CAPÍTULO 2: Gracias por el Regalo

Denzel Taylor era un prometedor emprendedor en el mundo de los video juegos e innovaciones de hardware y software. Lejos de ser un magnate, tenía una decente cuenta bancaria y cierta fama en el círculo tecnológico.

Proveniente de una familia acomodada, Denzel no tenía un pasado lacrimoso que explotar para hacerse popular, tampoco era como que importase, en realidad, lo único que siempre quiso hacer fue diseñar videojuegos y venderlos, una aventura que comenzó desde la preparatoria y con la cual llevaba quince años trabajando.

Sin embargo, a pesar de no ser el gigante del mercado, era una presencia conocida, pues no solo se dedicaba a los videojuegos, una vez finalizó la universidad y durante los últimos años de estudio, ya se había aventurado al diseño de tarjetas de video, memorias, discos y demás, incluidos algunos programas ―la mayoría de ellos relacionados a los videojuegos―, y en los últimos dos años, se había lanzado junto a sus dos socios al mundo de la inteligencia artificial y la realidad virtual.

A pesar de ir a partes iguales con sus socios, Denzel todavía participaba activamente del proceso de diseño e implementación de los juegos importantes, por eso no era sorprendente que no volviese a su departamento por un par de días o se desconectara del mundo cuando se sumergía por completo en el trabajo.

No obstante, la razón por la cual no había ido a su casa por tres noches consecutivas no se debió al trabajo, sino a la noticia de que Aurora regresaba al país.

Para Denzel fue como un baldazo de agua helada en una mañana especialmente calurosa; cuando las dos temperaturas extremas chocan entre sí, las consecuencias pueden ser nefastas. Por los siguientes dos días vivió en un mundo lleno de cacofonías y espejismos, moviéndose por inercia mientras su cabeza continuaba sumergida en emociones alborotadas y recuerdos de un pasado distante que despertaron viejas heridas y añoranzas.

Por un momento, todo dejó de importar, en su mente solo se repetían las palabras: 'Aurora vuelve a casa', una y otra vez, haciendo que su corazón latiese desaforado dentro del pecho, llenándolo de una emoción a la cual no podía ponerle nombre.

Como en un sueño, Denzel se dejó ir, organizando un mágico reencuentro, como el que siempre soñó que sucedería.

Y hubiese continuado sumergido en ese mundo mágico y romántico, de no haber sido por la llamada de Estella que lo trajo de vuelta a la realidad en un solo instante.

No respondió a su llamada porque no quisiese, en realidad, al ver su nombre en la pantalla fue como despertar de una borrachera repentina, haciéndole sentir desorientado. Cuando iba a responder la llamada fue cortada y él no supo cómo reaccionar después de eso; consideró esperar a que ella volviese a llamar, después de todo, necesitaba de un momento para acomodar sus pensamientos y reunir las palabras adecuadas. Pensando en ello, se preguntó a sí mismo qué iba a decirle, qué excusa iba a darle, o si le contaría la verdad de lo que estaba ocurriendo.

La culpa lo invadió, y la euforia que experimentó durante las últimas cuarenta y ocho horas se dispersó dejando solo la resaca y el mal sabor de boca. Sin embargo, se sintió aliviado al ver que Estella no volvió a llamar y se dejó arrastrar por el momento de nuevo, solo que esta vez, había una vocecita de fondo que lo llamaba bastardo.

Denzel llevó a Aurora a casa de sus padres y manejó de vuelta a la oficina, se encerró en el pequeño dormitorio que solía compartir con Allen y Zack, acompañado de una botella de bourbon. Entre trago y trago, miró de nuevo el móvil, esperando un mensaje o una llamada de Estella, sabiendo muy bien en el fondo, que era un cobarde por no tomar la iniciativa.

Por otro lado, lo que llegó fue un mensaje de Aurora.

[Estrellita: ¡¡Gracias por ese recibimiento!! Fue una sorpresa maravillosa y me hace muy feliz saber que no me odias…

Sé que la manera en que me fui hace seis años fue dolorosa para ti, pero te prometo que no volveré a irme nunca más.

