Bianca se despertó en un hospital sin tener idea de lo que había pasado, le dolía todo el cuerpo, pero especialmente el pecho. Tenía miedo, sintió una angustia muy profunda dentro de sí por lo que sin poder evitarlo soltó un sollozo.
Un médico que estaba escribiendo algo en su historia levantó la cabeza, sorprendido al escucharla, al ver sus ojos desesperados se apresuró a examinarla.
―¿Puedes hablar? ―preguntó el doctor.
―¿Qué me ocurrió? ―cuestionó Bianca con voz ronca. El médico pudo observar que la confusión estaba pintada en su cara.
Él terminó de examinarla y le brindó una sonrisa tranquilizadora.
―Hola, soy el doctor Fabricio Conte, me alegra ver que despertó, tuvo usted un accidente de coche hace unos días en Sicilia del cual resultó severamente lesionada. Estaba tan grave que la trasladaron a Roma para poder atenderla mejor ―explicó el médico.
―¿Sicilia? No, no lo creo, hace mucho que no voy a Sicilia, acabo de terminar el primer año de la universidad y este año pasaré el verano con mi Nonna.
«¿Verano?, sí apenas estamos comenzando la primavera» pensó el doctor
―¿No recuerdas haber ido a Sicilia? ―preguntó el doctor con el ceño fruncido.
―No, no, debe estar equivocado, no tengo a nadie en Sicilia, no hay motivos para que yo estuviera allí ―ya su voz sonaba desesperada.
―¿Recuerda su nombre? ―preguntó el médico con una sospecha rondando por su mente.
―Sí, por supuesto, Bianca Romano.
―¿Qué edad tiene? ―volvió a preguntar
―Diecinueve años, cumplo los veinte, en marzo del próximo año, al inicio de la primavera.
Estaban en abril, y el médico sabía que su cumpleaños número veinte había pasado el mes anterior. Tenía su fecha de nacimiento apuntada en la historia clínica.
―¿Y en que época del año estamos?
―Verano, ¿será posible que haya ido con mi Nonna a Sicilia? ¿Dónde está mi abuela? ¿Ella está bien?
―Bianca, que yo sepa tu abuela está bien, pero ella no está aquí, escúchame con atención, creo que perdiste tus recuerdos de los últimos meses. Tienes veinte años y estamos en primavera. Afuera están tu padre y tu madrastra, hablaré con ellos y los dejaré pasar.
Bianca se asustó terriblemente por las palabras del médico. Si lo que decía era cierto había perdido meses de su vida.
―No, eso no puede ser, ¿Qué hacía yo en Sicilia? ¿Y cómo es posible que no recuerde meses de mi vida? ―gritó asustada, las lágrimas corrían por sus mejillas en abundancia ―¿Dónde está mi Nonna? Quiero ver a mi abuela.
―Enfermera inyéctele esto, por favor ―ordenó el doctor Fabricio.
Bianca siguió llorando sin entender lo que le pasaba, ni porque sentía esa tristeza y ese miedo tan profundo dentro de sí. Sentía el pecho tan apretado que casi no podía respirar. La enfermera inyectó el sedante en el suero y Bianca se durmió.
El doctor Conte salió al pasillo a hablar con el padre de su paciente.
―Señor Romano ―dijo el médico al padre de Bianca ―su hija despertó, estuve conversando con ella, piensa que tiene diecinueve años, que estamos en invierno y creo que no sabe nada del bebé porque no preguntó por él ni se angustió por desconocer su paradero.
―¿Bebé? ¿Qué bebé? ―preguntó el padre de Bianca confundido.
―¿No lo sabían? ―cuestionó el médico un poco avergonzado ―De acuerdo con el examen médico, Bianca acaba de dar a luz un bebé, aunque la policía no encontró rastro del niño y no hay registros médicos en los hospitales de la zona.
―¿Un bebé? ¿Cómo puede ser eso? Debe haber un registro en alguna parte ―rugió el hombre.
