Vivir en la misma casa que Matteo no era tan malo después de todo. Claro que había veces que quería matarlo, sobre todo cuando hacía las cosas a su manera sin importarle sus recomendaciones. Él estaba acostumbrado a usar su carisma y salirse con la suya, lástima que con Lia eso no funcionaba. Ella veía más allá de sus artimañas.
Durante ese tiempo había visto como Matteo convencía al resto de hacer cosas. La mayoría de personas tendía a subestimar a Matteo por su carácter siempre afable. Podrían entregarle sus empresas y no se darían cuenta hasta que alguien los fuera a desalojar. El respeto que sentía por él en el ámbito de los negocios no había hecho más que aumentar. Raras eran las veces que lo había visto perder la calma, siempre tenía la situación bajo control.
En las noches no podía evitar pensar en él. No importaba cuantas veces se dijera que ya lo había superado y cada día que pasaba eso le parecía más una mentira. Pero aún no estaba dispuesta del todo a aceptar que tal vez nunca lo había superado.
La tensión entre los dos había crecido desde el incidente en la cocina. Era innegable que ambos sentían atracción hacia el otro. Aunque ella seguía fingiendo que nada pasaba, lo cual a Matteo parecía hacerle gracia. Ella no pensaba darle la satisfacción de verla ceder.
Matteo, por otro lado, no hacía nada por disimular que la deseaba. Nunca se sobrepasaba, pero siempre se la quedaba mirando más de lo debido. Eso debería de haberle hecho sentir incómoda; sin embargo, ella adoraba sentirse deseada por él. No por eso iba a entregarse a él en bandeja de plata, pero una mujer podía sentirse halagada por la atención.
—Odio esto —se quejó Matteo—. Tengo trabajos pendientes.
—Lo sé —respondió Lia con una sonrisa en el rostro.
—Entonces ¿por qué me trajiste aquí?
—No es bueno que te pases todos los días encerrado en ese despacho.
—Así era mi vida antes de mi accidente.
—No del todo, todavía salías a eventos. —Lia se arrepintió de sus palabras en cuanto salieron de su boca. Se suponía que no debía hablar sin pensar, menos si dejaba ver demasiado de cuan al tanto en realidad había estado de la vida de Matteo.
Su estabilidad emocional estaría a salvo mientras Matteo no supiera de su anterior enamoramiento con él. No quería darle esa arma sobre ella. Tenía el presentimiento que el usaría algo como eso a su favor.
—Esto no se compara en nada a una noche de buen champan y una bonita mujer con la que pasar un buen rato.
—Demasiada información —dijo ella y Matteo soltó una carcajada—. Seguro ¿Qué quieres regresar a tu empresa tan pronto? —preguntó Lia. Como su enfermera era natural que se preocupara por su salud.
Él la miró con una ceja alzada, pero no dijo nada sobre el cambio de tema repentino.
—Tengo trabajo que hacer.
Pese a las constantes discrepancias que tenían los dos y a las indirectas que Matteo no desaprovechaba para lanzarle, entre ellos se había establecido una relación de amistad. Incluso los dos habían dejado de tratarse con tanta formalidad.
—Ya trabajas desde aquí.
—Debo volver para recordarle a mis empleados que aún vivo.
Lia soltó un suspiro cansado.
—Solo no me des demasiado trabajo.
—¿A qué te refieres? Soy el paciente más ejemplar que existe.
—Apenas ayer te paraste de tu silla de nuevo. ¿Quieres que te recuerde donde terminaste?
—La alfombra se interpuso en mi camino.
—Eso no hubiera pasado si te hubieras quedado quieto.
—Te pago un buen salario —dijo él.
—Pero no lo suficiente para todo lo que tengo que aguantar.
Él le sonrió y le guiñó un ojo. Lo que ese pequeño gesto le hizo a su cuerpo le dejó saber cuánto le afectaba. En el fondo sabía que se estaba involucrando más de lo que estaba dispuesta a aceptar.
El teléfono de Matteo sonó y este contestó después de ver el identificador de llamadas.
—Pero miren quien es ¡El futuro casado! ¿Cómo van los planes de la boda? Es un milagro que no estés tras de tu esposa, ¿acaso canceló la boda? No me sorprendería la verdad, con ese carácter tan gruñón que tienes —Lia pudo escuchar un gruñido al otro lado de la línea—. ¿Ves a lo que me refiero? ¿Dónde está mi futura cuñada? La convenceré de no cometer el peor error de su vida.
