Roberto estaba abriendo la pequeña cajita cuando le di mi respuesta, se quedó paralizado por unos segundos, parecía haberle caído un balde de agua fría encima, la pequeña abertura que dejaba ver la brillante sortija, se cerró de golpe. Yo comencé a llorar con más fuerza, tape mi rostro con mis manos, me sentía tan mal, tan avergonzada, tan cruel.Él se levantó y dio media vuelta, dispuesto a salir de allí, apenas sentí sus pasos y me di cuenta de que se iba, me destapé el rostro y me estiré para sostenerlo. Alcance agarrar una punta de la parte de atrás de su camisa.—¡Espera! ¡Por favor, espera! Tienes que escuchar, déjame explicarte ¿Acaso no puedes escucharme?. — Comencé a balbucear entre lágrimas mientras él seguía allí, de pie, de espaldas, sin voltear a mirarme.—Creo que es suficiente con la respuesta que me diste. — Continúo su camino, soltándose de mi agarre, alejándose sin dejarme darle una explicación.¿Cómo terminó todo así? Nada más hacía unos segundos éramos plenament
Roberto estaba sentado tras un enorme escritorio, había dos sillas al otro lado, una vacía, imagino que era la de Hugo y en la otra, estaba sentado Iván.Entre erguida, sería y orgullosa, pero sobre todo con una mirada llena de ira que no era actuada. Hugo cerró la puerta tras de mí y pasó a mi lado, quedándose de pie junto a Roberto, mientras que esté último, estaba echado hacia atrás en el respaldo de su silla, me observaba ceñudo, como si a estas alturas pudiera intimidarme.—Roberto… — Murmuré acercándome.“¿Ahora qué? ¿Qué le vas a decir?”, mi mente me atormentaba, la verdad es que me había imaginado este encuentro tantas veces e imaginé decirle tantas cosas… Sin embargo, ahora me había quedado sin palabras.Mi mirada se deslizó sobre el escritorio, en el que había un gran desorden. Tiradas y regadas, estaban muchas carpetas dejando una revuelta de papeles y muchas fotos, me acerqué unos pasos más, una foto medio escondida entre los papeles, llamó mi atención.Sin mirar a nadie,
Bueno, quería vengarme de mi ex amiga y quería ayudar a Roberto con sus problemas con Don Marco, ¿No?. Quizás esté era el destino dándome la oportunidad de hacer ambas cosas de un tiro y apenas esa idea se formó en mi mente, las palabras salieron de mi boca de forma automática.—Quiero entrar. — Afirmé emocionada.—¿Qué?. — Cuestionó Roberto.—¡Sí! ¡Sé que puedo hacerlo! Seguro que no han intentado colar a una mujer allí, puedo infiltrarme. — Todos abrieron los ojos como platos, entendiendo al fin, lo que quise decir en un principio.—Estás loca. — Rechisto Roberto. — ¡Claro que no lo hemos intentado! Mayra, en la mafia, las mujeres no significan nada, son un adorno más en la decoración. ¿Qué caso tendría?.—Sí, pero un adorno que cargan para lucir en todos lados. — Me volteé hacia el escritorio, comencé a revolver todos los papeles tirados encima, sacando foto tras foto de Julieta con Don Marco y extendiéndolas una al lado de la otra. — Julieta está donde Don Marco está. — Señal
Pasamos el resto del día revisando cada uno de los archivos, todos los planes frustrados, todos nuestros infiltrados cruelmente asesinados. También estuve recibiendo un breve resumen sobre cada una de las personas con las que me involucraría. La carnicería que vi, me perturbo, no lo podía negar, era un nivel mucho más alto del que yo creí que podría soportar, pero ya no iba a dar marcha atrás.Esta pequeña clase, parecía más bien una lección que Roberto usaba para asustarme y hacerme desistir de esta loca misión. Pero yo no se lo pondría tan fácil, no después de todo lo que me había esforzado para llegar aquí.Ahora que finalmente lo había logrado y Roberto había hablado sobre lo que escondía, permitiéndome participar, mi mente no dejaba de gritarme “Tu momento ha llegado”.Y lejos de preocuparme por las terribles consecuencias que podría sufrir si los italianos me descubrían, ahora, lo único que me inquietaba, era no poder arreglar las cosas con Roberto antes de irme.Por eso, mi men
