En su cabeza, recreaba una y otra vez lo que había ocurrido, demasiado en tan poco tiempo. Leonardo le había dicho que no tenía que regresar a trabajar más, y mucho antes de que ella ni siquiera pudiese objetar, él le había dicho que tenía que ir a la casa de sus padres a conocerlos.Emma se había quedado de piedra, ¿conocer a la familia White? Ni siquiera sabría como reaccionar, era muy probable que los nervios la sofocaran inmediatamente el padre de Leonardo le hiciera alguna pregunta, pero él había insistido, a pesar de que ella le había dicho que era demasiado pronto para ir a donde su familia. “Yo fui a donde la tuya” le había dicho él, ganándole la conversación y terminando de convencerla. “Te regalaré un nuevo vestido color frambuesa, mamá ama ese color”, seguía recordando las palabras de Leonardo a medida que observaba aquel nuevo vestido, habían sido demasiados en muy poco tiempo, sentía que no era algo que pudiese manejar, no estaba acostumbrada a que los hombres le obsequia
Leonardo ladeó su cabeza con cuidado, fijando su mirada en un punto indeterminado.—De ser una más, no la hubiese traído a este lugar, papá —fue lo único que respondió, sin mirar a su padre; un hombre bastante fornido a pesar de su edad—. ¿No lo crees?—Tiene sentido —admitió el hombre—. Pero no sé que tácticas estás empezando a usar ahora, Leonardo.El rubio le dedicó una mirada fulminante a su padre.—¿A qué te refieres con “tácticas”? ¿Tú también crees todos esos rumores de mí? Porque es lo único que me falta, primero Emma creyendo esos rumores, las estúpidas secretarias de tu empresa dispersándolo, ¿y ahora tú, mi padre, creyéndolos?—Leonardo, ambos sabemos que no son simples rumores.—Son cosas que sucedieron hace años, papá, y sabes que es así, ¿por qué es tan difícil creer que cambié? Maldición, ¿me has vuelto a ver haciendo lo mismo?—No, pero…—Exacto, ya dejé de ser así, pero todos se empeñan en restregarme en la cara lo que solía ser, maldición, sé que era un estúpido, ¿es
Ella le había pedido la discreción que él no quería mantener. “¿Por qué es necesario mantenerlo en secreto?” le había dicho Leonardo, él quería gritarlo a todos lados, quería que todos supieran que ella era su novia, para que así nadie se atreviera a intentar seducirla, pero Emma, seguía creyendo que se veía demasiado mal ser la novia de su jefe, por ello, le había pedido solo un par de semanas. “Solo espera un poco, solo unas semanas” le había dicho, aunque él se había notado en completo desacuerdo había accedido a no decírselo a nadie, pero eso no evitaba que su comportamiento fuera el inadecuado, al menos allí: besos, caricias, casi delante de todos.Ni siquiera era necesario decirle a nadie que ellos eran más que secretaria y jefe, pues Emma tenía la idea de que las suposiciones estaban circulando, todo era demasiado evidente, una semana y ya lo que había querido mantener en secreto, estaba en la boca de todos, las personas la miraban distinta, siempre que Leonardo se acercaba a e
Habían transcurrido tres semanas desde que Leonardo había echado a aquellas dos secretarias, y si Emma hubiese sabido las consecuencias que eso traería, hubiese insistido en que no las echaran; todos en la empresa le apuntaban con un ojo acusador, todos le decían que había sido su culpa que hubiesen echado a esas dos inocentes muchachas que vivían de eso, pero nadie se lo decía directamente, porque, según lo que Emma había escuchado, todos temían de que ella fuese a donde Leonardo a contárselo. Le parecía una gran locura como pasó de ser una don nadie en aquella empresa, a ser una —por no decir la más— de las más odiadas de allí, miradas crueles se topaba en cada esquina, si necesitaba ayuda, y Leonardo no estaba a su lado, nadie se la ofrecía, pero para su dicha, él siempre estaba a su lado, incluso, hasta un punto algo… sofocante para Emma.“Soy un hombre bastante romántico cuando me enamoro” recordaba sus palabras, una sonrisa se le arrancó del rostro, no podía decir que mentía, en