Matteo escuchó lo que su hermano le dijo y sonrió. Ella se había dado cuenta que a Matteo le gustaba fastidiarlo cada vez que tenían la oportunidad de hablar. Los dos hermanos tenían una relación extraña, pero era una de las pocas veces que podía ver una parte real de Matteo. La otra era cuando Lia y él se sumergían en algún debate sobre algún libro.
Ambos eran amantes de los libros de suspenso. Últimamente compartían listas de lectura y los dos se sentaban a debatir al respecto después de la cena antes de irse a descansar. Era interesante escuchar las suposiciones que él tenía y nunca menospreciaba los comentarios de Lia.
Matteo la miró y ella entendió el mensaje. Cada vez que Alessandro lo llamaba llegaba un momento en que necesitaba privacidad. No estaba segura de lo que hablaban, pero tampoco le daba mucha importancia.
Se levantó de la silla.
—Haré una llamada —informó dejándolo a solas y se alejó hacia el balcón.
Ambos estaban en la terraza de su departamento, aunque no era enorme era lo más parecido a salir que Matteo aceptaba. Si Lia tuviera que adivinar a Matteo no le gustaba mostrarse débil ante los demás, incluso para volver a la empresa sería bajo estricta privacidad y evitando que alguien capturara un foto de él.
Busco en su agenda el número de Ava y la llamó.
—Hola, Lia —contestó ella al segundo timbrazo.
—Hola, Ava. ¿Cómo van los planes de boda?
Ava se había comprometido poco después del accidente de Matteo y se casaría dentro de apenas un par de semanas. Tener que organizar una boda podía poner a cualquiera tensa, pero no con un prometido como Alessandro. Él futuro esposo de su amiga se había hecho cargo de todo.
—Demasiado bien. Mi organizadora de bodas es casi un héroe para mí —Ava bajo la voz antes de continuar—. Aunque a veces pareciera que va ser su boda y no la mía. Debería relajarse un poco.
Lia se rio.
—Bueno me alegra saber que tú estás tranquila, no creo que sea bueno para ni para ti ni para el bebé si te estresas.
—Es lo mismo que dice Alessandro cada vez que me rapta —Ava soltó un suspiro enamorado—. Basta de habar de mí. ¿Cómo van las cosas con Matteo?
—Al menos ya podemos llegar a algunos acuerdos —comentó Lia—. Es de lejos un paciente modelo, pero algo es mejor que nada. Puede ser muy irritante y mandón.
—¿Matteo? Si él es como un cachorro inofensivo.
—Sí, seguro —se burló Lia—. Mañana quiere ir a la oficina. El hombre no entiende el concepto de reposo y si fuera por él ya se hubiera deshecho de mí.
Ava se río.
—Hacen el par perfecto entonces.
—¿De qué estás hablando?
—De nada importante. Me tengo que ir, los niños me necesitan.
Antes de que pudiera decirle algo, su amiga cortó la llamada.
—Genial —dijo mirando el celular.
Levantó la cabeza y se dedicó a observar el horizonte, abstraída en sus pensamientos. Ava le había dejado con intrigas. Su amiga era dulce y tierna; sin embargo, detrás de todo eso había una mujer fuerte y sobre todo extraña.
Sacudió la cabeza y sonrió. Tomó un respiro profundo y regresó hasta donde se encontraba Matteo.
—Está bien, estamos en contacto —se despidió él de su hermano y guardó el celular en su abrigo—. Creo que ya tome demasiado aire.
Lia asintió.
—¿Cómo está tu hermano? —preguntó para llenar el silencio empujando la silla de ruedas.
—Emocionado con lo de su boda. No puedo creer que alguien tan reticente a volverse a casar otra vez esté tan ilusionado. Pensé que se quedaría solo después de lo sucedido. —Detectó una emoción que no supo identificar en la voz de Matteo.
Lia estaba al tanto de algunos detalles del anterior matrimonio de Alessandro, pero ella era de las que creían que el amor lo curaba todo. Quizás era ingenuo de su parte.
—Ellos se aman.
—Que afortunados.
—No crees en el amor —más que una pregunta era una afirmación.
Los medios decían que Matteo no era hombre de una sola mujer. Muchas veces lo que se decía en los medios podía no ser cierto, pero conforme lo conocía tenía la certeza de que al menos en eso habían acertado.
—Claro que sí. Pero no está hecho para mí, yo prefiero pasar un buen rato y luego seguir con mi vida.
—Fabiana no parecía pensar lo mismo.
Lia se dio un golpe mental por su indiscreción.
