Bianca despertó de su estado de duermevela poco a poco, lo primero que hizo fue llevarse las manos a la cabeza porque le dolía de manera horrorosa. Su mente registró que no estaba en su cama, entonces recordó que había ido a una fiesta de fin de curso en casa de la mejor amiga de su prima Carmina, seguramente se había quedado a dormir allí, frunció el ceño al no poder recordar nada. Un segundo después otro hecho la impactó: estaba desnuda y el dolor que sentía entre los muslos le dijo que algo muy malo había pasado. Abrió los ojos confundida y con horror se dio cuenta de que a su lado había un hombre extraño, tan desnudo como ella. Con pánico se levantó de la cama, la sangre que manchaba sus muslos le dijo que se había acostado con ese hombre. «¡Oh, Dios mío! ¿Qué he hecho? Papá va a matarme» pensó desesperada mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. «¿Cómo pude hacer esto?» se recriminó a sí misma. Trató de recordar si había bebido mucho en la fiesta de la amiga de Carmina,
Bianca no podía dejar de mirar la prueba de embarazo que tenía en sus manos, nunca pensó que lo sucedido esa noche tuviera consecuencias. No sabía cómo se lo diría a su padre, estaba segura de que la mataría. ¡Dios que tonta e irresponsable había sido! Todos sus planes se fueron por el retrete. No podría terminar sus estudios universitarios, su papá no lo permitiría, apenas había terminado el primer año y ya estaba embarazada. Lo peor de todo es que no estaba segura de quién era el padre. Lo único que recordaba era que el hombre con el que se acostó se parecía a Lorenzo Rizzo, pero sabía que no podía ser él porque se había casado con Carmina. Decidió llamar a su prima en busca de información ya que la fiesta fue en casa de su amiga, a lo mejor ella sabía con quien se había acostado esa noche. ―¿Embarazada? ¡Por Dios, Bianca! Te volviste loca, no, no sé con quién te fuiste a la cama. ―Yo tampoco, Carmina, recuerdo tomar una copa de vino y después despertar al lado de un hombre, me
Bianca se despertó en un hospital sin tener idea de lo que había pasado, le dolía todo el cuerpo, pero especialmente el pecho. Tenía miedo, sintió una angustia muy profunda dentro de sí por lo que sin poder evitarlo soltó un sollozo. Un médico que estaba escribiendo algo en su historia levantó la cabeza, sorprendido al escucharla, al ver sus ojos desesperados se apresuró a examinarla. ―¿Puedes hablar? ―preguntó el doctor. ―¿Qué me ocurrió? ―cuestionó Bianca con voz ronca. El médico pudo observar que la confusión estaba pintada en su cara. Él terminó de examinarla y le brindó una sonrisa tranquilizadora. ―Hola, soy el doctor Fabricio Conte, me alegra ver que despertó, tuvo usted un accidente de coche hace unos días en Sicilia del cual resultó severamente lesionada. Estaba tan grave que la trasladaron a Roma para poder atenderla mejor ―explicó el médico. ―¿Sicilia? No, no lo creo, hace mucho que no voy a Sicilia, acabo de terminar el primer año de la universidad y este año pasaré e
Bianca se marchó cabizbaja, estaba desesperada, su abuela se moriría si tenía que sacarla del hospital privado por no tener conque pagar la cuenta. Si tan solo el hospital público hubiese aceptado operarla cuando le tocó la segunda operación, ella no estaría en esa situación tan desesperada. Su abuela había sido diagnóstica con muerte cerebral, por eso el hospital público se negó a operarla de nuevo para intentar salvarla, quería desconectarla para que muriera, pero ella se opuso y se la llevó a uno privado. La operación consumió todos los ahorros que tenía y ya no sabía de donde sacar dinero. Y aún tenía que pagar su estancia en el otro hospital privado para pacientes terminales donde tuvo que llevarla después de la operación, porque si la enviaban de nuevo al público al cabo de un par de meses la desconectarían. Bianca sentía que se lo debía a su abuela, su Nonna era la única que la había apoyado y consolado después del accidente y de la pérdida de su bebé. Nunca la juzgó, ni le r
