Marella se levantó como un resorte, abandonó la cama, negó una y otra vez.—¡No! ¿Por qué me dice esas cosas? ¡Malagradecido! —exclamó furiosa, le apuntó con el dedo—. ¡Ayer salvé tu vida, curé tu fiebre! ¿Es así como pagas la ayuda? ¡Engreído, patán! —recriminó.El hombre se sorprendió de su carácter, en el pasado, vio a Marella solo dos veces, en fiestas de la familia Aragón, pero nunca fueron presentados, siempre le pareció demasiado bonita para el tonto de su hermano, pero ya que Eduardo y él siempre fueron rivales, nunca le habló, le pareció que cualquier persona asociada a Eduardo, o a su madrastra eran igual de malos que ellos.Dylan la miró por un segundo, los recuerdos vinieron claros como el agua a su mente, ella salvó su vida, siendo valiente, usando una pistola de los delincuentes, y luego, ella curó su fiebre.Pero, los recuerdos de ese beso vinieron repentinos, él no pudo olvidarlo, extrañamente, sintió su boca seca.—¿Y me curaste la fiebre a besos? ¿Por qué te recuerdo
Marella y su madrastra Lina estaban en la estación de policía, pronto apareció su amiga Suzy.Estaban desesperadas.Pronto, apareció el abogado, quien les indicó que el padre de Marella esperaría su juicio dentro de la prisión y que el juez había negado la fianza.Marella estaba sorprendida.—¡No puede ser! Por favor, debe poder hacerse algo, no es un delito tan grave para que no haya fianza —suplicó Marella.El abogado negó.—Tengo las manos atadas, además, no podré llevar el caso.—¡¿Qué?! ¿Por qué?—Lo siento, señorita Marella, su padre hizo malversación para la familia Aragón, ellos son poderosos, nadie puede enfrentarse a esa familia y salir airoso, no arruinaré mi carrera por usted.El hombre dio la vuelta y se fue.Marella estaba destrozada, Suzy la abrazó.Ella suplicó ver a su padre, pero el comisario les dijo que debían volver mañana.No había nada que hacer, tuvieron que volver a casa.***Al llegar, y abrir la puerta, encontraron a Eduardo Aragón en el recibidor.Los ojos
Al día siguiente.Marella decidió ir a su trabajo, se reunió con su jefe.Estaba muy nerviosa.—Marella, que bueno que viniste, hay algo de lo que debemos hablar, pero ¿Cuál es tu petición?—Señor Estrada, tengo un problema muy grave, es personal, ¿podría hacerme un préstamo urgente?El rostro de su jefe parecía renuente.—Lo siento, Marella, no puedo hacerlo.Marella se sintió sin esperanza, pero el hombre tomó un cheque y se lo dio, junto a una carta.—¿Qué es esto? —no era una cantidad de dinero despreciable, pero Marella no entendía nada.—Esto… es tu liquidación, Marella, estás despedida.Los ojos de Marella se abrieron en pánico, ¡no podían despedirla ahora!Lanzó un suspiro agotado.—¡¿Qué hice mal?!—Lo siento, Marella, nuestra empresa es muy cercana al conglomerado Aragón y como sabes…Marella asintió, tenía una sonrisa amarga en la cara, lo entendía todo, se trataba de Eduardo cerrándole las puertas, era increíble como hace menos de un mes era su prometido y ella era una pers
Marella los observó con odio encendido. Se levantó del suelo, su labio sangrando, pero una sonrisa torcida apareció en su rostro.—¡Jódanse! —escupió a sus pies, su voz cargada de veneno.Eduardo la miró lleno de rabia, su rostro irritado, y de un golpe, abofeteó su mejilla con fuerza. El eco del golpe resonó en la sala.Marella cayó al suelo, el dolor se extendió por su cara, pero en lugar de llorar, comenzó a reír. Una risa aguda y amarga que hizo que el aire en la habitación se sintiera pesado.—Eduardo Aragón, ¿me golpeas porque herí tu orgullo... o porque dudas de que ese bebé que espera ella sea tuyo? —susurró, cada palabra, una daga.Eduardo frunció el ceño, su rostro se puso rojo de ira. Marella lo miró, luego desvió la vista hacia la puerta, pero sonrió, triunfante.—No me disculparé. Sigo pensando que tu mujer es una zorra, y ese hijo que espera no es tuyo. Cría un bastardo, Eduardo... ya sabes lo que dicen, "de tal palo, tal astilla."—¡Marella! —rugió Eduardo, su voz era co
