Era algo tarde y estaba cansada de escuchar los gruñidos y las quejas de Roberto por el intercomunicador cada vez que pedía un trago o coqueteaba con Liam. Además, el bar estaba empezando a llenarse y tampoco quería que Liam terminará completamente embriagado, quería que estuviera muy consciente de lo que le iba a pasar. Así que ya era el momento de dar el siguiente paso en mi plan.Me acerqué a Liam en la mesa, pasando mi mano suavemente por su pantalón. Él me observó fijamente, con una sonrisa y un brillo en los ojos.—Liam, creo deberíamos irnos a un sitio más tranquilo, ¿No?. — Comenté con picardía.—Bueno, mi departamento no…Sabía lo que iba a decir, su departamento es un cuchitril, claro, no con esas palabras y yo ya lo sabía gracias a las fotos y los informes que inteligencia nos había suministrado. En realidad, no me importaba en que hueco de ratas nos fuéramos a meter, cualquier lugar daba igual, porque mi mente estaba puesta en otra idea, muy diferente a la que él tenía.
La sangre salía a borbotones, los gritos de Liam parecían desgarrar su garganta y yo me sentí liberada.Esperé unos segundos, dejando que se desahogara entre alaridos de dolor e improperios, que para mí, eran como música para mis oídos. Me mantuve serena, con una sonrisa dibujada en los labios, nada más que observando su dolor, hasta que comenzó a disminuir el ruido.El transmisor en mi oído estaba en silencio desde hacía rato, parecía que al escuchar que había iniciado con la tortura, Roberto decidió darme mi espacio.—¡Valla que eres grosero! ¿Cómo pudiste insultarme de esa manera luego de ofrecerme amor eterno?. — Pregunté con sarcasmo.—¡ESTÁS LOCA!. — Exclamó él, desesperado.Arranqué el cuchillo de su entrepierna y lo golpeé en la cabeza con fuerza, usando la cacha. Él volteó los ojos, mareado, y un hilo rojo de sangre comenzó a correr por su cara. Me levanté de su regazo, parecía que iba a quedar inconsciente y yo no lo iba a permitir.Lo abofeteé con todo mi vigor y Liam pa
Los días siguientes, fueron maravillosos. Despertando junto al hombre que amo, hacía mis ejercicios y entrenamientos, que ya no eran obligatorios, pero se habían convertido en una rutina para mí, sonreía todo el día. Hasta que el día que me correspondía mi sesión con el psicólogo me empañó la felicidad.—Mayra, ¿Cómo estás el día de hoy?.—Absoluta y completamente feliz. — Conteste con una enorme sonrisa.—¿Sí? Qué bueno, y puedo preguntar, ¿A qué se debe esa felicidad?.—Finalmente, lo hice, me vengué de Liam, lo hice pagar por lo que me hizo, le hice sufrir todo lo que yo sufrí. — Expliqué muy animada.—¿Y eso es lo que te trae felicidad?.—Obviamente sí. — Voltee los ojos.—¿Y crees que eso cambiará algo?.—Sí, por lo menos mi autoestima, para empezar. — Asevere.—Entonces, ¿Tu autoestima depende de eso, Mayra? ¿De vengarte de los demás?.—No… Bueno, no solamente de eso. — Comencé a dudar.—¿Has hecho los ejercicios que te pedí, Mayra? Las meditaciones, conseguir una act
—¡Buen día!. — Vocifere desde el descansillo de la escalera, sosteniéndome del barandal para que no se notarán mis nervios.Todos detuvieron sus gritos e inmediatamente voltearon para verme, bajé las escaleras lentamente, con gracia, como toda una dama, manteniendo una postura formal.Nadie dijo nada, todos se quedaron mirándome bajar, excepto por el pequeño que seguía llorando. Llegué hasta la puerta y me detuve frente a la mujer.—Mucho gusto, mi nombre es Mayra.Extendí mi mano hacia la mujer, manteniéndome sería, Hugo y Zoila, el ama de llaves, me observaron algo confundidos, mientras que la mujer me paso sus ojos de arriba hacia abajo con cierto desprecio.—Me imagino que tú eres la nueva amante de Roberto. — Gruño.—Te equivocas. — Recogí mi mano muriéndome de rabia internamente, pero disimulando. — Soy su prima.—Pues bien, prima. — Acentuó la palabra con sarcasmo. — Ve a llamar a Roberto inmediatamente, tengo que hablar con él. — Exigió arrullando por primera vez al peque
