—Dime, Marella, si un accidente ocurre ahora, ¿A quién piensas que salvaría tu prometido, a ti o a mí?
Glinda conducía ese auto, Marella iba en el asiento de copiloto.
La mujer tenía una sonrisa maliciosa en sus labios rojos.
Marella sintió miedo, un escalofrío la recorrió hasta la columna vertebral.
—¿Por qué dices cosas así, Glinda? Basta, conduce con cuidado.
Glinda sonrió. Miró al frente.
—¿Quieres apostar? Él dijo que te quiere, que se casará contigo, pero solo fue por mi pequeño error, porque en realidad, Eduardo lo dejaría todo por mí, incluso a ti.
Marella quería gritar, ¡cuánto quería maldecirla! Odiaba a Glinda como nunca odió a nadie, pero no podía hacer nada, Glinda era la viuda del mejor amigo de su prometido Eduardo y, además, su primer amor imposible, le tenía mucho cariño.
Glinda siempre fue la fuente de problemas, un problema con ella sería uno con su prometido, estaban a días de casarse, iban camino a su fiesta de compromiso, no quería arruinarlo.
Marella se quedó callada, sin saber que eso solo avivaba el desprecio de Glinda.
—¿Sabes quién es el padre de mi bebé, Marella?
Marella le miró, sintió miedo. Glinda estaba embarazada de tres meses actualmente.
—De tu difunto esposo, ¿de quién más?
Glinda volvió a sonreír.
—Y si te digo que no, y si te digo que mi bebé es de quien estás pensando.
Marella le miró con ojos enormes.
—¿Y en qué estoy pensando?
Glinda rio con burla, escucharon un claxon resonar, era el auto de Eduardo Aragón que les había alcanzado.
El hombre rebasó al auto en el que iban.
—¡¿De quién es tu hijo, Glinda?! —exclamó Marella, había una sospecha latiendo en su ser, ella llevaba dos años al lado de Eduardo Aragón, la idea de ser solo una mujer engañada comenzaba a destrozarle el corazón.
De pronto, Glinda aceleró, zigzagueó, perdió el control del auto. Marella tuvo mucho miedo.
Sintió el fuerte latigazo en el cuello, lanzó un quejido, el auto dio varias vueltas, hasta detenerse.
Marella se había golpeado con el tablero, no se dio cuenta hasta que un líquido caliente caía por su rostro y supo que era sangre.
—¡Glinda! —escuchó un grito a lo lejos.
Pudo divisar a Eduardo, que corría hacia el auto desesperado y luego desapareció de su vista.
Eduardo las observó, Marella susurraba su nombre, pero los ojos ansiosos del hombre se posaron en la mujer embarazada, ignorando simplemente a su prometida.
Marella vio que ayudaba a liberar a Glinda, ella se quejaba, aunque no parecía herida.
Marella sintió dolor al ver a su prometido, el hombre que amaba, salvando primero a Glinda.
—¡Ay, me duele! —gritaba Glinda.
Eduardo la cargó en sus brazos.
Marella agarró el abrigo de su prometido antes de que estuvieran a punto de marcharse.
Aún no quería creer lo que decía la mujer.
—¡Eduardo…! —gritó Marella con ojos suplicantes—. No me dejes…
—Ya vengo, Marella, dejaré a Glinda en el auto y vendré por ti. Solo espera un rato.
—¡No, Eduardo! Déjala, la ambulancia ya viene en camino, ¡llévame al hospital! ¡Me duele el vientre! —dijo Glinda.
—Eduardo… —Marella susurraba su nombre de nuevo, mirándolos de reojo, adolorida.
—Eduardo, ¡sálvame! ¡Salva a tu hijo! —dijo Glinda
El corazón de Marella latía con fuerza e inconscientemente apretó los puños.
Eduardo se quedó perplejo ante las palabras de Glinda.
—¿Qué has dicho? —exclamó sorprendido.
—Este bebé que espero es tuyo, ¡debes salvarlo!
Marella se quedó mirando la cara del hombre, mientras intentaba captar su expresión de rechazo, pero nada.
«¡¿De verdad es su hijo?!», pensó.
Lo soltó de repente, las comisuras del abrigo de Eduardo se habían arrugado, como su corazón, y no podían alisarse.
Eduardo no pudo pensarlo más, llevó a la mujer en brazos y se alejó a toda prisa sin mirar siquiera a su prometida.
Marella aún pudo sentir su mirada, pero luego, el auto avanzó, dejándola ahí abandonada.
Marella contuvo las lágrimas y esperó a que el rugido del coche se alejara para soltar un grito.
—¿Qué soy yo para ti?... ¡Te odio, Eduardo Aragón! ¡¡¡Te odio!!!
