Subimos a la limusina, Mauro me lanzó el bolso de mano que había llevado para el funeral y había dejado en el auto.—¡Toma! Arréglate un poco, cambia esa cara, mujer. ¡Es el día de tu boda!. — Ordenó con un deje de sarcasmo.Le volteé los ojos en respuesta, no estaba de humor para ese estúpido comentario, cuando él vio mi expresión y me respondió con una mirada asesina, como una amenaza silenciosa.Me miré en el pequeño espejo, estaba roja e hinchada, con el maquillaje corrido por toda la cara y el labio algo hinchado.—Mauro, pensé que esperaríamos. — Comencé a murmurar. Él me observó con los ojos entrecerrados. — No tengo ni siquiera la documentación para casarme, no puedo hacerlo en este momento.—¡Estás loca! ¿Crees que voy a esperar que algo pase para que arruine mis planes? ¿O qué voy a darle tiempo al idiota de Roberto para que intente algo? Nos casamos ya mismo. — Concluyó con autoridad. — Y por tus papeles no te preocupes, no es algo que, con dinero e influencias, no
Llegamos hasta una de las habitaciones de invitados, era más grande que la que habíamos usado el día de la muerte de Don Marco. Pensé que me lanzaría de un sopetón en la cama, sin embargo, me bajó con mucho cuidado, dejándome frente a él, sin agarrarme o contenerme de alguna manera.Con una sonrisa ladeada y sensual, deslizó con delicadeza una de sus manos en mi rostro.—No te mentí cuando te dije que me agradabas. Me gustas más de lo que me había gustado cualquier otra mujer antes. — Murmuró con su ronca voz. — Si te comportas, las cosas pueden funcionar muy bien entre nosotros.Me quedé paralizada por un instante, ¿A qué jugaba este hombre? Era muy difícil leer sus intenciones con sus repentinos cambios de actitud.—De ahora en adelante, lo mejor es que te acostumbres a obedecerme, porque te espera una larga vida a mi lado y si no cooperas, se puede poner muy difícil para ti.¿Una larga vida a su lado? ¿Qué pretendía? ¿Estaba demente?. Le abofeteé la mano, asqueada con su toq
La puerta de la habitación se abrió, entró una mujer del servicio abriendo las ventanas, por lo que la luz del sol me cegó.Abrí los ojos con dificultad y a un lado de mi cama vi a Mauro de pie, con una enorme bolsa en la mano que lanzó sobre la cama.—Levanté, tienes que prepararte para tu boda. — Anunció con socarronería para luego retirarse.La mujer que seguía en la habitación, me animó para levantarme, ella me iba a ayudar a prepararme.Habían pasado dos semanas, las cuales fueron una eternidad en mi propio infierno personal.Estaba tan cansada psicológicamente, que no rechiste, no luche, no me quejé. Parecía un robot, hacía todo de manera automática, siguiendo las indicaciones de la mujer que me ayudaba.Cuando estuve lista, me asome por la ventana, vi el paisaje, vi el sol en lo alto del cielo, vi algunos pajaritos volar, “Si, hoy es un lindo día para morir” me dije a mí misma.Había tomado una decisión, me había resignado a qué mi destino sería morir ese día, pero me e
Segundos después, se escucharon disparos, muchos disparos, no sabía lo que ocurría, no podía ver nada. Con el corazón a millón, me lancé muy pegada tras la pared y a un lado de mí, estaba Mauro, lanzando tiros al aire, porque estaba segura de que él tampoco veía nada.—¡M@ldito bastardo! ¡De dónde sacó todo ese equipo y a tanta gente!. — Gruñó Mauro mientras seguía resonando su arma.Me asomé nuevamente desde un lado de la pared, la niebla se empezaba a dispersar, aunque todavía era algo espesa, ahora dejaba ver siluetas y destellos.Esperé un momento, todavía tras de Mauro que seguía disparando, la visión mejoró y pude entender lo que sucedía.Un grupo de hombres vestidos de negro, con chalecos antibalas, armas de alto calibre, pasa montañas, visores especiales para ver a través de la niebla y con linternas, iban entrando y arrasando con todo, como si exterminaran una plaga de cucarachas.Parecían un escuadrón de SWAT, igual a los que se ven en las películas.Abrí los ojos, mu
