―Perdón, no quería vomitarte encima ―dijo Gia con vergüenza, aunque sus ojos estaban fijos en el vómito.Fabricio no sabía si ahorcarla o abrazarla, lo que si estaba seguro es de que no la besaría.―Pasen y ubiquen el baño o alguna papelera para evitar nuevos accidentes ―respondió con calma.«Así que todo este berrinche fue porque estaba celosa» pensó con un poco de satisfacción «Y me ama, dicen que los borrachos y los niños siempre dicen la verdad» reflexionó con más satisfacción aún.Las chicas entraron, Laura y Gaby se apoderaron del sofá más grande, mientras Gia se sentó en el más pequeño, se sentía mucho mejor después de haber vomitado y si se podía estaba más avergonzada aún. Solo había ido porque quería disculparse y terminó diciéndole que lo amaba y que estaba celosa.Y encima le vomitó los pies, «¡Qué vergüenza! Dios mío»Fabricio había desaparecido en la habitación y Gia no sabía si marcharse o quedarse a esperar su regaño porque estaba segura de que de esa no saldría indemn
―Entonces vomitó en mis pies ―dijo Fabricio ante su audiencia.―¡Ay que asco! Gia, ¿cómo pudiste? ―preguntó Bianca.―Soy médico, ¿sabes cuantas cosas asquerosas se ven en nuestra profesión? ―respondió Fabricio.―Fabricio se lo tomó como todas las veces en que la vomité durante el embarazo de Carmelo y él no estuvo para acompañarme, levantarme el cabello y limpiar ―respondió Gia.―Nunca vomitaste en el embarazo de Carmelo ―señaló Dante.―¡Oh, papá! ¿Tenías que decir eso? ―preguntó Gia.―Sí, yo estuve allí en cada momento, y sé que no vomitaste, pero no importa, igual el doctorcito se lo merecía.―Hasta yo que soy su madre creo que lo tenía bien merecido ―dijo Julia.La risa fue general.Era el domingo siguiente y Fabricio había organizado un picnic en el jardín de los naranjos uno de los sitios más románticos de Roma. Toda la familia había sido invitada y también sus mejores amigas Laura y Gaby, cuando todos los invitados llegaron y estuvieron sentado en las mantas que se distribuyeron
Al día siguiente de su nueva vida, Gia se reunió con la organizadora de bodas, iba acompañada por Bianca, haciendo el papel de madre; y Julia, su suegra, tenían escasamente dos meses para organizar la boda de sus sueños. La noche anterior mientras descansaba en los brazos de Fabricio se dio cuenta de que las clases en la universidad comenzarían finalizando el verano y que chocaría con su boda; y quería disponer de unos días de luna de miel y disfrutar como familia antes de volver a la rutina. Así que solo disponían de dos meses. La lista inicial de cincuenta invitados pasó a ser de cien personas solo entre la familia y los amigos más cercanos. Por la iglesia no tendría problema porque se casaría en la capilla de su antiguo colegio que era grande y bonita. Encontraron un salón disponible en un hotel de la ciudad y lo reservaron de inmediato. Gia se dijo que sería práctica, escogería las flores disponibles de la temporada y si era necesario se decantaría por tarjetas ya listas para i
Después de haber disfrutado en grande la celebración de su boda, Gia y Fabricio se fueron de luna de miel a las islas griegas a una casa en la playa. Carmelo se quedó con toda la familia en la casa de Sicilia que usaron durante la búsqueda de la hija perdida de Bianca. Sin embargo, sus papás no resistieron estar más de tres días sin él por lo que, de mutuo acuerdo decidieron interrumpir su viaje de novios y volar hasta Sicilia. ―Ya habrá tiempo para viajar solos cuando nuestros hijos no quieran hacerlo con nosotros ―dijo Gia. Al llegar se encontraron con la noticia de que Bianca estaba embarazada. ―¿Embarazada? ¿Cuánto tiempo tienes? ―preguntó Gia con asombro. ―Doce semanas ―respondió Bianca ―el día antes de tu boda supe que ya mi bebé no corría peligro y fue cuando se lo dije a Lorenzo. Era tu día y por eso no di la noticia. ―Serás tonta ―replicó Gia como solo las hermanas saben decir sin que suene a ofensa ―no me hubiese importado. Un abrazo acabó con toda discusión, era un día
