Una Segunda Oportunidad para Amar
Una Segunda Oportunidad para Amar
Por: Ría Luxuria
CAPÍTULO 1: La Peor Sorpresa

Los fuegos artificiales explotaban en la noche dibujando hermosas siluetas de luces, el espectáculo arrancaba ‘oh’ y ‘ah’ de los espectadores que, tomados por sorpresa, muchos ni siquiera tuvieron oportunidad de sacar sus móviles para grabar.

El Paseo del Río era uno de los lugares más románticos de la ciudad, una zona especial de más de dos kilómetros en el que el río se abría en un ancho canal, permitiendo que los barcos navegaran plácidamente, dándole a los pasajeros la oportunidad de disfrutar de las vistas de los rascacielos a lo lejos, mientras la orilla estaba rodeada de frondosos árboles que flanqueaban los caminos empedrados.

Restaurantes para parejas, parques con espacios para picnics, caminos adornados con flores, los árboles frondosos y verdes llenos de vitalidad, los muelles ubicados estratégicamente a lo largo de la orilla, todo era perfecto en ese lugar, el mejor sitio para tener una cita, proponer matrimonio, dar una sorpresa, o… encontrarse con un viejo amor.

Estella estaba petrificada, un minuto antes de que estallaran los fuegos artificiales pensó que iba a encontrarse con una sorpresa de cumpleaños, sin embargo, lo que encontró fue una pesadilla. Justo en uno de los muelles más populares, uno que pertenecía al único restaurante sobre el río, vio a su novio, sonriendo de manera indulgente a otra mujer. No cualquier mujer, si hubiese sido cualquiera tal vez no habría dolido tanto, pero no, justo tenía que ser ella, la primera mujer que Denzel amó, casi al punto de la obsesión.

Aunque el sonido de los fuegos artificiales era casi ensordecedor, para ella el mundo dejó de tener sonido y movimiento. Instintivamente sacó el móvil y le marcó a Denzel, esperando ingenua a que el hombre que veía no fuese él, quizás solo eran dos personas que se parecían demasiado, y de ese modo, Estella no tendría que enfrentarse al hecho de que, después de cinco años, la relación de ambos no era tan importante como el retorno de esa mujer.

No obstante, lo vio, Denzel sintió el celular vibrar, lo sacó, miró la pantalla y sin un atisbo de duda, lo dejó sonar sin intenciones de responder. La contestadora automática habló, invitándola a dejar un mensaje, pero Estella colgó, preguntándose a sí misma qué podría decirle.

Antes de guardar el móvil notó los mensajes en la pantalla, sus amigos y colegas del instituto le preguntaban dónde estaba.

[Mónica: Te estamos esperando, ven a comer tus costillas favoritas y comer pastel de cumpleaños.]

Estella hizo una profunda inspiración; si accedía a la invitación de sus amigos, entonces tendría que enfrentarse a Denzel y Aurora, y no tenía fuerzas para hacerlo. Los ojos le escocían de forma furiosa, pero con terquedad, se negó a llorar. Después de responderle a su amiga que no se sentía bien y que iría a casa, miró de nuevo al muelle, el panorama se sintió como una cuchillada directo al corazón.

Levantó el móvil, ajustó la cámara, hizo un acercamiento y le dio clic.

«Maldición» se recriminó a sí misma al ver la foto, porque no pudo contenerlo, las lágrimas corrieron rebeldes, dejando un rastro ardiente en sus mejillas.

Con un gesto brusco se limpió los ojos, se dio media vuelta y se marchó.

Veinte minutos después estaba de pie en medio de la sala del apartamento de Denzel, un espacio en el que cohabitaban desde hacía más de un año; en realidad, vivir juntos surgió de manera espontánea, casi orgánica; en un momento determinado ella se quedó y sin percatarse, él había hecho un espacio para ella, incluso ropa, cosméticos y joyería, Denzel le proveyó todo sin que Estella lo pidiera.

De hecho, nada se sentía forzado entre ambos, inclusive el pequeño estudio que preparó para que ella pudiese trabajar en sus investigaciones desde casa, todo fue propuesto y ejecutado por él, como si fuese natural hacerlo; Denzel le hizo sentir que ella era parte de su vida y esa era la forma en que expresaba sus emociones.

