Capítulo 75

Los planes iban de maravilla y, luego de recibir una foto de sus bebés muy temprano en la mañana, que lo llenó de motivos para luchar, Rubén llegó a los calabozos de los Soto, un lugar desagradable debajo del Lotto que servía para escarmentar a los infractores.

El jefe entró con su porte elegante en la sala de tortura, que no era tan bonita como la de Víctor, pero que daba más miedo, porque en las paredes colgaban herramientas oxidadas que, si no mataban a sus víctimas por el daño, seguramente lo harían por una gangrena. El olor también era asqueroso, una mezcla de orina, sangre, algo descompuesto y limpiador.

Su presa estaba acomodada para el espectáculo, habían atado a Kal una gran silla metálica muy rustica que parecía salida de una película de terror. El tipo era un desastre, desde el momento en el que encontraron los videos de Pinzón, tanto Rubén como Sergio y Víctor habían tenido su turno con él, desquitando un poquito de su ira. Si no fuera quien era, Rubén sentiría pena por él
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