Fabiana había seguido volviendo con frecuencia durante los siguientes días a su primera visita. Pero después Matteo le había mandado un hermoso collar a su casa con una nota. No sabía que decía la nota, pero podía apostar que había terminado con lo que sea que habían tenido porque ella no había vuelto. Tenía que concederle a Matteo el hecho de que al menos no lo había hecho en público y se había asegurado que la mujer conservara su orgullo.
—Nunca le hice creer que sería de otra forma. Fue su error pensarlo.
—Típico —soltó sin poder frenarse, pero no dijo nada más. Perdería su trabajo si seguía hablando cuando nadie le había preguntado.
—¿Qué? —preguntó Matteo instándole a continuar—. Adelante, no pares de hablar ahora. Ya me estoy acostumbrado a tu manera de decirlo todo sin importar que sea tu jefe.
Lia se tornó color escarlata ante el comentario de su jefe.
—Lo siento —se disculpó, pero estaba segura que no sonó demasiado sincera.
Matteo soltó una carcajada.
—Di lo que ibas a decir, Lia.
Ella se quedó en silencio un rato debatiendo si era lo correcto. Llegaron a la sala y ella ayudó a Matteo a pasarse al sofá.
—Iré a traer tus medicamentos —informó ella escapando de él.
Regresó unos minutos después y le entregó su medicación y le sirvió un poco de agua para que las tomara. Él no dejo de mirarla en todo momento.
—Está bien, ya deja de mirarme así —se rindió ella—. Me refería a que es típico de los hombres de tu clase poner la culpa en la mujer.
—¿Hombres de mi clase?
—Hombres que juegan con una y otra mujer. A veces las mujeres no podemos evitar simplemente enamorarnos y no es culpa de nadie.
—¿Enamorarse? ¿Y qué te hace creer que Fabiana estaba enamorada de mí? A ella lo único que le importa es poder capturarme para tener sus manos sobre mi dinero. No todo en este mundo se trata de amor, mi querida Lia —Él sonaba cínico.
Lia se detuvo a pensar que tal vez él estaba en lo correcto. Después de todo había conocido en persona a Fabiana y no era precisamente una mujer que pudieras decir que amaba algo más que a ella misma.
—Supongo que tienes razón —aceptó.
—Eso debe ser extraño para ti.
—¿Qué cosa?
—Darle la razón a alguien más.
—Por lo menos yo puedo aceptar cuando no tengo la razón, en cambio tú.
—Es que nunca me equivoco —dijo él sonriendo.
Lia soltó un resoplido para nada femenino y se acercó para recibirle el vaso a Matteo. No estuvo segura de que fue lo que la hizo tropezar, pero terminó con los brazos encima de Matteo.
—Lo siento —se disculpó tratando de retirarse, pero Matteo envolvió su mano sana en su cintura y la retuvo en el mismo lugar.
Ella alzó la cabeza para mirarlo, lo cual fue un error. Una vez sus ojos se encontraron ella perdió la capacidad de hacer algo.
Él miro sus labios y se inclinó para besarla. Ella se dijo que debía alejarse, pero no tuvo ni las fuerzas ni las ganas para hacerlo.
Cuando los labios de Matteo tocaron los suyos, soltó un gemido de placer.
Nunca la habían besado de esa manera. Ni él, ni sus anteriores citas.
Lo que había empezado como una caricia, se volvió en algo más agresivo. Él la estaba devorando. La lengua de Matteo entró en su boca y se enredó con la suya en una danza sensual.
Ella levó sus dos manos a su pecho y se aferró a él. Sentía como si estuviera en caída libre sin un paracaídas. Era tan placentero y a la vez tan peligroso.
Un momento de lucidez llegó a su mente. Usó sus dos manos para empujarlo. Se puso de pie y se alejó de él lo más que pudo, si no lo hacía terminaría besándolo de nuevo.
—Eso no debió suceder —dijo cuándo recuperó la capacidad para hablar.
Su corazón latía con tanta fuerza y su respiración era acelerada.
—¿Por qué no? —preguntó él. Parecía satisfecho y victorioso—. Por cómo me correspondiste puedo decir que lo deseabas tanto como yo.
—Yo… Eso… —Lia se paseaba por la habitación sin saber que decir—. No lo vuelvas a hacer.
—No voy a prometerte algo que no tengo la intención de cumplir. Te quiero y siempre obtengo lo que quiero.
—No esta vez —dijo Lia y salió de la habitación. Necesitaba unos minutos lejos de él para pensar con claridad, no lo podría hacer con él nublando su juicio.