Cuando encendió la computadora, revisó las miles de fotos que compartieron juntos, a pesar de su visión borrosa por las lágrimas, Estella siguió enterrando profundo el puñal. Llegado un punto, pasó del llanto a la risa histérica y finalmente, tras más de una hora de agonía, quedó la resignación, pero más que nada, la desolación.

Imprimió las fotos, todas y cada una de ellas. Al menos unas quinientas fotos de los dos solos y en ninguna Denzel sonreía o la miraba del modo en que lo hizo con Aurora. No había la misma calidez, ni tampoco la ternura, de hecho, en cada foto, a duras penas había una leve inclinación de la comisura de los labios, y en todas, era ella quien lo miraba a él.

Cada una de esas imágenes atestiguaban cómo, poco a poco, Estella se fue enamorando, desde el florecimiento del interés hasta el amor incondicional. Todo estaba allí, era innegable que Denzel había entrado en su corazón de forma lenta pero segura; incluso a sabiendas de que él estuvo enamorado, Estella siempre pensó que estaba superado, porque nunca hubo señales de que ella no fuese importante para él.

Sin embargo, la cruel verdad era que Estella no tenía la misma importancia para Denzel, después de todo, la llegada de Aurora hizo que él se olvidara de todo, incluso de su cumpleaños.

Mientras la impresora de su oficina sonaba sin cesar, Estella tomó una maleta y recogió sus cosas, todas las que le pertenecían a ella y que no fueron compradas por Denzel. Extrañamente, no le sorprendió darse cuenta que no había demasiado de sí misma allí, después de todo, aún conservaba su propio lugar cerca del instituto y la mayoría de sus pertenencias continuaban en su departamento, en el cual dormía de vez en cuando debido a las largas jornadas de trabajo que ocurrían de manera esporádica.

Cuando desconectó la laptop y la guardó en la maleta, también lo hizo con algunos documentos importantes que estaban allí, después de eso, miró su móvil una vez más, sintiendo cómo la foto de ellos dos se convertía en un cuchillo afilado y ardiente que se enterraba en sus entrañas. 

―No importa qué tan desesperada estés, Estella ―se dijo en voz alta―, no vas a dejar que la desesperación te agarre aquí.

Imprimió la foto fatídica, la llevó a la mesa de centro junto con las otras y tras servirse una copa de vino, las miró de nuevo.

―¿Por qué no puedo ser una persona más impulsiva? ―Bebió el resto del contenido de la copa de un solo trago y se sirvió otra vez―. Debí ir y formarle un escándalo, debí llamarlo bastardo y abofetearlo un par de veces ―se mofó de sí misma―, pero aquí estoy, dándole un cierre, porque no quiero que piense que es solo un berrinche, aunque nunca en todos estos años he hecho uno…

Volvió a llorar, esta vez en silencio, cogiendo de vez en cuando una de las fotos y bebiendo un trago de vino. En menos de una hora, la botella se vació y sus ojos estaban tan hinchados que apenas podía mantenerlos abiertos. Desde el momento en que llegó al departamento transcurrieron casi dos horas, y en todo ese tiempo, Denzel no la llamó ni una sola vez.

―Ja, ja, ja, ja, ―se burló con bufidos ahogados, aunque no le quedaban lágrimas, no significaba que no se asfixiaba de dolor―. Ni siquiera le interesa saber por qué lo llamé. Ni un mensaje, ni un audio, nada… ja, ja, ja, cof, cof…

Cuando la tos se calmó, también lo hizo su mente, después de todo, Estella era así, una persona pragmática y decidida. Rebuscó entre su cartera, sacó un bolígrafo y con una mano temblorosa, escribió unas palabras detrás de la foto y la dejó sobre las otras. Se puso de pie, tambaleándose un poco por el alcohol en su sistema y caminó despacio hacia la puerta donde la esperaba su maleta.

