Lia sentía a cada segundo que el final estaba más cerca. Un sentimiento extraño teniendo en cuenta que ella y Matteo habían llegado al acuerdo de continuar con su arreglo.
Miró a Matteo sentado en su silla de ruedas. Cada vez que se detenía a observarlo con detenimiento su corazón se aceleraba dentro de su pecho.
—Eso es todo —dijo el doctor cuando le terminó de retirar el yeso a Matteo—. Lia, alcánzale el bastón, por favor.
Ella se espabiló e hizo lo que el doctor Franco le pidió.
Matteo le recibió el bastón y antes de ponerse de pie movió su pierna de atrás hacia adelante. Luego de un rato él se mostró dispuesto a levantarse. Lia se acercó a él para ayudarlo, pero él negó con la cabeza. De todas formas ella se mantuvo cerca.
Él se levantó con calma y una vez de pie se mantuvo parado en el mismo lugar.
>>Intente caminar —pidió el doctor retirando la silla de ruedas hacia un rincón.
Matteo empezó a dar pasos tentativos. A
Matteo observó los documentos sin poder concentrarse. Era su primer día de regreso oficial a su empresa. Hasta ese momento solo había estado viniendo por horas y en compañía de Lia. Había querido tanto volver y ahora que estaba allí quería regresar a su departamento. Sentía que había estado viviendo en una especie de burbuja durante las últimas semanas. Una que se reventó en cuanto todo volvió a la normalidad. Trataba de convencerse que no tenía que ver con Lia. Recordar su nombre solo aumentaba su frustración. Bastaba con cerrar los ojos y podía sentir su dulce y adictivo aroma por toda su oficina. O quizás estaba en su mente. Giró su sillón y miró hacia los edificios. Estaba en uno de las construcciones más altas y con una vista privilegiada. Pero no era lo que quería ver en ese momento. Cerró los ojos y recordó a Lia en su oficina. Disfrutando de la vista. Sentada con la cabeza gacha y la mirada enfocada en su laptop. Cada una de esos recuerdos tam
Lia no había tenido noticias de Matteo desde que él le llamó para cancelar su encuentro. Habían pasado un poco más de tres días desde eso. Estaba dividida entre preocuparse por él y enojarse por no mantenerse en contacto.La idea de llamarlo había pasado por su cabeza muchas veces. Luego recordaba aquel artículo de prensa donde aparecía abrazado a una mujer en la puerta de un hotel. Lo peor la foto había sido tomada el mismo día que ellos debían haber salido.Trataba de explicar la imagen de una manera sensata, pero sus inseguridades habían salido a flote y se habían apoderado de ella.Así que se limitó a esperar que Matteo fuera él que se pusiera en contacto primero. Mientras tanto se había enfocado en su misión de conseguir un trabajo. Tal y como Ava había prometido, había obtenido una excelente carta de reco
—¡Es un estúpido! —gritó Lia—. ¡¿Quién deja pasar una oportunidad como esa?! Se merece que lo deje.Una risa ronca vino de Matteo. Él estaba sentado a su lado sujetando sus piernas y acariciándolas distraídamente.Después de la cena ambos se habían sentado a ver una película. Lia estaba pasándola bien. Matteo le había dejado escoger una película y no se había quejado ante su selección. Momentos sencillos como esos eran los que más le gustaba compartir con él.>>¿Qué? ¿De qué te ríes? —dijo ella confrontándolo.—Esperaba verte llorando, no despotricando contra el protagonista.—Ese tipo no se merece ni una de mis lágrimas —dijo con seriedad.—¿Eres consciente de que es una película, verdad?&
Los últimos dos días habían pasado en un abrir y cerrar de ojos. Lia había aceptado el trabajo en el lugar donde Franco trabajaba. Matteo no se había mostrado incómodo con su decisión. Ahora iba rumbo al baile de beneficencia con Matteo a su lado. Llevaba un vestido azul noche que llegaba hasta el suelo y el cabello recogido en media cola. Como había prometido, Matteo se había encargado del vestido y de otras cosas más. Una mujer había aparecido por la tarde en su departamento para maquillarla y peinarla. Había visto su reflejo antes de salir de casa. Estaba hermosa. Si tan solo el conocimiento de eso logrará calmar su creciente ansiedad. A medida que avanzaban a Lia se le hacía más difícil respirar. No estaba preparada. Ni un poco. —Creo que me voy a desmayar —murmuró. —Todo va estar bien —dijo Matteo tomándola por sorpresa. Al parecer había hablado demasiado alto si él pudo escucharla. Ella se giró hacia él y le sonrió. Aunque era se
