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Trabajando Para El Lobo Endemoniado

Eir abrió los ojos más cansada que otra cosa, una semana había estado trabajando para Vidar y se sentía como haberle vendido el alma al mismísimo diablo. Ese hombre es un demonio a toda regla y una semana se siente como si hubiera pasado un año.

Las ganas de quedarse en cama para descansar un poco más de lo que Vidar le permite le estaba ganando, pero recordar que gracias a ese trabajo ella no quedará en la calla y de dejarlo no podría pagar toda la deuda que tiene, dio un largo suspiro y tras encontrar esa energía que no tiene se puso en pie.

―Vamos, Eir… gracias a ese trabajo seguirás teniendo donde vivir. ―Se dio ánimos mientras camina con dirección al baño. ―Tendrás para comer, aunque el fastidioso de tu jefe no te dé tiempo ni siquiera para eso. ―Se miró al espejo y es un desastre. ―¿Qué te tiene tan mal? ―Le preguntó al reflejo. ―¿El que sea tan cruel contigo o por estar a su lado después de tanto tiempo y tras lo que pasó? ―No se respondió, pero la respuesta estaba clara, está agotada por tanto trabajo y ya estaba.

―Una semana. ―Jessi le reclamó a su amiga. ―Ha pasado una semana, esposa, ¿Cuándo puedo verte? Hoy es jueves, se supone que hoy había noche de chuches.

―Lo siento mucho, esposa. ―Corrió al Starbucks para el café de su jefe. ―Prometo que en cuanto pueda yo te recompensaré absolutamente todo y… Aaahhh. ―Se quejó al chocar con alguien más. ―Lo siento. ―Se disculpó con el hombre. ―Esposa, no quiero el divorcio, ¿Vale? Solo estoy con demasiado trabajo, te llamo después.

―Pero… ―Jessi quedó a media palabra, Eir no tenía tiempo para discutir con su mejor amiga, no cuando estaba ya tarde.

Al tener el café, corrió al edificio, agradece que esté justo al otro lado de la calla. Sin importar como la miran, ella corrió al ascensor lo más rápido que pudo y al alcanzarlo respiró hondo. Todos la miraron, por supuesto que ella no se daba cuenta, además de ser hermosa con ese pelo rubio, sus ojos enormes y verdes y ese sexy cuerpo, todos la miraban porque cada uno del personal sabía el infierno que ella estaba viviendo a manos del despiadado CEO.

―Llegas tarde. ―Esa voz gruesa y profunda la tensó, ¿Cómo no se dio cuenta de su presencia? Al verlo adelantarse ella fue tras de él, ¡Se suponía que él llegaría un poco más tarde! Gritó mentalmente, solo por eso se permitió relajarse un poco más.

―Señor. ―Entró tras de él. ―Creí que llegaría un poco más tarde y…

―Lo tuyo no es suponer. ―La calló mirándola de frente. ―Se ve que se te da fatal. ―Eir apretó los dientes, es un cabrón. ―Debes responder a trescientos correos que tengo pendientes, hacer algunas llamadas a las otras sucursales y hacerme un informe de cada una, tienes que acompañarme a la junta que tengo en exactamente dos horas, para cuando salga de la junta quiero mi almuerzo en veinte minutos aquí en mi escritorio recién hecho y bien caliente. ―Eir rápidamente dejó el café de lado al igual que sus pertenencias para sacar su libreta, él no para de dar órdenes. ―No olvides que tenemos que archivar algunos documentos. ―Eir se mordió la lengua, pero no lo hizo lo suficiente como para callar.

―Se supone que aquí quien lleva la agenda soy yo. ―Susurró sin ni siquiera darse cuenta, un humano no la hubiera escuchado, pero Vidar por supuesto que lo hizo y bastante claro. ―¿Algo más, señor? ―Eir alzó la mirada en cuanto él dejó de hablar así de golpe.

―¿Algo que decirme, señorita? ―La mirada intimidante de Vidar la hizo tragar grueso, ¿Acaso dijo ella eso en voz alta? ―¿Alguna queja, solicitud o molestia? ―Eir negó hundiéndose en su puesto, esos pasos firmes que él está dando en su dirección no le está gustando.

―Na… nada. ―Susurró alzando la vista para poder mirarlo a la cara, es enorme.

―Después de terminar con los documentos, deberá tener tiempo para ir a su casa, ponerse lo mejor que tenga en el guardarropa y acompañarme a una importante cena de negocios. ―Eir abrió los ojos a tope, ¿Cómo tendrá ella tiempo para eso? ―Y creo que no es necesario decirle que archivar esos documentos la hará meter algunas horas extras y la cena es a las veinte horas. ―Le dio la espalda y se apartó de ella con una sonrisa en sus labios. ―La quiero en el restaurante a un cuarto para las ocho. ―Eir deseó gritarle que todo eso era algo imposible, que jamás terminaría siquiera de responder ese montón de correos en un día, pero no dijo nada, ella se puso en pie y como los días anteriores se mentalizó.

Si ella es despedida estará perdida porque no tendrá para pagar su alquiler, tendrá a muchas personas tras de ella por las deudas y por supuesto quedará su curriculum manchado por el poco tiempo que tiene de trabajar.

―Nos vemos en dos horas, señor. ―Eir se dirigió a la puerta casi corriendo, debe adelantar lo más que se pueda antes de la junta.

