Capítulo 6

Mientras aún sujeto la mano del abuelo, él se las ingenió para alzar la otra y llamar a Nikolaus para que se acerque a nosotros.

El alemán lo hizo de inmediato.

—Nik, mi niña necesitará de alguien que la proteja cuando ya no esté aquí, confío en que la cuidarás por mí, ¿Verdad? —preguntó con anhelo en su voz y el alemán asintió, sus ojos también brillan, como si quisiese llorar.

¿Será que le está afectando tanto la partida del abuelo como a mí o es producto de mi imaginación?

Marie y Scott ingresan a la habitación, lo mismo hace Héctor, como si todos supiesen algo que yo ignoro.

—Claro que sí, Opa, no tienes que preocuparte por tu niña, la dejas en buenas manos. —mencionó Nikolaus mirándome con dulzura, o eso creí.

El abuelo asintió y cerró sus ojos, aún sin soltar nuestras manos. La respiración de Ethan cada vez fue más pausada y profunda, hasta que finalmente su cuerpo cedió ante el dolor.

Tal como lo dijo, solo las personas que lo estimaron realmente se quedaron en casa en sus últimos días de vida.

La primera noche luego de su muerte, me quede con él, sin soltar su mano, quizás esperando un milagro o, en el mejor de los casos, que me estuviese jugando una de sus bromas, como lo hacía cuando estaba pequeña.

Sollocé de rodillas a su cama, con su mano entrelazada a la mía, me aferré tanto y sin poder creer que en unos días esas rasposas manos jamás volverían a tocarme. El dolor de su perdida atraviesa mi pecho, pero algunas cosas tomaron lugar en mi mente, haré exactamente lo que él me pidió.

Ethan Davies fue mucho más que un abuelo, fue mi padre, mi mentor y el velador de mi seguridad y bienestar, aun cuando esta estuvo fuera de su alcance, jamás dejó de amarme.

—Honraré tu memoria, abuelo. Te prometo dejar toda la tristeza en el pasado y volver a brillar como tú lo querías. —susurré.

Por primera vez en mi vida fui egoísta y le ordené a Marie que, por favor, ella se encargase de la casa y de las personas que asistían a despedir al abuelo, aún no quería dejarlo solo. Aún necesito sentirlo cerca de mí.

Golpearon la puerta un par de veces y miré ligeramente en la dirección, se trata de Nikolaus.

—Traje algo de comer, te ves muy pálida y has pasado toda la noche de rodillas. —dijo Hoffman con su acento alemán, pero maneja muy bien el español e incluso el inglés.

—Gracias, señor Hoffman. —respondí cortésmente.

—Tutéame, solo te llevo cuatro años. —dijo él con seguridad, aunque luego de unos segundos pareció nervioso, no entendí por qué, analizándolo, le entendí. Él sonrió—. Vale, puede que mis palabras se interpretasen incorrectamente en diferentes circunstancias, lo que quiero decir es que puedes, simplemente, llamarme por mi nombre.

Asentí y sonreí levemente por algunos segundos.

—Está bien, Nikolaus, te agradezco nuevamente por estar aquí, con el abuelo y conmigo. —dije fijando mi mirada en la suya. Las lágrimas volvieron a escapar de mis ojos, por alguna razón, siento que con él puedo permitirme ser débil.

—Ey, tranquila, ya verás como todo mejorará con el tiempo, Opa te quería muchísimo. —dijo acariciando mi cabello—. Ven, te ayudo a levantarte para que puedas comer algo antes de que se enfríe.

Sus palabras tranquilizadoras me ayudaron a mantener la calma, la preocupación en su rostro es inconfundible, tomé su mano quedando de pie, pero cuando di el primer paso, mi mundo entero comenzó a girar y casi caigo de espalda.

Nikolaus me sujetó contra él y me ayudó a sentarme.

—Tranquila, no te muevas, llamaré a Héctor. —menciona y sale de la habitación.

Cuando llegó Héctor, seguía sentada en el sofá con una fuerte punzada en el abdomen y con Nikolaus sin quitarme los ojos de encima en ningún momento.

Me checó y tomó mi presión arterial junto con una serie de preguntas que me dejaron helada, pero respondí.

Luego de notar la fatiga y los mareos no le bastó ser demasiado inteligente para darme un diagnóstico, creo que hasta yo sabía lo que iba a decir.

Nikolaus, quien sigue sin quitarme los ojos de encima con aquel ceño de preocupación, pudo respirar con un poco de alivio.

—Falta confirmarlo con una prueba de sangre, pero es muy probable que se encuentre embarazada, Eva. —dijo el médico de mi abuelo.

Nikolaus ahora parece estar más sereno.

Por mi parte, estoy más ansiosa que antes, ¿Embarazada?

No, no puedo estarlo.

Recuerdo perfectamente las palabras de Adán, hará cualquier cosa si se entera de esto.

—Nadie puede saberlo, Héctor. —mencioné de pronto concentrando la mirada de ambos hombres.

Posiblemente en otro momento de mi vida estaría feliz sabiendo que tendría un hijo del hombre que amo, pero no ahora, no cuando mis sentimientos se contradicen y cuando él ha dejado claro que jamás me permitirá tener un bebé suyo.

—¿Qué? —preguntó el doctor incrédulo por mi respuesta—. ¿Qué dices, Eva?

—Nadie, escúchame bien, nadie de mi familia puede saber de esto. —respondí.

—Adán querrá saberlo, Eva, es su padre. —mencionó el hombre y solo imaginarlo, mi cuerpo se tensó.

Nikolaus que se ha mantenido al margen de la conversación interrumpió al doctor.

—Eva le ha dicho que nadie debe saber sobre su diagnóstico. Ethan confiaba en usted, Héctor, no lo decepcione ahora que está muerto. —mencionó Nikolaus parándose al lado del doctor.

Cualquiera hubiera dado por sentado que lo estaba amenazando, sin embargo, no me importan los métodos, sino los resultados. Nikolaus lo convenció y yo lo convencí a él y a Marie para que no le dijesen a nadie sobre mi posible embarazo.

Luego de que Héctor me tomase una muestra de sangre y la llevase a analizar, le ofrecimos una última misa a mi abuelo.

Pasé algunas horas más en la casa que tantos recuerdos de él resguarda en sus muros y, como esperé, Hoffman se mantuvo conmigo, sin separarse un segundo, cumpliendo la promesa que le hizo a mi abuelo.

Se llevaron el cuerpo sin vida de Ethan para incinerarlo como él lo quiso.

Esperé las horas que fueron necesarias en la funeraria y volví a la que ahora es mi casa. No sé cómo volver a la realidad luego de este fin de semana, sin embargo, mientras más rápido lo afronte, más rápido podré irme lejos.

—¿Qué hago ahora? —me pregunté cuando tomé el cofre de las cenizas de mi abuelo y me dejé caer en el sofá que él siempre utilizaba, queriendo, de alguna forma, sentir su presencia—. Estoy embarazada.

Nikolaus Hoffman volvió a hacer acto de presencia y se sentó a mi lado, sujetando mi mano con la suya.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP