No podría evitar a Matteo para siempre, aunque la idea era de lo más tentadora. Sin embargo media hora no era para siempre, pensó. Tal vez podía ocultarse media hora más. Si tan solo el ocultarse lograra que los problemas desaparecieran.
Lia agarró el pomo de la puerta, pero en vez de girarlo apoyó la frente sobre la puerta. Apretó los ojos y esperó que el valor apareciera.
Ella se recordó que había dejado a Matteo en la sala y él pronto necesitaría de su ayuda aunque no lo daría a conocer.
Todavía existía la opción de hacer como si nada hubiera pasado, pero conociendo a Matteo eso no iba a pasar.
Después de tanto torturarse, por fin abrió la puerta y salió al pasillo. Caminó procurando hacer el menor ruido posible. Se sentía como una ladrona evitando ser atrapada.
—Veo que decidiste salir de tu escondite —dijo Matteo sin dejar de mirar la televisión cuando ella llegó a la sala. Al parecer no había sido tan discreta como imaginó.
Una semana transcurrió desde aquella noche que Lia había cedido al deseo. Pese a que los dos habían llegado un acuerdo la mañana después. En realidad no habían vuelto a tener contacto. Matteo había sentido la pierna adolorida al día siguiente de su pequeña aventura. Después de eso ella se había negado a cualquier contacto. Lia estaba allí, en primer lugar, para cuidar de que cosas como esas no pasaran. No para causarlas.Ese día le iban a retirar el yeso del brazo a Matteo. Aunque no podría usar de inmediato las muletas, él estaba dispuesto a usarla en la boda de su hermano, dentro de una semana. Lia ya había aceptado que sin importar lo que ella dijera, él lo iba hacer.Apenas unos minutos atrás habían salido de la sala de rayos x y ahora estaban esperando al doctor. Ella sabía que no tardaría mucho en aparecer. Matteo era
Una semana no tardó mucho en pasar y faltaba una semana más antes de marcharse. No fue tan difícil como creyó, ayudó que tuviera que ir donde Ava con mucha frecuencia. Estaban arreglando los últimos detalles y ella le pidió más de una vez estar allí. A Alessandro no le importaba acompañar a su hermano si se trataba de cumplir los deseos de su futura esposa. El día de la boda llegó y pronto se vio caminando a lado de Matteo. Como se había propuesto, él entró usando muletas. Lia había traído la silla de ruedas para más tarde, pero ella estaba casi segura de que Matteo no la utilizaría de no ser necesario. Las bodas eran algo que ponían emocional a Lia, sobre todo si veías tanto amor profesado por una pareja. Lia esperaba encontrar algún día un hombre que la mirara como Alessandro miraba a su amiga. Durante toda la boda ella se las ingenió para controlarse, decidida a no llorar. La boda de Ava era el sueño muchas mujeres. Hermosa como un cuento de hadas, p
Lia observaba a Matteo apoyada en la pared con los brazos cruzados. Él sonreía por una de las cosas que le había dicho uno de sus sobrinos. Lo más probable que ellos estuvieran tratando de convencerlo de algo. Matteo podía decir “no” cuando se trataba de negocios, pero con sus sobrinos las cosas cambiaban. Los niños se iban a quedar con ellos mientras Ava y Alessandro estaban de luna de miel. Si hubiera sido por su amiga ella se habría llevado a los pequeños, pero Matteo había convencido a su cuñada para que los dejara a su cargo. Él pareció notar su mirada porque se giró a verla. Si le seguía mirando de la manera en que lo estaba haciendo en ese momento no iba a tardar en enamorarse de él, asumiendo que no lo había hecho ya. Sabía que era un error entregarle su amor, pero había llegado a la conclusión de que la vida era muy corta como para prohibirse amar a alguien. Así no fuera correspondida o sufriera en algún momento, valdría la pena. —¿Te vas a q
Lia estaba en la habitación de Matteo viéndolo realizar sus ejercicios de rehabilitación. La misma que el médico le había indicado cuando le sacó el yeso. Por ahora bastaba con su ayuda, pero en cuanto le quitarán el yeso de la pierna él tendría que contratar a un terapeuta físico. No solo porque era lo más conveniente sino también porque ella ya no estaría allí. Matteo parecía un poco adolorido con los movimientos. No le sorprendió después de los recientes esfuerzos. Primero la boda y luego el paseo con los niños. Si había alguien que se exigía demasiado, ese era él. —No debiste exagerar —mencionó Lia—. Terminarás con la mano nuevamente enyesada si no te tomas esto con calma. A partir de ahora no vas a usar las muletas. Te movilizarás en tu silla de ruedas. —Esta vez tendré que hacerte caso —aceptó él sin más. —¿Te duele demasiado? —preguntó Lia asombrada porque no le hubiera llevado la contra. En una situación diferente él hubiera refutado.
