En la mañana Marito confesó a su familia que había intentado irse a la ciudad capital del país,-en ese afán llegué hasta la ciudad del lago pero viajando a la orilla del lago recapacité sobre la locura que estaba ejecutando y decidí regresar, tuve suerte, pues todo pareció como planificado, sólo caminé de la cabecera hasta aquí-, dijo sentado a la mesa, -creo que nos vamos a volver locos contigo-, expresó el padre con cara de asustado, sus hermanos volvieron a mirarle en silencio sin querer objetar nada, -nunca más volverá a ocurrir, a partir de hoy es como si hubiera nacido de nuevo-, confesó Marito con ambas manos en la boca en actitud de juramento, -debemos confesarle a la curandera sobre ese viaje tuyo, ella tiene que saber-, dijo el padre, Marito apenas movió la cabeza en gesto afirmativo, dudaba del efecto del tratamiento de aquella mujer más recordó que debía obedecer para deshacerse de una vez por todas de las horripilantes pastillas azules.
Fueron a casa de la curandera en bus, el papá prefería utilizar el servicio público que ir en el carro familiar, el sol iluminaba tímido la mañana sin poder opacar las polvaredas dejadas por el paso de los vehículos, los árboles a la orilla de la carretera anunciaban esperanzados el pronto arribo de la primavera; la mujer estaba sola en la casa, el lotero endemoniado parecía haberse ido a vender la lotería en el centro de la ciudad; Marito se cuestionó si en verdad era una persona poseída por el diablo o un pobre parapléjico dejado así por alguna enfermedad en la infancia, pero como fuere a él le causaba repulsión el tipo bien por lástima o empatía, -se ve bien relajado este joven, no creo que sea necesario otra sesión-, dijo la curandera manteniendo el aire sereno en el rostro, -en definitiva, es notable su mejoría, sólo dígale los peligros que encierra andar viajando de noche, máxime en forma de aventura-, dijo el padre, -nunca más hagas eso hijo hay tantos peligros nocturnos-, dijo la mujer; Marito la miró sorprendida, la mujer parecía estar enterada de su viaje por el gesto dibujado en su cara, él permaneció en silencio no tenía importancia narrar esa aventura en ese momento, -dígale que ya no es necesario que beba más esas odiosas pastillas que me obligan a beber, estoy bien sano y curado gracias a sus servicios-, dijo lacónico Marito con el rostro iluminado por la esperanza. La mujer asintió cómplice y comprometida.
Marito fue mejorando día tras día para asombros de sus padres; había dejado de beber las pastillas azules que tanto llegó a odiar, los movimientos de su cuerpo eran ágiles y podía mover la mirada en varias direcciones, -en verdad, esa señora sabe bastante sobre medicina natural-, dijo un vecino satisfecho, Marito permaneció en silencio con el vehemente deseo de contar la historia del viaje a la ciudad del lago, sobre como reflexiono decidiendo volver a la vida para perder el miedo hasta al mismísimo diablo.
Regresar al colegio era imposible, habían transcurrido casi tres meses y los exámenes del primer periodo a lo mejor ya los habían realizado, se resignó con dolor en su corazón a perder ese año escolar y esperar hasta el siguiente, eso implicaría nuevos compañeros muchos de los cuales ya conocía por su militancia en el frente, el famoso frente estudiantil, el semillero de los jóvenes comunistas revolucionarios promesa de la patria y de un mundo justo sin explotados ni explotadores, “valdrá la pena retomar la lucha”, pensó una tarde recibiendo la brisa de la tarde, recordó el poema de Otto René Castillo, uno de sus favoritos, “patria yo te invito a caminar”, -es ineludible, no se puede renunciar a la lucha porque tampoco se puede renunciar a la victoria-, murmuró esa frase célebre común en los dirigentes socialistas de su patria.
Por mucho que tratara de soslayar había un tema siempre rondando por su cabeza, la existencia de Dios y sus planes de redención para la humanidad, -hay tanta pobreza en el mundo y él debe tocar el corazón de los justos de este mundo para reconstruirlo-, dijo, -¿pero es Dios, dios o sólo una ilusión que alimenta la esperanza del ser humano?-, preguntó al viento meditabundo, una nube dorada se dibujó en el ocaso que él interpreto como una respuesta del firmamento.
