miguel» se escuchaban en las bocinas del piano bar al que acudió Juan Andrés, su mente era un completo caos, aún lo lograba asimilar que las dos mujeres más importantes en su vida, se hayan burlado de él. —Un whisky —solicitó al barman, tomó asiento frente a la barra. El corazón le dolía, puso atención a la melodía. «Como me duele saber, que esto es algo que solo soñé. Nos desgarramos de placer. Una promesa quedó, nos juramos lealtad sin testigos, comprometimos el alma…»—Solo fue un sueño, una m@ldita mentira —masculló tensando todos los músculos de su cuerpo—, todo el amor que juraste, fue una falsa —susurró mientras le sangraba el alma. —¿Cómo fui tan imbécil? —se cuestionó. —¿Disculpe? —cuestionó el joven detrás de la barra, pensando que hablaba con él. Juan Andrés negó con la cabeza, tomó el vaso con whisky y se lo bebió de un solo golpe, el líquido ardió en su garganta, así como le ardía el pecho. —¿Eres casado? —le preguntó al barman. —No, dan
Joaquín inhaló profundo, arqueó una de sus cejas, observó al hombre a los ojos. —¿Qué recado? —indagó. —¿Mi hijo les debe dinero?—Si fuera una cuestión de plata, créame que ya se lo habríamos cobrado de una u otra forma, usted sabe que las deudas en este país son sagradas —espetó con voz ronca—. Su hijo se ha metido con una de mis chicas, con la mejor, y gracias a eso, mi negocio está perdiendo clientes y dinero —comentó—, dígale que nos regrese a Luciana, y nosotros lo dejamos en paz. Joaquín rascó su nuca. —¿Qué clase de negocio? —cuestionó, sabía bien a lo que se referían, pero deseaba escucharlo, porque le era imposible de creer que su hijo tuviera un romance con una…—Señor Duque. —El hombre carraspeó—. Luciana es una dama de compañía, pero no de esas que encuentra en la calle, no, ella ha sido mujer de muchos políticos, empresarios, y gente importante, incluso su otro hijo pagaba por sus servicios, y no creo que una mujer de esa clase tenga lugar en su honorable familia, así