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CAPÍTULO 6: ¿Y qué si duele?

Después de que el reloj pasó de la medianoche el día de su cumpleaños, Estella Cass primero tomó medidas laborales. Revisó y envió el informe de su investigación al correo pertinente, cotejó la data de su otra asignación y cargó al sistema del instituto los archivos preliminares de su tercera investigación.

Sumergirse en el trabajo le ayudó a olvidar por un instante cuánto le dolía el corazón.

―¿Y qué si duele? ―le preguntó al chorro de la ducha mientras se bañaba. Apenas amanecía y el entumecimiento del trabajo comenzaba a desaparecer dando paso a todas esas emociones contenidas.

Había llorado demasiado, abrir los ojos a la cruda realidad dolía más de lo que había imaginado alguna vez. Denzel Taylor no fue su primer amor, sin embargo, sí fue con quien consideró pasar el resto de su vida.

Así que dolía… dolía mucho.

Ciertamente, Estella era una mujer racional, incluso con todo el dolor de su corazón roto y amor desechado, solo se dejó ir. Sabía bien que aferrarse a lo que estaba sintiendo solo iba a doler más, por más tiempo, hasta el punto en que todo iba a corromperse dentro de su ser, tornándola en una persona amargada.

¿Y qué si duele?

―No va a doler para siempre ―se consoló, mientras las lágrimas rodaban por sus sienes y ella permanecía acostada en la cama.

Cuando Denzel se apareció en su departamento al día siguiente, Estella se sorprendió; el día después de su cumpleaños ella durmió hasta el mediodía, pasó el día en medio de una niebla mental abrumadora que solo le permitió moverse por instinto, cubriendo únicamente la necesidad más básica: comer lo suficiente como para subsistir y luego siguió durmiendo. Por eso, cuando él llegó e intentó entrar, Estella se sintió aterrorizada, porque comprendió que no tenía la fuerza para enfrentarse a él.

Sin importar lo que Denzel fuese a decirle, ella tenía miedo de escucharlo.

Incluso si venía a pedirle perdón y a explicarle lo acontecido, ella no quería oírlo, porque igual iba a doler. Adicionalmente, se conocía muy bien, lo perdonaría, le diría que todo estaba bien, que solo necesitaban tiempo y volvería a ceder, solo para acomodarse a él y su necesidad, pues Estela estaba conforme con su relación.

Era tan estúpida, que en pro de mantener la armonía y la paz, era capaz de asegurarle que comprendía la situación e inclusive simpatizaba con él. ¡Lo diría! Sabía muy bien que lo diría, a pesar de lo dolida que pudiese estar, porque su lema era simple, el dogma con el que regía su vida era una verdad tan universal que era fácil ignorarla.

Todo va a pasar…

Eventualmente el dolor iba a desaparecer.

¿Entonces por qué aferrarse a él y a las emociones negativas? Denzel le iba a pedir perdón, ella lo aceptaría y continuarían con su relación por un tiempo, engañándose de manera consciente, convenciéndose de forma mutua de que todo estaba bien a medida que repetían el mismo error.

¿Y qué si duele?

Se preguntó entre la bruma de sus pensamientos caóticos, el dolor iba a pasar, entonces era mejor que pasara sin ninguna distracción, sin ningún aliciente, porque así podría enfrentarse a Denzel y terminar la relación en sus términos.

Porque si él había ido a romper con ella por el bien de su antiguo amor, al menos se merecía tener la dignidad de no quebrarse delante de Denzel.

El dolor pasaba, sí. La rabia pasaba, también. La decepción pasaba, sin duda. Pero no significaba que tenía que darle más poder al imbécil de su ex novio para hacerle más daño.

Y qué si duele, no implica que por eso necesitaba abrirse el pecho en carne viva, darle su corazón y dejarle pisotearlo, todo por complacer a la hija de perra que lo dejó atrás hacía más de cinco años…

Y qué si dolía que él le fuese a decir que aún amaba a Aurora Carlson y deseaba volver con ella, desechando los años de relación; ella no era tan importante, después de todo.