―Ah. ―Su sola voz la paró en seco. ―Cancela la cena que tenía hoy con la modelo. ―Eir asintió sin mirarle y salió del despacho para ir a su oficina.

―Desgraciad0. ―Susurró furiosa, pero rápidamente cambió su personalidad, lo entiende y ella también se hubiera comportado de esa manera.

La hora de la junta llegó, Eir y Vidar se dirigieron al piso cincuenta, la sala de junta ya estaba preparada y ellos eran los únicos que faltaban. Al entrar, Eir se dio cuenta de que ella era la única asistente en estar presente y supo de inmediato que él solo lo hizo para hacerle la vida más miserable.

Como nunca antes Vidar escuchó a cada ejecutivo, él fue paciente y hasta hizo preguntas para alargar la junta, eso para todos fue algo nuevo y repentino, pero nadie lo cuestionó y al contrario aprovecharon la oportunidad que se le estaba dando.

―Muero de hambre. ―La miró una vez entró a su oficina. ―Quiero mi comida aquí en veinte minutos no me importa como harás. ―Eir lo miró a los ojos, ella no pudo desviar la mirada de ese gesto arrogante y malévolo.

―De inmediato. ―Salió del despacho y esperó pacientemente, había pedido la comida justo a tiempo y en exactamente quince minutos llegará a piso presidencial.

Todas las miradas siguieron al repartidor y sonrieron cuando la comida fue entregada a Eir, ni siquiera Jonathan se había atrevido a tanto. Todos estuvieron en acuerdo de que ella era demasiado ingeniosa y hasta inquebrantable en algunas ocasiones.

―Espero que no vengas a decirme que mi comida no puede llegar a tiempo. ―Alzó la mirada en cuanto el delicioso olor invadió sus fosas nasales. ―¿Qué es esto? ―La miró sorprendido, solo fue por un segundo, pero Eir logró verlo.

―Su comida, señor, usted nunca dijo que yo debía ir por ella. ―Se la colocó sobre el escritorio. ―Hay algo que se llama delivery, la traen recién hecha y superrápido. ―Ladeó la sonrisa. ―Los trescientos correos fueron respondidos, la mayoría era pidiendo una cita con usted, así que tiene la agenda bastante apretada, señor. ―Eir estaba disfrutando su gesto de desconcierto, ella agendó hasta la más insignificante cita, no importa que ella deba ir con él a todas, es mejor que sufran los dos y no solo ella. ―En cuanto a las llamadas, solo envié un correo y ya están llegando los informes de cada sucursal, ¿Puedo iniciar ya con los documentos que debo archivar? ―Vidar no se lo podía creer, era imposible que ella terminara, estuvieron horas escuchando a esos inútiles.

―¿Estás jugando conmigo? ―Eir quedó seria al instante, ese tono siempre la tensa, pero sin ganas de arruinar su gran momento, negó.

―No, señor. ―Susurró. ―Mientras usted hacía perder el tiempo a los demás, yo aprovechaba el mío para hacer el trabajo desde mi móvil. ―Vidar se puso en pie.

―Quiero que cada documento esté perfectamente organizado. ―La miró a los ojos, no se dio cuenta cuando se acercó tanto a ella. ―Y debes ir a Recursos Humanos, tienes algo que resolver ahí. ―A Eir se le borró la sonrisa, la última vez que la envió a otro piso fue para dar apoyo y eso fueron horas.

Cansancio, eso es lo único que sentía Eir, pero aun así se puso un hermoso vestido rojo pación, con espalda descubierta, mangas largas y largo hasta el piso, ella fue capaz de hacerse un hermoso moño despeinado que le lució perfecto con el vestido, los tacones, por otro lado, la estaban matando, pero debía usarlos.

Al llegar al restaurante, se sintió aliviada porque ese lobo endemoniado para el que trabaja no había llegado, pero su alegría duró poco, el hombre alto, de cabello largo y un magnetismo único estaba ya acercándose a ella.

Vidar se tensó al verla, ella no había perdido su encanto, todavía es demasiado atractiva para sus ojos, pero se negó a eso, por supuesto que él no siente ni sentirá nada más que odi0 por ella, jamás la perdonará.

―Vaya, Granberg. —Uno de los socios se puso en pie al verlo acercarse. ―Si hubiera sabido que traerías a una hermosa mujer yo habría concertado esta cena más temprano. ―El hombre tomó la mano de Eir entre las suyas. ―Madame. ―Le besó el dorso. ―Es un placer. ―Vidar poco caso le hizo a sus colegas.

―Bien, iniciemos esto. ―Todos tomaron asiento.

―Señorita. ―Otro de ellos le tendió una copa, ella quiso negarse, pero ver la mirada alarmantemente seria de Vidar, la hizo cambiar de opinión, ella no quiere incomodar a nadie y que las cosas salgan mal por negarse a un trago.

Uno, dos, cinco, diez tragos y contando, Eir estaba rebasando sus límites, ella ni siquiera es una mujer que le guste el alcohol, pero ahí está en medio de cuatro hombres y tres de ellos no dejan de ofrecerle copas y se ve forzada a aceptarlas, no quiere que su jefe piense que desea estropearlo todo.

―Yo… lo siento. ―Eir se puso en pie, ella necesita vomitar.

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