El repentino dolor punzante en su vientre la puso en trance por un momento hasta que vio el vestido blanco manchado de rojo por la sangre.
¡No podría ser!
El dolor incrementó, y perdió el conocimiento.
Marella escuchó el ruido de las sirenas, miró alrededor y vio a los paramédicos, la sacaron del auto, su cuerpo estaba adolorido, tenía una herida en la frente, la subieron a la camilla y notaron que tenía sangrado vaginal.—¡Estoy embarazada…! ¡Ayúdame por fa! —susurró débil—¡Está embarazada! Apúrense, está sufriendo un aborto, debemos llegar rápido para que la auxilien —dijo el paramédico.Le suministraron oxígeno y pronto estuvo en la ambulancia.Iba consciente, a veces perdía el conocimiento y luego volvía en sí.***En el hospital.Eduardo Aragón caminaba de un lado a otro con una gran desesperación.Su corazón latía al recordar las palabras de Glinda.Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando vio a Glinda en una camilla, era trasladada a una habitación, él se acercò y tomó la mano de la mujer, besando su dorso con ternura.—Todo va a estar bien, cariño, nuestro bebé va a sobrevivir.Marella despertó de su aturdimiento, iba en la camilla, pero, pudo ver a lo lejos a Eduardo y
Marella despertó, miró alrededor, nadie estaba en su habitación, se sentía tan cansada.Tocó su vientre, sintió un gran miedo, lo recordó, todo lo que vino a su mente era que Eduardo la había abandonado en un accidente, y eligió salvar a su primer amor, a la mujer que tanto le causaba inseguridad en su relación.Comenzó a gritar desesperada.Hasta que una enfermera apareció.—¡Señorita, cálmese, por favor!—¡Mi bebé! Por favor, dígame, ¿Cómo está mi hijo?La enfermera titubeó, hundió la mirada, no supo qué decir.El doctor apareció y la enfermera se hizo a un lado.—Señorita Ruiz… cuando llegó al hospital su estado era muy crítico, por desgracia, el sangrado era muy intenso, no pudimos hacer nada…—¡¿Qué?! ¿Qué dice? —exclamó, las lágrimas se aferraban a sus ojos ensanchados que miraban al doctor sin entender—. ¿Mi bebé…?El doctor negó.—Lo siento, no pudimos salvarlo, cuando llegó aquí, ya lo había perdido, no pudimos hacer nada, tuvimos que hacer un legrado.Marella parecìa tan des
—¡Ella está embarazada, abuelo!Los ojos del anciano se abrieron enormes al escuchar las palabras de su nieto, le miró con rabia.De pronto, el abuelo lanzó una bofetada a Eduardo.El hombre tocó su mejilla, mientras su madre le abrazaba.—¡Por favor, suegro, no le pegues a mi hijo! —suplicó Yolanda, la madre de Eduardo.—¡Cállate! Esto es tu culpa, Yolanda, siempre defendiendo a este cobarde, bueno para nada. ¡No puedo creerlo! Si te quedas con esa mujerzuela, ¡no serás el CEO de ninguna empresa! Solo un empleado más.Eduardo le miró sorprendido.—¿De verdad? ¿Prefieres que mi hijo quede sin padre?El abuelo sintió que eso le dolía.—¿Prefieres que Glinda sea solo una madre soltera y mi hijo pague por mis pecados? —exclamó EduardoEl abuelo sintió que no tenía fuerzas, hundió la mirada.—Bien, cásate con esa mujer, pero nunca la aceptaré, ya veremos si tú o tu hijo heredan algo, porque en este momento prefería dejar todo a la beneficencia pública que a ti, o al estúpido de tu padre,
Un silencio cimbró el lugar, los ojos de Eduardo se ensancharon, sorprendidos al ver a la mujer ahí.Glinda sintió una rabia intensa.—¡Haz que se vaya, ha venido a maldecirme! —dijo Glinda casi llorando.—¡Quiero felicitar a los novios! Se merecen el uno al otro, hacen una pareja perfecta, ¿no lo creen? Después de todo, son igual de traidores, ¿Acaso no engañaste a tu difunto marido con Eduardo, quien me traicionó a mí, Glinda? Diles, diles a todos que esperas un hijo de Eduardo, ¿O no es de Eduardo? Ya que es una mujer infiel, dinos, Glinda, ¿Ese hijo que esperas es realmente de Eduardo Aragón? —exclamó Marella en voz alta, sintiendo una adrenalina que le daba fuerzas.La gente estaba tan sorprendida, Eduardo estaba al borde de un ataque de ira.Glinda estaba llorando sin control, corrió alejándose, abrumada por la humillación, Yolanda fue tras ella.Justo al fondo, con una sonrisa burlona, estaba Dylan Aragón, el primogénito de Máximo y medio hermano de Eduardo.«Venir aquí y ver e