Estella se torturaba con el recuerdo de esa sonrisa y esa mirada.

¿Acaso nunca fue merecedora de esas emociones y sentimientos? ¿No era tan importante para él? ¿Era desechable y fácil de ignorar una vez que esa mujer aparecía en el panorama?

―Estella, abre la puerta, por favor ―exigió Denzel con voz contenida, pero tras una pausa el tono cambió―. Lo siento, Estella, por favor abre la puerta, tenemos que hablar, ¿sí? Déjame explicarte, todo fue…

Fue esa pausa la que la frenó de ceder ante él. Todo fue ¿qué?

El silencio lo decía todo.

Denzel Taylor ni siquiera sabía qué decir.

Todo era una m****a.

Diez minutos después él se marchó y un toque gentil sonó de nuevo.

―Doc, ¿estás bien? ―preguntó el hijo del propietario, su tono contrastó tan rotundamente con el de Denzel que las lágrimas rodaron por sus mejillas y un quejido escapó de su garganta―. Doc, si no quieres abrir no importa, solo no hagas nada estúpido, como dejar de comer, ¿okay? ―fue tan gentil que Estella se rompió.

¿Por qué alguien que apenas la conocía podía ser tan considerado pero el cretino de su novio la dejó de lado el día de su cumpleaños todo por su ex?

Estella se atragantó con su propio llanto, se aproximó a la puerta y sin quitar la cadena de seguridad, abrió justo lo suficiente como para que pudiese verlo a la cara. Sonrió con debilidad, los ojos enrojecidos eran la prueba de que no estaba muy bien, pero él no dijo nada, todo lo contrario, sonrió a su vez y con un tono aún más gentil, le preguntó si necesitaba algo.

―¿Quieres comer algo en particular? Puedo ir a comprarlo por ti…

Ella apretó los labios en un amago de sonrisa y negó.

―Gracias, cualquier cosa pido a domicilio ―explicó―. Estoy bien, incluso aunque estoy dolida por todo, nada es más importante que yo ―aseguró―. En unos días voy a estar mejor, cada día un poquito mejor; solo que no quiero explicárselo a cada persona que vea y prolongar este sufrimiento.

»Llegado el momento, encenderé mi móvil, haré una cita con mis amigas, iremos a beber y les contaré todo. Pero ya no dolerá tanto y en vez de llorar, lo insultaremos y nos quejaremos de él.

El joven asintió, su semblante se suavizó mucho más.

―Eres jodidamente valiente, mil veces más que yo…

Ella abrió los ojos sorprendida, se veía tan joven.

―Supongo que no hay una medida de edad específica para que te rompan el corazón. ―Él soltó una carcajada.

―No te dejes engañar por mi cara, es muy posible que te lleve unos buenos diez años… ―confesó en voz baja, sus parpados cayeron ocultando sus ojos marrones―. De hecho tengo más de treinta y cinco y me divorcié hace un año… comprendo bien por lo que estás pasando. No sé qué hizo tu novio, o tu ex, sea lo que sea, duele y necesitas sanarlo, no será pronto, pero al menos estás tomando las riendas de eso. En cambio, yo… ―hizo una pausa y suspiró―. Yo pasé un mes borracho, preguntándome qué hice mal y cómo pude haberlo hecho mejor, cómo podía corregirlo, pero aparentemente, para mi esposa, la única solución fue divorciarse e irse a vivir con un hombre cinco años más joven que yo…

La expresión de sorpresa en el rostro de Estella consiguió que soltara una risita.

―Esto… pensé que eras más joven que yo… ―dijo sin poder creérselo―. Yo apenas cumplí veintinueve hace dos días.