En el afán de responder esa inquietud filosófica tantas veces rechazada e igual de veces aceptada en sus diversas variantes desde la versión católica hasta las postmodernas postulantes de las apologías conceptuales de un Dios Extraterrestre comenzó a leer sobre religiones orientales, devoró con voracidad un tratado de línea cristiana donde examinaban las diversas teologías occidentales y orientales, la concepción divina desde el luteranismo, el calvinismo, los movimientos afines al segundo advenimiento hasta terminar con algunas lecturas de Samael Aun Weor y su movimiento gnóstico cristiano internacional, una vez terminada ese deseo vehemente de establecer cuadros comparativos doctrinarios decidió leer sobre la doctrina del budismo, el brahmanismo y el hinduismo, leía a gran velocidad tratando de interpretar las ideas principales de los escritores, -aún me queda leer el Corán para comprender el islamismo y hacer un paralelismo con la Biblia-, dijo a uno de sus amigos, -con seguridad terminaras peor que antes con tanta ideas diferentes, debo recordarte el dicho de un amigo, cuando abres la mente a todo mundo corres el riego de que entre mierda en tu cabeza-, replicó el amigo del barrio, Marito lo miró enfadado, estos meses estaba disfrutando las lecturas vespertinas de libros prestados en el interior de su dormitorio, aquel comentario lo desubicaba máxime cuando andaba buscando el Corán, -deberías leerte este de J.J. Benítez, La rebelión de Lucifer, ya que te gustan los temas esotéricos-, recomendó el amigo mostrando un libro de considerable grosor; Marito revisó la contraportada con los ojos saliendo por sus órbitas y reprimidas ansias por comenzar a leer, -sí, sin dudas es un buen material, el profesor de filosofía quien ahora pertenece a un movimiento de extraterrestres habló de él, estaría interesante leerlo-, dijo sonriente.
Por esos días que leía a J.J. Benítez un pariente le propuso viajar a la ciudad industrial, y probar suerte en el mercado laboral mientras regresaba el próximo año escolar,-puedes trabajar en una fábrica haciendo alguna labor especial o como agente de ventas en una comercializadora, lo importante es que ganes un poco de experiencia antes de ir a la Universidad-, sugirió el pariente bienintencionado, a Marito le agradó la idea, era una forma de desafiar la vida demostrando como él podía enfrentarla solo, conocer gente nueva y vivir en una ciudad grande donde nadie sabía quién era quién dedicándose a vivir su mundo y su realidad. Comunicó la nueva idea a sus padres enfrente de sus otros dos hermanos mayores, -no necesitas irte a aventurar a esa ciudad, aquí puedes involucrarte en los negocios de la familia-, objetó el hermano mayor, -es eso lo que deseo, intentar con otras aventuras, tener experiencias nuevas e estimulantes-, refutó Marito, -sólo te vamos a implorar que nunca descuides tu salud, cuando se te haga imposible conciliar el sueño ve donde el médico o llama a casa-, dijo la madre otorgando con aquella declaración la autorización requerida, el padre dijo estar de acuerdo, tal vez el hijo necesitaba olvidarse de sus penas recién pasadas moviéndose en otro ambiente.
En la tarde del domingo Marito subía a un bus de ruta interurbana que le transportaría a la ciudad industrial, había anuncios de lluvia en el cielo con fuertes truenos y rápidos destellos de luz, era la tormenta que solía caer después de la canícula humedeciendo las praderas del sector, Marito subió al bus con unas gotas de agua sobre la maleta y una que otra dibujada en su camiseta azul, caminó por el pasillo de la unidad de transporte, alguien tiró de su pantalón en forma súbita, cuando volvió la mirada la sorpresa fue enorme, el sacerdote encargado de la pastoral juvenil, un joven pasionista quien siempre frecuentaba el colegio viajaba esa tarde, -siéntate aquí para hablar-, dijo el cura señalando un asiento a la par suya, Marito sonrió colocó la maleta en la parte superior asignada para ello y se sentó junto a la ventana del autobús, cerró la ventanilla para evitar las gruesas gotas de lluvia que habían aumentado su nivel, -¿hacia dónde viajas con esta amenaza de tormenta después de soportar días de calor?