Marella caminaba por las calles sin rumbo, las lágrimas corrieron por su rostro, pensaba en Eduardo, creyó que serían felices, lo había amado desde la primera vez que lo vio, pensó que él también la amaba, hasta que Glinda volvió a sus vidas.Llegó a un parque, tomó asiento, y se desmoronó, no pudo evitarlo.De pronto, la mujer escuchó gritos, miró atrás y del otro lado del parque, observó un auto en medio de la calle, varios hombres bajaron a otro sujeto, y comenzaron a golpearlo.Marella se asustó, quiso llamar a la policía cuando se dio cuenta de que olvidó su teléfono en casa.Supo que debía irse, era peligroso para una dama estar ahí, pero poco le importó, pensó en el hombre herido.Corrió hasta ahí, cuidando no ser vista.Se escondió tras un árbol.Esos hombres eran como una banda de salvajes, golpeando entre tres a un solo hombre con tal saña, podían matarlo.Marella cubrió su boca, tenía mucho miedo.Uno de ellos sacó una pistola, el corazón de la mujer se congeló.El hombre h
La risa burlona del hombre retumbó por el lugar.Los ojos de la mujer se volvieron severos.—¡¿Quién se cree para burlarse de mí?!El hombre la miró con ojos pequeños.—Tu excuñado, o como quieras llamarme, te vi lanzar veneno sobre los novios —dijo y bebió la copa, luego aplaudió—. Buen trabajo.Ella retrocedió, estaba humillada.—Bueno, veo que no morirá, ahora me voy.—No puedes irte.Ella se detuvo, asustada.—¿Qué? ¿Cómo de que no?—No puedo llevarte, estás lejos de casa, no te irás, niña, te quedarás hoy, mañana que esté mejor, te llevaré a casa.—No es necesario, puedo tomar un taxi.La mujer casi alcanzaba la puerta, cuando Dylan se levantó, sintió un mareo, que casi lo hizo caer.Marella corrió hacia él.—No está bien, vamos, lo llevaré a que descanse, necesita dormir.Ella tomó su brazo, él caminó, estaba muy mareado, nunca se sintió tan vulnerable.Apenas llegaron a la oscura habitación, cayó sobre la cama, todo daba vueltas, cerró los ojos.Marella le miró angustiada, pero
Marella se levantó como un resorte, abandonó la cama, negó una y otra vez.—¡No! ¿Por qué me dice esas cosas? ¡Malagradecido! —exclamó furiosa, le apuntó con el dedo—. ¡Ayer salvé tu vida, curé tu fiebre! ¿Es así como pagas la ayuda? ¡Engreído, patán! —recriminó.El hombre se sorprendió de su carácter, en el pasado, vio a Marella solo dos veces, en fiestas de la familia Aragón, pero nunca fueron presentados, siempre le pareció demasiado bonita para el tonto de su hermano, pero ya que Eduardo y él siempre fueron rivales, nunca le habló, le pareció que cualquier persona asociada a Eduardo, o a su madrastra eran igual de malos que ellos.Dylan la miró por un segundo, los recuerdos vinieron claros como el agua a su mente, ella salvó su vida, siendo valiente, usando una pistola de los delincuentes, y luego, ella curó su fiebre.Pero, los recuerdos de ese beso vinieron repentinos, él no pudo olvidarlo, extrañamente, sintió su boca seca.—¿Y me curaste la fiebre a besos? ¿Por qué te recuerdo
Marella y su madrastra Lina estaban en la estación de policía, pronto apareció su amiga Suzy.Estaban desesperadas.Pronto, apareció el abogado, quien les indicó que el padre de Marella esperaría su juicio dentro de la prisión y que el juez había negado la fianza.Marella estaba sorprendida.—¡No puede ser! Por favor, debe poder hacerse algo, no es un delito tan grave para que no haya fianza —suplicó Marella.El abogado negó.—Tengo las manos atadas, además, no podré llevar el caso.—¡¿Qué?! ¿Por qué?—Lo siento, señorita Marella, su padre hizo malversación para la familia Aragón, ellos son poderosos, nadie puede enfrentarse a esa familia y salir airoso, no arruinaré mi carrera por usted.El hombre dio la vuelta y se fue.Marella estaba destrozada, Suzy la abrazó.Ella suplicó ver a su padre, pero el comisario les dijo que debían volver mañana.No había nada que hacer, tuvieron que volver a casa.***Al llegar, y abrir la puerta, encontraron a Eduardo Aragón en el recibidor.Los ojos