El día encontró a Eir desnuda, con la sabana blanca tapándole su cuerpo, con el cabello enmarañado y realmente húmeda. Los movimientos se hicieron más seguidos por el irritante pitillo que no sabe de dónde viene exactamente. Eir estiró su mano para apagar la alarma de su móvil, pero no estaba donde ella siempre lo dejaba. Quejándose y aun con los ojos cerrados se dejó guiar por el tono y una vez tanteó el piso abrió los ojos confundida al verlo más allá. ―Aaahhh. ―Se quejó al ponerse en pie, su feminidad duele muchísimo al igual que su bajo vientre y cabeza. ―¿Qué sucedió? ―Se preguntó al ver su vestido en el piso y encontrar su cuerpo desnudo. ―No puede ser. ―Dejó de respirar al ver la mancha de sangre en la cama, ¿Acaso le había llegado el periodo? Rápidamente, corrió y tomó las sábanas que había tirado al piso cuando se puso en pie, al revisarla y no ver más sangre, volvió a mirar la mancha sobre la cama y después con mucho miedo miró sus piernas, pero no había rastro de sangre,
Los días estaban siendo fantásticos para Vidar, ver el sufrimiento de quien lo rechazó es justicia divina para él, pues la está haciendo sufrir con sus manos y él es un Dios. Su buen humor lo ha llevado a acostarse con las mejores de las mujeres y es Eir quien se encarga de concertar cada cita, recibe cada llamada de las amantes y quien debe salir sin importar que tenga demasiado trabajo para comprarles de los mejores obsequios a las mujeres. Vidar miró a su mejor amigo, él como el desinteresado que es y el cotilla, no deja de visitar la empresa para poder ver a Eir, después de todo eran buenos amigos cuando ella decidió romperle el alma y marcharse sin mirar atrás. ―Te dije que tenías que pasar por mí después de las trece horas. ―Apolo poco caso le hizo, de no llegar a tiempo seguramente debía esperar para salir. ―Tú disfruta que he venido a visitarte, no seas un patán. ―Vidar gruñó, su amigo está siendo un dolor de cabeza. ―Es cierto, pobre Eir, ¿Cómo es que eres tan malo con el
Para el colmo, ella dejó su trabajo de lado para ir a comprarle el obsequio y ahora está atrasada, muerta de hambre, con sueño y un cansancio que lo único que crea en ella es una fatiga que la está matando. ¿Cómo podrá ella terminar ese papeleo tan extenso? ¿A qué hora podrá entregarlo? No supo ninguna de las respuestas. ―Eir. ―Lukas, uno de los secretarios de piso le sonrió al verla salir de la oficina de Vidar. ―Como sé que hoy sales tarde y no fuiste a almorzar… ―Le mostró el paquete en mano. ―Te he traído algo para que comas mientras estés aquí. ―Se acercó a ella. ―Debes cuidarte, linda. ―Eir realmente agradecida con él, lo abrazó con fuerza sin ser consciente de que un par de ojos celestes la estaban mirando con rabia. ―Eres un ángel, Lukas… de verdad muchísimas gracias por esto. ―Tomó la comida en mano. ―Te invitaré a cenar un día, debes aceptarlo o me sentiré muy culpable. ―El pelinegro agrandó la sonrisa. ―Muero porque llegue ese día. ―Le dio un delicado beso en la mejilla.
Entre la mente y el corazón de Vidar empezó una batalla, él había estado ignorando esa pregunta, pues siempre desconfió de ella y aunque se convenció a sí mismo que la aceptó porque deseaba vengarse y burlarse de ella, todavía no termina de comprender por qué la dejó volver a su vida. Él sabía que ella no era la misma chica ingenua de antes, ella no es quien conoció desde niño porque la chica que conoció desde pequeño jamás le habría roto el corazón sin escuchar palabra, así que no puede responder a su cuestionamiento, pero tampoco puede confesarle que todavía la ama. Tras ese último pensamiento que se creó sin permiso, sonrió como el más cruel y despiadado de los seres viviente y mirándola a los ojos con una frialdad que congeló hasta el enloquecido corazón de Eir, soltó eso que sabía la destruiría un poco más. ―Porque me gusta ver el teatro de guiñol y tú para mí, solo eres una marioneta. ―Ella no significa nada para él y así seguirá siempre hasta que él se canse de verla sufrir.