―Lo único que se me ocurre es que su hija haya dado a su bebé en adopción antes del accidente. Los servicios sociales se ocupan de que ese registro de nacimiento desaparezca del hospital, aunque ellos los almacenan, pero el proceso es tan confidencial que dudo que obtenga alguna información
―¡Oh, Dios mío! Dante, tu hija es una desvergonzada. No sé qué vas a hacer con ella, pero no la quiero en mi casa, no permitiré que con su ejemplo perjudique a sus hermanas ―señaló Ofelia, la esposa del padre de Bianca.
Cinco años después.
Bianca tocó el timbre de la puerta de la casa de su padre en Roma, una doncella le abrió la puerta, era nueva y no la conocía.―Hola, soy Bianca, la hija del señor Dante Romano. ¿Está mi padre en casa? ― preguntó la joven.
La doncella la miró confusa, nunca le dijeron que el señor Dante tuviera otra hija, además por la ropa vieja que vestía no podía ser la hija del señor Dante.
―Espere aquí un momento, señorita, la voy a anunciar con la señora Ofelia ―respondió la chica.
«Vaya, ni siquiera me dejó pasar y si le pregunta a la bruja de Ofelia de seguro no lograré hablar con papá» pensó Bianca afligida.
Un largo rato después salió su madrastra, la miró de arriba abajo con una expresión de desprecio que Bianca pensó que se merecía por haber abandonado a su hijo. No podía recordar su cara, ni a quien se lo entregó, ni siquiera sabía quién era el padre, si no fuese por las señales del post parto y por sus senos cargados de leche pensaría que todo era mentira.
Su peor castigo era que nunca sabría nada de su bebé.
―¿Qué quieres, Bianca? ―preguntó la mujer con una expresión de molestia ―Sabes que no puedes venir aquí, tu papá fue muy claro cinco años atrás cuando te envió a vivir con tu abuela.
―Por favor, Ofelia, necesito hablar con papá, es muy urgente. Mi abuela tuvo un accidente y está hospitalizada en estado vegetal, necesito su ayuda para poder costear el hospital. Lo que gano vendiendo mis perfumes en el mercado artesanal no cubre los gastos de su estancia en el ese lugar.
―Eso no es problema de tu padre, Bianca, envía a tu abuela a un hospital público, y lárgate de aquí y no vuelvas más ―dijo cerrando la puerta en su cara.
Bianca dio la vuelta para que Ofelia que seguramente estaba mirando su humillación desde la ventana no viera sus lágrimas, pero la desesperación la invadió. ¿Por qué su padre la abandonó de esa manera? ¿Acaso no la amaba lo suficiente para poder perdonarla?
Si su papá supiera que la que menos podía perdonar su error era ella misma, quizás su corazón se ablandara un poco para perdonarla algún día.