Marella sintió el miedo apoderarse de su cuerpo mientras trataba de adivinar las intenciones de Dylan. ¿Y si le pedía pasar la noche con él? Esa pregunta rondaba en su mente, erosionando su última pizca de calma. Ella no quería entregarse a ningún hombre por dinero, pero la situación era crítica: su padre estaba en peligro. ¿Podría sacrificar su dignidad por él?Sabía que lo haría si no había otra opción, pero solo la idea le partía el corazón.Dylan notó cómo el cuerpo de Marella temblaba bajo su mirada.Con un gesto rápido, la soltó, alejándola de él.—No te hagas ilusiones —dijo con frialdad—. No eres mi tipo.El comentario hizo que Marella frunciera el ceño. Al miedo ahora se le unía la rabia.—Bien —respondió con sarcasmo—, tú tampoco eres el mío.Los ojos de Dylan se endurecieron, afilándose como dagas. —. Entonces, ¿qué demonios quieres de mí?Marella intentó mantener la calma, aunque su voz apenas pudo sostenerse.—Es por mi padre…Pero Dylan la interrumpió, cruzando los braz
Marella miró a Glinda y Yolanda con desprecio, pero sabía que ya había tenido suficiente de ellas. Todo lo que quería era marcharse. Estaba a punto de irse cuando la voz chillona de Glinda la detuvo.—¡Marella, has robado mi anillo de compromiso! ¡Devuélvemelo!Marella se giró, furiosa, sus ojos ardiendo de indignación.—¡Vete al diablo! No te he robado nada.Yolanda, rápida como un rayo, le arrebató el bolso a Marella antes de que pudiera reaccionar. Abrió el cierre y, para sorpresa de nadie, allí estaba la sortija.—¡Ladrona! —exclamó Yolanda con un desprecio profundo—. Claro, como ahora tu padre es un delincuente, tú también te has convertido en una ladrona.El rostro de Marella se encendió de vergüenza e ira.—¡Eso no es cierto! —gritó, temblando de rabia—. ¡No robé nada! ¡Glinda, tú lo pusiste en mi bolso!Glinda sonrió, fingiendo indignación.—¿Yo? —preguntó con un tono cargado de sarcasmo—. Eres patética, Marella. Solo acepta que me robaste.No pasó mucho tiempo antes de que los
Marella tomó la copa y apenas probó el líquido. Frente a ella, el hombre le sonreía, como si ya supiera lo que vendría. Solía emplear esas tácticas para acercarse a mujeres jóvenes y hermosas, aquellas que normalmente no le dirigirían ni una mirada.—¿Y bien, primor? ¿Cuál es el asunto? —preguntó él, con una sonrisa calculada.Marella respiró hondo antes de responder, procurando que su voz no temblara.—Mi padre fue acusado de malversación de fondos, pero es inocente, ¡lo juro!El hombre arqueó una ceja, divertido.—Vaya, vaya, parece un caso serio. ¿En qué empresa trabaja?Marella vaciló; temía que, al revelarlo, él la rechazara.—Es… la empresa Aragón.El hombre enmudeció por un instante y luego soltó una carcajada.—¡Cariño, esto es una guerra de David contra Goliat!***Al fondo del bar, Dylan Aragón estaba con su amigo Franco, intentando pasar desapercibido. Dylan apenas prestaba atención a las mujeres que, desde lejos, le lanzaban miradas llenas de halagos. Para él, esta noche so
Dylan observó a Marella con sorpresa e intriga.—¿Estás bien, Marella? ¿Qué haces aquí?Ella lo miraba con una mezcla de miedo y urgencia, echando rápidas miradas hacia atrás. En ese momento, el hombre que la seguía los alcanzó y, con una expresión retorcida, tomó a Marella del brazo.—No pasa nada, señor, ella es mi mujercita. Ha bebido un poco de más, vendrá conmigo.—¡Suéltame! —gritó Marella, mientras su mirada empezaba a nublarse.Dylan sujetó el brazo de Marella y se enfrentó al hombre con furia.—Suelta a la señorita Robles ahora mismo, o será lo último que hagas —dijo con una firmeza que hizo retroceder al hombre.—Yo… yo… ¡Ella me pertenece!Dylan apretó el puño, sus ojos fulgurando con rabia.—Nadie le pertenece a nadie. Aléjate, si no quieres perder unos dientes.Un guardia se acercó al escuchar los gritos.—¿Señor Aragón? ¿Todo está bien?El hombre palideció, soltando a Marella de inmediato.—Ha sido un malentendido… no volverá a ocurrir.El hombre se dio la vuelta y se fue