Lia aguantó lo mejor que pudo. No se permitió llorar durante todo el viaje de regreso. No iba a derrumbarse ahí. Sin importar que por dentro se sintiera hecha pedazos. La opresión en su pecho era insoportable y el nudo en su garganta apenas la dejaba respirar. Era la primera vez que se enamoraba y la primera vez que sufría por eso. En su mente recordaba una y otra vez a Matteo besando a aquella mujer. Se sentía tonta por haber creído con tanta facilidad en su palabra y se prometió no volverlo a hacer. Había dejado que el amor le cegara y ahora estaba pagando las consecuencias. —Señorita —le llamó conductor. Ella lo miró—. Ya llegamos —le informó. Ella observó alrededor y vio que en definitiva ya estaban en la entrada del edificio donde vivía. Había estado tan sumida en sus pensamientos que no sabía hace cuanto llevaban parados. Extrajo el dinero para pagarle del pequeño bolso que había llevado. Se alegró de haberlo tomado de último momento. Hu
Lia miró a Matteo. Se preguntó cuánto tiempo pasaría antes de que no sintiera su corazón revolotear al verlo y si su cuerpo dejaría de sentirse débil ante su presencia. Él lucía igual de atractivo que siempre. Aunque su cabello estaba como si hubiera pasado su mano por él un montón de veces. Además por primera vez vio en su rostro una sombra inseguridad. Eso de alguna manera hizo sentir bien a Lia, estaba cansada de ser ella quién se sintiera insegura. —¿Cuándo llegaste de viaje? —le pregunto de nuevo, esta vez más calmado. Era patético como al escuchar su voz se derretía como chocolate en el sol. Se abrazó como mecanismo de defensa. —Nunca viaje. No tenía sentido seguir mintiendo. Algunas cosas había que confrontarlas. Escapar no servía de nada. Ver a sus hermanos le había dado fuerza para confrontarlo. Sabía que no estaba sola y aunque no los iba a meter en sus problemas, saber que ellos estaban dispuestos a protegerla le hizo más fácil mant
Matteo golpeó el vidrio que los separaba de los conductores y el carro se puso en marcha. Lia quería saber a dónde iban pero predominaba su orgullo así que no preguntó. No tenía seguridad de que sucedería a continuación. —¿Por cuánto tiempo más me ignoraras? —le preguntó Matteo. —Por todo el tiempo que sea posible —respondió ella sin dejar de mirar a través de la ventana. Se mantenía lo más alejada de él, o al menos lo más que le permitía el espacio reducido. Su capacidad de resistirse a él se vendría abajo en cuanto estuvieran demasiado cerca. No podía confiar en su propio cuerpo. Una semana sin verlo le había dado tiempo para extrañarlo y para que su ira calmara un poco. Todavía estaba molesta, pero se sentía más capaz de escuchar lo que tuviera que decir. Luego tomaría una decisión. —Te di tiempo para que te calmaras y me dieras oportunidad de explicarme. En su lugar saliste con ese doctorcito. —¿Calmarme? —preguntó ofendida
Lia observó a los hijos de Alessandro jugar en medio de la sala y se imaginó como sería tener un hijo con Matteo. Estaba seguro que sería un hijo o hija igual de atractivo como él. Sacudió la cabeza, estaba adelantándose a los hechos y aunque soñaba con que alguna vez se hiciera realidad, no podía hacerse muchas ilusiones aun. —¿Entonces, ya piensas decirme que está pasando entre ustedes? —preguntó Ava. Lia se volvió hacia ella. Ambas estaban sentadas una a lado de la otra poniéndose al tanto. Después de hablar con Matteo el día anterior, los dos habían pasado el día juntos y antes de que dejarla en su departamento él le había invitado a casa de su hermano. Lia había querido negarse, pero Matteo había sido muy persuasivo. —Estamos intentándolo —respondió después de pensar un momento. —Eso es todo lo que me dirás. —Lia sonrió ante la emoción de su amiga, parecía una niña revotando en el sillón—. Sabes que vengo esperando que esto suceda hace ti