Se encerró en el baño de su habitación y se arrojó agua al rostro.
Demasiados sentimientos bullían en su interior y no tenía ni la mínima idea de cómo lidiar con ellos.
Después de tanto tiempo saliendo en citas y sin sentir ni siquiera una chispa con ninguno de eso hombres, ella había llegado a la conclusión de que no era capaz de sentir. Pero Matteo le acababa de mostrar que no era así. Con solo un beso su cuerpo había despertado y no podía hacer nada para apagar esa necesidad.
Se preguntó qué pasaría si tuvieran sexo. Si un beso había causado sensaciones tan placenteras como sería si tuvieran sexo. Sacudió la cabeza para alejar esas ideas.
Una puerta a nuevas emociones se había abierto y ahora sería difícil cerrarla. La atracción que había tratado de fingir que no estaba allí, ahora sería más evidente y no sabía cuánto más podría resistir antes de ceder.
—¡Maldición! —susurró arrojando el agua con más fuerza.
Se sentía frustrada. Habiendo tantos hombres en el mundo tenía que sentirse así precisamente con él.
No podía evitar esperar que llegara el día en que ya no tuviera que volver a verlo. No importaba cuanto su inconsciente le decía que le iba a doler.
Era imposible que le doliera si no llegaba a pasar mucho tiempo con él, aunque conociendo su historial no sería sorprendente. Muchas cosas estaban en juego si ella dejaba que algo más pasara con Matteo.
No podría evitar a Matteo para siempre, aunque la idea era de lo más tentadora. Sin embargo media hora no era para siempre, pensó. Tal vez podía ocultarse media hora más. Si tan solo el ocultarse lograra que los problemas desaparecieran. Lia agarró el pomo de la puerta, pero en vez de girarlo apoyó la frente sobre la puerta. Apretó los ojos y esperó que el valor apareciera. Ella se recordó que había dejado a Matteo en la sala y él pronto necesitaría de su ayuda aunque no lo daría a conocer. Todavía existía la opción de hacer como si nada hubiera pasado, pero conociendo a Matteo eso no iba a pasar. Después de tanto torturarse, por fin abrió la puerta y salió al pasillo. Caminó procurando hacer el menor ruido posible. Se sentía como una ladrona evitando ser atrapada. —Veo que decidiste salir de tu escondite —dijo Matteo sin dejar de mirar la televisión cuando ella llegó a la sala. Al parecer no había sido tan discreta como imaginó.
Una semana transcurrió desde aquella noche que Lia había cedido al deseo. Pese a que los dos habían llegado un acuerdo la mañana después. En realidad no habían vuelto a tener contacto. Matteo había sentido la pierna adolorida al día siguiente de su pequeña aventura. Después de eso ella se había negado a cualquier contacto. Lia estaba allí, en primer lugar, para cuidar de que cosas como esas no pasaran. No para causarlas.Ese día le iban a retirar el yeso del brazo a Matteo. Aunque no podría usar de inmediato las muletas, él estaba dispuesto a usarla en la boda de su hermano, dentro de una semana. Lia ya había aceptado que sin importar lo que ella dijera, él lo iba hacer.Apenas unos minutos atrás habían salido de la sala de rayos x y ahora estaban esperando al doctor. Ella sabía que no tardaría mucho en aparecer. Matteo era
Una semana no tardó mucho en pasar y faltaba una semana más antes de marcharse. No fue tan difícil como creyó, ayudó que tuviera que ir donde Ava con mucha frecuencia. Estaban arreglando los últimos detalles y ella le pidió más de una vez estar allí. A Alessandro no le importaba acompañar a su hermano si se trataba de cumplir los deseos de su futura esposa. El día de la boda llegó y pronto se vio caminando a lado de Matteo. Como se había propuesto, él entró usando muletas. Lia había traído la silla de ruedas para más tarde, pero ella estaba casi segura de que Matteo no la utilizaría de no ser necesario. Las bodas eran algo que ponían emocional a Lia, sobre todo si veías tanto amor profesado por una pareja. Lia esperaba encontrar algún día un hombre que la mirara como Alessandro miraba a su amiga. Durante toda la boda ella se las ingenió para controlarse, decidida a no llorar. La boda de Ava era el sueño muchas mujeres. Hermosa como un cuento de hadas, p