Liam notó la expresión en los ojos de aquel desconocido, pero Emma pareció no hacerlo. La muchacha se limpió un poco de los trozos de galleta que se le habían caído sobre la ropa, y se colocó de pie, con una suave sonrisa caminó hacia donde Leonardo, quien se había quedado estático en su posición, como fuera incapaz de darle crédito a sus ojos, parpadeó con fuerza, como si con hacer aquello, lograría que ese sujeto que él desconocía, saliera del lugar en donde vivía Emma.La muchacha caminó hacia Leonardo, abriendo sus abrazos, dándole un abrazo que él ni siquiera correspondió, pues permaneció estático, en su lugar, mirando a Liam, que lo retó con la mirada, ni siquiera supo por qué, Leonardo no entendía que hacía aquel sujeto con Emma, y Liam no entendía quien era aquel sujeto y por qué Emma lo había abrazado y besado en la mejilla, ambos hombres se encontraban en una mezcla de dudas, Emma ni siquiera se percataba de que las miradas de ambos parecían batallar sin alguna razón.—Leona
Emma parpadeó de manera repetida, mirando a Leonardo desde los pies hasta la cabeza, su ceño se frunció, se alejó de él, tragando saliva con una sensación ocre en la boca.—¿Q-qué?—Que no volverás a ver a ese sujeto, Emma.—Claro que lo volveré a ver, es mi amigo desde hace como doce años —le dijo, enojada, no solo por el comportamiento que él tenía, sino por el comportamiento que había tenido cuando Liam había estado allí, no le había gustado para nada que su amigo hubiese sido tratado de esa manera, especialmente cuando Liam era un hombre tan dulce, que se hubiese llevado muy bien con Leonardo, si él no lo hubiese atacado—. ¿Por qué lo trataste así?—Emma, llegué con comida para ambos, saqué tiempo de donde no tenía, solo para verte, no tienes idea de lo desesperado que estaba de verte, y llego te encuentro con… ¿un sujeto dándote galleta en la boca? ¿Cómo querías que reaccionara?—No debiste de hablarle así, es mi amigo.—¿Por qué parece que te importa más él que yo?Emma miró a l
Nunca había jamás conseguido experimentar una sensación como tal, aquella sensación, dulce, pero asfixiante en la que una persona en específico no salía de su cabeza, en la que esa persona bailaba por las esquinas de su mente sin cesar, en la que esa persona se aparecía en sus sueños, jamás en toda su vida había experimentado un anhelo desesperado y casi enfermizo de tener a alguien cerca, de que esa persona no se le fuera del lado; él era Leonardo White, el soltero más codiciado de aquella ciudad, y con seguridad podía decir que uno de los solteros más codiciados de aquel país, podía tener a la mujer que quisiera, sin embargo, una mujer tan simple como Emma, lo mantenía en insomnio, en angustia constante, Leonardo no sabía lo celoso que podía llegar a ser, hasta que se vio en un peligro de perderla, la parte más racional de él, le decía que aquel peligro era uno falso, que no la perdería, pero había una parte de él, —una muy fuerte— que le gritaba que sí, que cualquier otro era capaz
Sabía que Emma sentía una incómoda presión sobre sus hombros cada vez que ambos salían tomados de la mano, las miradas de todos clavadas en ellos, eran como agujas que herían a Emma, le había dicho que evitara gestos así —a pesar de que todos sabían que ella y Leonardo estaban en una relación, y quien no lo sabía, lo sospechaba de manera enorme—, pero a él no le gustaba obedecer jamás lo que ella pedía, y lo hacía de manera intencional, pues todo se trataba de aquel plan que había ideado semanas atrás: hacer sentir tan incomoda a Emma en aquella empresa, que ella por su cuenta eligiera irse, para que así, estuviera a salvo de cualquier hombre que la buscara seducir, porque sabía que si le decía de manera directa: “Emma, no quiero que sigas trabajando aquí” luego le explicaba sus razones, ella se enfadaría por sus celos.Leonardo acarició la mano de Emma a medida que caminaban, ocasionando que una sonrisa se marcara en los labios de la muchacha. El rubio abrió la puerta en donde la jun