Los fuegos artificiales explotaban en la noche dibujando hermosas siluetas de luces, el espectáculo arrancaba ‘oh’ y ‘ah’ de los espectadores que, tomados por sorpresa, muchos ni siquiera tuvieron oportunidad de sacar sus móviles para grabar.
El Paseo del Río era uno de los lugares más románticos de la ciudad, una zona especial de más de dos kilómetros en el que el río se abría en un ancho canal, permitiendo que los barcos navegaran plácidamente, dándole a los pasajeros la oportunidad de disfrutar de las vistas de los rascacielos a lo lejos, mientras la orilla estaba rodeada de frondosos árboles que flanqueaban los caminos empedrados.
Restaurantes para parejas, parques con espacios para picnics, caminos adornados con flores, los árboles frondosos y verdes llenos de vitalidad, los muelles ubicados estratégicamente a lo largo de la orilla, todo era perfecto en ese lugar, el mejor sitio para tener una cita, proponer matrimonio, dar una sorpresa, o… encontrarse con un viejo amor.
Estella estaba petrificada, un minuto antes de que estallaran los fuegos artificiales pensó que iba a encontrarse con una sorpresa de cumpleaños, sin embargo, lo que encontró fue una pesadilla. Justo en uno de los muelles más populares, uno que pertenecía al único restaurante sobre el río, vio a su novio, sonriendo de manera indulgente a otra mujer. No cualquier mujer, si hubiese sido cualquiera tal vez no habría dolido tanto, pero no, justo tenía que ser ella, la primera mujer que Denzel amó, casi al punto de la obsesión.
Aunque el sonido de los fuegos artificiales era casi ensordecedor, para ella el mundo dejó de tener sonido y movimiento. Instintivamente sacó el móvil y le marcó a Denzel, esperando ingenua a que el hombre que veía no fuese él, quizás solo eran dos personas que se parecían demasiado, y de ese modo, Estella no tendría que enfrentarse al hecho de que, después de cinco años, la relación de ambos no era tan importante como el retorno de esa mujer.
No obstante, lo vio, Denzel sintió el celular vibrar, lo sacó, miró la pantalla y sin un atisbo de duda, lo dejó sonar sin intenciones de responder. La contestadora automática habló, invitándola a dejar un mensaje, pero Estella colgó, preguntándose a sí misma qué podría decirle.
Antes de guardar el móvil notó los mensajes en la pantalla, sus amigos y colegas del instituto le preguntaban dónde estaba.
[Mónica: Te estamos esperando, ven a comer tus costillas favoritas y comer pastel de cumpleaños.]
Estella hizo una profunda inspiración; si accedía a la invitación de sus amigos, entonces tendría que enfrentarse a Denzel y Aurora, y no tenía fuerzas para hacerlo. Los ojos le escocían de forma furiosa, pero con terquedad, se negó a llorar. Después de responderle a su amiga que no se sentía bien y que iría a casa, miró de nuevo al muelle, el panorama se sintió como una cuchillada directo al corazón.
Levantó el móvil, ajustó la cámara, hizo un acercamiento y le dio clic.
«Maldición» se recriminó a sí misma al ver la foto, porque no pudo contenerlo, las lágrimas corrieron rebeldes, dejando un rastro ardiente en sus mejillas.
Con un gesto brusco se limpió los ojos, se dio media vuelta y se marchó.
Veinte minutos después estaba de pie en medio de la sala del apartamento de Denzel, un espacio en el que cohabitaban desde hacía más de un año; en realidad, vivir juntos surgió de manera espontánea, casi orgánica; en un momento determinado ella se quedó y sin percatarse, él había hecho un espacio para ella, incluso ropa, cosméticos y joyería, Denzel le proveyó todo sin que Estella lo pidiera.
De hecho, nada se sentía forzado entre ambos, inclusive el pequeño estudio que preparó para que ella pudiese trabajar en sus investigaciones desde casa, todo fue propuesto y ejecutado por él, como si fuese natural hacerlo; Denzel le hizo sentir que ella era parte de su vida y esa era la forma en que expresaba sus emociones.
Cuando encendió la computadora, revisó las miles de fotos que compartieron juntos, a pesar de su visión borrosa por las lágrimas, Estella siguió enterrando profundo el puñal. Llegado un punto, pasó del llanto a la risa histérica y finalmente, tras más de una hora de agonía, quedó la resignación, pero más que nada, la desolación.
Imprimió las fotos, todas y cada una de ellas. Al menos unas quinientas fotos de los dos solos y en ninguna Denzel sonreía o la miraba del modo en que lo hizo con Aurora. No había la misma calidez, ni tampoco la ternura, de hecho, en cada foto, a duras penas había una leve inclinación de la comisura de los labios, y en todas, era ella quien lo miraba a él.
