Capitulo 3

Easen caminó a paso apresurado hasta su oficina. La mayoría temblaba en su presencia normalmente, pero cuando lo veían llegar como un tornado a la empresa nadie se atrevía a interponerse en su camino. Su mal humor se veía hasta en China.

Azotó con fuerza la puerta y tumbó un cuadro en el proceso. ¿Se podía saber qué pasó por su mente para hacer semejante estupidez?

La cabeza le daba vueltas y aunque ya tomó 3 pastillas, no le surtían efecto.

Se sentó en su silla reclinable y marcó el número de su mejor amigo. El único que podía solucionar sus problemas.

(.....)

—¿Y el milagro de que el "ojos de perra" me busque?

Dyson asomó su cabeza por la puerta y la inclinó a un lado cuando el jarrón se estrelló a pocos centímetros de él.

—No estoy de humor, Dyson.

—Nada nuevo al parecer—tomó asiento frente al escritorio de su mejor amigo y masticó la manzana verde que traía—. ¿Quién ha hecho un trato sucio esta vez?

—¿Qué sabes sobre los casamientos en el Bar WB?

Dyson dejó de masticar para mirarlo como si le hubiera salido cabezas de la nada.

—¿Quieres invertir en bares ahora?—sin dejar que su amigo responda, siguió —. Ese bar es relativamente nuevo, pero por lo que sé surgió como un escape para las parejas que quieren casarse, rápida, eficaz y legalmente.

—¿Entonces es legal?

El moreno asintió mientras seguía comiendo. Le pareció raro el comportamiento del empresario pero lo atribuyó a que era un sábado y que su mejor amigo no quería trabajar.

—Totalmente—soltó una risotada—. E incluso escuché por ahí que las parejas se casan con condiciones por si alguno se arrepiente. 

—¿Condiciones?

—Condiciones, como pagar una multa exorbitantemente ridícula por el divorcio antes de cinco, seis años, etc. O perder cualquier cosa que tengas a tu nombre, cosas por el estilo.

Easen se reclinó en su asiento, colocando el antebrazo en sus ojos. 

Dios, esto no podría estar peor.

—¿Quieres comprar el bar? Te apoyaría pero el público que frecuenta el lugar no es muy…

—Estoy casado.

Y así, lo dijo sin más, como cuando estiras una curita dolorosa de un solo tirón.

Dyson congeló su sonrisa de forma cómica. Easen podía prácticamente ver sobre su frente el logo redondo de "cargando" que suele mostrar las computadoras o celulares.

Se enderezó, caminó hasta su amigo y le tocó la frente. 

—¿Estás bien? ¿Ya fuiste al hospital? 

—¿Qué?

Dyson recuperó su sonrisa burlona característica.

—¡Nunca pensé llegar a ver el día en que el famoso "príncipe del hielo" bromeara! ¡Esto se debe festejar!

Caminó de un lado a otro, organizando una fiesta imaginaria.

—Invitaremos a los vacuum, a los Han, a los Abraham…

—Tengo una esposa, Dyson.

El empresario se hubiera reído si no fuera por la situación. Nunca vió incredulidad en su mejor amigo, hasta hoy.

—¿¡Que hiciste qué!? 

El moreno peinó su cabello hacia atrás y cerró la mandíbula.

—¿Cuándo lo hiciste? ¿Porqué no me lo dijiste? ¿Quién es la mujer? ¿Cómo…?

—Estoy casado desde ayer y necesito tu ayuda.

—¿Ayer? Pero si ayer estuviste en la oficina…

Le tomó más de una hora contarle todo a Dyson. Desde que salió de su oficina hasta que llegó a la empresa. Fue más difícil ya que el moreno lo interrumpía constantemente para hacer preguntas que para él no tenían relevancia.

Su mejor amigo asintió cuando Easen terminó la última oración. Al menos parecía que su dolor de cabeza mejoró aunque no se fue del todo.

