Mariela lanzó con fuerza su móvil en el sofá de su elegante oficina. —¿Por qué te portas así conmigo? —cuestionó. —¿Será que tienes otra mujer en tu vida? —Sollozó apretando los puños. Enseguida volvió a agarrar su móvil y se comunicó con su mejor amiga: Irma, la novia de Juan Miguel. —¿Ya tienes noticias? —Hola —saludó Irma—, no he podido sacarle información a Mike, pero de lo que estoy segura es que Juan Andrés no está viviendo en la Momposina, pero no tengo idea del lugar en el cual se está quedando. —Tiene otra, de eso estoy segura, pero voy a descubrir quien es esa mujer, y daré pelea. —No creo que el mujeriego de mi cuñado, tenga otra mujer, deja tus celos —recomendó Irma—, con esa actitud lo sigues espantado, debes ser más paciente y comprensiva con él. Mariela resopló. —Acabo de discutir con él, no sé de donde consiguió el dinero que le presté, me hizo una transferencia. —Quizás encontró otra que le da dinero y lo comprende —bromeó Irma. —Idiota —refutó Mariela y col
Paula reaccionó, se alejó de él de golpe. —No juegues conmigo —advirtió—, siempre has repetido que un hombre como tú, jamás se fijaría en alguien como yo —recalcó, y se alejó a prisa hasta la alcoba. Juan Andrés se quedó estático, se llevó la mano a la frente, su soberbia ahora le estaba pasando factura, había ofendido a Paula en reiteradas ocasiones por su condición humilde, y era lógico que pensara que él solo estaba jugando. «Pero ¿qué era lo que realmente le inspiraba Paula?» se cuestionó. Se estremeció y prefirió no responderse a ese interrogante. ****Paula por su parte sentía su corazón agitado, tocó con sus dedos sus labios, jamás imaginó que su primer beso se lo daría con alguien que parecía físicamente un príncipe; sin embargo, un ligero estremecimiento recorrió su cuerpo, y recordó lo que aquellos muchachos millonarios, le hicieron a su hermana. —Pero Juan Andrés no es igual —susurró. —Pero puede jugar contigo —se contestó ella misma. —Ya no tienes nada que perder P
Paula resopló, su mirada se llenó de tristeza, jamás había pisado un centro comercial, las compras ella las realizaba en el mercado del barrio en el cual vivía. —¡Estoy listo! —gritó Cris. El pequeño apareció con el cabello completamente humedecido y peinado todo para atrás. Juan Andrés no pudo evitar reír al verlo. —Parece que te lamió un gato —bromeó, se aproximó a él, y le arregló los risos, luego inhaló aquel aroma tan fuerte. —¿Te pusiste mi colonia? —cuestionó con seriedad. El pequeño se estremeció, y parpadeó. —Un poquito, es que tú dices que los hombres debemos salir bien peinados y perfumados —dijo el pequeño con inocencia. Juan Andrés lo miró con ternura, su pecho se hinchó de orgullo. —Eres un digno hijo mío —expresó, y lo tomó de la mano—. Despídete de tu mamá. —Chao mami, me voy al cine con mi papá, vamos a ver Avengers —expuso con la mirada brillante. —¿Al cine? —cuestionó Paula con la voz entrecorta. Ella jamás había ido a uno—, que se diviertan mucho —comentó c
—¡Eres un estúpido Juan Andrés Duque! —vociferó Mariela, lo golpeó en la espalda con su bolso. Juan Andrés se separó de Paula al sentir el impacto. Mariela plantó su vista llena de odio en Paula. —No creo nada de lo que dices —rugió agitada—. Juan Andrés Duque jamás se fijaría en una mujer tan insignificante y de poca clase como tú. —La señaló con la mano—, serás solo un pasatiempo, porque él es tan vanidoso que solo se ama así mismo, y a nadie más…—¡Ya basta Mariela! Juan Andrés la tomó con dureza del brazo. —No vuelvas a referirte de esa forma de Paula, ya te dije es mi esposa. —¡Estás loco! —Negó con la cabeza Mariela—, mírala, no es tu tipo, ella solo te va a avergonzar. Paula apenas se estaba recomponiendo del beso que le dio Juan Andrés, porque no podía evitar los estragos que causaba en su interior cada que él se acercaba a ella, entonces miró el atuendo de Mariela, su porte, su elegancia. Pensó que esa mujer tenía razón, ella era demasiado humilde, y era cierto que Juan