―Pues, para que veas… ―aceptó él con cierta gracia, acostumbrado a recibir las mismas reacciones, se encogió de hombros―. Mi esposa, bueno mi ex esposa, tiene treinta y a pesar de que yo me veo más joven, ella se consiguió uno cinco años más joven que yo… A estas alturas, después de un año de haber firmado el divorcio, no sé qué fue lo que salió mal, ni siquiera ella lo sabe, solo me dice que se acabó el amor… ¿puedes creerlo? ―bufó―. Eso solo me enseñó que las cosas más inverosímiles pueden pasarle a cualquiera… y eso no lo hace más sencillo para superarlo ―terminó con resignación―. Pero en mi opinión, tú no lo estás haciendo tan mal… eres fuerte, estarás bien antes de que lo notes.

Tras esa conversación, Estella se sintió un poquito mejor, algo de consuelo llegó a su corazón.

¿Y qué si duele?

El dolor no la iba a matar, solo la iba a volver más fuerte.

Pasaron los días, en un parpadeo la semana de permiso culminó y tenía que volver al trabajo.

En ese tiempo, hizo justo lo que dijo que iba a hacer: lloró, comió comida chatarra, se lamió sus heridas, vio películas románticas, volvió a llorar, se molestó y le gritó al Denzel de su memoria un millón de veces.

Pero ese lunes, se levantó a la hora de siempre, se bañó, se vistió y por primera vez en una semana, se concedió el derecho de verse hermosa.

No importaba cuánto doliese, el mundo iba continuar moviéndose, sin esperar por nadie; ella y solo ella podía quererse y protegerse.

Le sonrió al reflejo del espejo, se pintó los labios de rojo, cepillo su cabello hasta que este cobró una forma agradable, calzó sus tacones más elegantes y salió pisando firme, rumbo al instituto.

Mientras el elevador descendía hasta el vestíbulo, su móvil vibró sin parar, cientos de mensajes llegaron a su correo, a su W******p y a su buzón de voz.

Iba a continuar doliendo por un tiempo, pero Estella podía fingir que no lo hacía tanto, fingir hasta que la mentira se convirtiera en verdad, hasta que el dolor se disipara.

E incluso en el momento en que entró en la oficina, sintiendo todas las miradas sobre ella, sonrió de forma deslumbrante a cada uno de sus colegas.

No era estúpida, en el taxi rumbo al trabajo le echó un ojo a los mensajes; ni siquiera necesitaba contarle a sus amigas lo sucedido, el despliegue de Denzel fue tan extravagante y deslumbrante que se volvió viral y ya todos sabían que la relación entre los dos había llegado a su fin.

Rani, su mejor amiga desde la preparatoria fue la más extrema con los mensajes, pero al mismo tiempo fue la más asertiva. No dudó en llamarla y tras confirmarle que estaba bien, le prometió que esa noche iría a su departamento a tener una noche de chicas, incluso si apenas era lunes y comenzaba la jornada laboral.

Cuando su jefe le preguntó con esa expresión de pena y ojitos de cachorrito triste cómo se sentía, ella fue honesta.

―Como la m****a ―respondió con su sonrisa más radiante―; pero qué importa. Cuando las cosas llegan a su fin, no hay más que aceptarlas.

―Pero… ―el hombre suspiró―. No debió hacerlo así, no tengo palabras… ¿En serio ya rompiste con él? ―Estella asintió―. Pero Denzel ha estado llamando todos los días para saber si volviste o hay noticias tuyas.

―¿Y entonces? ―inquirió ella con indiferencia―. Incluso si tiene la mejor explicación del mundo, nada va a cambiar las cosas. Cuando mucho, escucharé sus excusas, le diré que está bien pero igual es el fin. Él se disculpará y ambos tendremos un cierre…

Tras una breve charla adicional, ella regresó a su espacio, encendió la computadora y se puso a trabajar. Había mucho que hacer, necesitaba ponerse al día.

―Y qué si duele ―murmuró abriendo la bandeja de correo electrónico―, algún día dejará de doler…

Ese era el mantra que se repetía al despertar y al irse a dormir.

Algún día dejará de doler…

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