No, mi princesa, la señorita Bianca y yo estamos hablando de un trabajo, y sabes que no puedes entrar a mi oficina de esa manera ―reprendió Lorenzo a Gianna con cariño ―Ve con tu niñera y espera que nosotros terminemos de hablar ¿Sí? ―Pero, la señorita Bianca no se irá. ¿Verdad, papá? Ella es mi mamá perfecta ―aseguró Gianna. ―No, no se irá ―respondió Lorenzo para asombro de Bianca. La niña depósito un beso en el rostro de la sorprendida Bianca y salió de la oficina de su padre. Bianca se preguntó cómo era posible que Carmina hubiese abandonado de esa manera a su hija, que no daría ella por tener a su hijo con ella. Desde que su prima se había casado con Lorenzo se distanció totalmente de su familia Romano y cuando ocurrió su accidente ni siquiera la fue a ver. La llamó para pedirle ayuda cuando su padre la echó de la casa y su prima simplemente le había colgado el teléfono. Lo último que escuchó de ella era que se había mudado a Londres a vivir la gran vida con el dinero que le h
Bianca estaba en la habitación de Gianna acomodando la ropa de la niña cuando escuchó llegar a Lorenzo con su hija. ―Mamá, mamá ―gritó la niña corriendo por toda la casa. Bianca se asomó a las escaleras pensando que quizás Carmina había vuelto de visita, para su asombro, Gianna soltó un gritito de felicidad al verla y subió corriendo las escaleras. Bianca temiendo que se hiciera daño comenzó a bajar con prisas hasta que la niña cayó en sus brazos. ―Mamá, no fuiste al colegio, era día de mamás y yo me escondí y lloré, lloré y lloré hasta que llegó papá y me dijo que estabas en casa ―dijo Gianna abrazándola con fuerza. Bianca miró a Lorenzo confusa y él le hizo señas de que después le explicaría. ―No sabía que era día de mamás en el colegio, mi pollito ―le respondió Bianca con suavidad mientras la cargaba y subía las escaleras con ella para llevarla a su habitación. ―¿La próxima irás, mamá? ―preguntó la niña mirándola con sus grandes ojos verdes. ―Sí, la próxima vez te acompañaré
Bianca se quedó mirando a Lorenzo sin palabras ante la amenaza que le hizo, durante una fracción de segundo pensó en retractarse, pero se recordó la promesa que le hizo a su abuela. ―Nunca haría sufrir a un niño, al menos no intencionalmente, pero le aseguro, señor Lorenzo que educaré a Gianna lo mejor que pueda, con afecto y valores. ―Lorenzo, no me digas señor, se vería extraño si vamos a casarnos ―alegó él. ―Está bien... Lorenzo ―dijo con timidez. ―¿Tienes familia a la que notificarle de la boda? ―No, soy huérfana ―respondió mintiendo en parte porque en realidad no tenía a nadie que pudiera acompañarla ―No hay nadie a quien invitar. ―Lo lamento, pero piensa que ahora tendrás una hija. ―Sí, Gianna será mi hija de ahora en adelante ―contestó ella pensando en su bebé y rogando que tuviese una madre que lo amara. ―¿Trajiste todas tus cosas? ¿Hay algo que quieras de tu casa? Porque no volverás a vivir allí ―Traje una maleta con lo esencial no pensé que me quedará para siempre.
Cuando subieron al coche el teléfono de Lorenzo comenzó a sonar, era la niñera que lo llamaba porque Gianna se había despertado y estaba llorando por su mamá. No había logrado calmarla, al fondo se oía a la pequeña que lloraba a todo pulmón. ―Papá, me dijiste que cuando despertara mi mamá estaría aquí y no está ―sollozó la pequeña. ―Vamos en camino, mi princesa, te pondré a mamá para que te diga cuando llegamos que voy conduciendo el coche ―dijo Lorenzo a su hija. Bianca tomó el aparato que él le tendió. ―No llores, mi pollito, que ya voy en camino, mi maleta se había perdido. ―Mi papá te comprará ropa, pero ven ya, mamá ―pidió la niña haciendo un puchero. ―Ya voy, corazoncito, pronto llegaré. ¿Por qué no sacas tus vestidos más lindos para que cuando yo llegue veamos que te pondrás mañana para la boda? Dile a la niñera que te ayude ―le propuso para calmarla. El viaje de regreso lo hicieron más rápido que el de ida, cuando llegaron a la casa, Lorenzo bajó la caja con el vestido d