Leo sus conjeturas.
—¿Cómo está Paula? —indagó Juan Andrés, reflejando en su mirada preocupación. —Mejor —carraspeó intentó recomponerse—, tu esposa sufre migraña —mintió, pues Paula luego de que había recuperado la conciencia, le había pedido no decirle sobre su enfermedad a Juan Andrés. —¿Migraña? —cuestionó dubitativo. —Así es, pero le estamos realizando otros estudios, la estabilizamos y con el medicamento que le administré se va a sentir mejor, deben esperar que se termine el suero —mencionó. —Gracias —contestó a secas Juan Andrés. Sergio volvió a clavar su mirada en el niño, deglutió la saliva con dificultad y desapareció entre los pasillos del hospital, de inmediato llegó a su consultorio, sacó de uno de sus cajones unos medicamentos, los sacó del blíster y los engulló con rapidez, bebió un vaso con agua, luego de eso colocó sus manos sobre el escritorio, respiraba agitado, mantenía los ojos cerrados, intentaba desechar de su mente, recuerdos pasados, que lo atormentaban. —Voy a descubrir tod
La señora Duque frunció el entrecejo cuando le informaron que la cuenta había sido cancelada por su hijo. «¿De dónde sacó el dinero?» se preguntó, pensativa, entonces recordó que Paula le había mencionado que Andrés estaba trabajando. «¿En qué estará trabajando?» se cuestionó, sacudió la cabeza, y agradeció a la cajera. Cuando regresó a la alcoba, Paula ya se había vestido de nuevo, aún se sentía algo débil y un poco mareada. —Le pediré a una enfermera que te ayude, Juan Andrés ya canceló la cuenta —mencionó con un semblante lleno de preocupación. —¿Sabes en qué empresa trabaja mi hijo?Paula negó con lentitud la cabeza. —Tan solo me dijo que había realizado un proyecto, una campaña publicitaria.—Entiendo —dijo Paz, se aclaró la garganta, sabía que su hijo era muy talentoso, y que si se lo proponía podría ser el mejor, pero no dejaba de percibir ese sentimiento de angustia, sabía que Andrés siempre se metía en problemas, eso era parte de su vida. ****Christopher seguía impacien
Juan Andrés se quedó estático. Para sorpresa de Paula, él no reaccionó como ella esperaba, la chica frunció el ceño, desconcertada. «¿Qué pasó?» se cuestionó en la mente Paula, no entendía nada, él en dos ocasiones intentó propasarse con ella, y se la pasaba haciendo insinuaciones; sin embargo, no quiso investigar, sabía que él era demasiado vanidoso, entonces se alejó de él, percibiendo una sensación de rechazo que no le agradó en lo absoluto. —Descansa, pediré más tarde algo de comer —informó, él aclarándose la garganta. Paula no rebatió, no tenía ganas de discutir. —Está bien. —Se acomodó sobre el lecho, y cerró sus ojos. Juan Andrés abandonó la alcoba, en el pasillo, suspiró profundo. —Si fueras de otra clase social, quizás podría tomarte en serio —susurró, y se llevó los dedos a los labios, suspiró—, pero Juan Andrés Duque no se mezcla con gente de tu nivel, aunque eres diferente a las demás. —Sacudió la cabeza, y en ese momento su móvil sonó y era de nuevo Mariela, resopló
Juan Andrés acomodó sobre los dos platos, las hamburguesas con doble carne, y queso azul, inhaló ese exquisito aroma, y se le hizo agua la boca. Sacó de las cajitas las patatas fritas y las colocó en cada plato. —Eso se ve riquísimo —dijo Cris, y se lamió los labios. Juan Andrés sonrió al ver al pequeño, le acarició el cabello. —Y sabe delicioso, a ti te pedí una sorpresa. —Miró al niño. Cris abrió los labios, sus ojos se iluminaron. —¿Qué sorpresa? —indagó con curiosidad. Juan Andrés sacó de una bolsa grande, una cajita pequeña, impresa con dibujos. —¿Qué es? —cuestionó el niño. —Es una cajita feliz —contestó Andrés—, ábrela. El pequeño con sus manitas la abrió, inhaló el aroma de su hamburguesa, y saboreó con su lengua los labios. —Huele muy bien —expresó, y sacó su comida, miró las patatas fritas y de inmediato se llevó una a la boca, sacó en envase con su jugo de frutas natural, abrió los ojos cuando miró un muñeco de Mario Bros en un auto. —¡Gracias papá! —Corr