El tipo nos tenía muy vigilados y no iba a poder darle un buen tiro desde la posición en que estaba.—Roberto, Roberto, cariño, te necesito, te necesito concentrado, debes ayudarme. — Comencé a murmurar sobre Roberto, quien ya se estaba quedando dormido.—¿Mayra? Yo… — A duras penas intento hablar.—Shsssss tranquilo, no necesitas decir nada, pero necesito tu ayuda para que ambos podamos salir de aquí. — Lo vi asentir tenuemente.Saqué un cuchillo del traje de Roberto y comencé a arrancarme la falda del incómodo vestido, la dejé acomodada en una orilla del muro, mientras Giovanni la viera, supondrías que yo estaba ahí. Tomé el arma pequeña, la que le había quitado a Mauro y se la entregué a Roberto, dejándosela en la mano, acomodando el gatillo entre sus dedos.—Escúchame, necesito que reúnas todas tus fuerzas y dispares en esa dirección, por favor, no dejes de disparar, ¿Entendiste?.Le apunté el arma hacia un punto cercano en el que estaba Giovanni, vi el sufrimiento de Ro
Don Ivanov jaló un banco cercano, se sentó justo a mi lado y de pronto cambió su expresión, se volvió más serio.—¿Sabes? Hubo mucho alboroto en nuestros círculos cuando Mauro anunció su matrimonio con la heredera de los Valenti… — Comenzó a relatar.—Sí, imagino que era algo que nadie se esperaba.—No lo creas, muchos teníamos la sospecha de que seguías con vida, oculta por ahí, y que en algún momento volverías para reclamar lo que te pertenece.—Entonces, ¿Cuál fue el motivo de la revuelta?. — Me pareció algo confuso.—Bueno, fue sobre todo por el asunto del matrimonio. Si nadie estaba de acuerdo con que Mauro tomara el poder de la organización de los Ferro, imagínate si también tomara el poder de los Valenti.—Claro, entiendo. Sin embargo, no me enteré de que alguien mostrara su descontento al respecto. — Quizás no estuvieron de acuerdo, pero nadie, aparte de Roberto, intento impedir la boda.—Mi querida Mayra, debes aprender que este mundo se mueve en las sombras.—
Lo pensé bien, ¿Debía decirle la verdad? ¿Sería este el momento adecuado?, Roberto parecía estudiar mi expresión, mientras que yo seguía sopesando la situación.— ¿Mayra?. — Él apretó mi mano haciéndome reaccionar.— Yo… Lo siento… Roberto, esa boda era ficticia, era una trampa y yo… — Empecé a balbucear cuando Roberto me interrumpió.— Sí, yo lo supuse…— Mauro y yo, ya nos habíamos casado. — Solté de sopetón, cerrando los ojos con fuerza. — Él me obligó y yo…— ¿Mayra?. — Roberto me interrumpió, abrí los ojos lentamente, él parecía sereno. — Tranquila, no es tu culpa, entiendo.Me lancé sobre su pecho para abrazarlo, no lo soporté más, las lágrimas, los gemidos, los temblores salieron. Cómo pudo, Roberto colocó una de sus manos en mi espalda y comenzó a consolarme, acariciándome. Lo que me hizo sentir peor, más culpable.— Lo siento… Lo siento mucho… No te escuché… Todo fue culpa mía… Todo pasó por mi culpa…— Shsssss, tranquila Mayra, ya todo terminó, tu misma lo dijiste. — Él seguí
Finalmente, había llegado. Luego de varios días de sufrimiento, insomnio, hambre, sol inclemente, noches frías, insultos, golpes, largas caminatas, cruzar selvas, desiertos y ríos, ser perseguida por la policía y por delincuentes, además de muchas calamidades más, lo logré. Estaba en New York.Mi nombre es Mayra López, soy una latina en busca de una vida mejor. Aunque para ser sincera, me gustaba mi antigua vida. Para mí, no había nada mejor que ella.Cuando era una pequeña, mis padres fallecieron en un accidente y fui llevada a vivir con mi nana Liliana y mi primo hermano Roberto a un pequeño pueblito. Vivíamos en una pequeña granja, dónde había gallinas, cabras y una mula. Sembrábamos maíz y granos.Aunque vivíamos muy humildemente y pasamos mucho trabajo, éramos felices, nuestra familia era pequeña, pero unida. Aun cuando yo solía vivir en la ciudad cuando vivía con mis padres (según lo poco que recuerdo), me adapte rápidamente a mi nueva vida. No hay nada mejor que crecer en la li