Un silencio cimbró el lugar, los ojos de Eduardo se ensancharon, sorprendidos al ver a la mujer ahí.
Glinda sintió una rabia intensa.
—¡Haz que se vaya, ha venido a maldecirme! —dijo Glinda casi llorando.
—¡Quiero felicitar a los novios! Se merecen el uno al otro, hacen una pareja perfecta, ¿no lo creen? Después de todo, son igual de traidores, ¿Acaso no engañaste a tu difunto marido con Eduardo, quien me traicionó a mí, Glinda? Diles, diles a todos que esperas un hijo de Eduardo, ¿O no es de Eduardo? Ya que es una mujer infiel, dinos, Glinda, ¿Ese hijo que esperas es realmente de Eduardo Aragón? —exclamó Marella en voz alta, sintiendo una adrenalina que le daba fuerzas.
La gente estaba tan sorprendida, Eduardo estaba al borde de un ataque de ira.
Glinda estaba llorando sin control, corrió alejándose, abrumada por la humillación, Yolanda fue tras ella.
Justo al fondo, con una sonrisa burlona, estaba Dylan Aragón, el primogénito de Máximo y medio hermano de Eduardo.
«Venir aquí y ver esta humillación, valió toda la pena», pensó satisfecho admirando a la joven valiente que estaba destrozando la reputación de Eduardo.
—Señor Dylan, acompáñeme —dijo un guardia.
Dylan arrugó el gesto con rabia, estaba bebiendo su copa de vino.
—¿Y por qué?
—Es una orden de la señora Yolanda Aragón, usted debe irse, está repudiado por la familia Aragón, no se admite su presencia aquí, será expulsado por las buenas o por las malas.
Cuando lo tocaron, Dylan los miró con ojos feroces.
—¡Quítame tus manos de encima o te mataré!
Los hombres lo soltaron.
Dylan miró alrededor, pudo decirle al abuelo, pero con lo que vio se sintió satisfecho, no quería quedarse más, dejó la copa, salió del lugar, subió a su auto y se marchó.
***
Eduardo se acercó a Marella, su gesto severo logró asustarla, pero el abuelo se acercó a ellos.
—Marella, por favor, hija, debes irte. Eduardo tomó una decisión, te suplico que te vayas por dignidad.
Marella observó al anciano, pensó que estaba en su contra, siempre creyó que le agradaba, ahora no lo creía.
Sus ojos se volvieron tristes, decepcionados, el abuelo Santiago pudo notarlo.
—Bien, he dicho todo lo que quise decir, que seas feliz con tu mujerzuela —sentenció.
Marella salió de ahí, Eduardo fue tras ella, el abuelo quiso detenerlo, pero Eduardo no le hizo caso.
Al salir, Marella sintió una mano que la tomó con fuerza.
—¡¿Cómo has podido hacer esto?!
Marella le empujó, alejándolo de ella.
—¡Aléjate de mí! ¡Eres un traidor!
El hombre la miró con rabia.
—¿Y tú? ¡Planeaste asesinar a mi bebé!
Ella negó.
—No lo hice, cree en esa loca, quédate con ella, he terminado con esto, no me interesa, no sabes cuánto te odio, disfrutaré de ver tu caída, porque te juro que arruinaré tu vida.
Ella quiso irse, la detuvo, la tomó de los brazos con tal fuerza, pellizcó su mejilla.
—¡No me amenaces! No puedes hacerme nada, eres una hormiga contra mí, ¿Qué puedes hacerme, tonta? Pero, yo sí puedo arruinarte, y ¡Pagarás por humillarme! —gritó con rabia
Marella sintió miedo, ¿Cuándo ese hombre que amó se convirtió en ese monstruo? Pensó en su bebé, eso le dio fuerzas para defenderse.
—¡Déjame! Mejor dedícate a averiguar si ese hijo es tuyo, probablemente criarás al hijo de otro, ¡eres una burla para el mundo, Eduardo! Glinda jugó contigo, te lo mereces.
Eduardo empujó a la mujer, haciéndola caer al suelo.
Marella sintió dolor. Le miró con desprecio.
—¡Eres solo una mujer despechada porque nunca te amé, porque te abandoné por mi verdadero amor! Estás acabada de Marella, fui lo mejor que te pasó, y ahora, te quedarás sin mí, ahora perteneces a la basura.
Marella le miró con dolor, sus palabras le dolían, pero no iba a demostrarlo, sonrió.
—Tú no eres lo mejor que me pasó, ¡mírame bien! Pronto, me casaré con alguien mil veces mejor que tú, más rico, y sobre todo un hombre de verdad, te invitaré a mi boda, ya verás.
Marella dio la vuelta.