Si podemos empezar de nuevo… ojalá podamos empezar de nuevo.]

―Empezar de nuevo… ―musitó en la oscuridad, sin embargo, cuando cerró los ojos, no fue el rostro de Aurora el que vio.

No supo cuándo se quedó dormido, pero a la mañana siguiente lo despertó la llamada del celular; con algo de resaca se sentó en la cama, tomó el móvil y miró el nombre de su hermana.

―¿Qué pasó? ―gruñó malhumorado. La risa cantarina de Alice lo hizo empeorar.

―¿Te desperté después de una noche romántica con mi cuñada?

La pregunta y el tono de mofa solo empeoraron su humor, durante toda la noche tuvo sueños desagradables y en todos ellos Estella fue la protagonista.

―En serio, Alice, ¿qué quieres? ―insistió con frialdad.

―Oh, vamos, hermanote, no me digas que estás de malas… ―indagó Alice―. No peleaste con Estella ayer, ¿verdad? ―el tono de voz juguetón se esfumó y uno de indignación lo reemplazó―. ¡Imbécil! ¿Arruinaste el cumpleaños de mi cuñada anoche?

Denzel sintió que el mundo dio una vuelta de campana, haciéndole revolver las entrañas. El corazón comenzó a latirle de prisa y un sudor helado cubrió su frente.

―¿De qué hablas? ¿Qué cumpleaños? ―preguntó de forma agresiva.

―¡¡Por Dios, Denzel!! ―gritó Alice en su oído―. No me digas, ¡no me digas! ¿Olvidaste que ayer cumplía años Estella? ¡Idiota! ¡Estúpido! ¡Bueno para nada! ―su hermana comenzó a gritarle improperios a diestra y siniestra; el problema era que él no la estaba escuchando, su mente repetía la última pregunta que le hizo:

¿Olvidaste que ayer cumplía años Estella?

«¿Ayer cumplía años Estella?»

Sin decirle nada más, cortó la llamada y el torrente de insultos y recriminaciones, Denzel estaba atascado en un pensamiento, su cerebro se negada a reaccionar, como si después de tantos estímulos de los últimos días se hubiese ido de huelga.

Solo la ducha de agua fría lo hizo reaccionar, sintiéndose lleno de ira e indignación, se preguntaba por qué su asistente no le recordó sobre el cumpleaños de Estella.

Si no se hubiese sentido bastante mal por todo el tema de Aurora y su retorno y de cómo iba a explicarle a su novia lo sucedido, ahora debía enfrentarse al hecho de que había sido un patán de manual, olvidando el cumpleaños de su pareja de cinco años por ver a una ex.

Sentado frente a su escritorio, ataviado de negro y aún con el cabello húmedo de la ducha, le lanzó una mirada asesina al joven que entraba en ese instante a la oficina. Este, al ver la expresión de su jefe, sintió deseos de recular; mientras se aproximaba cauto al escritorio, pensó en cualquier posibilidad que hubiese causado el mal humor de su jefe tan temprano esa mañana.

―Señor Taylor ―llamó tentativo―, buenos días.

―¿Por qué no me recordaste que ayer era el cumpleaños de Estella? ―inquirió con frialdad.

―Eehh… pero sí lo hice ―respondió dubitativo―. Incluso le dejé el regalo sobre el escritorio antes de que se marchara ayer… ―explicó con seguridad.

Denzel frunció más el ceño.

―¿El regalo? ―interrogó con menos firmeza, sintiendo una terrible premonición.

―Sí ―aseguró afirmando con la cabeza al mismo tiempo―, incluso te mostré el collar y dijiste que era perfecto. Hasta me dictaste lo que debía poner en la tarjeta… ¿No lo recuerdas? ―indagó con curiosidad.

Denzel cerró los ojos y se apretó el puente de la nariz; en efecto, la horrorosa verdad confirmó lo que su hermana le gritó por teléfono.

―Puedes retirarte.

Le llevó varios minutos juntar el coraje para levantarse de su silla y encaminarse de nuevo al dormitorio, en donde había dejado la ropa que usó la noche anterior. Con las manos frías y un nudo en la garganta, rebuscó entre los bolsillos hasta que dio con la caja y la tarjetita adherida a esta.