-, preguntó el sacerdote con amplia sonrisa dibujada en su rostro moreno, -me voy a vivir a la ciudad industrial, he decido probarme en el mercado laboral por lo menos mientras termina este año-, respondió Marito con la candidez característica cuando estaba entre amigos, el cura frunció el ceño, sabía de los problemas mentales del joven debido a los comentarios hechos por la secreta amante miembro del frente estudiantil, también conocía su trayectoria política y su ilustración pero no lo miraba preparado para insertarse en el mercado a temprana edad, -tú eres un chico saliendo de la adolescencia-, dijo, -con un gran futuro, una vez superados tus traumas y temores, no encuentro lógico que vayas a aventurar a una ciudad en si peligrosa, no es necesario, no lo necesitas, deberías comprometerte más con la pastoral o en otras actividades juveniles para destruir el tiempo que debes aniquilar estos meses-, aconsejó el cura, la tormenta estaba arreciando con máxima fuerza, el motorista encendió las luces y los parabrisas del bus se movían de un lado hacia otro en forma vertiginosa, -tal vez sea cierto cuanto dices pero me gustaría tener una experiencia laboral previa a la universidad y esta es la oportunidad, además es una forma de acercarme a la clase proletaria, conocer su sentir y pensar para acrecentar mis conciencia política-, respondió Marito, el sacerdote sonrió complacido, él también sentía un compromiso con los pobres del mundo, siendo cura católico sabía que la solución no puede quedar sólo a los designios del Creador del universo sino la vía más lógica era el accionar político revolucionario más su compromiso pastoral le impedía declararlo en público, -a un solo año por llegar a la universidad, ¿has pensado en tu carrera a seguir?-, interrogó el sacerdote, la tormenta seguía arreciando fuera de las ventanas sin impedir el avance del autobús sobre la carretera, -debo terminar el bachillerato el próximo año, pero ya estoy pensando matricularme en astrofísica o ingeniería espacial para estudiar el universo y buscar a Dios en él, en algún lado debe estar para hablarle-, respondió Marito, el sacerdote sonrió de buena gana, -Dios está en cada uno de tus hermanos búscalo en ti y cuando lo encuentres lo encontraras en tus semejantes o en toda su maravilla creada-, dijo el cura, -Eso es lo que dicen ustedes los católicos aunque los teólogos de la liberación van más allá de una búsqueda ontológica y quisieran glorificar al creador construyendo un mundo justo y humano, en cambio los protestantes u otras denominaciones nos presentan la idea de un Dios persona, como un señor que está en algún planeta desde donde gobierna el universo, por cierto ya hay un grupo diciendo que Jesucristo es un extraterrestre que reina sobre el cosmos a excepción del planeta tierra, esas hipótesis quisiera comprobar-, arguyó Marito, el nivel de precipitación de la tormenta comenzó a descender sin lograr captar la atención de los pasajeros, -¿y que paso con tu interés con la literatura, la antropología o las ciencias políticas?-, cuestionó el cura, -he decidido dejarlas en segundo plano, la ingeniería espacial y todo lo que huela a astronomía es mi interés ahora-, respondió sin vacilación, -sin lugar a dudas ese interés por temas tan variados y avanzados fue lo que te orilló a la reciente crisis que tuviste que enfrentar en los pasados meses- aseveró el cura. Marito giró la mirada hacia fuera de la ventana, deseaba no recordar ese episodio gris en su vida, ni quería hablarlo con nadie, sólo de pensarlo se le revolvían las entrañas; la lluvia estaba cayendo en forma suave con el deseo de recoger su lagrimeo, la presencia de una gran cantidad de árboles de flores amarillas indicaba que ya estaban a mitad de camino con la esperanza de llegar temprano a la ciudad industrial.
