Se encontraban todos reunidos, como la familia que eran, en un círculo en donde los puntos de atención principal, era Leonardo y Emma, más Leonardo. Nunca se había visto a nadie tan elegante aquí, se escuchaba decir, algunas veces se formaba un silencio mórbido, y todas las miradas caían sobre ellos, quienes apenas hablaban, Emma estaba demasiado avergonzada y estresada como para que las palabras le fluyeran con la suficiente naturalidad, por lo que tenía que obligarse a sí misma a hablar.—Y bien, Emma. —La muchacha elevó sus ojos cuando escuchó la voz de su tío llamándola, maldijo para su interior, sabiendo que se aproximaba una pregunta incomoda y fuera de lugar—. Háblanos un poco de tu acompañante, es muy silencioso.En aquel momento, Leonardo sonrió, como quien escucha que le cantan “feliz cumpleaños” y no sabe precisamente que es lo que debería hacer, o como debería actuar, sus ojos cayeron sobre Emma, quien parecía saber menos que él sobre como responder a su familia.—Sí, él e
El rubor no se había apartado de sus mejillas aún, a pesar de que el beso había transcurrido hace unos diez minutos completos. Sabía que sus familiares jamás dejarían de hablar de aquello, en todas las reuniones familiares le recordaría como ella había besado a un hombre en frente de todos, o más bien, en como ella había sido besada por él, por un adinerado sujeto. Podía casi escuchar a las voces de todos, embriagados por la felicidad, sabía que ninguno veía más allá del dinero que Leonardo tenía, era evidente aquello. Más de una vez, ella había llevado a sus novios a una cena familiar, y estos habían sido fuertemente criticados y rechazados, no porque fueran peores que él —de hecho, muchos de sus antiguos novios, no eran tan malos como su familia quería hacerle pensar—, sino porque no eran ricos, como el hombre que conducía el auto en donde ella se encontraba, mirando de manera perdida por la ventana. Pensando, pensando. Su mente se deshacía de gota a gota, los pensamientos la enloqu
Se quedó paralizada, por completo estática, el color abandonó a su rostro, sus extremidades perdieron la fuerza, y no caerse resultó para ella, una completa lucha. Con mucho esfuerzo, le miró a los ojos, completamente perpleja, las palabras de Leonardo retumbaron como violentos truenos en sus oídos, el habla por un instante la abandonó. Sostenida de la mano de su jefe, que le acababa de proponer que fuera su novia, Emma tembló. ¿Se trataba todo de una cruda broma? Quiso saber, todavía sin otorgarle alguna respuesta. Le miró, esperando que el arrepentimiento se dejara ver entre sus ojos, pero solo firmeza vio en ellos, había dicho lo que había dicho y no parecía arrepentirse.—¿S-su novia? —balbuceó ella cuando por fin pudo deshacer un poco el nudo asfixiante en su garganta.—Emma, ¿no te das cuenta de que me gustaste desde la primera vez que te vi? —La muchacha no respondió, sostenida aún permanecía de él, miraba hacia todas las direcciones, como si intentara buscar una escapatoria a
A nadie le había contado sobre la propuesta de Leonardo, solo a su madre, con la cual hablaba en aquel momento, removiéndose con agitación de un margen a otro, sosteniendo el celular de manera trémula mientras miraba el vestido que Leonardo le había regalado. No solo un vestido, sino unas joyas, unos aretes, unos zapatos… sentía que era demasiado, estaba orillada al colapso y había muy poco que pudiese tranquilizarla en un momento como aquel.—¿Y qué le dijiste cuando te propuso aquello? —preguntó su madre con interés.—Que lo iba a pensar —contesto Emma, sentándose en su sofá y derrumbando su mirada en el reloj, faltaba una hora exacta para que Leonardo la pasara a buscar—. Pero no sé que contestarle…—No me digas que piensas darle una respuesta negativa, Emma.—No lo sé, mamá…—Emma, por el bien de todos, debes de decirle que sí aceptas ser su novia.Emma acarició su sien con impaciencia, sabía que su madre le respondería aquello, justo por eso, treinta largos minutos había dudado e