Cada una de esas imágenes atestiguaban cómo, poco a poco, Estella se fue enamorando, desde el florecimiento del interés hasta el amor incondicional. Todo estaba allí, era innegable que Denzel había entrado en su corazón de forma lenta pero segura; incluso a sabiendas de que él estuvo enamorado, Estella siempre pensó que estaba superado, porque nunca hubo señales de que ella no fuese importante para él.
Sin embargo, la cruel verdad era que Estella no tenía la misma importancia para Denzel, después de todo, la llegada de Aurora hizo que él se olvidara de todo, incluso de su cumpleaños.
Mientras la impresora de su oficina sonaba sin cesar, Estella tomó una maleta y recogió sus cosas, todas las que le pertenecían a ella y que no fueron compradas por Denzel. Extrañamente, no le sorprendió darse cuenta que no había demasiado de sí misma allí, después de todo, aún conservaba su propio lugar cerca del instituto y la mayoría de sus pertenencias continuaban en su departamento, en el cual dormía de vez en cuando debido a las largas jornadas de trabajo que ocurrían de manera esporádica.
Cuando desconectó la laptop y la guardó en la maleta, también lo hizo con algunos documentos importantes que estaban allí, después de eso, miró su móvil una vez más, sintiendo cómo la foto de ellos dos se convertía en un cuchillo afilado y ardiente que se enterraba en sus entrañas.
―No importa qué tan desesperada estés, Estella ―se dijo en voz alta―, no vas a dejar que la desesperación te agarre aquí.
Imprimió la foto fatídica, la llevó a la mesa de centro junto con las otras y tras servirse una copa de vino, las miró de nuevo.
―¿Por qué no puedo ser una persona más impulsiva? ―Bebió el resto del contenido de la copa de un solo trago y se sirvió otra vez―. Debí ir y formarle un escándalo, debí llamarlo bastardo y abofetearlo un par de veces ―se mofó de sí misma―, pero aquí estoy, dándole un cierre, porque no quiero que piense que es solo un berrinche, aunque nunca en todos estos años he hecho uno…
Volvió a llorar, esta vez en silencio, cogiendo de vez en cuando una de las fotos y bebiendo un trago de vino. En menos de una hora, la botella se vació y sus ojos estaban tan hinchados que apenas podía mantenerlos abiertos. Desde el momento en que llegó al departamento transcurrieron casi dos horas, y en todo ese tiempo, Denzel no la llamó ni una sola vez.
―Ja, ja, ja, ja, ―se burló con bufidos ahogados, aunque no le quedaban lágrimas, no significaba que no se asfixiaba de dolor―. Ni siquiera le interesa saber por qué lo llamé. Ni un mensaje, ni un audio, nada… ja, ja, ja, cof, cof…
Cuando la tos se calmó, también lo hizo su mente, después de todo, Estella era así, una persona pragmática y decidida. Rebuscó entre su cartera, sacó un bolígrafo y con una mano temblorosa, escribió unas palabras detrás de la foto y la dejó sobre las otras. Se puso de pie, tambaleándose un poco por el alcohol en su sistema y caminó despacio hacia la puerta donde la esperaba su maleta.
Después de cerrar y a medida que caminó hacia el elevador, llamó a su jefe y le pidió un par de días; tras asegurarle que al despertarse tendría el informe en su correo, el hombre accedió, deseándole feliz cumpleaños.
―Apuesto que tu novio te va a llevar a un lugar sensacional ―dijo juguetón del otro lado de la línea―, toma muchas fotos y no te olvides de traernos recuerdos…
―¿De qué hablas? ―preguntó, subiendo al taxi.
―¿No estás pidiendo unos días para irte de viaje de cumpleaños con Denzel? ―inquirió el jefe―. Disfruta y no te olvides de los mortales… ya quisiera yo que el viejo que duerme conmigo tuviese esa iniciativa, jum…
Estella comprendió a lo que se refería, no dijo nada porque temió que su voz se quebrara debido a las lágrimas que habían regresado.
«Si supieras…» pensó con agravio
Colgó la llamada y marcó de nuevo, sin darle tiempo a nada, le dijo al casero que deseaba cambiar la cerradura de la casa urgentemente; Estella iba a desaparecer del mundo por unos días y no quería visitas inesperadas ni confrontaciones con nadie.
Cuando llegó con su maleta, encontró al hijo del dueño del edificio cambiando la cerradura.
―Buenas noches, doc ―la saludó con jovialidad. El hombre debía tener más o menos la misma edad que ella, sin embargo, su semblante parecía mucho más joven―. Ya falta poco, si me das unos cinco minutos…
―Está bien, tómate tu tiempo ―le aseguró ella, pasando de largo, evitando que viese su semblante. Dejó la maleta al lado de la entrada a la cocina, se dirigió al estudio y rebuscó entre los cajones hasta dar con un sobre. Dejó caer una llave electrónica y una manual, cerró con suficiente pega y escribió la dirección de Denzel en el dorso. Regresó a la entrada justo en el momento en que él hombre estaba terminando―. ¿Puedes hacerme un último favor?
