Sentado en los pasillos de la Universidad Nacional, Marito contemplaba el atardecer, acababa de dar los últimos retoques lingüísticos a un poema que venía tejiendo en su alma desde días atrás, se había inscrito en la carrera de Antropología en la cual había avanzado a máxima velocidad, tenía ansias por descubrir mundos diferentes aunque se vio obligado a abandonar la idea de estudiar Astronomía o cualquier otra relacionado con el espacio por la carencia de esos estudios en el país, aplicó a becas en diferentes universidades en el extranjero pero ninguna satisfizo su acuciosa intelectualidad, días atrás había reprochado la indiscreción de una ex compañera de bachillerato que encontró en la facultad de derecho de esa misma universidad, -estoy sorprendida, cómo pudiste superar tus problemas mentales e ingresar a la universidad, eso habla muy b
Llegaron a casa. -Marito ha regresado como estuvo la vez pasada mientras cursaba el último año de bachillerato-; expuso el hermano mayor a sus padres quienes tomaban la merienda vespertina en el comedor, el papá se llevó ambas manos a la cabeza acariciando su entre canoso cabello, la mamá colocó la taza de café sobre la mesa haciendo múltiples esfuerzos por contener las lágrimas, -¿habla del fin del mundo con seguridad?-, preguntó el padre con gesto de extrema preocupación dibujado en el rostro, -sí, habla de temas místicos asociándolos con el cine, la literatura y conceptos antropológicos, pero lo peor de todo son los ataques de histeria que sufre, a mí me gritó enfrente del hospital público, esa misma hazaña quiso repetir en el taxi pero al ignorarlo se calmó, opté mejor por mantenernos en silencio durante el trayecto-, narr&oacu
Marito regresó a la agencia de viajes el siguiente día después de visitar el neurólogo; durmió toda la noche con la nueva pastilla. Estuvo mirando una película en la televisión junto a sus primos antes de irse a la cama; recordó al viejo cara demacrada burlesco, se tomó la pastilla seguida de un vaso con agua, oró por primera vez en varios años a un Dios a quien poco creía y se tendió desnudo en la cama, lejos estuvo de enterarse del momento en que se quedó dormido en un sueño profundo del que despertó el siguiente día a las seis de la mañana. Sus ojos pesaban y la piel parecía arrugarse a lo largo de su cuerpo, él ignoró esas sensaciones, tomó un baño ligero, se vistió con un pantalón azul marino combinándolo con una camisa blanca a rayas azules y sus notables mocasines de plantilla suave, escuch&
Confundido, se estiró a lo largo de la cama; tiró la sábana blanca hacia un lado quedando desnudo, había dormido en forma plácida gracias a los efectos de la Dormicum, acarició sus genitales dormidos, rehusó manipularlos creyendo estar en un proceso catártico, decidió levantarse, con movimientos lentos fue al baño y se dio una ducha rápida para terminar de despabilarse, regresó a la habitación con la piel remojada; aún sin vestirse agarró un poco de vaselina y se la untó en el cabello, con un peine largo procedió a peinarse mirándose en el espejo adjunto a la puerta del baño, sonrió a sí mismo, se vistió con unos calcetines blancos, luego su camisa marrón de botones que abotonó inmediatamente, agarró un calzoncillo negro y se lo colocó al revés para alejar las malas energías, dijo, se visti
-Señor, por favor, deme otro asiento; señor, iré incomoda en este lugar, algo pasará aquí, señor escúcheme-, suplicaba la sesentona señora mientras acomodaba la pequeña maleta y tomaba el asiento del bus; el ayudante explicó que los boletos estaban enumerados y nada podía hacerse. Marito observaba la blanca cara desencajada de la mujer incapaz de controlar sus impulsos nerviosos, ella volvió a verlo con sus ojos desgarrados, Marito sonrió inspirando confianza, por fin la mujer se ubicó en el asiento de al lado; el pasillo del bus estaba siendo bien transitado por los pasajeros que buscaban donde sentarse para viajar a la ciudad del santo santuario, el sol había cubierto por completo la mañana de un agradable aire fresco, Marito regresaba a su ciudad y se negó a ser transportado por alguien de la agencia de viajes a la terminal, prefirió solicitar un taxi al h
A las cinco y treinta de la mañana del siguiente día despertó Marito asustado, unos zorzales cantaban en el solar de la casa, él se incorporó, meticuloso prestó atención para comprobar la veracidad del canto, buscó debajo de la cama sus pájaros artesanales, los extrajo y los tiró a un lado de la maleta, fue al baño para darse una ducha rápida, el agua estaba bastante fría; sin perder tiempo se vistió con la ropa que había asistido a la capacitación en la casa matriz, untó bastante vaselina en su cabello y se peinó con su estilo habitual; arregló la maleta y salió del dormitorio. La tía estaba afanada en la cocina preparando el desayuno, Marito agradeció la hospitalidad al momento que se despedía, -espera desayunar, dispones de tiempo para llegar
Marito se graduó de antropólogo con altos honores en la Universidad Nacional un año después del planificado, la neurosis depresiva sufrida en el penúltimo año fue la causa principal del retraso; bastaron tres días para que él asumiera la realidad, el forcejeo con su padre lo hizo reflexionar al despertar del sueño profundo en el que cayó después del incidente, el viejo cara demacrada desapareció de su vista, -debo recuperarme y regresar a la normalidad todo ha sido como un sueño-, dijo acostado en la cama al amanecer. Evitó causar preocupaciones a sus padres; callado, sin hablar más que lo necesario, miraba la televisión o escuchaba música variada. En el tercer día sus padres dejaron que regresara la ciudad capital a retomar sus estudios universitarios, sólo le recomendaron tomar siempre el medicamento indicado por el neurólogo. En la universida
En la mañana, Marito fue a sentarse en los bordes de la pila ubicada en la parte trasera de la casa, tenía una pantaloneta color gris puesta y los pies extendidos sobre los bordes, distante contemplaba las finas heridas comenzando a cicatrizar a lo largo de sus largas piernas blancas, “son las mismas heridas hechas a Jesucristo en el día de crucifixión en el calvario”, pensó a solas, el sol comenzaba a iluminar el azul cielo y la hermosa ciudad, los rayos suaves llegaban hasta su cuerpo haciéndolo brillar en medio de la tempestad. El sueño había huido de los ojos de Marito, toda la noche pasó en vela recordando la exhortación del apóstol Pablo a los tesalonicenses que la venida del Señor sería como ladrón en la noche, así que debería permanecer en ayuno y oración; justo a la
Calculando sus pasos Marito caminó a través de la obscuridad en la habitación asignada en la clínica, hizo girar la cerradura de la puerta, sin hacer ningún ruido salió al pasillo en penumbras y siguió avanzando sigiloso, el silencio se imponía insolente haciendo sombra a sus pies, llegó a la oficina de recepción, apartó una de las cortinas de los celosías, con cuidado miró hacia las limpias y amplias calles iluminadas por las farolas amarillentas, los arbustos de benjamines sembrados en las aceras de ambas calles soplaban un viento fresco trayendo un agradable perfume de limonaria, “este sin duda es el cielo”, pensó Marito, “ya he ascendido al reino de los cielos”; una camioneta 4x4 pasó frente a la clínica sin hacer mucho ruido, -vaya, en el cielo también circulan vehículos, era imposible que Dios en su magnificencia y grandeza