Bueno, quería vengarme de mi ex amiga y quería ayudar a Roberto con sus problemas con Don Marco, ¿No?. Quizás esté era el destino dándome la oportunidad de hacer ambas cosas de un tiro y apenas esa idea se formó en mi mente, las palabras salieron de mi boca de forma automática.—Quiero entrar. — Afirmé emocionada.—¿Qué?. — Cuestionó Roberto.—¡Sí! ¡Sé que puedo hacerlo! Seguro que no han intentado colar a una mujer allí, puedo infiltrarme. — Todos abrieron los ojos como platos, entendiendo al fin, lo que quise decir en un principio.—Estás loca. — Rechisto Roberto. — ¡Claro que no lo hemos intentado! Mayra, en la mafia, las mujeres no significan nada, son un adorno más en la decoración. ¿Qué caso tendría?.—Sí, pero un adorno que cargan para lucir en todos lados. — Me volteé hacia el escritorio, comencé a revolver todos los papeles tirados encima, sacando foto tras foto de Julieta con Don Marco y extendiéndolas una al lado de la otra. — Julieta está donde Don Marco está. — Señal
Pasamos el resto del día revisando cada uno de los archivos, todos los planes frustrados, todos nuestros infiltrados cruelmente asesinados. También estuve recibiendo un breve resumen sobre cada una de las personas con las que me involucraría. La carnicería que vi, me perturbo, no lo podía negar, era un nivel mucho más alto del que yo creí que podría soportar, pero ya no iba a dar marcha atrás.Esta pequeña clase, parecía más bien una lección que Roberto usaba para asustarme y hacerme desistir de esta loca misión. Pero yo no se lo pondría tan fácil, no después de todo lo que me había esforzado para llegar aquí.Ahora que finalmente lo había logrado y Roberto había hablado sobre lo que escondía, permitiéndome participar, mi mente no dejaba de gritarme “Tu momento ha llegado”.Y lejos de preocuparme por las terribles consecuencias que podría sufrir si los italianos me descubrían, ahora, lo único que me inquietaba, era no poder arreglar las cosas con Roberto antes de irme.Por eso, mi men
Roberto caminó hacia mí, extendiendo su mano. Levanté las mías que seguían envueltas en los guantines, estaban algo temblorosas. Con mucho cuidado, él me quito los guantes y los lanzó al piso.—Ven, necesitas relajarte. — Me tomó por una mano y me halo para seguirlo.—¿Cómo…? ¿Cómo sabías que estaba aquí?. — Tartamudeé.—Los muchachos me avisaron. — Volteó para sonreírme. — Despertaste a medio piso.Salimos del gimnasio, subimos al ascensor y Roberto presionó el botón del Pent-house. Podía sentir como todo mi cuerpo temblaba, aunque no sabía si era por todo el ejercicio que había hecho o por el hecho de estar con Roberto a solas, en medio de la noche, subiendo a nuestro apartamento.De pronto, reaccione. Tirando a un lado los nervios por estar finalmente a solas junto al hombre que amo, hablé.—Espera un minuto, ¿Dónde estabas? Pensé que no te estabas quedando en el edificio, tú dejaste nuestro apartamento. — Las puertas del ascensor se abrió en nuestro piso, Roberto me halo hacié
Todo mi cuerpo temblaba, no podía negar que estaba aterrada, no sabía lo que me esperaba. Suspiré, cerré mis ojos con fuerza, traté de concentrarme, de enfocarme, no quería que Roberto me viera así, si él notaba un ápice de duda en mí, seguramente me sacaría volando de este lugar.“Recuerda por qué estás aquí” me decía a mí misma, tratando de animarme.—¿Te encuentras bien?. — Abrí los ojos, sobresaltada.No esperaba que Roberto volviera tan pronto, tomó asiento a mi lado, hoy se veía más serio de lo normal y no era para menos.—Sí, gracias. ¿Ya todo está listo?. — Pregunté tratando de mantenerme formal.—Dejé a Hugo e Iván arreglando todo. — Respondió con fastidio. — Me molesta hacer estos trámites.Asentí, bajé la mirada, no sabía que decirle, o si lo sabía, pero no encontraba como decírselo. Volteó hacia mí y estiró su mano para comenzar a acariciar mi cuello.—Todavía estás a tiempo de retractarte. — Murmuró. Se concentró en masajear suavemente uno de mis hombros, al parecer,
Durante todo el vuelo estuve llorando por Roberto, por nuestra separación. Este era mi segundo viaje internacional y aunque viajar en primera clase era definitivamente todo lo contrario a mi primera experiencia, empezando por la comodidad, no pude evitar recordar en como viaje la primera vez, cuando llegue a Nueva York, como indocumentada, sin conocer a nadie, pasando trabajo y calamidades para poder encontrarme con mi entonces, querido primo, Roberto.Comencé a pensar en aquel joven con el que crecí, viéndolo como si fuera mi hermano y que ahora amaba como hombre. Durante el vuelo, también reflexioné sobre como habían cambiado las cosas en tan poco tiempo. Y luego, termine imaginando en como acabar con todo esta misión lo más pronto posible, para volver a los brazos de Roberto.Llegué al aeropuerto, roja e hinchada, cubriéndome el rostro con unas enormes gafas oscuras y a lo lejos, vi a un sujeto que me esperaba con un cartel en la mano, anunciando mi nuevo nombre, Katherine Olson.