Apenas llegué, Hugo salió de mi habitación, Roberto no quiso darme muchos detalles de lo que seguiría, eso me molestó. ¿Acaso no confiaba en mí?. Él estuvo todo el día en mi habitación usando mi computadora, el servicio nos llevó la comida hasta el cuarto con mucha discreción y yo, pasé el día aburridísima.Al llegar la noche, Hugo pasó una vez más por mi habitación, hablo un momento con Roberto entre murmuros y se fue al rato.Yo estaba enfurruñada, que pésimo día estaba pasando. Estaba tan ansiosa con esto de que alguien le estaba tendiendo una trampa a Roberto, quería participar, involucrarme más en el plan, ayudarlo, sin embargo, las negativas de Roberto me tenían bastante frustrada.—¿Sabes? No me había dado cuenta, hasta ahora, de que esta es nuestra primera noche en esta habitación.Roberto se acercó a mi cama, en donde yo estaba ya, en pijama y acostada. Se sentó a un lado de mí, yo me volteé hacia el otro lado, dándole la espalda, molesta.—Siempre había pensado en que serí
Roberto llegó hasta mi cintura, sentí que se detuvo, comenzó a bajar mis pantis, y al tiempo que la iba bajando con paciencia, fue lamiendo la parte de atrás de mis piernas.Cuando el panti fue lanzado fuera de la cama, él se sentó ligeramente a horcajadas en mis pantorrillas, me tomó por las caderas con ambas manos, con fuerza y empezó a soltar lametones en mi trasero.Yo estaba perdida, el deseo se apoderaba de mí, mis estremecimientos y gemidos no paraban, incluso, me empinaba para darle más acceso a mi trasero y que lamiera más.Roberto se levantó, todavía estando boca abajo, él abrió mis piernas y se acomodó de rodillas en medio de ellas. Siguió lamiendo y succionando, pero ahora, deslizando una de sus manos hasta mi vientre, introduciendo sus dedos en mi centro.Yo me movía, me meneaba sobre su mano, buscando más placer, quería más, deseaba más, mi mente comenzaba a blanquearse y el sentirlo a él, chupando mi trasero con más fuerza, me excitaba más.Él abrió ligeramente la ranur
Me escondí tras la pared, no podía verlos sin arriesgarme a qué me descubrieran, así que me concentré en escuchar atentamente.—No, señor. Sé que era la última dosis de suero que nos quedaba y se nos ha complicado últimamente conseguir porque no podemos movernos mucho, pero en vista de que la mujer no quería hablar y usted me pidió específicamente que no la dejara tan maltratada por el chiquillo, no me quedó otra opción. — Hugo.—¿Y qué? ¿Por lo menos si sacaste algo bueno?. — Roberto.—Sí, efectivamente la mujer fue enviada aquí, le pagaron una gran suma de dinero, de hecho, el pequeño, ni siquiera es hijo de ella, es de su hermana mayor. — Hugo.—Sí, me lo imaginé. ¿Y quién la envío?. — Roberto.—Ella no lo sabe, no le dieron sus nombres, pero obtuve una buena descripción de los sujetos y creo imaginar quien fue. — Hugo.Esperé que mencionaran el nombre, pero no dijeron nada por un buen rato, o por lo menos bajaron el tono de voz, decidí asomarme, seguían allí, me escondí nueva
Era el momento de hablar, de enfrentar a Roberto. Después de todo lo que había escuchado de la conversación que tuvo con Hugo, estaba más confundida que nunca y sabía que Roberto me ocultaba información importante, estaba segura, y lo demostraba más gracias a la expresión de sorpresa que se le marcaba en el rostro.—¿Qué haces aquí?. — Murmuró Roberto poniéndose ceñudo.—Creo que es obvio, te seguí. — Crucé mis brazos sobre mi pecho.—Vete a tu habitación ahora mismo. — Soltó amenazante, entrecerrando los ojos.—¿Piensas que me iré solamente porque tú me lo dices?. — Levanté el rostro, altanera.—Mayra… — Se apretó la base de la nariz con sus dedos pulgar e índice.—¡Basta de mentiras, Roberto! ¡Estoy cansada de todo esto!. — Levanté la voz con autoridad.—Nunca te he mentido. — Replicó severo.—Pero me ocultas las cosas, que es lo mismo. — Le refuté, señalándolo — Ahora, necesito la verdad, necesito explicaciones.—Este no es el momento, ni el lugar, Mayra. — Respondió con u