Resguardados

La puerta de la habitación se abrió, entró una mujer del servicio abriendo las ventanas, por lo que la luz del sol me cegó.

Abrí los ojos con dificultad y a un lado de mi cama vi a Mauro de pie, con una enorme bolsa en la mano que lanzó sobre la cama.

— Levanté, tienes que prepararte para tu boda. — Anunció con socarronería para luego retirarse.

La mujer que seguía en la habitación, me animó para levantarme, ella me iba a ayudar a prepararme.

Habían pasado dos semanas, las cuales fueron una eternidad en mi propio infierno personal.

Estaba tan cansada psicológicamente, que no rechiste, no luche, no me quejé. Parecía un robot, hacía todo de manera automática, siguiendo las indicaciones de la mujer que me ayudaba.

Cuando estuve lista, me asome por la ventana, vi el paisaje, vi el sol en lo alto del cielo, vi algunos pajaritos volar, “Si, hoy es un lindo día para morir” me dije a mí misma.

Había tomado una decisión, me había resignado a qué mi destino sería morir ese día, pero me e
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