Había llegado el día de la fiesta, finalmente haría mi debut en el centro de la mafia italiana y los nervios me comían viva. Ese día, me esforcé para prepararme lo mejor que pude, pase la mañana practicando mi acento y la tarde en salones de belleza para arreglarme. Estaba muy cansada mentalmente y el evento ni siquiera había empezado.Se escuchó un timbre constante. Caminé por toda la suite desesperada, buscando el pequeño teléfono que sonaba, por fin Roberto me estaba llamando.—Hola preciosa, ¿Cómo estás?. — La gruesa voz sonó al otro lado de la bocina.—Hey… — No pude evitar sonreír. — Estaba a punto de volverme loca porque no me habías llamado.—Lo siento, yo también moría de ganas por hablar contigo. — Escuché un suspiro. — Pero no es fácil, no puedo comunicarme cada vez que quiera, debemos ser muy cuidadosos. Eso significaba que casi no podría hablar con él, se me hizo un nudo en la garganta.—Entiendo. — Gemí.—Mayra, no vayas a arruinar el maquillaje que te hiciste… Te
Decidí acercarme hasta la barra, era el mejor punto de visión y ya era hora de concentrarme, empezar a hacer lo que vine a hacer, buscar a Julieta. Caminé entre la gente y en una enorme mesa central estaban mis objetivos.Julieta sonreía mientras sostenía una copa de champán en la mano, a su lado, Don Marco, no dejaba de hablar; alrededor de ellos, distribuidos en la mesa, estaban Mauro, el hermano de Don Marco y Giovanni, el hermano de Julieta, además de otros hombres de altos rangos, algunos acompañados por sus mujeres.Pase de largo, disimulando. Tomé asiento en un banco de la barra, pedí una copa de champán e inmediatamente volteé para contemplar mejor la escena.Cometí un error.Me quedé viéndolos fijamente durante mucho tiempo, cuando me di cuenta, ya era tarde, Giovanni me devolvía la mirada fijamente con cara de pocos amigos. No voltee, pensé que lo mejor era no mostrar nervios o debilidad, le mantuve la mirada, sería, moviendo la copa en mi mano.Así me mantuve por largo rato
El resto de la noche, fue más aburrida de lo que esperaba. Mauro se estancó a hablar con otro sujeto a su lado entre murmuros, mientras que un tal, Mattia, no dejaba de hablarme, de preguntarme sobre mi vida, como si estuviera en pleno interrogatorio.Al mismo tiempo tenía que lidiar con la mirada asesina de Giovanni, y escuchar los comentarios petulantes de Julieta y Don Marco, criticando a todo aquel que les pasara, por un lado.En ese momento, ya no estaba nerviosa, estaba hastiada.Julieta se levantó de la mesa, comentándole a su marido que debía pasar por el tocador, me levanté inmediatamente, sugiriendo mi compañía, todos me observaron atónitos, me imagino que por el ímpetu con el que hablé.Llegamos hasta el baño que obviamente era enorme, Julieta entró a una puerta para dirigirse al inodoro, mientras yo simule observarme al espejo y retocar mi maquillaje, mientras que imaginaba lo placentero que sería agarrar a esa mujer allí mismo por los pelos y darle una golpiza para defor