—¡Buen día!. — Vocifere desde el descansillo de la escalera, sosteniéndome del barandal para que no se notarán mis nervios.Todos detuvieron sus gritos e inmediatamente voltearon para verme, bajé las escaleras lentamente, con gracia, como toda una dama, manteniendo una postura formal.Nadie dijo nada, todos se quedaron mirándome bajar, excepto por el pequeño que seguía llorando. Llegué hasta la puerta y me detuve frente a la mujer.—Mucho gusto, mi nombre es Mayra.Extendí mi mano hacia la mujer, manteniéndome sería, Hugo y Zoila, el ama de llaves, me observaron algo confundidos, mientras que la mujer me paso sus ojos de arriba hacia abajo con cierto desprecio.—Me imagino que tú eres la nueva amante de Roberto. — Gruño.—Te equivocas. — Recogí mi mano muriéndome de rabia internamente, pero disimulando. — Soy su prima.—Pues bien, prima. — Acentuó la palabra con sarcasmo. — Ve a llamar a Roberto inmediatamente, tengo que hablar con él. — Exigió arrullando por primera vez al peque
Apenas llegué, Hugo salió de mi habitación, Roberto no quiso darme muchos detalles de lo que seguiría, eso me molestó. ¿Acaso no confiaba en mí?. Él estuvo todo el día en mi habitación usando mi computadora, el servicio nos llevó la comida hasta el cuarto con mucha discreción y yo, pasé el día aburridísima.Al llegar la noche, Hugo pasó una vez más por mi habitación, hablo un momento con Roberto entre murmuros y se fue al rato.Yo estaba enfurruñada, que pésimo día estaba pasando. Estaba tan ansiosa con esto de que alguien le estaba tendiendo una trampa a Roberto, quería participar, involucrarme más en el plan, ayudarlo, sin embargo, las negativas de Roberto me tenían bastante frustrada.—¿Sabes? No me había dado cuenta, hasta ahora, de que esta es nuestra primera noche en esta habitación.Roberto se acercó a mi cama, en donde yo estaba ya, en pijama y acostada. Se sentó a un lado de mí, yo me volteé hacia el otro lado, dándole la espalda, molesta.—Siempre había pensado en que serí
Roberto llegó hasta mi cintura, sentí que se detuvo, comenzó a bajar mis pantis, y al tiempo que la iba bajando con paciencia, fue lamiendo la parte de atrás de mis piernas.Cuando el panti fue lanzado fuera de la cama, él se sentó ligeramente a horcajadas en mis pantorrillas, me tomó por las caderas con ambas manos, con fuerza y empezó a soltar lametones en mi trasero.Yo estaba perdida, el deseo se apoderaba de mí, mis estremecimientos y gemidos no paraban, incluso, me empinaba para darle más acceso a mi trasero y que lamiera más.Roberto se levantó, todavía estando boca abajo, él abrió mis piernas y se acomodó de rodillas en medio de ellas. Siguió lamiendo y succionando, pero ahora, deslizando una de sus manos hasta mi vientre, introduciendo sus dedos en mi centro.Yo me movía, me meneaba sobre su mano, buscando más placer, quería más, deseaba más, mi mente comenzaba a blanquearse y el sentirlo a él, chupando mi trasero con más fuerza, me excitaba más.Él abrió ligeramente la ranur
Me escondí tras la pared, no podía verlos sin arriesgarme a qué me descubrieran, así que me concentré en escuchar atentamente.—No, señor. Sé que era la última dosis de suero que nos quedaba y se nos ha complicado últimamente conseguir porque no podemos movernos mucho, pero en vista de que la mujer no quería hablar y usted me pidió específicamente que no la dejara tan maltratada por el chiquillo, no me quedó otra opción. — Hugo.—¿Y qué? ¿Por lo menos si sacaste algo bueno?. — Roberto.—Sí, efectivamente la mujer fue enviada aquí, le pagaron una gran suma de dinero, de hecho, el pequeño, ni siquiera es hijo de ella, es de su hermana mayor. — Hugo.—Sí, me lo imaginé. ¿Y quién la envío?. — Roberto.—Ella no lo sabe, no le dieron sus nombres, pero obtuve una buena descripción de los sujetos y creo imaginar quien fue. — Hugo.Esperé que mencionaran el nombre, pero no dijeron nada por un buen rato, o por lo menos bajaron el tono de voz, decidí asomarme, seguían allí, me escondí nueva