Gracias a los medicamentos que Sergio le envió a Paula, el dolor extenuante de cabeza fue cediendo. Aquella mañana ella se levantó temprano, y preparó el desayuno, observó todas las cosas de exclusivas marcas que Juan Andrés había adquirido para llenar la alacena. Resopló y negó con la cabeza. «De todos modos no se ha portado egoísta y comparte con nosotros» pensó ella, la mala apreciación que tenía de él, empezó a cambiar, y mientras el agua para el café hervía y los huevos se cocinaban, fue a sacar a Juancho y Leoncio del gallinero, los dos animales habían pasado en cautiverio estos días y a ella no le agradaba eso. —Pórtate bien Leoncio con el príncipe Andrew —bromeó—, no lo vayas a perseguir, no queremos que le dé un ataque de pánico. El ave abrió sus alas y sacudió su cuerpo, como que intentó decir que no prometía nada. Paula carcajeó al verlo. Juancho solía subirse a un viejo estante que daba a una de las ventanas de las habitaciones, en especial la de Juan Andrés y se ponía
El bus llegó y de nuevo Juan Andrés subió con el pequeño Cris en brazos, observó los asientos llenos, y ningún hombre se levantaba a cederle el lugar a Paula. —Parece que ya no existen caballeros —refunfuñó. —¿Acaso no les enseñan normas de educación? —indagó a viva voz. Paula abrió los ojos de golpe, se estremeció cuando un sujeto con un gran machete en un costado se aproximó. —¿Y quién nos va a enseñar eso, gomelito, acaso vos? —indagó y acercó su rostro sucio al joven. Andrés frunció la nariz, el hombre apestaba a aguardiente. —Pues sí, no está de más aprender. —Ya no sigas —suplicó Paula en voz baja, lo tomó de la mano, sentía su pecho agitado. —Hazle caso a tu… novia. —El sujeto devoró con los ojos a Paula—, mamacita, estás bien rica, dame tu dirección, y te hago un hijo. —Hizo un gesto obsceno con la mano, sonrió mostrando sus dientes amarillos. Paula apretó los puños, Juan Andrés se hallaba frente a ella, entonces él, le entregó a Christopher, y sin pensar un segundo la
Paula abrió sus ojos de par en par, y observó que el hombre que minutos antes intentó atacarla, tomaba el otro machete. El corazón le latía con fuerza brutal, observó antes a Cris bien protegido, entonces no dudó en ayudar a Andrés, se aproximó con sigilo y cuando el sujeto iba a atacarlo, ella le lanzó una piedra de nuevo. El hombre se tambaleó aturdido, todo le daba vueltas, se llevó la mano a la nuca miró la sangre. —¡M@ldita zorra! —gruñó, giró intentando atacar a Paula, pero veía doble, y borroso, entonces Juan Andrés reaccionó, y atacó al sujeto, el infeliz cayó al suelo, pero no contaban con que el otro delincuente se puso de pie, e lo hirió en el brazo. Paula se estremeció por completo. Andrés gruñó de dolor, y enseguida intentó defenderse, pero con un solo brazo, era imposible, entonces Paula miró el tronco del árbol, sabía que se estaba arriesgando, pero no podía permitir un crimen en su delante. El maleante logró derribar a Andrés, el joven se hallaba en el suelo, esq
Las manos de Paula empezaron a temblar y sudar ante aquel cuestionamiento, su corazón palpitó con fuerza descomunal, su mirada se llenó de angustia. Juan Andrés notó como palideció, percibió su temblor y hasta tuvo miedo de que fuera a desmayarse como solía ocurrirle. —Si no te sientes lista para hablar, lo entiendo —dijo el joven con voz pausada. Paula se quedó en silencio, no era sencillo para ella hablar de ese tema, sin embargo, recordó que sus días estaban contados, y que si él se iba a quedar a cargo de su hijo debía conocer la verdad. —Yo… te voy a contar todo. —Mordió su labio inferior—, pero necesito que antes me jures que no se lo dirás a nadie, porque la vida de Christopher puede correr serio peligro. —Lo miró con angustia. El semblante de Juan Andrés cambió por completo, su respiración se agitó al escucharla. «¿Quién será el padre? ¿Un delincuente?» pensó y sintió cómo un escalofrío recorría su médula espinal. —Te juro que no diré nada, más si se trata de proteger a