Llevábamos varias horas por la carretera, este viaje era el más aburrido de la vida, pero valió la pena. Por lo menos valió la pena por ver la cara de furia de Roberto cuando me subí al automóvil con Iván, aunque pensé que me iba a hacer un escándalo, no dijo absolutamente nada, terminó lanzando la puerta que había abierto para mí, dando la vuelta al auto para subir en el asiento del piloto y arrancando ese motor a todo lo que daba, dejando una nube atrás.Iván me observó serio, seguramente ya sabía algo sobre lo que había pasado esa misma madrugada entre Roberto y yo, pero me daba igual.Pensé muchas veces como abordar el tema del mafioso italiano Don Marco con Iván sin mostrarme sospechosamente curiosa, no me llegaba ninguna buena idea, el tiempo se me acababa, ya estábamos cerca de la ciudad y aunque no sabía si ese era nuestro destino, por lo menos debía ser una parada segura.Entonces, decidí improvisar, con la esperanza de que pudiera enterarme de algo que me ayude.—¿Sabes Ivá
Había pasado tres largos días y aunque debieron ser un ensueño en la nueva residencia que compartía con Roberto, resultó de lo más frustrante. Lo extrañaba más de lo que pensé, ya sentía que mi orgullo comenzaba a flaquear.Roberto casi no estaba en el apartamento, usualmente se iba a trabajar en los pisos inferiores, dónde había instalado su oficina y se reunía con los miembros de seguridad e inteligencia de su organización.Yo pasaba el día vagando acompañada ocasionalmente por el personal de servicio. Al parecer, Roberto se había tomado en serio mi ley del hielo, porque casi no se acercaba a mí, me hablaba únicamente cuando era justo y necesario.Ocasionalmente, yo bajaba hasta los pisos de seguridad con la excusa de usar el gimnasio que habían instalado allí, pero siempre intentando colarme a la oficina de Roberto, como le había advertido antes, no me daría por vencida, estaba segura de que en sus archivos encontraría la información que necesitaba. Pero esa misión resultaba más di
La camarera llegó con la botella y dos vasos, nos sirvió y dejo todo en la mesa de centro, cerró la cortina a su salida.—¿Qué te parece el lugar?. — Comenzó Roberto entregándome uno de los vasos servidos.—Está genial, me encanta. — Tomé un sorbo.—Es nuestro. — Agregó él. — Es uno de nuestros clubes.—¿En serio? ¡Wow, no me lo esperaba!. —También las tiendas que visitamos y el restaurante… — Abrí los ojos como platos. — Creo que es momento que vayas conociendo más de nuestros negocios, también de nuestras mixtas inversiones.—Querrás decir tuyas…—Nuestras. — Él me observó fijamente, serio, sin titubear. — Dijiste que querías más información y…—No era esto a lo que me refería. — Lo interrumpí.—Lo sé. — Asintió y tomo un largo trago.—Pero te lo agradezco. — Agregue. Él asintió ceñudo.—También quería informarte que los italianos ya se fueron, regresaron a su país, imagino que por el momento se dieron por vencidos, intentaron llegar a la finca, pero yo me les adelante y
La joven se quedó allí estática. Roberto, que estaba muy entretenido jugando con mis pechos en su boca, puesto que me había bajado la parte de arriba del vestido, se percató en ese momento de la joven que estaba allí de pie, seguramente todavía pensando que hacer.Al ver a la muchacha, primero lo vi ponerse ceñudo, creo que pretendía regañarla por su intromisión en tan íntimo momento, la joven notó al hombre molesto y dio un paso hacia atrás lista para retirarse avergonzada, sin embargo, cuando él levantó la vista hacia mí y vio mi expresión, entendió todo y ladeó una hermosa sonrisa.Yo seguía con mi movimiento de caderas sobre Roberto, sosteniéndome con una mano en sus hombros, termine estirando mi otra mano hacia la joven que ya estaba saliendo del cubículo, al ver el cambio de expresión de Roberto, pareció tomar valor y se acercó para tomar mi mano.La chica, camino hacia mí, levanté mi rostro hacia ella, y allí mismo, mientras Roberto nos observaba, nos besamos. Fue extraño en un