Entre conversación y conversación abordando diferentes tópicos con el sacerdote de la pastoral juvenil llegaron a la ciudad, las luces ya estaban encendidas en medio del bullicio y el calor de aquel lugar; Marito se despidió de su amigo el cura, caminó por el pasillo del bus, afuera de la terminal lo esperaba uno de sus primos para llevarlo a su apartamento donde moraría por aquellos meses en la ciudad, -caminaremos hasta el vecindario nuestro, está a unas quince cuadras de aquí sin detenerse ni a la izquierda ni a la derecha-, invitó el primo; Marito aceptó sin objeción alguna, era emocionante caminar entre el humo urbano, casi no conocía aquella urbe industrial a pesar de visitarla seguido por cuestiones personales y aprovecharía para formarse una idea del ambiente; caminaron recto por una amplia calle donde los carros corrían de oeste a este, haciendo las paradas necesarias en las avenidas, poco a poco hablando de diferentes temas fueron acercándose al populoso barrio donde viviría, comenzaron a caminar sobre una calle de tierra, las paredes a ambos lados se miraban sucias y deterioradas, de la calle salía un olor a podredumbre,-¿vives en un barrio marginal?-, preguntó Marito sorprendido, -este es un vecindario de obreros, clase trabajadora, no es marginal, los barrios marginales están más al este, más allá, para quienes venimos a luchar a la ciudad la vida no es tan fácil, los alquileres son elevados y las casas cuestan una fortuna para nosotros, tenemos que ubicarnos en barrios proletarios que reúnan lo básico cuando mucho, ya te darás cuenta cuando comiences a trabajar, hasta cierto punto esta buena la idea que te hayas venido a trabajar así comprenderás el porqué del colapso de este sistema de cosas-, dijo el primo, -el mundo nunca va a terminar sólo es la involución de la dinámica social-, afirmó Marito sin darse por enterado de su afirmación, entraron a un viejo apartamento de tres piezas, allí compartiría con su primo y la mujer de él, en el apartamento vecino vivía su otro primo con su concubina, -somos parte de la clase baja de esta ciudad, aunque no nos guste más mantenemos la esperanza en Jehová que nos proporcionara una nueva tierra donde todos viviremos en igualdad y armonía-, dijo el primo en la puerta del apartamento.
Entraron; en la sala había un hombre de buen vestir hablando con las mujeres de sus primos, a un lado suyo un maletín, entre sus manos tenía una Biblia, “este debe ser Testigo de Jehová, sólo a las personas viviendo en calamidad económica e ingenua se le puede ocurrir la llegada de un nuevo mundo por milagro”-, pensó Marito, las mujeres apenas sonrieron, él caminó hacia uno de los dormitorios a dejar su maleta para regresar en el momento, -¿y tú, chico, te interesan de alguna forma las buenas nuevas?, ¿alguna vez te has preguntado sobre si existirá algún final a este orden de cosas?-, preguntó el hombre cerrando el estudio bíblico y queriendo iniciar conversación con el recién llegado, el primo sonrió esperando la respuesta, -es imposible el colapso del mundo de la forma en que ustedes lo predicen en su interpretación bíblica, nadie podría vivir a un cataclismo mundial, ni ustedes mismo por muy rectos o mantengan una vida marcada por la santidad, tampoco creo que Jesucristo regrese entre las nubes a recoger una fracción de la humanidad para llevársela al cielo, mucho menos en una vida eterna terrestre con perenne juventud, todo es una utopía, una falacia disfrazada-, expuso Marito, -¿luego eres ateo?-, interrogó el predicador, -no, en lo absoluto, ahorita creo en un Dios de amor que nos ha regalado la vida y que quisiera que todos vivamos en igual de condiciones sin ventajas de unos sobre otros pero todos ustedes los religiosos fomentan el mantenimiento del status quo, el estancamiento social y la aceptación del sistema actual a cambio de la esperanza de un mañana que nunca llega-, dijo Marito emocionado, -¿pero sabes cómo se llama ese Dios?-, volvió a preguntar el predicador tratando de orillarlo,-puede llamarse Jehová, Yahveh, Alá, Buda, Brahma, Adonay, Hunabkú o como quieras nombrarlo Dios uno sólo es, es el hombre quien lo ha dividido obedeciendo a intereses mezquinos de índole político y económico-, respondió Marito,-me doy cuenta que eres un chico con mucho intelecto pero con lástima comprendo que estas mal informado, espero otro día poder debatir sobre las verdades del reino-, dijo el hombre incorporándose para despedirse, el primo y su mujer miraban a Marito con ojos desbordados por el asombro.
Un amigo del primo le informó una noche que en la manufacturera donde trabajaba su mujer estaban contratado personal y que requerían gente con cierto nivel educativo para algunas actividades específicas, -agradezco en gran manera, mañana iré a ese lugar que me indicas-, dijo Marito; hacía una semana había llegado a la ciudad sintiendo la necesidad de encontrar un empleo, los dueños de la panadería donde trabajaba su otro primo no decidían nada, parecía tener problemas de costos o toma de decisiones, a él dejo de importarle si no encontraba un lugar donde trabajar regresaría a su hogar con sus padres a lo mejor ellos estarían contentos. Con el deseo latiendo en la piel, en la mañana siguiente caminó unas doce cuadras hacia el noreste de la ciudad en búsqueda de la maquila indicada, era bueno para seguir direcciones según él mismo había comprobado, los carros iban y venían en direcciones opuestas mientras mucha gente transitaba las calles con rumbo desconocido.