—En síntesis, necesito hablar con tu esposa—lo enfatizó con incredulidad todavía, pero metiéndose en su papel —. Como tu abogado personal, necesito ambas partes y leer en paz y silencio el certificado de matrimonio. Hay muchas lagunas en tu memoria y quizás ella puede rellenarlas.

La única razón por la que Easen se llevaba de maravillas con su mejor amigo era porque a pesar de ser un pesado, presumido e idiota, era el mejor abogado en la historia. Por sus fachas y por como se comporta no dirías que es excelente en su profesión, pero lo es. 

—¿Cómo se llama?

—Se llama…

Le molestaba muchísimo ni siquiera recordar el nombre de su esposa. Por lo que se esforzó al máximo.

—Kathy. Es Kathy.

—Bien, veremos cómo podemos contactarla. ¿Es bueno suponer que le pediste su número?

—Sí.

Sí tenía su número, por lo que técnicamente no era mentira, sólo que él no se lo pidió, estuvo con el cerebro hecho papilla desde que leyó el documento. Pero de que tenía el número, lo tenía.

Kathy no podía creer su suerte. No llegó a acabar su pintura, llegó tarde a la reunión con la mujer y encima de todo le canceló el pedido. Ahora estaba en su estudio de arte terminando los últimos trazos de su arte.

El sellador que terminó de colocar es instantáneo, por lo que la pintura quedó sellada y protegida de cualquier mancha, humedad o mal trato que se le diera.

Suspiró con desdicha. Pintar era su sueño, su pasión, su vida pero como le decía su madre "De sueños y pasiones no se vive"

Antes de poder sentirse más triste y deprimida decidió pasar por el nuevo restaurante. Quizás allí tenga suerte encontrando un nuevo comprador.

El restaurante tenía un estilo muy único, muchas fotografías, pinturas y murales por todas partes. No pudo evitar que una sonrisa se le escapara.

Arte es arte y aunque se combinen varios estilos creando uno nuevo como ese, se convertirá en algo precioso.

—¡Hola! ¿Puedo ayudarte en algo?

Una mujer muy pequeña con una sonrisa muy grande la atendió.

—¡Sí! Verás, soy Kathy, una pintora con años de experiencia y estoy buscando un comprador para mí pintura. Decidí pasar por aquí ya que el restaurante es de arte y es nuevo…

A la pequeña se le iluminaron los ojos. 

—¿Puedo ver qué tipo de estilo tienes?

A Kathy le pareció muy tierna su forma de ser por lo que asintió muy contenta.

Las manos de la pequeña fueron muy gentiles y aunque Kathy no le advirtió que fuera cuidadosa aún así lo fue. Teniendo en cuenta no tocar directamente la pintura sino asegurándose de poner los dedos solo en el marco.

—¡A mí madre le encantará!

—¿Lo crees?

—¡Claro, tenemos gustos muy parecidos y a mí me encanta!

—¿Puedo hablar con ella?

La pequeña negó.

—Ella no está aquí.

—¿Entonces quién queda a cargo?

La muchacha rió e infló el pecho, orgullosa.

—Ya tengo 17 años, me deja el restaurante a mi mientras ella atiende su otro rubro.

Las cejas de Kathy subieron al nacimiento de su cabello. ¿La madre tenía más de un rubro? ¿Qué tanto dinero se cargaba?

—Puedes darme tu número y te aviso cuando mi madre tenga tiempo de pasar por aquí para que se pongan de acuerdo.

—¡Te estaré eternamente agradecida!

Intercambiaron información de contacto y justo cuando iba de salida recibió un llamado de un número desconocido, lo atendió porque podría ser un cliente potencial.

—¿Hola?

—Kathy Hansen.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Kathy. Reconocía esa voz, esa voz que se esforzó mucho para olvidar todo lo que evocaba. Y una voz que le recordaba todo lo que hizo por el impulso de idiotez que domina su vida.

—Easen Merph…

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo