Juan Andrés acomodó sobre los dos platos, las hamburguesas con doble carne, y queso azul, inhaló ese exquisito aroma, y se le hizo agua la boca. Sacó de las cajitas las patatas fritas y las colocó en cada plato. —Eso se ve riquísimo —dijo Cris, y se lamió los labios. Juan Andrés sonrió al ver al pequeño, le acarició el cabello. —Y sabe delicioso, a ti te pedí una sorpresa. —Miró al niño. Cris abrió los labios, sus ojos se iluminaron. —¿Qué sorpresa? —indagó con curiosidad. Juan Andrés sacó de una bolsa grande, una cajita pequeña, impresa con dibujos. —¿Qué es? —cuestionó el niño. —Es una cajita feliz —contestó Andrés—, ábrela. El pequeño con sus manitas la abrió, inhaló el aroma de su hamburguesa, y saboreó con su lengua los labios. —Huele muy bien —expresó, y sacó su comida, miró las patatas fritas y de inmediato se llevó una a la boca, sacó en envase con su jugo de frutas natural, abrió los ojos cuando miró un muñeco de Mario Bros en un auto. —¡Gracias papá! —Corr
Gracias a los medicamentos que Sergio le envió a Paula, el dolor extenuante de cabeza fue cediendo. Aquella mañana ella se levantó temprano, y preparó el desayuno, observó todas las cosas de exclusivas marcas que Juan Andrés había adquirido para llenar la alacena. Resopló y negó con la cabeza. «De todos modos no se ha portado egoísta y comparte con nosotros» pensó ella, la mala apreciación que tenía de él, empezó a cambiar, y mientras el agua para el café hervía y los huevos se cocinaban, fue a sacar a Juancho y Leoncio del gallinero, los dos animales habían pasado en cautiverio estos días y a ella no le agradaba eso. —Pórtate bien Leoncio con el príncipe Andrew —bromeó—, no lo vayas a perseguir, no queremos que le dé un ataque de pánico. El ave abrió sus alas y sacudió su cuerpo, como que intentó decir que no prometía nada. Paula carcajeó al verlo. Juancho solía subirse a un viejo estante que daba a una de las ventanas de las habitaciones, en especial la de Juan Andrés y se ponía
El bus llegó y de nuevo Juan Andrés subió con el pequeño Cris en brazos, observó los asientos llenos, y ningún hombre se levantaba a cederle el lugar a Paula. —Parece que ya no existen caballeros —refunfuñó. —¿Acaso no les enseñan normas de educación? —indagó a viva voz. Paula abrió los ojos de golpe, se estremeció cuando un sujeto con un gran machete en un costado se aproximó. —¿Y quién nos va a enseñar eso, gomelito, acaso vos? —indagó y acercó su rostro sucio al joven. Andrés frunció la nariz, el hombre apestaba a aguardiente. —Pues sí, no está de más aprender. —Ya no sigas —suplicó Paula en voz baja, lo tomó de la mano, sentía su pecho agitado. —Hazle caso a tu… novia. —El sujeto devoró con los ojos a Paula—, mamacita, estás bien rica, dame tu dirección, y te hago un hijo. —Hizo un gesto obsceno con la mano, sonrió mostrando sus dientes amarillos. Paula apretó los puños, Juan Andrés se hallaba frente a ella, entonces él, le entregó a Christopher, y sin pensar un segundo la
Paula abrió sus ojos de par en par, y observó que el hombre que minutos antes intentó atacarla, tomaba el otro machete. El corazón le latía con fuerza brutal, observó antes a Cris bien protegido, entonces no dudó en ayudar a Andrés, se aproximó con sigilo y cuando el sujeto iba a atacarlo, ella le lanzó una piedra de nuevo. El hombre se tambaleó aturdido, todo le daba vueltas, se llevó la mano a la nuca miró la sangre. —¡M@ldita zorra! —gruñó, giró intentando atacar a Paula, pero veía doble, y borroso, entonces Juan Andrés reaccionó, y atacó al sujeto, el infeliz cayó al suelo, pero no contaban con que el otro delincuente se puso de pie, e lo hirió en el brazo. Paula se estremeció por completo. Andrés gruñó de dolor, y enseguida intentó defenderse, pero con un solo brazo, era imposible, entonces Paula miró el tronco del árbol, sabía que se estaba arriesgando, pero no podía permitir un crimen en su delante. El maleante logró derribar a Andrés, el joven se hallaba en el suelo, esq