―¿Qué será? ―inquirió, notando por primera vez los ojos enrojecidos. Frunció el ceño con preocupación, él conocía muy bien a Estella, aunque no hablasen seguido, ella era propietaria del lugar desde hacía diez años―. ¿Necesitas ayuda con algo? ¿Qué te pasó?
Estella sonrió de forma despreciativa evitando mirarlo a los ojos.
―Mi relación se acabó hoy… ese fue mi regalo de cumpleaños esta noche ―explicó en voz baja, la sonrisa pasó a ser de tristeza y levantó la vista para demostrarle que no estaba tan mal―. No quiero verlo, así que quería pedirte, si es posible enviar esto a la dirección que está escrita allí. ―Extendió la mano mostrándole el sobre―. Son las llaves del departamento que compartíamos, así que… sé que es tarde, puede hacerse mañana en la mañana, en el lobby están los buzones, solo hay que ponerlo allí con el resto de la correspondencia.
―Doc… ―llamó con algo de simpatía, tomando el sobre. Quería consolarla, sin embargo no tenían tanta confianza, Estella comprendió y amplió su sonrisa.
―Está bien, es mejor así. Un solo dolor y listo ―le aseguró―; voy a quedarme aquí en casa por unos días, lamiendo mis heridas, viendo televisión y comiendo toneladas de comida chatarra…
»No quiero verlo, si lo veo, no sé de qué sería capaz… ¿Sabes? No soy una persona violenta, de hecho, soy muy sensata, pero no significa que no esté mal en estos momentos, así que solo quiero calmarme… eso es todo, no quiero preguntas de nadie, ni cuestionamientos de nadie, menos los de él… ―sonrió una vez más, no obstante, a los ojos del hijo del conserje, pareció más que ella intentaba sonar fuerte―. Si alguien viene, sea quien sea, y pregunta por mí, puedes decirles que salí de viaje y que estaré de vuelta en una semana… es todo lo que necesito… una semana…
Cuando Estella cerró la puerta, se recostó sobre la misma y lentamente se deslizó hasta quedar sentada en el suelo; recogió las piernas contra su pecho, abrazándolas con firmeza y descansó la cabeza sobre las rodillas.
―Una semana… ―musitó entre dientes―. Solo necesito una semana…
Denzel Taylor era un prometedor emprendedor en el mundo de los video juegos e innovaciones de hardware y software. Lejos de ser un magnate, tenía una decente cuenta bancaria y cierta fama en el círculo tecnológico.Proveniente de una familia acomodada, Denzel no tenía un pasado lacrimoso que explotar para hacerse popular, tampoco era como que importase, en realidad, lo único que siempre quiso hacer fue diseñar videojuegos y venderlos, una aventura que comenzó desde la preparatoria y con la cual llevaba quince años trabajando.Sin embargo, a pesar de no ser el gigante del mercado, era una presencia conocida, pues no solo se dedicaba a los videojuegos, una vez finalizó la universidad y durante los últimos años de estudio, ya se había aventurado al diseño de tarjetas de video, memorias, discos y demás, incluidos algunos programas ―la mayoría de ellos relacionados a los
…No sabía que podías sonreír de esa manera…Denzel miró anonadado la foto en su mano, en contraste con el resto esta era como un trozo de hierro al rojo vivo que se estaba fundiendo con su piel y no podía soltar.Se vio a sí mismo sonriendo de una forma tan excepcional que era imposible negarlo, tampoco era tan cara dura como para hacerlo.Poseído por una necesidad enloquecedora de contradecir esas palabras nefastas, con su mano libre removió frenético las cientos de fotos sobre la mesa; le llevó varios minutos examinarlas, sin embargo, en ninguna, ni una sola, encontró una donde él sonriera de esa manera.Incluso la forma en que sus ojos se iluminaron al ver a Aurora, esa luz estaba ausente en todas las imágenes. Era como si todos esos años atestiguados en las fotos le dijeran al mundo que no era feliz, que solo estaba pasando la vida
El sonido de la llamada entrante reverberó furioso en la silenciosa oscuridad sacándolo de su paseo por la memoria; el brillo de la pantalla le indicó quien llamaba e intuyó que le sobrevendría un torrente de insultos una vez más al ver que era Alice.Resignado, respondió la llamada.―¡DENZEL TAYLOR! ¿CÓMO PUDISTE HACERLE ESO A ESTELLA? Por un segundo pensó que su novia había hablado con su hermana, lo cual le dio algo de alivio; si Estella estaba dispuesta a quejarse de lo sucedido con Alice, entonces era señal de que aún pensaba en él y en su relación.―¿Hablaste con ella? ―preguntó con voz ronca y cansada.―¿Hablar con ella? ¡Hablar con ella? ―era notable el tono casi histérico de su hermana―. ¡No he sabido nada de Estella desde ayer en la mañana! Y la intenté
¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!Denzel golpeó la puerta por cuarta vez, estaba a punto de perder la paciencia y al borde de sumirse en la furia.Después de que Zack se marchara cayó en una espiral de miseria. A pesar de querer actuar de forma racional, no pudo detener los pensamientos en su cabeza; incluso si ignoró el mensaje de Aurora, esta le escribió varias veces, en lapsos de veinte a treinta minutos, hasta casi la medianoche. Para ese momento, Denzel intentó comer algo, se duchó y procuró dormir, solo para encontrarse en la cama, con la vista perdida en la oscuridad.Media caja de cigarrillos y tres cuartos de botella de bourbon después logró quedarse dormido, justo en el momento en que la noche empezaba a clarear. Durmió solo un par de horas, levantándose con jaqueca y mal humorado.A medida que fue arreglándose, notó que la ropa y otros e
Después de que el reloj pasó de la medianoche el día de su cumpleaños, Estella Cass primero tomó medidas laborales. Revisó y envió el informe de su investigación al correo pertinente, cotejó la data de su otra asignación y cargó al sistema del instituto los archivos preliminares de su tercera investigación.Sumergirse en el trabajo le ayudó a olvidar por un instante cuánto le dolía el corazón.―¿Y qué si duele? ―le preguntó al chorro de la ducha mientras se bañaba. Apenas amanecía y el entumecimiento del trabajo comenzaba a desaparecer dando paso a todas esas emociones contenidas.Había llorado demasiado, abrir los ojos a la cruda realidad dolía más de lo que había imaginado alguna vez. Denzel Taylor no fue su primer amor, sin embargo, sí fue con quien consideró pasar el resto
La noticia de que Estella estaba de vuelta en el trabajo no tardó en alcanzar los oídos de Denzel. Entre una mezcla de alivio, ansiedad y molestia, abandonó su oficina en la zona empresarial de la ciudad y manejó durante todo el camino con algo de nerviosismo hasta el instituto de investigaciones científicas en el que trabaja ella.Era mediodía, a pesar de que el sol estaba alto en el cielo y no había ni una sola nube en este, no hacía calor; el agradable clima invitaba a estar al aire libre y en la zona alrededor del trabajo de Estella se podían ver pequeños grupos de personas entrando y saliendo de los primorosos restaurantes circundantes.Él conocía muy bien el distrito, porque cerca de allí se encontraba la universidad en la que estudió por cuatro años. Y no solo eso, el lugar reunía la mayoría de instituciones educativas y culturales del estado, a
…solo soy un lugar seguro……No has dicho ni una sola vez que amas a Estella……no la persona que amas…Denzel quedó paralizado y sin voz ante esa afirmación. Se sintió desnudo y expuesto, como si un secreto oscuro hubiese salido a la luz. Lo peor de todo, fue la resignación en la voz de Estella, como si el hecho fuese tan rotundo e innegable que no valía la pena molestarse por ello.El silencio los envolvió, como siempre ocurre en esa clase de situaciones, sus propias emociones sirvieron de cortina para cortar todo ruido de fondo; solo quedaban ellos dos, sus sentimientos bullendo en el interior de cada uno y las palabras que faltaban por decir.Quería negarlo. Sin embargo, la triste verdad era que en ningún momento durante los cinco años que llevaba de relación con Estella, le dijo que la amaba.Frunció tanto el ceño que la expresión de su rostro se deformó de una forma fea y desagradable. Estella soltó una risita apenas audible, el sonido cargado de desprecio lo sacó de su estado ent
Tras un breve silencio que contuvo un millón de palabras, Denzel solo pudo sujetarla un poco más fuerte; aunque deseaba hablar, incluso cuando sabía que debía decir algo, lo que fuera, aun si eso solo servía para hacerla gritar, al menos conseguiría que Estella no se desvaneciera entre sus manos.A diferencia de Aurora, sentir que estaba perdiéndola, se convirtió en una fuente de angustia inagotable; un dolor agudo y ensordecedor se apoderó de él, bloqueando su voz y estrangulando su garganta; no salía su voz, pero tampoco entraba el aire, se estaba asfixiando con todo lo que tenía apretado entre el pecho y la espalda; hasta su cuerpo comenzó a temblar ligeramente, como si todo fuese a estallar en cualquier momento.Estella lo sintió, sabía que él estaba agonizando, no obstante, a pesar del dolor, a pesar de la amargura, ella prosiguió en voz baja.