En la entrada principal de la empresa había una gran cantidad de personas en búsqueda de una oportunidad laboral, Marito sintió indignación por los elevados niveles de desempleo del país, “es la realidad nuestra aunque disguste”, pensó, estuvo esperando a ser atendido pero pronto comprendió que lo harían en grupo, era imposible que hablaran uno a uno. A los minutos de estar parado esperando apareció en el portón una elegante mujer rubia de algunos treinta años, -necesito gente que tenga experiencia utilizando maquinas industriales-, dijo la mujer sin hacer introducción alguna, “esta ha de ser puta y por eso consiguió esa posición”, pensó Marito, una cantidad considerable de mujeres y unos cuantos hombres levantaron la mano, la mujer les indicó que entraran abriendo una pequeña puerta a un lado del portón principal, -disculpe seño, me dijeron que ustedes necesitan también gente con algún nivel educativo-, dijo atrevido Marito acercándose al portón, -¿qué nivel tienes tú?-, preguntó la mujer en voz baja, -me falta un año para completar mi bachillerato en ciencias-, respondió Marito esperanzado, -entra-, dijo la mujer a secas, junto a Marito entraron otros dos jóvenes; la demás gente quedó fuera del reclutamiento a la espera de otro día.
La revisión de documentos fue rápida, las futuras operarias pasaron a los exámenes médicos de rigor; Marito y los otros compañeros quedaron llenando la solicitud de empleo, ellos ingresaban con otro estatus, dijo la mujer, formarían parte del equipo del control de la calidad bajo las órdenes de la ingeniero gerente de ese departamento aunque las diferencias en conceptos salariales eran mínimas, -siempre seremos proletarios para estos pendejos-, dijo uno de los jóvenes, a medida que avanzaba la mañana la señora encargada del reclutamiento y selección del recurso humano le parecía menos ácida a Marito, luego de terminar con los trámites la mujer los remitió al departamento donde laborarían.
Era aquella una fábrica maquiladora de camisas y pantalones de marcas de prestigio internacional, a Marito lo asignaron como inspector final en la línea de puños, una jovencita le explicó paciente los requerimientos de los clientes, lo permitido y lo inadmisible en el proceso, atrás de él habrían unas ocho operarias realizando diferentes operaciones relacionados con los puños de las camisas manga largas, de allí los puños eran trasladados por un conserje interno a otra línea donde era colocado en la camisa, era aquel un despliegue de operaciones a lo largo de toda la planta produciendo en serie y con metas establecidas que toda gente involucrada con la producción debía cumplir, en otro extremo de la fábrica estaba la producción de pantalones en igual de condiciones al ensamble de camisas; Marito se empapaba poco a poco de los procedimientos y las reglas del departamento.
Sin reproches Marito fue adaptándose a la rutina seguida por los operarios de fábrica, en la planta de producción se encontró un par de conocidas y otra operaria que conocía a uno de sus familiares viviendo en la ciudad. Asimiló de buena forma la rutina de los trabajadores de la ciudad, cada mañana se levantaba, sin desayunar salía a caminar unas doce cuadras hasta llegar a la maquila, marcaba tarjeta, para luego incorporarse a la revisión de piezas recién terminadas, empezó a distanciarse de la gente, parecía que aquella población poco le importaba su situación real permaneciendo estoicos ante la vida, vivían felices, tal vez no les alcanzaba el salario para cubrir sus gastos de vida pero eso era indiferente para ellos, Marito había hablado con unas cuantas operarias y un par de compañeros allí se había dado cuenta como ignoraban el mundo y sus turbulencias, ni hablar de situaciones políticas, -aquí en nada interviene el gobierno porque deberíamos militar en política-, dijo una mujer cercana a su puesto de trabajo, la ingeniero gerente de calidad era una ordinaria mujer que miraba por encima del hombro a su subalternos, diría Marito, su arrogancia y mal genio la inducía a mostrar un vocabulario soez, poco a poco se iba decepcionando de aquel entorno, las expectativas organizacionales de índole político se fueron desvaneciendo, en general los empleados se sentían cómodos o indiferentes ante su condición de clase.