Las manos de Paula empezaron a temblar y sudar ante aquel cuestionamiento, su corazón palpitó con fuerza descomunal, su mirada se llenó de angustia. Juan Andrés notó como palideció, percibió su temblor y hasta tuvo miedo de que fuera a desmayarse como solía ocurrirle. —Si no te sientes lista para hablar, lo entiendo —dijo el joven con voz pausada. Paula se quedó en silencio, no era sencillo para ella hablar de ese tema, sin embargo, recordó que sus días estaban contados, y que si él se iba a quedar a cargo de su hijo debía conocer la verdad. —Yo… te voy a contar todo. —Mordió su labio inferior—, pero necesito que antes me jures que no se lo dirás a nadie, porque la vida de Christopher puede correr serio peligro. —Lo miró con angustia. El semblante de Juan Andrés cambió por completo, su respiración se agitó al escucharla. «¿Quién será el padre? ¿Un delincuente?» pensó y sintió cómo un escalofrío recorría su médula espinal. —Te juro que no diré nada, más si se trata de proteger a
Paula parpadeó, frunció el ceño sin comprender la extraña reacción de él. Salió en su ayuda. —¿Te encuentras bien? —cuestionó y se aproximó al joven. Juan Andrés tenía el rostro lleno de sudor, y de lágrimas. Se veía atormentado. «Pude haberlo evitado. También soy culpable» Se agarró el cabello. —¿Qué te sucede? —indagó Paula. Juan Andrés reaccionó, no podía delatarse. —No me siento bien —mintió—, creo que algún efecto de los analgésicos. Paula entró a la cocina, cogió con rapidez un vaso lo lleno de agua y volvió a salir. —Bebe esto —indicó. Andrés así lo hizo, intentó recomponerse, entonces se puso de pie. —Ya me empiezo a sentir mejor —expresó con la voz débil. Sobó su rostro con la mano, se dirigió al baño, cerró con llave, se sentó en el piso, abrazó sus piernas, y se puso a llorar en silencio, enterarse de que aquella muchacha era hermana de Paula fue un golpe devastador para él—. Intenté ayudarla, pero no me dejaron —balbuceó balanceándose—. David no sabía lo
—Ya tengo hambre —fue el susurro que Juan Andrés y Paula escucharon, interrumpiendo aquel abrazo, tan necesario para ambos. Paula se separó del cuerpo de Andrés, miró a Cris, y sonrió. —Alguien dijo que se encargaría de la comida —advirtió y miró a Andrés. —Es verdad —contestó él. —¿Les gustaría comer pizza?—¡Me encanta! —exclamó el pequeño, los ojos se le iluminaron. Juan Andrés lo observó con ternura, ahora tenía la certeza que era el hijo de su mejor amigo, y lo iba a cuidar y proteger tal como en el pasado lo hizo con David. Enseguida Juan Andrés sacó su móvil, hizo el pedido. Unos minutos después, varios golpes se escucharon en el portón de la casa. Juan Andrés arrugó el ceño, y fue a abrir, arqueó una ceja al ver que se trataba de una de sus hermanas, enseguida abrió. —Hola tío Andrew —expusieron Juliana y Joaquín Jr. Los dos chiquitines lo abrazaron por las piernas. —Vaya, veo que me han extrañado. —Sonrió divertido. —Es que al tío Mike no le gusta hacer travesuras
Mariela lanzó con fuerza su móvil en el sofá de su elegante oficina. —¿Por qué te portas así conmigo? —cuestionó. —¿Será que tienes otra mujer en tu vida? —Sollozó apretando los puños. Enseguida volvió a agarrar su móvil y se comunicó con su mejor amiga: Irma, la novia de Juan Miguel. —¿Ya tienes noticias? —Hola —saludó Irma—, no he podido sacarle información a Mike, pero de lo que estoy segura es que Juan Andrés no está viviendo en la Momposina, pero no tengo idea del lugar en el cual se está quedando. —Tiene otra, de eso estoy segura, pero voy a descubrir quien es esa mujer, y daré pelea. —No creo que el mujeriego de mi cuñado, tenga otra mujer, deja tus celos —recomendó Irma—, con esa actitud lo sigues espantado, debes ser más paciente y comprensiva con él. Mariela resopló. —Acabo de discutir con él, no sé de donde consiguió el dinero que le presté, me hizo una transferencia. —Quizás encontró otra que le da dinero y lo comprende —bromeó Irma. —Idiota —refutó Mariela y col