Era el lugar más precioso que en su vida completa hubiese visto. Una casa enorme de color blanco hueso, con cada uno de sus márgenes adornados, una araña enorme adornaba el techo, Emma se percató cuando entró al lugar, sostenida de la mano de Leonardo. Tragó saliva, intentando regular el volumen de su respiración, sintió como un par de miradas caían en ellos, lo primero que su mente paranoica le dijo, era que desde lejos todos podían ver que ella no era de clase alta, que era solo una simple secretaria.Leonardo miraba a Emma, tensa como una roca, pero bella como un diamante, era muy fácil leer sus ojos, era como si con mirarla, contara con la capacidad de saber cuales eran los pensamientos que se encontraban en su cabeza, en aquel instante, ella sentía las miradas clavadas en su cuerpo, en los cuerpos de ambos, ella desconocía que era la primera mujer con la que Leonardo White iba a una fiesta como aquella. Por supuesto que sería ganadora de cada una de las miradas de todos.Una músi
En su cabeza, recreaba una y otra vez lo que había ocurrido, demasiado en tan poco tiempo. Leonardo le había dicho que no tenía que regresar a trabajar más, y mucho antes de que ella ni siquiera pudiese objetar, él le había dicho que tenía que ir a la casa de sus padres a conocerlos.Emma se había quedado de piedra, ¿conocer a la familia White? Ni siquiera sabría como reaccionar, era muy probable que los nervios la sofocaran inmediatamente el padre de Leonardo le hiciera alguna pregunta, pero él había insistido, a pesar de que ella le había dicho que era demasiado pronto para ir a donde su familia. “Yo fui a donde la tuya” le había dicho él, ganándole la conversación y terminando de convencerla. “Te regalaré un nuevo vestido color frambuesa, mamá ama ese color”, seguía recordando las palabras de Leonardo a medida que observaba aquel nuevo vestido, habían sido demasiados en muy poco tiempo, sentía que no era algo que pudiese manejar, no estaba acostumbrada a que los hombres le obsequia
Leonardo ladeó su cabeza con cuidado, fijando su mirada en un punto indeterminado.—De ser una más, no la hubiese traído a este lugar, papá —fue lo único que respondió, sin mirar a su padre; un hombre bastante fornido a pesar de su edad—. ¿No lo crees?—Tiene sentido —admitió el hombre—. Pero no sé que tácticas estás empezando a usar ahora, Leonardo.El rubio le dedicó una mirada fulminante a su padre.—¿A qué te refieres con “tácticas”? ¿Tú también crees todos esos rumores de mí? Porque es lo único que me falta, primero Emma creyendo esos rumores, las estúpidas secretarias de tu empresa dispersándolo, ¿y ahora tú, mi padre, creyéndolos?—Leonardo, ambos sabemos que no son simples rumores.—Son cosas que sucedieron hace años, papá, y sabes que es así, ¿por qué es tan difícil creer que cambié? Maldición, ¿me has vuelto a ver haciendo lo mismo?—No, pero…—Exacto, ya dejé de ser así, pero todos se empeñan en restregarme en la cara lo que solía ser, maldición, sé que era un estúpido, ¿es
Ella le había pedido la discreción que él no quería mantener. “¿Por qué es necesario mantenerlo en secreto?” le había dicho Leonardo, él quería gritarlo a todos lados, quería que todos supieran que ella era su novia, para que así nadie se atreviera a intentar seducirla, pero Emma, seguía creyendo que se veía demasiado mal ser la novia de su jefe, por ello, le había pedido solo un par de semanas. “Solo espera un poco, solo unas semanas” le había dicho, aunque él se había notado en completo desacuerdo había accedido a no decírselo a nadie, pero eso no evitaba que su comportamiento fuera el inadecuado, al menos allí: besos, caricias, casi delante de todos.Ni siquiera era necesario decirle a nadie que ellos eran más que secretaria y jefe, pues Emma tenía la idea de que las suposiciones estaban circulando, todo era demasiado evidente, una semana y ya lo que había querido mantener en secreto, estaba en la boca de todos, las personas la miraban distinta, siempre que Leonardo se acercaba a e