Las mejillas de Irma se pusieron carmín, empezó a balbucear. —Yo…, eh… no es lo que piensa. —Mira Irma ustedes no son unas niñas, no te llamé para amenazarte, ese no es mi estilo, dejaré que hagas lo correcto, solo te diré que si tomé esas medidas extremas con Juan Andrés era porque necesitaba tocar fondo, ahora mi hijo está retomando el camino, tú verás si le cuentas a Mariela, y ella se lo dice. —Encogió sus hombros—, buenas tardes. —Se retiró de la sala. —Señora María Paz…La mujer desapareció por un pasillo. «¡Maldición!» exclamó en su mente Irma. ****Luciana luego de recibir la capacitación de parte de Juan Andrés y de almorzar con él, y pasar la tarde en la fábrica, regresó a su pieza, notó que Paula le había dejado unos víveres, el corazón se le encogió ante la bondad de su mejor amiga. Entonces observó una nota pegada en el mini refrigerador. —Ten cuidado, Albeiro va a salir de prisión, Lorenza me dio un mensaje amenazante, me dijo que ese delincuente va a venir a busca
Juan Andrés, junto con Paula y Cris, regresaron a casa. En la ciudad habían paseado, almorzado, y hasta tomado helado. El niño cansado llegó dormido. Juan Andrés lo cargó en sus brazos, mientras Paula acomodaba la cama, enseguida lo recostaron, le quitaron los zapatos, estaba tan profundo que no sintió nada. —Duerme como una piedra —bromeó Andrés. —Estaba muy cansado, hoy —comentó Paula, besó la frente del niño, y salió de la alcoba. —Debemos realizar los trámites para que yo lo reconozca como mi hijo —comunicó Andrés. Paula se llevó la mano a la frente, había olvidado por completo aquel detalle demasiado importante. —¿Llevará mucho tiempo? —indagó ella. —No lo sé, ven busquemos información —pidió él. Paula fue con él hasta el comedor y enseguida en el computador de Andrés buscaron la información, se dieron cuenta de que el trámite era sencillo, siempre y cuando ella autorizara y diera fe de que el padre de Cris era Juan Andrés. —Debemos hacer eso mañana mismo —dijo é
Luciana se removió del agarre de los hombres de confianza del jefe. —¡No por favor! —gritó mientras la bajaban a la fuerza y prácticamente la arrastraban hacia una esquina. Una mujer mayor, vestida con una minifalda muy corta rojo vibrante, y una blusa tipo top enfocó sus ojos en la muchacha. —Así que esta es la que el jefe quiere que ponga en las calles. —Recorrió a Lu con la mirada—, es muy bonita, lástima que tonta, el patrón tenía planes para ti. —La observó con desprecio. Luciana observó a su alrededor y sintió su estómago revolotear, miró a mujeres fumando cigarrillo, ofreciendo sus servicios a los hombres que transitaban por las calles, o aparcaban sus vehículos. —Por favor no —suplicó. —No sabes con quién te estás metiendo, muchachita —dijo la devoradora—, déjenla, yo me hago cargo. Cuando los hombres la soltaron, Luciana no lo pensó dos veces, y antes de que pudieran atraparla, empezó a correr. —Agárrenla —gritó la devoradora. Los dos sujetos fueron tras de ella, Lu s
Juan Miguel le limpiaba con delicadeza los raspones en las manos de Lu, él podía sentir el temblor aún en ella, y notaba como aun las lágrimas brotaban de sus ojos. —Estás a salvo, yo no te voy a desamparar —murmuró Miguel, la miró con ternura. Luciana se reflejó en esos ojos de azul transparente, su corazón tembló al igual que ella. —No quiero que por mi culpa tengas problemas, no me perdonaría que esos hombres te hicieran daño —susurró. —Acá estamos tranquilos, fue buena idea la de Andrés de venirnos a refugiar en esta finca hotel, así no nos van a encontrar, pero debemos asesorarnos con un abogado —advirtió. La piel de Luciana se erizó. —Ellos no son tan fáciles de vencer. —Estás hablando con un Duque, y para nosotros no hay nada imposible —aseguró. Luciana esbozó una pequeña sonrisa, entonces Miguel, siguió curándole las heridas. Luciana con cada roce sentía una caricia en su alma, jamás antes nadie le había cuidado con tanta delicadeza. —Gracias por todo lo que ha
