CAPÍTULO 5: No Va a Acabar de Este Modo

¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!

Denzel golpeó la puerta por cuarta vez, estaba a punto de perder la paciencia y al borde de sumirse en la furia.

Después de que Zack se marchara cayó en una espiral de miseria. A pesar de querer actuar de forma racional, no pudo detener los pensamientos en su cabeza; incluso si ignoró el mensaje de Aurora, esta le escribió varias veces, en lapsos de veinte a treinta minutos, hasta casi la medianoche. Para ese momento, Denzel intentó comer algo, se duchó y procuró dormir, solo para encontrarse en la cama, con la vista perdida en la oscuridad.

Media caja de cigarrillos y tres cuartos de botella de bourbon después logró quedarse dormido, justo en el momento en que la noche empezaba a clarear. Durmió solo un par de horas, levantándose con jaqueca y mal humorado.

A medida que fue arreglándose, notó que la ropa y otros efectos personales de Estella continuaban en su lugar habitual, eso hizo que sus emociones tumultuosas se calmaran un poco; era solo un mal momento, uno que iba a pasar, todo iba a volver a la normalidad y continuarían su relación como de costumbre.

―Todo seguirá como siempre… ―musitó.

Denzel Taylor era un hombre atractivo, sin embargo, su mejor cualidad, la que siempre sobresalió fue su carisma. A pesar de haberse sacado la lotería en cuanto a la herencia genética, siendo el mejor de los cuatro hermanos Taylor, eso no significaba que era un hombre inolvidable.

Estella se lo hizo notar la segunda vez que se encontraron medio año después. Fue un encuentro fortuito en una conferencia sobre inteligencia artificial en el campo médico; él asistió por curiosidad, pensando en la oportunidad de desarrollo en su propio nicho, porque ya en ese entonces, DAZCO estaba comenzando a establecer su propia AI.

Después de la conferencia que duró más de cinco horas, fueron invitados al bar del hotel a disfrutar de unos cocteles; ella lo reconoció y lo saludó a la distancia; Denzel a su vez supo quién era, incluso si el contraste entre la mujer delante de él y la de su recuerdo era monumental.

Tras unos tragos la incomodidad inicial se disipó, Estella era una persona extrovertida, de pensamientos agudos y de notoria sagacidad. Un conocido en común mencionó cómo Denzel fue galardonado como el estudiante más atractivo de su facultad por tres años consecutivos, y dos en la universidad. Estella entrecerró los ojos y arrugó la nariz poco convencida.

―En mi opinión, a nivel de atractivo físico eres un ocho ―dijo sin timidez―, lo que te hace un diez es tu carisma. Es una pena que no sonrías seguido, si lo hicieras, posiblemente serías un quince.

Todos rieron ante esa afirmación, inclusive él soltó una carcajada; ella fue la primera mujer que le dijo que era mucho más atractivo cuando sonreía, cuando lo normal era lo contrario. Debido a sus rasgos, cuando era más jovial tendía a verse más joven, y para hacer negocios era contraproducente, por eso tendía a actuar más serio, adoptando un aire algo frío. Aurora lo elogiaba diciéndole que era sexy de ese modo, después de todo, ¿a quién no le gustaba el CEO frío y dominante?

Adicional a eso, Denzel deseaba ser tomado en serio para avanzar más rápido en su carrera empresarial. Quería convertirse en la persona apropiada para estar con su novia sin la oposición de sus padres, así que solo se mostraba sonriente y carismático en privado, con Aurora y los amigos cercanos.

Pero Estella parecía encontrarlo estirado y frígido; asegurándole que su aspecto más relajado era el mejor.

Sin embargo, también le mencionó en más de una ocasión que eran solo sus conjeturas, y aceptó que Denzel era así, con una personalidad un poco distante a quien le costaba expresar sus emociones.

Como no lo conoció en sus años universitarios en los cuales estuvo con Aurora, Estella no tuvo nunca la oportunidad de comparar.