Lia observaba a Matteo apoyada en la pared con los brazos cruzados. Él sonreía por una de las cosas que le había dicho uno de sus sobrinos. Lo más probable que ellos estuvieran tratando de convencerlo de algo. Matteo podía decir “no” cuando se trataba de negocios, pero con sus sobrinos las cosas cambiaban. Los niños se iban a quedar con ellos mientras Ava y Alessandro estaban de luna de miel. Si hubiera sido por su amiga ella se habría llevado a los pequeños, pero Matteo había convencido a su cuñada para que los dejara a su cargo. Él pareció notar su mirada porque se giró a verla. Si le seguía mirando de la manera en que lo estaba haciendo en ese momento no iba a tardar en enamorarse de él, asumiendo que no lo había hecho ya. Sabía que era un error entregarle su amor, pero había llegado a la conclusión de que la vida era muy corta como para prohibirse amar a alguien. Así no fuera correspondida o sufriera en algún momento, valdría la pena. —¿Te vas a q
Lia estaba en la habitación de Matteo viéndolo realizar sus ejercicios de rehabilitación. La misma que el médico le había indicado cuando le sacó el yeso. Por ahora bastaba con su ayuda, pero en cuanto le quitarán el yeso de la pierna él tendría que contratar a un terapeuta físico. No solo porque era lo más conveniente sino también porque ella ya no estaría allí. Matteo parecía un poco adolorido con los movimientos. No le sorprendió después de los recientes esfuerzos. Primero la boda y luego el paseo con los niños. Si había alguien que se exigía demasiado, ese era él. —No debiste exagerar —mencionó Lia—. Terminarás con la mano nuevamente enyesada si no te tomas esto con calma. A partir de ahora no vas a usar las muletas. Te movilizarás en tu silla de ruedas. —Esta vez tendré que hacerte caso —aceptó él sin más. —¿Te duele demasiado? —preguntó Lia asombrada porque no le hubiera llevado la contra. En una situación diferente él hubiera refutado.
El sol se filtraba a la habitación a través de las cortinas blancas cuando despertó esa mañana. Al mirar el reloj vio que eran las siete y media. No se levantó de inmediato. Los domingos era los únicos días que se permitía dormir un poco más de lo común porque Matteo no trabajaba esos días, al menos no demasiado. Así que él también se permitía descansar un poco más.Se acomodó de costado en la cama y miró hacia las ventanas. Mientras dejó que sus pensamientos vagaran.Faltaba un día para que le retiraran el yeso a Matteo. Lia por primera vez se sentía demasiado insegura. Tenía dudas acosándola a cada instante. No ayudaba el hecho de que Matteo parecía igual de tranquilo que siempre.Un día, eso era lo único que tenía para disfrutar la compañía de Matteo. No sab&i
Lia sentía a cada segundo que el final estaba más cerca. Un sentimiento extraño teniendo en cuenta que ella y Matteo habían llegado al acuerdo de continuar con su arreglo. Miró a Matteo sentado en su silla de ruedas. Cada vez que se detenía a observarlo con detenimiento su corazón se aceleraba dentro de su pecho. —Eso es todo —dijo el doctor cuando le terminó de retirar el yeso a Matteo—. Lia, alcánzale el bastón, por favor. Ella se espabiló e hizo lo que el doctor Franco le pidió. Matteo le recibió el bastón y antes de ponerse de pie movió su pierna de atrás hacia adelante. Luego de un rato él se mostró dispuesto a levantarse. Lia se acercó a él para ayudarlo, pero él negó con la cabeza. De todas formas ella se mantuvo cerca. Él se levantó con calma y una vez de pie se mantuvo parado en el mismo lugar. >>Intente caminar —pidió el doctor retirando la silla de ruedas hacia un rincón. Matteo empezó a dar pasos tentativos. A
Matteo observó los documentos sin poder concentrarse. Era su primer día de regreso oficial a su empresa. Hasta ese momento solo había estado viniendo por horas y en compañía de Lia. Había querido tanto volver y ahora que estaba allí quería regresar a su departamento. Sentía que había estado viviendo en una especie de burbuja durante las últimas semanas. Una que se reventó en cuanto todo volvió a la normalidad. Trataba de convencerse que no tenía que ver con Lia. Recordar su nombre solo aumentaba su frustración. Bastaba con cerrar los ojos y podía sentir su dulce y adictivo aroma por toda su oficina. O quizás estaba en su mente. Giró su sillón y miró hacia los edificios. Estaba en uno de las construcciones más altas y con una vista privilegiada. Pero no era lo que quería ver en ese momento. Cerró los ojos y recordó a Lia en su oficina. Disfrutando de la vista. Sentada con la cabeza gacha y la mirada enfocada en su laptop. Cada una de esos recuerdos tam