Después de cerrar y a medida que caminó hacia el elevador, llamó a su jefe y le pidió un par de días; tras asegurarle que al despertarse tendría el informe en su correo, el hombre accedió, deseándole feliz cumpleaños.

―Apuesto que tu novio te va a llevar a un lugar sensacional ―dijo juguetón del otro lado de la línea―, toma muchas fotos y no te olvides de traernos recuerdos…

―¿De qué hablas? ―preguntó, subiendo al taxi.

―¿No estás pidiendo unos días para irte de viaje de cumpleaños con Denzel? ―inquirió el jefe―. Disfruta y no te olvides de los mortales… ya quisiera yo que el viejo que duerme conmigo tuviese esa iniciativa, jum…

Estella comprendió a lo que se refería, no dijo nada porque temió que su voz se quebrara debido a las lágrimas que habían regresado.

«Si supieras…» pensó con agravio

Colgó la llamada y marcó de nuevo, sin darle tiempo a nada, le dijo al casero que deseaba cambiar la cerradura de la casa urgentemente; Estella iba a desaparecer del mundo por unos días y no quería visitas inesperadas ni confrontaciones con nadie.

Cuando llegó con su maleta, encontró al hijo del dueño del edificio cambiando la cerradura.

―Buenas noches, doc ―la saludó con jovialidad. El hombre debía tener más o menos la misma edad que ella, sin embargo, su semblante parecía mucho más joven―. Ya falta poco, si me das unos cinco minutos…

―Está bien, tómate tu tiempo ―le aseguró ella, pasando de largo, evitando que viese su semblante. Dejó la maleta al lado de la entrada a la cocina, se dirigió al estudio y rebuscó entre los cajones hasta dar con un sobre. Dejó caer una llave electrónica y una manual, cerró con suficiente pega y escribió la dirección de Denzel en el dorso. Regresó a la entrada justo en el momento en que él hombre estaba terminando―. ¿Puedes hacerme un último favor?

―¿Qué será? ―inquirió, notando por primera vez los ojos enrojecidos. Frunció el ceño con preocupación, él conocía muy bien a Estella, aunque no hablasen seguido, ella era propietaria del lugar desde hacía diez años―. ¿Necesitas ayuda con algo? ¿Qué te pasó?

Estella sonrió de forma despreciativa evitando mirarlo a los ojos.

―Mi relación se acabó hoy… ese fue mi regalo de cumpleaños esta noche ―explicó en voz baja, la sonrisa pasó a ser de tristeza y levantó la vista para demostrarle que no estaba tan mal―. No quiero verlo, así que quería pedirte, si es posible enviar esto a la dirección que está escrita allí. ―Extendió la mano mostrándole el sobre―. Son las llaves del departamento que compartíamos, así que… sé que es tarde, puede hacerse mañana en la mañana, en el lobby están los buzones, solo hay que ponerlo allí con el resto de la correspondencia.

―Doc… ―llamó con algo de simpatía, tomando el sobre. Quería consolarla, sin embargo no tenían tanta confianza, Estella comprendió y amplió su sonrisa.

―Está bien, es mejor así. Un solo dolor y listo ―le aseguró―; voy a quedarme aquí en casa por unos días, lamiendo mis heridas, viendo televisión y comiendo toneladas de comida chatarra…

»No quiero verlo, si lo veo, no sé de qué sería capaz… ¿Sabes? No soy una persona violenta, de hecho, soy muy sensata, pero no significa que no esté mal en estos momentos, así que solo quiero calmarme… eso es todo, no quiero preguntas de nadie, ni cuestionamientos de nadie, menos los de él… ―sonrió una vez más, no obstante, a los ojos del hijo del conserje, pareció más que ella intentaba sonar fuerte―. Si alguien viene, sea quien sea, y pregunta por mí, puedes decirles que salí de viaje y que estaré de vuelta en una semana… es todo lo que necesito… una semana…

Cuando Estella cerró la puerta, se recostó sobre la misma y lentamente se deslizó hasta quedar sentada en el suelo; recogió las piernas contra su pecho, abrazándolas con firmeza y descansó la cabeza sobre las rodillas.

―Una semana… ―musitó entre dientes―. Solo necesito una semana…

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