Roberto caminó hacia mí, extendiendo su mano. Levanté las mías que seguían envueltas en los guantines, estaban algo temblorosas. Con mucho cuidado, él me quito los guantes y los lanzó al piso.—Ven, necesitas relajarte. — Me tomó por una mano y me halo para seguirlo.—¿Cómo…? ¿Cómo sabías que estaba aquí?. — Tartamudeé.—Los muchachos me avisaron. — Volteó para sonreírme. — Despertaste a medio piso.Salimos del gimnasio, subimos al ascensor y Roberto presionó el botón del Pent-house. Podía sentir como todo mi cuerpo temblaba, aunque no sabía si era por todo el ejercicio que había hecho o por el hecho de estar con Roberto a solas, en medio de la noche, subiendo a nuestro apartamento.De pronto, reaccione. Tirando a un lado los nervios por estar finalmente a solas junto al hombre que amo, hablé.—Espera un minuto, ¿Dónde estabas? Pensé que no te estabas quedando en el edificio, tú dejaste nuestro apartamento. — Las puertas del ascensor se abrió en nuestro piso, Roberto me halo hacié
Todo mi cuerpo temblaba, no podía negar que estaba aterrada, no sabía lo que me esperaba. Suspiré, cerré mis ojos con fuerza, traté de concentrarme, de enfocarme, no quería que Roberto me viera así, si él notaba un ápice de duda en mí, seguramente me sacaría volando de este lugar.“Recuerda por qué estás aquí” me decía a mí misma, tratando de animarme.—¿Te encuentras bien?. — Abrí los ojos, sobresaltada.No esperaba que Roberto volviera tan pronto, tomó asiento a mi lado, hoy se veía más serio de lo normal y no era para menos.—Sí, gracias. ¿Ya todo está listo?. — Pregunté tratando de mantenerme formal.—Dejé a Hugo e Iván arreglando todo. — Respondió con fastidio. — Me molesta hacer estos trámites.Asentí, bajé la mirada, no sabía que decirle, o si lo sabía, pero no encontraba como decírselo. Volteó hacia mí y estiró su mano para comenzar a acariciar mi cuello.—Todavía estás a tiempo de retractarte. — Murmuró. Se concentró en masajear suavemente uno de mis hombros, al parecer,
Durante todo el vuelo estuve llorando por Roberto, por nuestra separación. Este era mi segundo viaje internacional y aunque viajar en primera clase era definitivamente todo lo contrario a mi primera experiencia, empezando por la comodidad, no pude evitar recordar en como viaje la primera vez, cuando llegue a Nueva York, como indocumentada, sin conocer a nadie, pasando trabajo y calamidades para poder encontrarme con mi entonces, querido primo, Roberto.Comencé a pensar en aquel joven con el que crecí, viéndolo como si fuera mi hermano y que ahora amaba como hombre. Durante el vuelo, también reflexioné sobre como habían cambiado las cosas en tan poco tiempo. Y luego, termine imaginando en como acabar con todo esta misión lo más pronto posible, para volver a los brazos de Roberto.Llegué al aeropuerto, roja e hinchada, cubriéndome el rostro con unas enormes gafas oscuras y a lo lejos, vi a un sujeto que me esperaba con un cartel en la mano, anunciando mi nuevo nombre, Katherine Olson.
Había llegado el día de la fiesta, finalmente haría mi debut en el centro de la mafia italiana y los nervios me comían viva. Ese día, me esforcé para prepararme lo mejor que pude, pase la mañana practicando mi acento y la tarde en salones de belleza para arreglarme. Estaba muy cansada mentalmente y el evento ni siquiera había empezado.Se escuchó un timbre constante. Caminé por toda la suite desesperada, buscando el pequeño teléfono que sonaba, por fin Roberto me estaba llamando.—Hola preciosa, ¿Cómo estás?. — La gruesa voz sonó al otro lado de la bocina.—Hey… — No pude evitar sonreír. — Estaba a punto de volverme loca porque no me habías llamado.—Lo siento, yo también moría de ganas por hablar contigo. — Escuché un suspiro. — Pero no es fácil, no puedo comunicarme cada vez que quiera, debemos ser muy cuidadosos. Eso significaba que casi no podría hablar con él, se me hizo un nudo en la garganta.—Entiendo. — Gemí.—Mayra, no vayas a arruinar el maquillaje que te hiciste… Te