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Capítulo: Caer en desgracia

Marella escuchó el ruido de las sirenas, miró alrededor y vio a los paramédicos, la sacaron del auto, su cuerpo estaba adolorido, tenía una herida en la frente, la subieron a la camilla y notaron que tenía sangrado vaginal.

—¡Estoy embarazada…! ¡Ayúdame por fa! —susurró débil

—¡Está embarazada! Apúrense, está sufriendo un aborto, debemos llegar rápido para que la auxilien —dijo el paramédico.

Le suministraron oxígeno y pronto estuvo en la ambulancia.

Iba consciente, a veces perdía el conocimiento y luego volvía en sí.

***

En el hospital.

Eduardo Aragón caminaba de un lado a otro con una gran desesperación.

Su corazón latía al recordar las palabras de Glinda.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando vio a Glinda en una camilla, era trasladada a una habitación, él se acercò y tomó la mano de la mujer, besando su dorso con ternura.

—Todo va a estar bien, cariño, nuestro bebé va a sobrevivir.

Marella despertó de su aturdimiento, iba en la camilla, pero, pudo ver a lo lejos a Eduardo y a Glinda.

Estaba a punto de ser llevada al quirófano, entonces se dio cuenta de que ellos siempre fueron la pareja, y ella la extraña en la relación.

Una sola lágrima rodó por su mejilla.

«Mi hijo es todo lo que tengo, solo quiero que él viva, nada más me importa ya», pensó.

Marella fue llevada al quirófano. Escuchó las voces angustiadas de los doctores.

El sangrado vaginal seguía, cuando comenzaron a atenderla, las enfermeras quitaron su ropa, y pronto sintió manos que la examinaban con urgencia, escuchó que pedían realizar estudios de inmediato.

De pronto, la llevaron al quirófano, la hicieron firmar una responsiva, Marella estaba muy mal, pero no tenía opción, debían operarla de emergencia.

Tuvo miedo de morir.

—¡Por favor, salven a mi bebé!

El doctor la miró con compasión, ni la enfermera, ni los otros doctores dijeron nada.

—Descanse, todo estará bien.

Marella cerró los ojos.

—Ha perdido mucha sangre, debemos hacer el aborto, por desgracia no hay forma de salvar al bebé —dijo el doctor.

***

Mientras Eduardo acompañaba a la dormida, Glinda y aún estaba en trance de convertirse en padre.

Olvidando por completo que estaba a punto de casarse con otra mujer.

Él exhaló el aire de sus pulmones, sintiéndose como si estuviera soñando.

Su obsesión siempre fue Glinda, pero ella nunca lo eligió a él, en cambio, se quedó con su mejor amigo Donald, pero luego de su matrimonio de hace seis meses, las cosas entre ellos fueron peor.

Cuando Glinda se enteró de que Eduardo iba a casarse con Marella, su actitud cambió, Eduardo no comprendía el porqué, luego de la cena donde pidió matrimonio a Marella y que su abuelo diera el ultimátum para volverlo su único heredero, de pronto, Glinda cambió.

Aquella noche la recordaba bien, porque Glinda lo llevó a un lado y le dijo que, si pudiera cambiar su elección, hubiese aceptado su amor.

Eduardo estaba sorprendido, y le dijo que de no existir Marella, él estaría con ella.

Pero, esa noche, Donald lo escuchó, Glinda fue expulsada de la casa, y Eduardo fue a consolarla, provocando que bebieran hasta pasar la noche juntos, mientras Donald tuvo un accidente en auto que lo mató.

Glinda descubrió su embarazo tres meses después, pero la familia de Donald estaba en quiebra económica, por lo que se negaron a apoyarla.

En ese momento, todo lo que tenía Glinda era a Eduardo.

Y ahora este niño resultó ser suyo, ¡de Eduardo! Inconscientemente, alargó la mano para acariciar las mejillas de la mujer.

Se veía frágil y pálida.

Glinda abrió los ojos, y sonrió al verlo.

—¡Eduardo, pensé que iba a morir!

Eduardo tomó su mano.

—¡¿Es verdad, Glinda?! Dime, ¿el hijo que esperas es mío? —exclamó intrigado.

Glinda esbozó una sonrisa, asintió.

—Es tu bebé, Eduardo, tenía tanto miedo de que se supiera la verdad.

—¡¿Por qué no me lo dijiste antes?!

Glinda comenzó a llorar.

—¡Por ella! Tenía miedo de Marella, ella se enteró, ¡Marella me hizo perder el control del auto! Se volvió una fiera cuando supo que mi hijo es tuyo, quiso matarme, ¡Ella se volvió alguien cruel, Eduardo! Ella quiere matar a nuestro hijo, juró que lo haría, tengo tanto miedo, ¡Debes protegerme!

—¡¿Qué dices?! ¿Marella te hizo daño?

Glinda comenzó a llorar.

—¡No le regañes, ni le hagas nada, Eduardo! Después de todo, la engañamos, por eso actuó así.

Eduardo estaba sorprendido.

—Eres tan amable Glinda, pero ella quería hacerte daño a ti y a nuestro hijo, ¡y debe pagar por ello! Te lo juro.

Un odio voraz se apoderó del hombre, su rostro enrojeció, Eduardo salió sin decir nada, escuchó a Glinda querer detenerlo, pero cuando salió, ella solo sonrió.

—Pobrecilla Marella, has caído en desgracia, se acabó tu entrada a la familia Aragón, ahora yo ocuparé tu lugar —murmuró Glinda.

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