Lia observaba a Matteo apoyada en la pared con los brazos cruzados. Él sonreía por una de las cosas que le había dicho uno de sus sobrinos. Lo más probable que ellos estuvieran tratando de convencerlo de algo. Matteo podía decir “no” cuando se trataba de negocios, pero con sus sobrinos las cosas cambiaban.
Los niños se iban a quedar con ellos mientras Ava y Alessandro estaban de luna de miel. Si hubiera sido por su amiga ella se habría llevado a los pequeños, pero Matteo había convencido a su cuñada para que los dejara a su cargo.
Él pareció notar su mirada porque se giró a verla. Si le seguía mirando de la manera en que lo estaba haciendo en ese momento no iba a tardar en enamorarse de él, asumiendo que no lo había hecho ya.
Sabía que era un error entregarle su amor, pero había llegado a la conclusión de que la vida era muy corta como para prohibirse amar a alguien. Así no fuera correspondida o sufriera en algún momento, valdría la pena.
—¿Te vas a q
Lia estaba en la habitación de Matteo viéndolo realizar sus ejercicios de rehabilitación. La misma que el médico le había indicado cuando le sacó el yeso. Por ahora bastaba con su ayuda, pero en cuanto le quitarán el yeso de la pierna él tendría que contratar a un terapeuta físico. No solo porque era lo más conveniente sino también porque ella ya no estaría allí. Matteo parecía un poco adolorido con los movimientos. No le sorprendió después de los recientes esfuerzos. Primero la boda y luego el paseo con los niños. Si había alguien que se exigía demasiado, ese era él. —No debiste exagerar —mencionó Lia—. Terminarás con la mano nuevamente enyesada si no te tomas esto con calma. A partir de ahora no vas a usar las muletas. Te movilizarás en tu silla de ruedas. —Esta vez tendré que hacerte caso —aceptó él sin más. —¿Te duele demasiado? —preguntó Lia asombrada porque no le hubiera llevado la contra. En una situación diferente él hubiera refutado.
El sol se filtraba a la habitación a través de las cortinas blancas cuando despertó esa mañana. Al mirar el reloj vio que eran las siete y media. No se levantó de inmediato. Los domingos era los únicos días que se permitía dormir un poco más de lo común porque Matteo no trabajaba esos días, al menos no demasiado. Así que él también se permitía descansar un poco más.Se acomodó de costado en la cama y miró hacia las ventanas. Mientras dejó que sus pensamientos vagaran.Faltaba un día para que le retiraran el yeso a Matteo. Lia por primera vez se sentía demasiado insegura. Tenía dudas acosándola a cada instante. No ayudaba el hecho de que Matteo parecía igual de tranquilo que siempre.Un día, eso era lo único que tenía para disfrutar la compañía de Matteo. No sab&i
Lia sentía a cada segundo que el final estaba más cerca. Un sentimiento extraño teniendo en cuenta que ella y Matteo habían llegado al acuerdo de continuar con su arreglo. Miró a Matteo sentado en su silla de ruedas. Cada vez que se detenía a observarlo con detenimiento su corazón se aceleraba dentro de su pecho. —Eso es todo —dijo el doctor cuando le terminó de retirar el yeso a Matteo—. Lia, alcánzale el bastón, por favor. Ella se espabiló e hizo lo que el doctor Franco le pidió. Matteo le recibió el bastón y antes de ponerse de pie movió su pierna de atrás hacia adelante. Luego de un rato él se mostró dispuesto a levantarse. Lia se acercó a él para ayudarlo, pero él negó con la cabeza. De todas formas ella se mantuvo cerca. Él se levantó con calma y una vez de pie se mantuvo parado en el mismo lugar. >>Intente caminar —pidió el doctor retirando la silla de ruedas hacia un rincón. Matteo empezó a dar pasos tentativos. A