Era bastante tarde en la noche cuando llegamos a nuestro edificio, ambos estábamos de buen humor. Sonrientes y tomados de la mano, entramos al ascensor.Abracé a Roberto mientras subíamos cuando se escuchó un gruñido proveniente de mi estómago, estaba muerta de hambre. Me puse roja de la vergüenza y creo que a Roberto eso le pareció gracioso.—Tranquila, ya mandé a preparar la cena. — Fue el ridículo comentario que hizo.Llegamos a nuestro Pent-house, todo estaba oscuro, las luces estaban apagadas, di unos pasos al frente con miedo de tropezar con algo, cuando tras de mí, Roberto encendió las luces. No podía creerlo, abrí la boca de la sorpresa y mis manos la cubrieron de inmediato. Voltee hacia Roberto que me observaba sonriendo, me lancé de un salto en sus brazos.Toda la sala del apartamento estaba llena de ramos de rosas rojas, por todas partes, incluso el piso estaba cubierto con pétalos rojos, haciendo un camino hacia el comedor.—¿Qué es esto?. — Le pregunté mientras me sos
Roberto estaba abriendo la pequeña cajita cuando le di mi respuesta, se quedó paralizado por unos segundos, parecía haberle caído un balde de agua fría encima, la pequeña abertura que dejaba ver la brillante sortija, se cerró de golpe. Yo comencé a llorar con más fuerza, tape mi rostro con mis manos, me sentía tan mal, tan avergonzada, tan cruel.Él se levantó y dio media vuelta, dispuesto a salir de allí, apenas sentí sus pasos y me di cuenta de que se iba, me destapé el rostro y me estiré para sostenerlo. Alcance agarrar una punta de la parte de atrás de su camisa.—¡Espera! ¡Por favor, espera! Tienes que escuchar, déjame explicarte ¿Acaso no puedes escucharme?. — Comencé a balbucear entre lágrimas mientras él seguía allí, de pie, de espaldas, sin voltear a mirarme.—Creo que es suficiente con la respuesta que me diste. — Continúo su camino, soltándose de mi agarre, alejándose sin dejarme darle una explicación.¿Cómo terminó todo así? Nada más hacía unos segundos éramos plenament
Roberto estaba sentado tras un enorme escritorio, había dos sillas al otro lado, una vacía, imagino que era la de Hugo y en la otra, estaba sentado Iván.Entre erguida, sería y orgullosa, pero sobre todo con una mirada llena de ira que no era actuada. Hugo cerró la puerta tras de mí y pasó a mi lado, quedándose de pie junto a Roberto, mientras que esté último, estaba echado hacia atrás en el respaldo de su silla, me observaba ceñudo, como si a estas alturas pudiera intimidarme.—Roberto… — Murmuré acercándome.“¿Ahora qué? ¿Qué le vas a decir?”, mi mente me atormentaba, la verdad es que me había imaginado este encuentro tantas veces e imaginé decirle tantas cosas… Sin embargo, ahora me había quedado sin palabras.Mi mirada se deslizó sobre el escritorio, en el que había un gran desorden. Tiradas y regadas, estaban muchas carpetas dejando una revuelta de papeles y muchas fotos, me acerqué unos pasos más, una foto medio escondida entre los papeles, llamó mi atención.Sin mirar a nadie,
Bueno, quería vengarme de mi ex amiga y quería ayudar a Roberto con sus problemas con Don Marco, ¿No?. Quizás esté era el destino dándome la oportunidad de hacer ambas cosas de un tiro y apenas esa idea se formó en mi mente, las palabras salieron de mi boca de forma automática.—Quiero entrar. — Afirmé emocionada.—¿Qué?. — Cuestionó Roberto.—¡Sí! ¡Sé que puedo hacerlo! Seguro que no han intentado colar a una mujer allí, puedo infiltrarme. — Todos abrieron los ojos como platos, entendiendo al fin, lo que quise decir en un principio.—Estás loca. — Rechisto Roberto. — ¡Claro que no lo hemos intentado! Mayra, en la mafia, las mujeres no significan nada, son un adorno más en la decoración. ¿Qué caso tendría?.—Sí, pero un adorno que cargan para lucir en todos lados. — Me volteé hacia el escritorio, comencé a revolver todos los papeles tirados encima, sacando foto tras foto de Julieta con Don Marco y extendiéndolas una al lado de la otra. — Julieta está donde Don Marco está. — Señal