Una tarde mientras realizaba su tarea se le acercó el presidente de la compañía al parecer el mayor accionista, era un hombre de ascendencia árabe superando los cincuenta años en cálculos del propio Marito, -trabaja frente a mi vista, quiero ver tu estilo laboral-, dijo el hombre, él comenzó a revisar los puños como si nada estaba ocurriendo, en forma repentina el hombre le arrebato el paquete de puños e inició a revisarlos delante de él,-así se trabaja mira huevón-, dijo,-no creas cabrón que voy a estar regalándote mi dinero por hacer nada, ya días te estoy observando advirtiendo tu tortuguismo y desdén, me cansé, hoy trabajas bien o te vas a la calle-, Amenazó, eso fue suficiente, él no tenía necesidad de soportar humillaciones de ningún mequetrefe por mucho valor económico agregado que tuviera, paciente sin querer revelarse contra el propietario ni querer faltarle el respeto, espero su retiro, tan pronto como lo hizo, fue a la oficina de recursos humanos a comunicar que hasta esa tarde trabajaría por vituperios sufridos de parte del propietario de la compañía, -¿cuándo comenzaste a trabajar?-, preguntó la encargada del personal,-hace un mes-, dijo Marito, -en ese caso no hay responsabilidad de ninguna de las partes, tú estás dando por terminada la relación laboral aunque es un problema con ese señor que debemos nosotros lidiar-, dijo la mujer.
Marito llegó en el atardecer al apartamento donde vivía con sus primos a preparar maletas, -¿vas a viajar?-, interrogó el primo extrañado, -mañana me marchó a casa de mis padres de una vez por todas y para siempre-, respondió Marito un poco malhumorado, -¿y tu trabajo qué?-, volvió a preguntar el primo, -yo no tengo necesidad de aguantar los insultos de ningún viejo cabrón que sólo porque es millonario cree que está por encima de la humanidad entera, un día no muy lejano de mi vida miraré rodar esas cabezas alrededor del mundo cuando se levanté un gobierno mundial capaz de eliminar el dinero como medio de intercambio y la acumulación exacerbada de riquezas-, sentenció con el corazón palpitando en todas las partes de su cuerpo.
Sentado en los pasillos de la Universidad Nacional, Marito contemplaba el atardecer, acababa de dar los últimos retoques lingüísticos a un poema que venía tejiendo en su alma desde días atrás, se había inscrito en la carrera de Antropología en la cual había avanzado a máxima velocidad, tenía ansias por descubrir mundos diferentes aunque se vio obligado a abandonar la idea de estudiar Astronomía o cualquier otra relacionado con el espacio por la carencia de esos estudios en el país, aplicó a becas en diferentes universidades en el extranjero pero ninguna satisfizo su acuciosa intelectualidad, días atrás había reprochado la indiscreción de una ex compañera de bachillerato que encontró en la facultad de derecho de esa misma universidad, -estoy sorprendida, cómo pudiste superar tus problemas mentales e ingresar a la universidad, eso habla muy b
Llegaron a casa. -Marito ha regresado como estuvo la vez pasada mientras cursaba el último año de bachillerato-; expuso el hermano mayor a sus padres quienes tomaban la merienda vespertina en el comedor, el papá se llevó ambas manos a la cabeza acariciando su entre canoso cabello, la mamá colocó la taza de café sobre la mesa haciendo múltiples esfuerzos por contener las lágrimas, -¿habla del fin del mundo con seguridad?-, preguntó el padre con gesto de extrema preocupación dibujado en el rostro, -sí, habla de temas místicos asociándolos con el cine, la literatura y conceptos antropológicos, pero lo peor de todo son los ataques de histeria que sufre, a mí me gritó enfrente del hospital público, esa misma hazaña quiso repetir en el taxi pero al ignorarlo se calmó, opté mejor por mantenernos en silencio durante el trayecto-, narr&oacu
Marito regresó a la agencia de viajes el siguiente día después de visitar el neurólogo; durmió toda la noche con la nueva pastilla. Estuvo mirando una película en la televisión junto a sus primos antes de irse a la cama; recordó al viejo cara demacrada burlesco, se tomó la pastilla seguida de un vaso con agua, oró por primera vez en varios años a un Dios a quien poco creía y se tendió desnudo en la cama, lejos estuvo de enterarse del momento en que se quedó dormido en un sueño profundo del que despertó el siguiente día a las seis de la mañana. Sus ojos pesaban y la piel parecía arrugarse a lo largo de su cuerpo, él ignoró esas sensaciones, tomó un baño ligero, se vistió con un pantalón azul marino combinándolo con una camisa blanca a rayas azules y sus notables mocasines de plantilla suave, escuch&