Matteo observó los documentos sin poder concentrarse. Era su primer día de regreso oficial a su empresa. Hasta ese momento solo había estado viniendo por horas y en compañía de Lia. Había querido tanto volver y ahora que estaba allí quería regresar a su departamento. Sentía que había estado viviendo en una especie de burbuja durante las últimas semanas. Una que se reventó en cuanto todo volvió a la normalidad. Trataba de convencerse que no tenía que ver con Lia. Recordar su nombre solo aumentaba su frustración. Bastaba con cerrar los ojos y podía sentir su dulce y adictivo aroma por toda su oficina. O quizás estaba en su mente. Giró su sillón y miró hacia los edificios. Estaba en uno de las construcciones más altas y con una vista privilegiada. Pero no era lo que quería ver en ese momento. Cerró los ojos y recordó a Lia en su oficina. Disfrutando de la vista. Sentada con la cabeza gacha y la mirada enfocada en su laptop. Cada una de esos recuerdos tam
Lia no había tenido noticias de Matteo desde que él le llamó para cancelar su encuentro. Habían pasado un poco más de tres días desde eso. Estaba dividida entre preocuparse por él y enojarse por no mantenerse en contacto.La idea de llamarlo había pasado por su cabeza muchas veces. Luego recordaba aquel artículo de prensa donde aparecía abrazado a una mujer en la puerta de un hotel. Lo peor la foto había sido tomada el mismo día que ellos debían haber salido.Trataba de explicar la imagen de una manera sensata, pero sus inseguridades habían salido a flote y se habían apoderado de ella.Así que se limitó a esperar que Matteo fuera él que se pusiera en contacto primero. Mientras tanto se había enfocado en su misión de conseguir un trabajo. Tal y como Ava había prometido, había obtenido una excelente carta de reco
—¡Es un estúpido! —gritó Lia—. ¡¿Quién deja pasar una oportunidad como esa?! Se merece que lo deje.Una risa ronca vino de Matteo. Él estaba sentado a su lado sujetando sus piernas y acariciándolas distraídamente.Después de la cena ambos se habían sentado a ver una película. Lia estaba pasándola bien. Matteo le había dejado escoger una película y no se había quejado ante su selección. Momentos sencillos como esos eran los que más le gustaba compartir con él.>>¿Qué? ¿De qué te ríes? —dijo ella confrontándolo.—Esperaba verte llorando, no despotricando contra el protagonista.—Ese tipo no se merece ni una de mis lágrimas —dijo con seriedad.—¿Eres consciente de que es una película, verdad?&
Los últimos dos días habían pasado en un abrir y cerrar de ojos. Lia había aceptado el trabajo en el lugar donde Franco trabajaba. Matteo no se había mostrado incómodo con su decisión. Ahora iba rumbo al baile de beneficencia con Matteo a su lado. Llevaba un vestido azul noche que llegaba hasta el suelo y el cabello recogido en media cola. Como había prometido, Matteo se había encargado del vestido y de otras cosas más. Una mujer había aparecido por la tarde en su departamento para maquillarla y peinarla. Había visto su reflejo antes de salir de casa. Estaba hermosa. Si tan solo el conocimiento de eso logrará calmar su creciente ansiedad. A medida que avanzaban a Lia se le hacía más difícil respirar. No estaba preparada. Ni un poco. —Creo que me voy a desmayar —murmuró. —Todo va estar bien —dijo Matteo tomándola por sorpresa. Al parecer había hablado demasiado alto si él pudo escucharla. Ella se giró hacia él y le sonrió. Aunque era se
Lia aguantó lo mejor que pudo. No se permitió llorar durante todo el viaje de regreso. No iba a derrumbarse ahí. Sin importar que por dentro se sintiera hecha pedazos. La opresión en su pecho era insoportable y el nudo en su garganta apenas la dejaba respirar. Era la primera vez que se enamoraba y la primera vez que sufría por eso. En su mente recordaba una y otra vez a Matteo besando a aquella mujer. Se sentía tonta por haber creído con tanta facilidad en su palabra y se prometió no volverlo a hacer. Había dejado que el amor le cegara y ahora estaba pagando las consecuencias. —Señorita —le llamó conductor. Ella lo miró—. Ya llegamos —le informó. Ella observó alrededor y vio que en definitiva ya estaban en la entrada del edificio donde vivía. Había estado tan sumida en sus pensamientos que no sabía hace cuanto llevaban parados. Extrajo el dinero para pagarle del pequeño bolso que había llevado. Se alegró de haberlo tomado de último momento. Hu