Bianca se marchó cabizbaja, estaba desesperada, su abuela se moriría si tenía que sacarla del hospital privado por no tener conque pagar la cuenta. Si tan solo el hospital público hubiese aceptado operarla cuando le tocó la segunda operación, ella no estaría en esa situación tan desesperada. Su abuela había sido diagnóstica con muerte cerebral, por eso el hospital público se negó a operarla de nuevo para intentar salvarla, quería desconectarla para que muriera, pero ella se opuso y se la llevó a uno privado. La operación consumió todos los ahorros que tenía y ya no sabía de donde sacar dinero. Y aún tenía que pagar su estancia en el otro hospital privado para pacientes terminales donde tuvo que llevarla después de la operación, porque si la enviaban de nuevo al público al cabo de un par de meses la desconectarían. Bianca sentía que se lo debía a su abuela, su Nonna era la única que la había apoyado y consolado después del accidente y de la pérdida de su bebé. Nunca la juzgó, ni le r
No, mi princesa, la señorita Bianca y yo estamos hablando de un trabajo, y sabes que no puedes entrar a mi oficina de esa manera ―reprendió Lorenzo a Gianna con cariño ―Ve con tu niñera y espera que nosotros terminemos de hablar ¿Sí? ―Pero, la señorita Bianca no se irá. ¿Verdad, papá? Ella es mi mamá perfecta ―aseguró Gianna. ―No, no se irá ―respondió Lorenzo para asombro de Bianca. La niña depósito un beso en el rostro de la sorprendida Bianca y salió de la oficina de su padre. Bianca se preguntó cómo era posible que Carmina hubiese abandonado de esa manera a su hija, que no daría ella por tener a su hijo con ella. Desde que su prima se había casado con Lorenzo se distanció totalmente de su familia Romano y cuando ocurrió su accidente ni siquiera la fue a ver. La llamó para pedirle ayuda cuando su padre la echó de la casa y su prima simplemente le había colgado el teléfono. Lo último que escuchó de ella era que se había mudado a Londres a vivir la gran vida con el dinero que le h
Bianca estaba en la habitación de Gianna acomodando la ropa de la niña cuando escuchó llegar a Lorenzo con su hija. ―Mamá, mamá ―gritó la niña corriendo por toda la casa. Bianca se asomó a las escaleras pensando que quizás Carmina había vuelto de visita, para su asombro, Gianna soltó un gritito de felicidad al verla y subió corriendo las escaleras. Bianca temiendo que se hiciera daño comenzó a bajar con prisas hasta que la niña cayó en sus brazos. ―Mamá, no fuiste al colegio, era día de mamás y yo me escondí y lloré, lloré y lloré hasta que llegó papá y me dijo que estabas en casa ―dijo Gianna abrazándola con fuerza. Bianca miró a Lorenzo confusa y él le hizo señas de que después le explicaría. ―No sabía que era día de mamás en el colegio, mi pollito ―le respondió Bianca con suavidad mientras la cargaba y subía las escaleras con ella para llevarla a su habitación. ―¿La próxima irás, mamá? ―preguntó la niña mirándola con sus grandes ojos verdes. ―Sí, la próxima vez te acompañaré
Bianca se quedó mirando a Lorenzo sin palabras ante la amenaza que le hizo, durante una fracción de segundo pensó en retractarse, pero se recordó la promesa que le hizo a su abuela. ―Nunca haría sufrir a un niño, al menos no intencionalmente, pero le aseguro, señor Lorenzo que educaré a Gianna lo mejor que pueda, con afecto y valores. ―Lorenzo, no me digas señor, se vería extraño si vamos a casarnos ―alegó él. ―Está bien... Lorenzo ―dijo con timidez. ―¿Tienes familia a la que notificarle de la boda? ―No, soy huérfana ―respondió mintiendo en parte porque en realidad no tenía a nadie que pudiera acompañarla ―No hay nadie a quien invitar. ―Lo lamento, pero piensa que ahora tendrás una hija. ―Sí, Gianna será mi hija de ahora en adelante ―contestó ella pensando en su bebé y rogando que tuviese una madre que lo amara. ―¿Trajiste todas tus cosas? ¿Hay algo que quieras de tu casa? Porque no volverás a vivir allí ―Traje una maleta con lo esencial no pensé que me quedará para siempre.