Confundido, se estiró a lo largo de la cama; tiró la sábana blanca hacia un lado quedando desnudo, había dormido en forma plácida gracias a los efectos de la Dormicum, acarició sus genitales dormidos, rehusó manipularlos creyendo estar en un proceso catártico, decidió levantarse, con movimientos lentos fue al baño y se dio una ducha rápida para terminar de despabilarse, regresó a la habitación con la piel remojada; aún sin vestirse agarró un poco de vaselina y se la untó en el cabello, con un peine largo procedió a peinarse mirándose en el espejo adjunto a la puerta del baño, sonrió a sí mismo, se vistió con unos calcetines blancos, luego su camisa marrón de botones que abotonó inmediatamente, agarró un calzoncillo negro y se lo colocó al revés para alejar las malas energías, dijo, se visti
-Señor, por favor, deme otro asiento; señor, iré incomoda en este lugar, algo pasará aquí, señor escúcheme-, suplicaba la sesentona señora mientras acomodaba la pequeña maleta y tomaba el asiento del bus; el ayudante explicó que los boletos estaban enumerados y nada podía hacerse. Marito observaba la blanca cara desencajada de la mujer incapaz de controlar sus impulsos nerviosos, ella volvió a verlo con sus ojos desgarrados, Marito sonrió inspirando confianza, por fin la mujer se ubicó en el asiento de al lado; el pasillo del bus estaba siendo bien transitado por los pasajeros que buscaban donde sentarse para viajar a la ciudad del santo santuario, el sol había cubierto por completo la mañana de un agradable aire fresco, Marito regresaba a su ciudad y se negó a ser transportado por alguien de la agencia de viajes a la terminal, prefirió solicitar un taxi al h
A las cinco y treinta de la mañana del siguiente día despertó Marito asustado, unos zorzales cantaban en el solar de la casa, él se incorporó, meticuloso prestó atención para comprobar la veracidad del canto, buscó debajo de la cama sus pájaros artesanales, los extrajo y los tiró a un lado de la maleta, fue al baño para darse una ducha rápida, el agua estaba bastante fría; sin perder tiempo se vistió con la ropa que había asistido a la capacitación en la casa matriz, untó bastante vaselina en su cabello y se peinó con su estilo habitual; arregló la maleta y salió del dormitorio. La tía estaba afanada en la cocina preparando el desayuno, Marito agradeció la hospitalidad al momento que se despedía, -espera desayunar, dispones de tiempo para llegar
Marito se graduó de antropólogo con altos honores en la Universidad Nacional un año después del planificado, la neurosis depresiva sufrida en el penúltimo año fue la causa principal del retraso; bastaron tres días para que él asumiera la realidad, el forcejeo con su padre lo hizo reflexionar al despertar del sueño profundo en el que cayó después del incidente, el viejo cara demacrada desapareció de su vista, -debo recuperarme y regresar a la normalidad todo ha sido como un sueño-, dijo acostado en la cama al amanecer. Evitó causar preocupaciones a sus padres; callado, sin hablar más que lo necesario, miraba la televisión o escuchaba música variada. En el tercer día sus padres dejaron que regresara la ciudad capital a retomar sus estudios universitarios, sólo le recomendaron tomar siempre el medicamento indicado por el neurólogo. En la universida
En la mañana, Marito fue a sentarse en los bordes de la pila ubicada en la parte trasera de la casa, tenía una pantaloneta color gris puesta y los pies extendidos sobre los bordes, distante contemplaba las finas heridas comenzando a cicatrizar a lo largo de sus largas piernas blancas, “son las mismas heridas hechas a Jesucristo en el día de crucifixión en el calvario”, pensó a solas, el sol comenzaba a iluminar el azul cielo y la hermosa ciudad, los rayos suaves llegaban hasta su cuerpo haciéndolo brillar en medio de la tempestad. El sueño había huido de los ojos de Marito, toda la noche pasó en vela recordando la exhortación del apóstol Pablo a los tesalonicenses que la venida del Señor sería como ladrón en la noche, así que debería permanecer en ayuno y oración; justo a la