—¡Marella, estás loca! ¿Quieres una guerra por despecho? ¡Acabaré contigo! —sentenció
Marella le miró y sonrió.
—¡Eduardo Aragón, vete al infierno!
Ella le lanzó el collar que le regaló en su primer aniversario de novios al suelo, salió de ahí sin mirar atrás.
Eduardo miró esa joya brillar en el suelo.
Marella caminaba por las calles sin rumbo, las lágrimas corrieron por su rostro, pensaba en Eduardo, creyó que serían felices, lo había amado desde la primera vez que lo vio, pensó que él también la amaba, hasta que Glinda volvió a sus vidas.Llegó a un parque, tomó asiento, y se desmoronó, no pudo evitarlo.De pronto, la mujer escuchó gritos, miró atrás y del otro lado del parque, observó un auto en medio de la calle, varios hombres bajaron a otro sujeto, y comenzaron a golpearlo.Marella se asustó, quiso llamar a la policía cuando se dio cuenta de que olvidó su teléfono en casa.Supo que debía irse, era peligroso para una dama estar ahí, pero poco le importó, pensó en el hombre herido.Corrió hasta ahí, cuidando no ser vista.Se escondió tras un árbol.Esos hombres eran como una banda de salvajes, golpeando entre tres a un solo hombre con tal saña, podían matarlo.Marella cubrió su boca, tenía mucho miedo.Uno de ellos sacó una pistola, el corazón de la mujer se congeló.El hombre h
La risa burlona del hombre retumbó por el lugar.Los ojos de la mujer se volvieron severos.—¡¿Quién se cree para burlarse de mí?!El hombre la miró con ojos pequeños.—Tu excuñado, o como quieras llamarme, te vi lanzar veneno sobre los novios —dijo y bebió la copa, luego aplaudió—. Buen trabajo.Ella retrocedió, estaba humillada.—Bueno, veo que no morirá, ahora me voy.—No puedes irte.Ella se detuvo, asustada.—¿Qué? ¿Cómo de que no?—No puedo llevarte, estás lejos de casa, no te irás, niña, te quedarás hoy, mañana que esté mejor, te llevaré a casa.—No es necesario, puedo tomar un taxi.La mujer casi alcanzaba la puerta, cuando Dylan se levantó, sintió un mareo, que casi lo hizo caer.Marella corrió hacia él.—No está bien, vamos, lo llevaré a que descanse, necesita dormir.Ella tomó su brazo, él caminó, estaba muy mareado, nunca se sintió tan vulnerable.Apenas llegaron a la oscura habitación, cayó sobre la cama, todo daba vueltas, cerró los ojos.Marella le miró angustiada, pero
Marella se levantó como un resorte, abandonó la cama, negó una y otra vez.—¡No! ¿Por qué me dice esas cosas? ¡Malagradecido! —exclamó furiosa, le apuntó con el dedo—. ¡Ayer salvé tu vida, curé tu fiebre! ¿Es así como pagas la ayuda? ¡Engreído, patán! —recriminó.El hombre se sorprendió de su carácter, en el pasado, vio a Marella solo dos veces, en fiestas de la familia Aragón, pero nunca fueron presentados, siempre le pareció demasiado bonita para el tonto de su hermano, pero ya que Eduardo y él siempre fueron rivales, nunca le habló, le pareció que cualquier persona asociada a Eduardo, o a su madrastra eran igual de malos que ellos.Dylan la miró por un segundo, los recuerdos vinieron claros como el agua a su mente, ella salvó su vida, siendo valiente, usando una pistola de los delincuentes, y luego, ella curó su fiebre.Pero, los recuerdos de ese beso vinieron repentinos, él no pudo olvidarlo, extrañamente, sintió su boca seca.—¿Y me curaste la fiebre a besos? ¿Por qué te recuerdo
Marella y su madrastra Lina estaban en la estación de policía, pronto apareció su amiga Suzy.Estaban desesperadas.Pronto, apareció el abogado, quien les indicó que el padre de Marella esperaría su juicio dentro de la prisión y que el juez había negado la fianza.Marella estaba sorprendida.—¡No puede ser! Por favor, debe poder hacerse algo, no es un delito tan grave para que no haya fianza —suplicó Marella.El abogado negó.—Tengo las manos atadas, además, no podré llevar el caso.—¡¿Qué?! ¿Por qué?—Lo siento, señorita Marella, su padre hizo malversación para la familia Aragón, ellos son poderosos, nadie puede enfrentarse a esa familia y salir airoso, no arruinaré mi carrera por usted.El hombre dio la vuelta y se fue.Marella estaba destrozada, Suzy la abrazó.Ella suplicó ver a su padre, pero el comisario les dijo que debían volver mañana.No había nada que hacer, tuvieron que volver a casa.***Al llegar, y abrir la puerta, encontraron a Eduardo Aragón en el recibidor.Los ojos
