Capítulo 5

Un nuevo día y nuevas historias llegaron, Marie habló con el abuelo a solas y entonces me di cuenta, ella siempre sintió un gran amor por él, uno de esos amores incapaces de ser olvidados aún si sabes que jamás serán correspondidos.

El abuelo le pidió perdón por nunca haberle correspondido, pero ella no tenía nada que perdonar, al contrario, siguió amándolo por la fidelidad que le guardó a la abuela aún después de tantos años de fallecida.

—Estoy seguro de que, si en algún momento hubiese querido rehacer mi vida, hubiese sido contigo, Marie. —planteó el abuelo provocando las lágrimas en la mujer—. No te quedes solo con mi muerte, ¿Sí? Renuncia a esa casa y busca tu felicidad, incluso, capaz que esté más cerca de lo que imaginas.

—Si me voy, ¿Quién cuidará de Eva? —preguntó ella en medio de lágrimas—. No dejaré a mi niña sola.

Marie junto a mis abuelos fueron las personas que me criaron y estoy segura de que ella jamás pensó mal de mi abuela, al contrario, la admiró y siempre que la recuerda lo hace con gran cariño. Seguro sentía hasta culpa por haberse enamorado del abuelo.

Marie me abrazó.

Su cálido abrazo se coló por mi sistema y lloré, lloré más que en toda la noche, porque ahora mi razonamiento comprendió que no podría recuperar al abuelo, que se iba a ir y que nada de lo que haga podrá retenerlo conmigo.

—No me dejes, abuelo. —lloré a su lado como si fuese pequeña, recordando el día en que mis padres me llevaron con ellos.

—No te dejaré sola, Eva, jamás lo haría. —dijo sonriendo—. Lo dije ayer y sigo diciéndolo ahora.

Las horas siguen pasando y el abuelo siente cada vez más dolor, quiere que no me dé cuenta, pero hace tiempo los medicamentos que Héctor le suministra perdieron el efecto. Comenzó a reír.

Me acerqué a él para asegurarme de que se encontrase bien y que no tenga fiebre.

—Selena, cariño, te he extrañado tanto. —dijo tomando mi mano, él… él me está confundiendo con la abuela.

Tomé su mano fuerte y lágrimas comenzaron a salir de mis ojos.

—No llores, amor, he añorado este momento por tanto tiempo que se siente irreal ahora, Te he amado tanto, Selena, durante toda nuestra vida. Desde que te conocí… estabas tan hermosa, justo como ahora. —indicó mirándome y sonriendo—. Eva es tan hermosa como tú y lo único que quiero para ella es un amor puro y leal, que deje de castigarse con un matrimonio sin amor, sí, cometió un error, pero el precio por ese error jamás debió ser tan alto.

Lágrimas se asomaron en la mirada del abuelo.

—Falle en protegerla, Selena. Nuestra alegría, nuestra pequeña niña está sufriendo… —llora—. Fallé tanto cómo lo hice con nuestro hijo Jonas.

—No lo estoy, no estoy sufriendo abuelo. —repetí sujetando fuerte su mano, llorando junto a él.

Pero entonces, tal como su ilusión me tomó desprevenida, su rayo de racionalidad me observó y volvió a sonreír con todo ese amor que siempre me brindaba y contenía.

—Eva, los abogados vendrán y te harán firmar un documento que te protegerá, ¿Comprendes? —preguntó el abuelo y yo asentí—. No dejaré que mi nieta adorada sufra en manos de Adán y menos en las manos de tus padres. Te dejaré un gran porcentaje de mis acciones en la empresa, lo que te convertirá en una de las principales socias.

Lo miré absorta y estoy segura de que él reconoció mi asombro.

—Es mi manera de hacerlos pagar por todo el daño que te causaron a lo largo de los años. No hay una persona mejor para que guie mi legado que tú, Eva. —mencionó—. No solo serán las acciones, sino también esta casa y dinero que te ayudará para que empieces de nuevo, lejos de aquí, todo lo que alguna vez fue de Jonas, será tuyo.

