¿Se esperan la reacción de Juan Andrés? ¿Qué hará Mariela?
—¡Eres un estúpido Juan Andrés Duque! —vociferó Mariela, lo golpeó en la espalda con su bolso. Juan Andrés se separó de Paula al sentir el impacto. Mariela plantó su vista llena de odio en Paula. —No creo nada de lo que dices —rugió agitada—. Juan Andrés Duque jamás se fijaría en una mujer tan insignificante y de poca clase como tú. —La señaló con la mano—, serás solo un pasatiempo, porque él es tan vanidoso que solo se ama así mismo, y a nadie más…—¡Ya basta Mariela! Juan Andrés la tomó con dureza del brazo. —No vuelvas a referirte de esa forma de Paula, ya te dije es mi esposa. —¡Estás loco! —Negó con la cabeza Mariela—, mírala, no es tu tipo, ella solo te va a avergonzar. Paula apenas se estaba recomponiendo del beso que le dio Juan Andrés, porque no podía evitar los estragos que causaba en su interior cada que él se acercaba a ella, entonces miró el atuendo de Mariela, su porte, su elegancia. Pensó que esa mujer tenía razón, ella era demasiado humilde, y era cierto que Juan
Al finalizar la película Christopher salió feliz y sonriente sosteniendo en sus manos un vaso sublimado con el logotipo de los Avengers. —¿Les gustó? —indagó Andrés. —Sí —contestó el niño—, me voy a transformar en el Capitán América —contestó divertido. Paula carcajeó al escucharlo y verlo imitar al personaje. —Entonces vamos a buscar una camiseta con ese logo. ¿Te gustaría?—Sí —contestó el pequeño, y enseguida empezaron a caminar por los almacenes de ropa. —Andrew —dijo una joven alta, rubia, muy elegante. Lo abrazó y le dio dos besos en las mejillas. —¿Qué haces por aquí? —indagó—, no has ido al bar, me tienes muy abandonada. —Hizo un puchero con los labios.—He estado un poco ocupado —contestó y la recorrió con los ojos. Kendra, era muy bella, era una antigua amiga, con la que solía tener encuentros íntimos, ella era muy liberal, no le gustaban los compromisos como a él. —¡Papi, apúrate! —dijo Cris. Las mejillas de Juan Andrés se tiñeron de carmín. Kendra miró al chiquillo
—¡Eso no puede ser cierto! —vociferó Mariela, gritando a los cuatro vientos. El eco de su voz retumbó en su alcoba—. Mi Juan Andrés no puede estar enamorado de esa piojosa, no lo acepto —gruñó, resoplando. —Pues eso es lo que dijo Mike, que se casó enamorado de esa mujer —mencionó Irma. Mariela negó con la cabeza, volvió a gruñir. —Yo lo conozco, quizás está embobado por esa tipeja, porque es diferente a nosotros, pero amor… no, él jamás se fijaría en una andrajosa, es demasiado exclusivo, no se mezcla con cualquiera —masculló y se miró en el espejo de cuerpo entero que reposaba en su alcoba—, yo soy mucho mejor que ella, tengo estudios profesionales, clase, dinero —aseguró. —¿Qué piensas hacer? —indagó Irma, la observó con atención. Mariela irguió la barbilla, colocó su mano en la cintura. —Dar pelea, voy a hacer que Juan Andrés se avergüence de esa piojosa. —Ladeó los labios—, la voy a humillar en público, entonces él se dará cuenta de que no son de la misma clase, y se va a d
—No estoy muy segura de dejar a Cris con tu hermana. —Paula frunció los labios, y sintió una opresión en el pecho. El día de viajar a Buenaventura había llegado, solo que ella no contaba con que Juan Andrés quería ir solo con ella. —Estará bien cuidado, además mis sobrinos y él, se llevan bien —expuso, la miró a los ojos. —¿Tienes miedo de viajar a solas conmigo? —indagó. Paula sintió un cosquilleo en todo su cuerpo, inhaló profundo. —No, no es eso, solo que jamás me he separado de él —se aclaró la voz, en verdad sentía un ligero nerviosismo. En ese instante se escuchó el motor de dos autos. Paula se estremeció sabía que era María Luisa, y su esposo. Juan Andrés abrió la puerta, y se encontró con su cuñado, su hermana, y sus sobrinos que lo abrazaron, por las piernas. —Tío Andrew —dijeron los chiquillos. —Hola, pequeños. ¿Cómo están?—Bien, pero ya queremos que regreses a la Momposina. —Juliana frunció los labios. —Nos gusta jugar contigo, y hacerle travesuras al abuelo. —Joaq