Al día siguiente.Marella decidió ir a su trabajo, se reunió con su jefe.Estaba muy nerviosa.—Marella, que bueno que viniste, hay algo de lo que debemos hablar, pero ¿Cuál es tu petición?—Señor Estrada, tengo un problema muy grave, es personal, ¿podría hacerme un préstamo urgente?El rostro de su jefe parecía renuente.—Lo siento, Marella, no puedo hacerlo.Marella se sintió sin esperanza, pero el hombre tomó un cheque y se lo dio, junto a una carta.—¿Qué es esto? —no era una cantidad de dinero despreciable, pero Marella no entendía nada.—Esto… es tu liquidación, Marella, estás despedida.Los ojos de Marella se abrieron en pánico, ¡no podían despedirla ahora!Lanzó un suspiro agotado.—¡¿Qué hice mal?!—Lo siento, Marella, nuestra empresa es muy cercana al conglomerado Aragón y como sabes…Marella asintió, tenía una sonrisa amarga en la cara, lo entendía todo, se trataba de Eduardo cerrándole las puertas, era increíble como hace menos de un mes era su prometido y ella era una pers
Marella los observó con odio encendido. Se levantó del suelo, su labio sangrando, pero una sonrisa torcida apareció en su rostro.—¡Jódanse! —escupió a sus pies, su voz cargada de veneno.Eduardo la miró lleno de rabia, su rostro irritado, y de un golpe, abofeteó su mejilla con fuerza. El eco del golpe resonó en la sala.Marella cayó al suelo, el dolor se extendió por su cara, pero en lugar de llorar, comenzó a reír. Una risa aguda y amarga que hizo que el aire en la habitación se sintiera pesado.—Eduardo Aragón, ¿me golpeas porque herí tu orgullo... o porque dudas de que ese bebé que espera ella sea tuyo? —susurró, cada palabra, una daga.Eduardo frunció el ceño, su rostro se puso rojo de ira. Marella lo miró, luego desvió la vista hacia la puerta, pero sonrió, triunfante.—No me disculparé. Sigo pensando que tu mujer es una zorra, y ese hijo que espera no es tuyo. Cría un bastardo, Eduardo... ya sabes lo que dicen, "de tal palo, tal astilla."—¡Marella! —rugió Eduardo, su voz era co
Marella sintió el miedo apoderarse de su cuerpo mientras trataba de adivinar las intenciones de Dylan. ¿Y si le pedía pasar la noche con él? Esa pregunta rondaba en su mente, erosionando su última pizca de calma. Ella no quería entregarse a ningún hombre por dinero, pero la situación era crítica: su padre estaba en peligro. ¿Podría sacrificar su dignidad por él?Sabía que lo haría si no había otra opción, pero solo la idea le partía el corazón.Dylan notó cómo el cuerpo de Marella temblaba bajo su mirada.Con un gesto rápido, la soltó, alejándola de él.—No te hagas ilusiones —dijo con frialdad—. No eres mi tipo.El comentario hizo que Marella frunciera el ceño. Al miedo ahora se le unía la rabia.—Bien —respondió con sarcasmo—, tú tampoco eres el mío.Los ojos de Dylan se endurecieron, afilándose como dagas. —. Entonces, ¿qué demonios quieres de mí?Marella intentó mantener la calma, aunque su voz apenas pudo sostenerse.—Es por mi padre…Pero Dylan la interrumpió, cruzando los braz
Marella miró a Glinda y Yolanda con desprecio, pero sabía que ya había tenido suficiente de ellas. Todo lo que quería era marcharse. Estaba a punto de irse cuando la voz chillona de Glinda la detuvo.—¡Marella, has robado mi anillo de compromiso! ¡Devuélvemelo!Marella se giró, furiosa, sus ojos ardiendo de indignación.—¡Vete al diablo! No te he robado nada.Yolanda, rápida como un rayo, le arrebató el bolso a Marella antes de que pudiera reaccionar. Abrió el cierre y, para sorpresa de nadie, allí estaba la sortija.—¡Ladrona! —exclamó Yolanda con un desprecio profundo—. Claro, como ahora tu padre es un delincuente, tú también te has convertido en una ladrona.El rostro de Marella se encendió de vergüenza e ira.—¡Eso no es cierto! —gritó, temblando de rabia—. ¡No robé nada! ¡Glinda, tú lo pusiste en mi bolso!Glinda sonrió, fingiendo indignación.—¿Yo? —preguntó con un tono cargado de sarcasmo—. Eres patética, Marella. Solo acepta que me robaste.No pasó mucho tiempo antes de que los