Cuando subieron al coche el teléfono de Lorenzo comenzó a sonar, era la niñera que lo llamaba porque Gianna se había despertado y estaba llorando por su mamá. No había logrado calmarla, al fondo se oía a la pequeña que lloraba a todo pulmón. ―Papá, me dijiste que cuando despertara mi mamá estaría aquí y no está ―sollozó la pequeña. ―Vamos en camino, mi princesa, te pondré a mamá para que te diga cuando llegamos que voy conduciendo el coche ―dijo Lorenzo a su hija. Bianca tomó el aparato que él le tendió. ―No llores, mi pollito, que ya voy en camino, mi maleta se había perdido. ―Mi papá te comprará ropa, pero ven ya, mamá ―pidió la niña haciendo un puchero. ―Ya voy, corazoncito, pronto llegaré. ¿Por qué no sacas tus vestidos más lindos para que cuando yo llegue veamos que te pondrás mañana para la boda? Dile a la niñera que te ayude ―le propuso para calmarla. El viaje de regreso lo hicieron más rápido que el de ida, cuando llegaron a la casa, Lorenzo bajó la caja con el vestido d
Bianca bajó por las escaleras y se encontró con que Gianna y la niñera la estaban esperando, la niña estaba impaciente por salir a la boda. Al verla descender la miró con una gran sonrisa. ―Está muy bonita, mamá, pareces un ángel ―le dijo la niña emocionada. ―El ángel eres tú, mi pollito, con ese vestido pareces una princesa ―le respondió Bianca. ―¿Dónde está Lorenzo? ―le preguntó a la niñera. ―El señor Lorenzo se marchó, dijo que la esperaba en el lugar, señora ―le respondió la niñera. ―Vamos, Dora, ayer era Bianca y hoy soy señora ―le dijo a la niñera. ―Al casarse con el señor Lorenzo ahora es la señora de la casa y es mejor que nos marchemos si no quiere llegar tarde a su boda. Gianna tomó su mano y al salir de su casa, Bianca se encontró con una limosina adornada con lazos. ―¡Oh! Me encanta este coche ―exclamó Gianna subiendo a él cuando el chofer le abrió la puerta. El paseo fue divertido para las tres y tuvieron que sostener a Gianna cuando se dio cuenta de que el techo
Lorenzo miró sorprendido a Fabián y una mirada de sospecha se instaló en su rostro al pensar que Bianca pudiera haber tenido una relación con su mejor amigo. La vio palidecer antes de poner una sonrisa en su rostro. ―Sí, hace unos años tuve un grave accidente automovilístico, estuve meses hospitalizada y el doctor Conte fue mi médico entonces. Una sensación de alivio recorrió el cuerpo de Lorenzo, su amigo podía ser un mujeriego, pero nunca se enredaba con una paciente. ―Sí, es cierto ―confirmó el médico ―¿Cómo estás, Bianca? ―Casándome ―dijo ella en broma para romper el incómodo momento. Bianca logró su propósito y el ambiente se relajó. Un fotógrafo que Lorenzo había contratado para que cubriera el evento tomó múltiples fotos. Los novios posaron solo, junto a Gianna y los abuelos. ―Quiero una foto con Gianna ―dijo Bianca para que la niña tuviera el recuerdo de ese día. La niña y ella hicieron varias poses juntas y las fotos quedaron muy bien. ―Su hija y usted se parecen much
Al final de la tarde, Bianca se despertó en la clínica privada de Fabricio, tenía puesta una vía en el brazo, Lorenzo estaba parado en la ventana mirando hacia la calle, dándole la espalda. ―¿Qué me ocurrió? ―preguntó Bianca llevándose la mano a la cabeza ―Te desmayaste al final de la comida, nos pegaste un buen susto ―explicó Lorenzo con la seriedad marcada en las facciones. ―Lo lamento, no sé qué me pasó. Bianca trató de recordar que le había ocurrido, pero su mente estaba en blanco. ―Estamos esperando los resultados de los análisis de sangre. Dime una cosa, Bianca ¿Estas embarazada? ―¡Por Dios! Claro que no. ―Tal vez debí preguntar antes, pero ¿había un hombre en tu vida? ―En este momento no, lo hubo una vez, pero con mi memoria se fueron los recuerdos de esa persona y si en este momento se pusiera delante de mí no lo reconocería ―confesó Bianca. ―¿Él se fue? ¿Te abandonó? ―preguntó Lorenzo. ―Supongo que sí, porque mi familia no sabía nada de él. Y después de mi accidente