Denzel se paseó en los recuerdos con Estella sintiéndose furioso consigo mismo, la nota que le dejó en la sala se repitió en su cabeza ―No sabía que podías sonreír de esa manera― y se torturaba con las imágenes que volvían a él aunque no lo quisiera.

Antes de abandonar el penthouse volvió a llamarla, sin embargo el teléfono continuaba desconectado. Aquello no era buena señal, lo sabía bien; no obstante, conocía muy bien a Estella, incluso si estaba molesta o decepcionada, no era una mujer impulsiva que iba a desaparecer sin decir nada.

―Solo necesita tiempo ―se consoló en voz baja, esperando a que el semáforo cambiase, golpeando ansiosamente el volante con los dedos .

Una vez afuera del departamento, Denzel sacó la copia de la llave que Estella le dio en una ocasión. Sopesó si entrar de una sola vez, pero considerando las circunstancias, se contuvo. Tocó con firmeza y esperó, fingiendo una paciencia que no sentía; por el contrario, su cuerpo se iba sumiendo en una caverna helada con cada segundo que pasaba.

―Estella, abre la puerta, por favor ―pidió con firmeza, no era el mejor tono, no sonaba conciliador y sabía que ella no iba a verlo si continuaba así. Se frotó la frente con impaciencia, respiró profundo y continuó―. Lo siento, Estella, por favor abre la puerta, tenemos que hablar, ¿sí? Déjame explicarte, todo fue… ―su voz se apagó.

Volvió a golpear, sus ojos se enfocaron en la mirilla, como si pudiese verla del otro lado. Se imaginó sus ojos llorosos, la expresión derrotada, y en ese instante Denzel se quedó sin aire, una mano invisible estranguló su garganta y el centro de su pecho se sintió vacío.

«¿Qué voy a decirle? ¿Qué puedo decirle? No hay excusa, no importa lo que diga, no hay manera de aclarar esto…»

Comprendiendo por primera vez que ese podía ser el final de su relación con Estella, se desesperó, apretó la llave con fuerza hasta que sus nudillos se tornaron blancos por la falta de circulación. Luego de respirar profundamente para calmarse, introdujo la llave en la cerradura y giró…

Aunque sabía lo que significaba se negó a aceptarlo, forzó la llave un par de veces antes de admitir que esa cerradura se veía reciente y que sin importar cuanto lo intentara, la llave no iba a funcionar.

«Ella me devolvió mis llaves y cambió su cerradura… en serio…»

Negó con la cabeza, no estaba dispuesto a aceptarlo, simplemente NO iba a aceptarlo.

Golpeó la puerta una y otra vez, lo hizo de forma tan violenta y repetida que terminó llamando la atención de la vecina del frente, quien nerviosa llamó al propietario del edificio explicándole la situación. Ella sabía que su vecina no vivía allí continuamente, de hecho, su departamento parecía más un espacio para pernoctar esporádicamente o para comer los mediodías; por eso le tomó por sorpresa la inesperada aparición de un hombre atractivo y violento.

―La doctora Cass no está en casa ―dijo una voz masculina detrás de Denzel―. Salió de viaje.

Este se giró de inmediato para encarar al recién llegado e interrogarlo; pero antes de decir algo, el joven continuó.

―Antenoche, Doc le pidió a mi padre reemplazar la cerradura, antes de marcharse me pidió enviar un sobre a una dirección y que si alguien venía a buscarla, avisara que estaría de vuelta en una semana.

Denzel soltó una exhalación silenciosa y con esta perdió los ímpetus, sintiéndose débil y cansado, asintió sin decir palabra, alejándose despacio. Justo después de pasar por el lado del joven, se detuvo.

―Si regresa antes, dile que Denzel Taylor estuvo aquí ―pidió en voz baja y ronca.

El hombre frunció el ceño ligeramente y asintió.

De vuelta en la calle, caminó a pasos lentos hasta su vehículo, sintiendo cómo su cuerpo se iba haciendo más helado; octubre había comenzado con temperaturas cálidas, augurando un otoño templado y agradable, incluso solo algunos árboles comenzaban a perder su follaje y muchos menos que esos se teñían de tintos y naranjas. Pero aun así, para él, parecía la gélida llegada de un crudo invierno.

Tal vez fue porque después de tantas emociones extremas experimentadas en un corto periodo, Denzel condujo de forma automática de regreso a su departamento y cayó en la cama víctima del cansancio. Exhausto, simplemente no pudo más, sus ojos se cerraron, sus oídos ensordecieron y lo único que pudo hacer fue dormir.

Cuando volvió en sí mismo, continuaba en la misma posición, atravesado en medio de la cama, apoyando su cabeza sobre la almohada que usaba Estella.

Respiró profundo y la fragancia de Estella inundó su nariz; era un perfume leve, lo reconoció inmediatamente, el mismo aroma del champú y acondicionador que usaba con regularidad.

El olor lo llenó de tranquilidad por un momento, como si algo regresase a su centro y le permitiese volver a ser una persona razonable y lógica. Se sentó en la cama, se frotó el rostro con firmeza y pensó, por primera vez en esos días, en todo lo sucedido.

Examinando los hechos, no había forma ni manera de explicarlo sin que terminasen en una confrontación; incluso si Estella siempre abogase por la armonía, era imposible que ella no estuviese furiosa con él, Denzel en su lugar, habría explotado en furia y arrasado con medio departamento en pleno arrebato.

―¿En serio se va a terminar nuestra relación? 

Las emociones que despertaba la posibilidad de romper con Estella eran terribles y difíciles de manejar; sin embargo, por primera vez, tal vez porque durmió varias horas y su cerebro había descansado, podía comprender mejor la situación o ser un poco más empático.

Solo entonces se percató de ciertos detalles que, en su estado anterior, no notó.

¿Dónde estaba la almohada en forma de Pokemón que siempre descansaba en el lado que Estella ocupaba?

Se puso en pie, víctima de su propia ansiedad, sintiendo que volvía la desesperación, insultándose a sí mismo por toda su estupidez.

¿Dónde estaban las pantuflas horribles que Estella siempre usaba cuando estaba en casa? Él siempre se burló de ella porque el diseño de patas de monstruo peludo no tenía nada de femenino, pero ella insistía en que eran cómodas, esponjositas y calentitas.

Revisó el armario en el que colgaban la ropa y a pesar de ver la decena de prendas, todas ellas eran las que él le había obsequiado a lo largo de su relación.

¿Dónde estaba la sudadera con el emblema de la universidad? Esa que era tres tallas más grande que ella y solía usar como camisón el fin de semana, en especial durante la temporada de lluvias.

Por fin comprendió la verdad que sus ojos no vieron desde el principio.

Estella se había marchado, llevándose lo que realmente era de ella.

Su esencia, su verdadera personalidad, eso que la convertía en la persona que era, no había rastro de eso en toda la casa.

La buscó por todos lados, un breve rastro, un leve vestigio, algo que indicara que aún había esperanzas; sin embargo, tras una búsqueda frenética por más de una hora, le indicó que no quedaba nada.

Sumido en el autodesprecio, se sentó a beber en el comedor; la mesa se fue llenando de botellas, pero el alcohol estaba dispuesto a no funcionar, por más que bebía con la intención de entumecerse solo conseguía hacer todo más claro.

¡No era justo!

Sabía que la había cagado, sabía que había cometido un terrible error, sin embargo, en todos esos años de relación, era la primera vez que se equivocó de semejante manera.

¿Acaso no se merecía la oportunidad de explicar? ¿No tenía derecho a pedir disculpas y resarcirse? Incluso si era difícil, al menos tenía el derecho y se merecía el poder explicarle a Estella el porqué lo hizo, aun si él mismo no sabía bien las razones.

¡Era injusto! ¡¡Tan injusto!!

Irritado, se levantó de sopetón y barrió con sus manos las botellas vacías que se reventaron al caer al suelo.

―Esto no va acabar de este modo, Estella ―gruñó al espacio vacío.

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