Mafer parpadeó en repetidas ocasiones, separó los labios, se dio cuenta de que estuvo a punto de cometer una indiscreción. —Me refiero a que te obligaron a cumplir con ella. —Como haya sido, me enviaron a esta pocilga, me retiraron todo su apoyo. ¿Quieres que los felicite? —Agitó sus brazos. —Lo hicieron por tu bien —habló en voz fuerte Mafer—, para que enderezaras tu vida, y no te sigas hundiendo. —¡Ese era mi problema! —tiró de los mechones de su cabello. —¡No! —gritó Mafer—. ¡Somos una familia unida! ¡Todo lo que a ti te ocurría nos afectaba!—Pues ya no tienen de qué preocuparse —vociferó él respirando agitado, salió de la casa dejando a su hermana con la palabra en la boca. Paula salió de la mano con Cris, había escuchado los gritos, frunció el ceño al no ver a Juan Andrés en la sala. —¿Qué ocurrió? —indagó. —Mi hermano es un necio, ojalá recapacite, mis papás lo extrañan. Paula inhaló profundo, entonces pensó en invitar a sus suegros esa misma noche a cenar. —Yo me har
Miguel abrió sus ojos, estiró su brazo y encontró que en el lado izquierdo de la cama estaba vacío. Se sentó de inmediato, miró su reloj y eran como el medio día, se llevó la mano a la frente, buscó sus pantalones, los encontró sobre una silla.—Lu —exclamó con cierta preocupación, la buscó por la casa, pero no la encontró, entonces salió de la finca, y la miró a los lejos, se hallaba sentada frente a una pequeña laguna artificial. Juan Miguel soltó el aire que estaba conteniendo, la contempló en silencio, ella no parecía real, se veía tan etérea, podría decirse que se asemejaba a las hadas que solían inventar sus hermanas y que decían que aparecían entre los frondosos árboles de la Momposina. Con lentitud se fue acercando, entonces Lu, al escuchar el crujir de las hojas secas, giró su rostro y elevó su mirada, esbozó una sonrisa sincera al verlo. —Buenas tardes, bello durmiente —bromeó ella. Juan Miguel rascó su nuca, sonrió. —Se me pegaron las sábanas, ¿qué haces aquí? ¿Desayu
«¡Me enamoré de ti!» Aquella frase provocó que el corazón de Juan Miguel estuviera a punto de explotar, observó a Luciana a los ojos, la tomó de la mano, la atrajo hacia él, y sin poder contener sus emociones, la besó. Ella abrió sus labios, y se entregó por completo a aquella caricia tan dulce que él le brindaba. «¡Moría por los besos de él!» Porque jamás nadie la había besado de aquella forma. Él la besó con una mezcla de pasión y ternura, Luciana enredó sus dedos en el dorado cabello de Miguel, y él la tomó de la cintura y la apretó más a su cuerpo, y cuando la falta de oxígeno los obligó a separarse, él pegó su frente con la de ella. —Lu, todo es tan complicado, jamás en mi vida imaginé perder la cabeza por una mujer, y que esa mujer trabajara de escort —susurró con la respiración agitada—, no es fácil para mí, porque no quiero que te lastimen más, no soportaría que te observaran con desprecio, o que hablaran mal de ti, y no podría vivir peleándome con todos —confesó con s
Cocinar la cena nunca había sido tan divertido para Paula, como hacerlo con la ayuda de Juan Andrés, él era un completo desastre, pero había que reconocer que se esforzaba, y eso hinchaba de orgullo el corazón de ella.—Bueno, creo que todo quedó listo —dijo Paula, sonrió, y rozó los labios de él—, gracias por la ayuda. Juan Andrés observó la cortadura que se hizo en el dedo, luego de picar unos tomates, frunció los labios. —La cocina no se hizo para mí —rebatió, tomó de la cintura a Paula, y la pegó más a él—, tendrás que compensarme muy bien —susurró, y sus labios se posaron en el cuello de ella, le lamió la garganta con la lengua, y sintió como ella se estremecía entre sus brazos. —No sigas —suplicó con voz débil—, no tardan en venir con Cris, y debemos bañarnos —propuso con la voz entrecortada. —Pues déjame decirte que si invitaste a mi hermana María Fernanda, esa cantidad de comida no será suficiente —mencionó recordando cómo ella solía devorar los alimentos. Paula abrió los