Al finalizar la película Christopher salió feliz y sonriente sosteniendo en sus manos un vaso sublimado con el logotipo de los Avengers. —¿Les gustó? —indagó Andrés. —Sí —contestó el niño—, me voy a transformar en el Capitán América —contestó divertido. Paula carcajeó al escucharlo y verlo imitar al personaje. —Entonces vamos a buscar una camiseta con ese logo. ¿Te gustaría?—Sí —contestó el pequeño, y enseguida empezaron a caminar por los almacenes de ropa. —Andrew —dijo una joven alta, rubia, muy elegante. Lo abrazó y le dio dos besos en las mejillas. —¿Qué haces por aquí? —indagó—, no has ido al bar, me tienes muy abandonada. —Hizo un puchero con los labios.—He estado un poco ocupado —contestó y la recorrió con los ojos. Kendra, era muy bella, era una antigua amiga, con la que solía tener encuentros íntimos, ella era muy liberal, no le gustaban los compromisos como a él. —¡Papi, apúrate! —dijo Cris. Las mejillas de Juan Andrés se tiñeron de carmín. Kendra miró al chiquillo
—¡Eso no puede ser cierto! —vociferó Mariela, gritando a los cuatro vientos. El eco de su voz retumbó en su alcoba—. Mi Juan Andrés no puede estar enamorado de esa piojosa, no lo acepto —gruñó, resoplando. —Pues eso es lo que dijo Mike, que se casó enamorado de esa mujer —mencionó Irma. Mariela negó con la cabeza, volvió a gruñir. —Yo lo conozco, quizás está embobado por esa tipeja, porque es diferente a nosotros, pero amor… no, él jamás se fijaría en una andrajosa, es demasiado exclusivo, no se mezcla con cualquiera —masculló y se miró en el espejo de cuerpo entero que reposaba en su alcoba—, yo soy mucho mejor que ella, tengo estudios profesionales, clase, dinero —aseguró. —¿Qué piensas hacer? —indagó Irma, la observó con atención. Mariela irguió la barbilla, colocó su mano en la cintura. —Dar pelea, voy a hacer que Juan Andrés se avergüence de esa piojosa. —Ladeó los labios—, la voy a humillar en público, entonces él se dará cuenta de que no son de la misma clase, y se va a d
—No estoy muy segura de dejar a Cris con tu hermana. —Paula frunció los labios, y sintió una opresión en el pecho. El día de viajar a Buenaventura había llegado, solo que ella no contaba con que Juan Andrés quería ir solo con ella. —Estará bien cuidado, además mis sobrinos y él, se llevan bien —expuso, la miró a los ojos. —¿Tienes miedo de viajar a solas conmigo? —indagó. Paula sintió un cosquilleo en todo su cuerpo, inhaló profundo. —No, no es eso, solo que jamás me he separado de él —se aclaró la voz, en verdad sentía un ligero nerviosismo. En ese instante se escuchó el motor de dos autos. Paula se estremeció sabía que era María Luisa, y su esposo. Juan Andrés abrió la puerta, y se encontró con su cuñado, su hermana, y sus sobrinos que lo abrazaron, por las piernas. —Tío Andrew —dijeron los chiquillos. —Hola, pequeños. ¿Cómo están?—Bien, pero ya queremos que regreses a la Momposina. —Juliana frunció los labios. —Nos gusta jugar contigo, y hacerle travesuras al abuelo. —Joaq
—Ya no sé disimular, llamo y no te puedo hablar. Tu recuerdo no se va, no se va, no se va —cantaba a todo pulmón Juan Andrés, el tema de Morat; mientras llegaban a Armenia. Paula ladeaba los labios, sonriente, mientras observaba el paisaje. —Algo en ti quiere volver, y algo en mí te va a encontrar. Tu recuerdo no se va, no se va, no se va…—proseguía entonando, mientras por el rabillo del ojo, observaba a Paula. —¿Te gusta mi melodiosa voz? —indagó él, mientras pisaba a fondo el acelerador y aumentaba la velocidad. —Ve más despacio —solicitó Paula, se sostuvo de las agarraderas del auto—, y con respecto a tu voz, pues estás bueno para cantar en los buses —bromeó. Juan Andrés bufó al escucharla. —Quizás ese tema no es el adecuado. —Enseguida cambió la melodía, y las notas de: «La bikina by Luis Miguel» se escuchó en las bocinas del auto. —Altanera, preciosa y orgullosa —entonó y giró su rostro por segundos para mirar a Paula, sonrió divertido, al verla fruncir el ceño—. No permit