Bianca despertó de su estado de duermevela poco a poco, lo primero que hizo fue llevarse las manos a la cabeza porque le dolía de manera horrorosa. Su mente registró que no estaba en su cama, entonces recordó que había ido a una fiesta de fin de curso en casa de la mejor amiga de su prima Carmina, seguramente se había quedado a dormir allí, frunció el ceño al no poder recordar nada. Un segundo después otro hecho la impactó: estaba desnuda y el dolor que sentía entre los muslos le dijo que algo muy malo había pasado. Abrió los ojos confundida y con horror se dio cuenta de que a su lado había un hombre extraño, tan desnudo como ella. Con pánico se levantó de la cama, la sangre que manchaba sus muslos le dijo que se había acostado con ese hombre. «¡Oh, Dios mío! ¿Qué he hecho? Papá va a matarme» pensó desesperada mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. «¿Cómo pude hacer esto?» se recriminó a sí misma. Trató de recordar si había bebido mucho en la fiesta de la amiga de Carmina,
Bianca no podía dejar de mirar la prueba de embarazo que tenía en sus manos, nunca pensó que lo sucedido esa noche tuviera consecuencias. No sabía cómo se lo diría a su padre, estaba segura de que la mataría. ¡Dios que tonta e irresponsable había sido! Todos sus planes se fueron por el retrete. No podría terminar sus estudios universitarios, su papá no lo permitiría, apenas había terminado el primer año y ya estaba embarazada. Lo peor de todo es que no estaba segura de quién era el padre. Lo único que recordaba era que el hombre con el que se acostó se parecía a Lorenzo Rizzo, pero sabía que no podía ser él porque se había casado con Carmina. Decidió llamar a su prima en busca de información ya que la fiesta fue en casa de su amiga, a lo mejor ella sabía con quien se había acostado esa noche. ―¿Embarazada? ¡Por Dios, Bianca! Te volviste loca, no, no sé con quién te fuiste a la cama. ―Yo tampoco, Carmina, recuerdo tomar una copa de vino y después despertar al lado de un hombre, me
Bianca se despertó en un hospital sin tener idea de lo que había pasado, le dolía todo el cuerpo, pero especialmente el pecho. Tenía miedo, sintió una angustia muy profunda dentro de sí por lo que sin poder evitarlo soltó un sollozo. Un médico que estaba escribiendo algo en su historia levantó la cabeza, sorprendido al escucharla, al ver sus ojos desesperados se apresuró a examinarla. ―¿Puedes hablar? ―preguntó el doctor. ―¿Qué me ocurrió? ―cuestionó Bianca con voz ronca. El médico pudo observar que la confusión estaba pintada en su cara. Él terminó de examinarla y le brindó una sonrisa tranquilizadora. ―Hola, soy el doctor Fabricio Conte, me alegra ver que despertó, tuvo usted un accidente de coche hace unos días en Sicilia del cual resultó severamente lesionada. Estaba tan grave que la trasladaron a Roma para poder atenderla mejor ―explicó el médico. ―¿Sicilia? No, no lo creo, hace mucho que no voy a Sicilia, acabo de terminar el primer año de la universidad y este año pasaré e
Bianca se marchó cabizbaja, estaba desesperada, su abuela se moriría si tenía que sacarla del hospital privado por no tener conque pagar la cuenta. Si tan solo el hospital público hubiese aceptado operarla cuando le tocó la segunda operación, ella no estaría en esa situación tan desesperada. Su abuela había sido diagnóstica con muerte cerebral, por eso el hospital público se negó a operarla de nuevo para intentar salvarla, quería desconectarla para que muriera, pero ella se opuso y se la llevó a uno privado. La operación consumió todos los ahorros que tenía y ya no sabía de donde sacar dinero. Y aún tenía que pagar su estancia en el otro hospital privado para pacientes terminales donde tuvo que llevarla después de la operación, porque si la enviaban de nuevo al público al cabo de un par de meses la desconectarían. Bianca sentía que se lo debía a su abuela, su Nonna era la única que la había apoyado y consolado después del accidente y de la pérdida de su bebé. Nunca la juzgó, ni le r