—Ya no sé disimular, llamo y no te puedo hablar. Tu recuerdo no se va, no se va, no se va —cantaba a todo pulmón Juan Andrés, el tema de Morat; mientras llegaban a Armenia. Paula ladeaba los labios, sonriente, mientras observaba el paisaje. —Algo en ti quiere volver, y algo en mí te va a encontrar. Tu recuerdo no se va, no se va, no se va…—proseguía entonando, mientras por el rabillo del ojo, observaba a Paula. —¿Te gusta mi melodiosa voz? —indagó él, mientras pisaba a fondo el acelerador y aumentaba la velocidad. —Ve más despacio —solicitó Paula, se sostuvo de las agarraderas del auto—, y con respecto a tu voz, pues estás bueno para cantar en los buses —bromeó. Juan Andrés bufó al escucharla. —Quizás ese tema no es el adecuado. —Enseguida cambió la melodía, y las notas de: «La bikina by Luis Miguel» se escuchó en las bocinas del auto. —Altanera, preciosa y orgullosa —entonó y giró su rostro por segundos para mirar a Paula, sonrió divertido, al verla fruncir el ceño—. No permit
«¡Esta noche uno de nuestros mejores clientes te espera!» Aquel mensaje interrumpió la charla entre Luciana y Paula. —¿Por qué dices eso? —indagó Paula. Observó con el ceño fruncido a Juan Andrés sin comprender nada. —¡Habla Luciana! —exclamó sintiendo su pecho agitarse. —Dame un minuto —pidió Lu. Paula empezó a caminar impaciente de un lado a otro, no entendía nada. —¿Qué ocurre? —indagó Juan Andrés. Paula brincó del susto, se llevó la mano al pecho. —Nada —respondió con seriedad, bastante aturdida, sintió una punzada en las sienes. Andrés plantó su vista en ella, la miró a los ojos. —¡No te creo! ¿Qué está pasando? Paula apretó sus puños, entonces escuchó la voz de Luciana al otro lado. —Lu, tiene problemas —resopló, de nuevo se alejó de Andrés—, habla Luciana. —Esta noche Juan Andrés Duque pago una gran cantidad por mis servicios, nos vamos a encontrar en un lujoso hotel —mencionó arrastrando las palabras. Había querido negarse en acudir a ese encuentro, pero fue ine
Luciana se observó por última vez al espejo. Sonrió con malicia, y elevó su mentón. «¡Me las vas a pagar!» sentenció en la mente. La encargada de su arreglo anunció que ya estaba listo el auto que la llevaría a su destino. Lu tomó su bolso se colocó el abrigo, y salió de aquel apartamento, subió al vehículo. —Estás haciendo un buen trabajo, Juan Andrés Duque pagó más de lo establecido por una noche contigo, deberíamos firmar un nuevo acuerdo —propuso mientras bebía de su copa de whisky—, sacarías más dinero, y la situación de tu familia, mejoraría. Luciana inhaló profundo. —Cuando me hablaste de este empleo, me dijiste que no habría sexo, a menos que llegara a un acuerdo con el cliente —aclaró la voz—, y así he trabajado a lo largo de este tiempo, no quiero convertirme en una prostituta —enfatizó. El hombre carcajeó al escucharla. —Ya lo eres querida, pero dejaré que lo pienses, recuerda a tu hermano enfermo, el tratamiento es muy costoso. —Ladeó los labios. Luciana sintió un
Los cuestionamientos de Paula, retumbaron en el cerebro de Juan Andrés, su corazón se estrujó en el pecho, la garganta se le secó. Se reflejó en la cristalina mirada de ella. —No es eso —respondió y se separó de ella, se sentó a su lado—, no me importa que seas pobre, ni nada de eso —contestó con sinceridad, inclinó la cabeza—. Yo soy un perfecto imbécil, que no merece nada tuyo, me porté contigo como el más miserable de los hombres, y tú lo único que hacías es trabajar dignamente para mantener a tu hijo. —La voz se le quebró—, hemos hablado de esto, yo… no soy un buen ser humano, tú eres un ángel, y yo… soy un ser oscuro, sombrío, gris. Paula resopló y parpadeó. —Esas son las excusas de siempre, no has respondido con exactitud: ¿Por qué no puedes amarme? —indagó con profunda seriedad. Juan Andrés elevó su barbilla, la miró a los ojos. —No se trata de eso, no es que no pueda amarte, al contrario, es muy fácil llegar a hacerlo, eres una mujer muy especial, como ninguna —declaró, i