El sol se filtraba a la habitación a través de las cortinas blancas cuando despertó esa mañana. Al mirar el reloj vio que eran las siete y media. No se levantó de inmediato. Los domingos era los únicos días que se permitía dormir un poco más de lo común porque Matteo no trabajaba esos días, al menos no demasiado. Así que él también se permitía descansar un poco más.Se acomodó de costado en la cama y miró hacia las ventanas. Mientras dejó que sus pensamientos vagaran.Faltaba un día para que le retiraran el yeso a Matteo. Lia por primera vez se sentía demasiado insegura. Tenía dudas acosándola a cada instante. No ayudaba el hecho de que Matteo parecía igual de tranquilo que siempre.Un día, eso era lo único que tenía para disfrutar la compañía de Matteo. No sab&i
Lia sentía a cada segundo que el final estaba más cerca. Un sentimiento extraño teniendo en cuenta que ella y Matteo habían llegado al acuerdo de continuar con su arreglo. Miró a Matteo sentado en su silla de ruedas. Cada vez que se detenía a observarlo con detenimiento su corazón se aceleraba dentro de su pecho. —Eso es todo —dijo el doctor cuando le terminó de retirar el yeso a Matteo—. Lia, alcánzale el bastón, por favor. Ella se espabiló e hizo lo que el doctor Franco le pidió. Matteo le recibió el bastón y antes de ponerse de pie movió su pierna de atrás hacia adelante. Luego de un rato él se mostró dispuesto a levantarse. Lia se acercó a él para ayudarlo, pero él negó con la cabeza. De todas formas ella se mantuvo cerca. Él se levantó con calma y una vez de pie se mantuvo parado en el mismo lugar. >>Intente caminar —pidió el doctor retirando la silla de ruedas hacia un rincón. Matteo empezó a dar pasos tentativos. A
Matteo observó los documentos sin poder concentrarse. Era su primer día de regreso oficial a su empresa. Hasta ese momento solo había estado viniendo por horas y en compañía de Lia. Había querido tanto volver y ahora que estaba allí quería regresar a su departamento. Sentía que había estado viviendo en una especie de burbuja durante las últimas semanas. Una que se reventó en cuanto todo volvió a la normalidad. Trataba de convencerse que no tenía que ver con Lia. Recordar su nombre solo aumentaba su frustración. Bastaba con cerrar los ojos y podía sentir su dulce y adictivo aroma por toda su oficina. O quizás estaba en su mente. Giró su sillón y miró hacia los edificios. Estaba en uno de las construcciones más altas y con una vista privilegiada. Pero no era lo que quería ver en ese momento. Cerró los ojos y recordó a Lia en su oficina. Disfrutando de la vista. Sentada con la cabeza gacha y la mirada enfocada en su laptop. Cada una de esos recuerdos tam
Lia no había tenido noticias de Matteo desde que él le llamó para cancelar su encuentro. Habían pasado un poco más de tres días desde eso. Estaba dividida entre preocuparse por él y enojarse por no mantenerse en contacto.La idea de llamarlo había pasado por su cabeza muchas veces. Luego recordaba aquel artículo de prensa donde aparecía abrazado a una mujer en la puerta de un hotel. Lo peor la foto había sido tomada el mismo día que ellos debían haber salido.Trataba de explicar la imagen de una manera sensata, pero sus inseguridades habían salido a flote y se habían apoderado de ella.Así que se limitó a esperar que Matteo fuera él que se pusiera en contacto primero. Mientras tanto se había enfocado en su misión de conseguir un trabajo. Tal y como Ava había prometido, había obtenido una excelente carta de reco