Respiró profundo, rememoró las acciones de la noche: él acarreando un ramo de rosas rosadas en el aeropuerto, él abriéndole la puerta del coche y ayudándole a salir mientras se dirigían al restaurante favorito de Aurora, él mostrándole el collar durante la comida y colocándoselo en el cuello en un gesto galante, él conduciendo hasta el Paseo del Río para darle una sorpresa de bienvenida…

―Eres la luz que ilumina la oscuridad, feliz cumpleaños, Estella ―leyó en voz baja.

El impactó tuvo la fuerza de un puñetazo en la boca del estómago, lo dejó sin aire, sin fuerza y se dejó caer sobre la cama aferrándose la cabeza.

Se maldijo una y mil veces.

El colgante había sido escogido por él la semana anterior, era una estrella compuesta de decenas de diamantes de diversos colores; la cadena y el cerrojo los mandó a hacer específicamente para que fueran seguros porque Estella le dijo que tenía la tendencia a no usar collares porque las cerraduras se le enredaban en el cabello.

Así como la ola de euforia lo desestabilizó al saber que Aurora estaba de vuelta, la culpa lo sumió en un pozo de oscuridad.

Una vez más se encontró sin saber qué hacer, como seis años atrás cuando Aurora ser marchó al otro lado del mundo a estudiar, dejándolo solo y miserable. Le llevó un par de horas recomponerse, recriminándose sin el menor atisbo de misericordia.

Salió de la oficina cerca del mediodía, fue a una joyería, luego a la floristería y por último a una pastelería. Denzel tenía muy en claro que lo que estaba haciendo era un paño de agua tibia y que había temas más profundos de los cuales hablar, pero tampoco era un cretino que iba a arruinar a su novia de aquella manera.

Dispuesto a resarcirse condujo hasta el departamento que compartía con Estella, en el camino, rememoró el pasado, esta vez de una forma más sobria; estaba demasiado agradecido con ella como para tirar por la borda su relación, incluso si Aurora había regresado, y ya pasada la emoción inicial, Denzel comprendió una simple verdad: él no iba a romper con Estella.

Mirando la hora en su reloj, calculó que quedaba suficiente tiempo para preparar la cena y que estuviese lista una vez que Estella volviese del trabajo; luego, en unos días, le contaría de Aurora, al mismo tiempo le aseguraría que nada entre ellos iba a cambiar.

Dejó las flores y el obsequio sobre la mesa del comedor, fue a la cocina para guardar el pastel y ver qué había en el refrigerador para cocinar, al ver la escasa cantidad de alimentos optó por pedir comida a domicilio y salió rumbo a la habitación para darse una ducha y cambiarse.

Fue entonces que vio la botella vacía y la copa abandonada sobre la mesa de centro, se detuvo y frunció el ceño, su intuición le dijo que aquello no era una buena señal, pero parte de él se repitió que no había nada que no pudiesen solucionar si él le explicaba las cosas.

Miró el montón de papeles sobre la mesita, todas las imágenes eran fotos de ellos juntos, inexplicablemente sintió una punzada en el pecho y deseó no mirar más; sin embargo, la nota estaba allí, inminente, sobre todos los demás papeles y la caligrafía precisa y clara de Estella saltó ante sus ojos.

“Gracias por el regalo de cumpleaños.

P.D.: No sabía que podías sonreír de esa manera.”

«¿Sonreír?»

Estrujó el papel que sostenía en la mano, su vista se paseó por las fotos, en todas ellas apenas tenía una sonrisa leve, en algunas ni siquiera parecía estar contento o disfrutando. En contra parte, Estella sonreía con todos sus dientes, incluso en esas donde no, sus ojos transmitían felicidad.

Tomó una profunda inspiración para tratar de calmarse, después de todo, su cabeza no se encontraba funcionando de manera correcta.

Volvió a mirar la nota, furia y desconcierto, confusión y tristeza, culpa y agonía, todo iba y venía en oleadas; se percató de que la hoja era una foto más, la alisó con calma, esperando ver la misma imagen que las demás, pero al mirar la composición, se congeló por completo.

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