Era el momento de hablar, de enfrentar a Roberto. Después de todo lo que había escuchado de la conversación que tuvo con Hugo, estaba más confundida que nunca y sabía que Roberto me ocultaba información importante, estaba segura, y lo demostraba más gracias a la expresión de sorpresa que se le marcaba en el rostro.—¿Qué haces aquí?. — Murmuró Roberto poniéndose ceñudo.—Creo que es obvio, te seguí. — Crucé mis brazos sobre mi pecho.—Vete a tu habitación ahora mismo. — Soltó amenazante, entrecerrando los ojos.—¿Piensas que me iré solamente porque tú me lo dices?. — Levanté el rostro, altanera.—Mayra… — Se apretó la base de la nariz con sus dedos pulgar e índice.—¡Basta de mentiras, Roberto! ¡Estoy cansada de todo esto!. — Levanté la voz con autoridad.—Nunca te he mentido. — Replicó severo.—Pero me ocultas las cosas, que es lo mismo. — Le refuté, señalándolo — Ahora, necesito la verdad, necesito explicaciones.—Este no es el momento, ni el lugar, Mayra. — Respondió con u
Llevábamos varias horas por la carretera, este viaje era el más aburrido de la vida, pero valió la pena. Por lo menos valió la pena por ver la cara de furia de Roberto cuando me subí al automóvil con Iván, aunque pensé que me iba a hacer un escándalo, no dijo absolutamente nada, terminó lanzando la puerta que había abierto para mí, dando la vuelta al auto para subir en el asiento del piloto y arrancando ese motor a todo lo que daba, dejando una nube atrás.Iván me observó serio, seguramente ya sabía algo sobre lo que había pasado esa misma madrugada entre Roberto y yo, pero me daba igual.Pensé muchas veces como abordar el tema del mafioso italiano Don Marco con Iván sin mostrarme sospechosamente curiosa, no me llegaba ninguna buena idea, el tiempo se me acababa, ya estábamos cerca de la ciudad y aunque no sabía si ese era nuestro destino, por lo menos debía ser una parada segura.Entonces, decidí improvisar, con la esperanza de que pudiera enterarme de algo que me ayude.—¿Sabes Ivá
Había pasado tres largos días y aunque debieron ser un ensueño en la nueva residencia que compartía con Roberto, resultó de lo más frustrante. Lo extrañaba más de lo que pensé, ya sentía que mi orgullo comenzaba a flaquear.Roberto casi no estaba en el apartamento, usualmente se iba a trabajar en los pisos inferiores, dónde había instalado su oficina y se reunía con los miembros de seguridad e inteligencia de su organización.Yo pasaba el día vagando acompañada ocasionalmente por el personal de servicio. Al parecer, Roberto se había tomado en serio mi ley del hielo, porque casi no se acercaba a mí, me hablaba únicamente cuando era justo y necesario.Ocasionalmente, yo bajaba hasta los pisos de seguridad con la excusa de usar el gimnasio que habían instalado allí, pero siempre intentando colarme a la oficina de Roberto, como le había advertido antes, no me daría por vencida, estaba segura de que en sus archivos encontraría la información que necesitaba. Pero esa misión resultaba más di
La camarera llegó con la botella y dos vasos, nos sirvió y dejo todo en la mesa de centro, cerró la cortina a su salida.—¿Qué te parece el lugar?. — Comenzó Roberto entregándome uno de los vasos servidos.—Está genial, me encanta. — Tomé un sorbo.—Es nuestro. — Agregó él. — Es uno de nuestros clubes.—¿En serio? ¡Wow, no me lo esperaba!. —También las tiendas que visitamos y el restaurante… — Abrí los ojos como platos. — Creo que es momento que vayas conociendo más de nuestros negocios, también de nuestras mixtas inversiones.—Querrás decir tuyas…—Nuestras. — Él me observó fijamente, serio, sin titubear. — Dijiste que querías más información y…—No era esto a lo que me refería. — Lo interrumpí.—Lo sé. — Asintió y tomo un largo trago.—Pero te lo agradezco. — Agregue. Él asintió ceñudo.—También quería informarte que los italianos ya se fueron, regresaron a su país, imagino que por el momento se dieron por vencidos, intentaron llegar a la finca, pero yo me les adelante y