―Por favor… ―Susurró mirándolo. ―No tengo demasiado dinero, yo… ¡No, por favor! ―Chilló al sentir el metal frío deslizándose por su cuello y el pánico la cubrió al sentirse húmeda. ―No me interesa, ¡Quiero el put0 bolso! ―Impaciente tiró de él, pero aquel empujó lo desequilibró. ―¿Qué coñ0 te pasa? ―Vidar con ojos rojos por la furia y el estómago revuelto por el olor a la sangre de Eir, tomó al hombre por el cuello y con el mismo puñal le hizo un corte en la cara. ―¿Te crees tan valiente robándole a mujeres inofensivas y estúpid4s por caminar solas a estas horas? ―El hombre lo miró con ojos grandes, ese tipo lo ha dominado con facilidad a pesar de que es alto y pesado. ―Amigo, esto no te incumbe. ―Intentó soltarse. ―Déjame ir, por favor. ―Los sollozos de Eir desataron la furia en Vidar, él no se controló y tirando al hombre en el piso lo pateó como si fuera una basura hasta dejarlo casi sin respirar. ―Sube al auto. ―No fue amable. ―¡Que subas, ya! ―Eir tembló por su tono de voz y o
Desde la noche que la salvó y cuidó, Vidar ha cambiado para mal, él no deja de hacerle la vida imposible a su asistente, se asegura de que el trabajo sea el triple de pesado e imposible para ella. Tal vez era porque quería demostrarse algo o quizás era por la presión que sus padres le estaban haciendo para que él buscara una pareja. Eso lo tenía de mal humor, lo que menos quiere él es estar con una mujer con la que no tiene ni un tipo de conexión. Fastidiado y sin nada mejor que hacer, tomó una torre de expedientes y salió de su oficina, un poco mas de trabajo para Eir lo hará feliz, pues es imposible que ella termine todo lo que le pidió en ese día y él se asegurará de que no salga en la madrugada como la última vez, sabe perfectamente que ella se irá temprano y eso será motivo para regañarla y hacerla llorar como siempre. Eir miró la torre de carpetas caer con fuerza sobre su escritorio y deseó llorar, ¿cómo es posible que él no tenga un ápice de misericordia con ella? Vidar esta
―Bien, mamá, estaré ahí a las diecinueve horas y prometo ser ese angelito que tú aseguras soy. ―Bromeó. ―Ahora por favor, dile a mi padre que deje de llamar y tú haz lo mismo, debo trabajar. ―La mujer le tiró cuantos besos pudo y Vidar colgó antes de que comenzara con sus mimos. Mirando el móvil algo en él se removió, se alejó de su madre cuando asesinó a la de Eir, él se sentía culpable siempre que su madre era buena con él porque recordaba el dolor en la mirada de Eir el día en el que sucedió todo. Sacudiéndose aquello de la cabeza, se centró en el trabajo, él debe terminar para asistir a esa fiesta y está seguro de que su mejor amigo pasará por él antes de la hora que le dijo y no podrá quitárselo de encima. ―Dios. ―Eir pasó sus manos por la cara para espabilar. Era muy tarde y ella aún estaba ahí, pero no podía irse, el trabajo es realmente imposible, pero ella no se dará por vencida, ella no se irá hasta que todo esté terminado. ―Tú puedes, Eir. ―Se dio ánimos sin importar que
Esas palabras tensaron a Vidar, reconoce la voz del seguridad de la entrada, ¿Por qué él lo estaba llamando un sábado a esa hora y tan preocupado? ―¿Qué sucede? ―Se alejó un poco de las personas. ―Una de las empleadas se desmayó, es su asistente, señor. ―Vidar dejó de respirar al instante. ―La chica se quedó a trabajar toda la noche y para cuando llegué a las cinco y media ella estaba tendida en el piso, va en dirección al hospital ahora mismo. ―Vidar cerró la llamada y dejando todo se apresuró a marcharse, él debe llegar al hospital cuanto antes. ―¿Qué crees que haces? ―Vidar se vio retenido por su padre. ―Debes elegir a la futura luna hoy mismo, no puedes irte. ―Vidar se soltó de él. ―Hay algo más importante que debo hacer, padre. ―Lo miró con seriedad. ―Esto deberá esperar. ―Sin mirar atrás y dejando a todos descolocados se marchó sin pizca de remordimiento por dejar a las chicas ahí. Ahora lo único en lo que puede pensar él es en Eir. ¿Por qué la hizo trabajar tanto? Él no de