—No dejo de pensar en cómo manejaré todo esto, abuelo, mis padres me odian, con esto, lo harán aún más. —dije sintiendo como las emociones se me atoran en el cuello.

—He pensado en todo, cariño, no se les revelará la identidad de la socia mayoritaria hasta que termines tus estudios y recuperes toda la confianza y fiereza que tanto te caracterizaba, confío en que serás capaz de defenderte de todos esos idiotas que te menospreciaron. —indicó el abuelo sacándome una sonrisa.

—Adán se valdrá del regreso de Victoria para pedirme el divorcio, abuelo. —dije recordando mis sentimientos por el hombre que me ha destruido la vida y el autoestima.

—Será mucho más fácil aceptar, cariño. —indicó el abuelo—. Algo mucho mejor te espera, Eva, sé que es así. —dijo sonriendo con travesura. Aún en este momento, él se las ingenió para hacer una de sus orquestas locas, quién sabe que habrá hecho ahora.

Mis manos comenzaron a sudar, nerviosa.

—¿Recuerdas al alemán que te presenté el año pasado? —intervino y asentí, no le recordaba del todo, pero el abuelo siempre lo hacía y se hicieron buenos amigos y socios—. Un hombre así es lo que mereces, Eva. Un hombre que honre su palabra y juramento a su matrimonio y familia.

—Por dios, abuelo, ¿Qué has hecho? —pregunté mirándolo con cierto tono de advertencia. Ya en este punto, puedo esperar cualquier cosa de él.

—Quería que hablasen el día de tu cumpleaños, que lo conocieras un poco mejor, pero saliste mucho antes de su llegada. Él se asegurará de que tus derechos en la empresa y sobre toda tu herencia se hagan valer, Eva. Somos buenos amigos y le he confiado proteger a mi nieta ahora que no estaré para hacerlo.

Los abogados ingresan a la habitación y me indican dónde firmar. En un abrir y cerrar de ojos la habitación se llenó de hombres de negro que me dan sus condolencias a la par de que hablan de los bienes y del dinero del abuelo. Hice exactamente lo que Ethan quiso y firmé las actas, quedé como la dueña del treinta y cinco por ciento de las acciones de Empresa Davies, aún mayor que mi padre, que solo cuenta con el veinte por ciento, pero junto a mi hermano, lograban reunir el treinta por ciento.

El alemán del que tanto se esmera en hablar el abuelo, también es un socio bastante grande, con un veinticinco por ciento, el restante es dividido entre los accionistas minoritarios.

—Estás protegida legalmente, Eva. Nada de lo que esos idiotas digan te debe importar, ni siquiera serán capaces de alzarte una mano. Solo te queda divorciarte de Adán y reconocer a la hermosa mujer en la que te transformaste.

—Lo haré, abuelo, y espero que tu amigo esté para mí, porque necesitaré de alguien que esté dispuesto a sacarme de la tormenta cada vez que me lance a ella. —sonreí besando su mano y su frente.

—Claro que estaré para ti, Eva. —dijo una voz varonil y con un acento extraño a mi espalda, pero que ya había escuchado antes…

¡Con él choqué para mi cumpleaños! ¡Dios!

Mis mejillas se tiñen de rojo por la vergüenza. Nikolaus Hoffman, el amigo del abuelo, es todo menos como lo imaginé. Alto, de ojos claros como el agua y cabello negro, inusual, creo, para ser alemán. Ni siquiera es mayor, si a lo más me lleva cuatro años.

—Oh… estás aquí. —dije fingiendo demencia.

—Claro que lo está, Eva. Solo las personas que realmente me estiman fueron citadas a mi casa y están presentes. Es por lo que Nikolaus está aquí y está al tanto de todo lo que te he comentado.

Nikolaus Hoffman, el alemán amigo del abuelo y ahora, también, mi ángel de la guardia.

—Entiendo. —susurré.

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