Sergio sabía que Rubén debía estar a punto de estallar, todos lo sabían, para ese punto, ya habían llegado varias personas, incluyendo a Tomás y a Rolando. Este último ayudó a levantar a Rosanna del suelo porque nadie lo había hecho, Sergio mantenía a Margarita abrazada, con el temor de que tuviera un nuevo arranque al ver a Violeta llorar de esa manera y llamar a Rosalin a gritos. Y también debía reconocer que eso le estaba sirviendo a él mismo para no agarrar a patadas a esa arpía del infierno.

Rosanna continuaba llorando también, ella tenía la cara lastimada, arañazos en el cuello, una oreja y parte de un pómulo, sus mejillas coloradas por los golpes, el dorso de su mano sana completamente arañado y su brazo roto demasiado adolorido. Su torso igual, aunque Margarita se había apoyado sobre su vientre bajo, el forcejeo la había lastimado de nuevo y su llanto era muy real, ella ni siquiera quería mostrarse débil frente a todos los hombres de Rubén, deseaba contenerse y asumir el momen