Chicas lindas, después de tanto tiempo, he culminado esta saga de REINOS que había aplazado por tanto tiempo. Nuevamente, terminamos una historia con su acompañamiento y apoyo, y no me queda nada más que agradecer por su cariño tan bonito, y todos los comentarios que recibí de su parte.
Las quiero mucho, ustedes ya lo saben, espero seguir leyéndolas en mis próximos proyectos, porque no saben lo bien que se siente cada palabra que ustedes escriben para cada uno de mis personajes. No habría nada de esto sin su apoyo y sin más que decir, les envío un gran abrazo. Me encuentran en la camarita como majonissi
Majo.
NOTA. Esta historia es la continuación de la saga “Reinos” si usted no ha leído las historias anteriores, le recomiendo hacerlo antes de comenzar con esta, aunque se puede leer por separado como Kader, usted entenderá más la trama si conecta los libros desde el principio. Amor real, Conquista Real, Kader, y este último. Una esposa para el príncipe. Tiempo actual. Farid. EL ALBOROTO. Leer la historia de mi nación era como sentir una sensación refrescante cada vez que venía a este lugar, donde podía liberar un poco el estrés de mis hombros e ir a los acontecimientos de mis abuelos y muchas generaciones atrás. Porque, allí se contaba una historia que siempre había marcado mi corazón, a pesar de ser como yo era, y de no creer que actualmente esto pasara de nuevo. Kalil Sabagh y Saravi Eljal habían sido los reyes más ejemplares que Angkor había tenido nunca. Y eso me enorgullecía sobremanera. Muchas generaciones pasaron después de ellos, sin embargo, la marca que había dejado aquella
Farid.ENCUENTRO.El alboroto estaba en su pleno apogeo cuando me puse de pie, y admiré a esa pequeña mujer que ni siquiera había contestado a mi pregunta. Sin embargo, eso ya no era importante, porque la palabra “Yomal” nos advirtió a todos, que de ningún modo sucedería.No estaba en contra de nada de lo que mis antepasados mantenían como una cruz irrefutable.Me destacaba por ser algo relajado, pero era esta característica la que ponía a mi padre de los pelos.Sin embargo, en este momento me pregunté, ¿Cómo una chica como ella había invadido la seguridad de este edificio? Akram era una de las organizaciones más grandes e importantes de todo el reino, y no solo de Angkor, sino de todos los países vecinos que hacían parte de ella.Y de algún modo me interesé por lo que tenía para decir. Su rostro podía arrojar todo tipo de situación, además de que no había visto uno como el suyo.—Abud… —ordené al general cerca de mí—… Iré a una oficina…—Señor… ¿Y la reunión?Me giré totalmente serio
Farid.ANUNCIO.—¡Esto ya es demasiado…! No puedo entenderlo, por más de que trato, ¡no puedo…! —como predije, el periódico fue lanzado a mis pies, mientras bajé mi mirada a todas las hojas de papel en el piso.Luego posicioné la mirada en mi madre, pero ella me la quitó enseguida, como si se estuviera avergonzando de mi conducta.—¿Qué querías que hiciera? —respondí en tono neutro—. ¿Qué arrojara a la mujer a la calle…? O mejor aún… ¿Qué la desapareciera por el escándalo que proporcionó? No uso tus métodos, papá, ni los usaré…Badra, mi madre, se agitó y se levantó rápido, pero el impacto en mi mejilla ya estaba hecho.Mi cabeza no se volvió a girar hacia él. De hecho, permanecí así, tratando de amortiguar la rabia que eso me causó.—Farid, te lo advierto, no es a tu manera… esta monarquía nos ha costado sudor, lágrimas y sangre, como para que un dejado como tú, arruine todo eso. Se suponía que precederías la reunión… una reunión tan importante para Angkor como ninguna, y sabiendo es
Alana.INVITACIÓN.—Qué hiciste, ¿qué? —torcí mis ojos cuando mi padre casi gritó, mientras que mi hermano mayor cruzaba los brazos demostrando su inconformidad por mi arrebato y desobediencia—. ¿Cómo eres de impertinente? ¡Te pudieron haber matado!En el momento en que dijo la última frase, mi cabeza se bajó. Mi hermano menor, Bahir, había sido asesinado hace dos años por permanecer al grupo de rebeldes, que estaban en la causa por levantar la bandera de Yomal. Mi padre había estado en contra de sus ideales, al igual que mi hermano mayor, Omar, pero nadie pudo ver lo que se avecinaba, a la persona que aún consideraba mi mejor amigo.Mi hermano menor, solo por dos años de diferencia, había sido mi confidente desde que éramos unos niños. Crecimos con los mismos sueños, y con una esperanza grande de ver a nuestro país libre de la opresión alguna vez.Actualmente, Yomal tenía solo un ejecutivo nacional que dirigía con las uñas, pero ya había recibido muchas amenazas, y sus fuerzas eran m
Alana. NUEVAMENTE EN ANGKOR. No sabía qué hacer… estaba en un punto de quiebre, y sobre todo de una intensa tensión en mi cuerpo. Mi familia iba a castigarme rudamente si asistía a esta invitación, incluso mi grupo de lucha podría excluirme de los proyectos que tanto amaba si se enteraban de mis andanzas. Todos sabían en Yomal que mi apellido acarreaba una maldición de nunca acabar, porque, aunque fuéramos uno de las familias más pobres, esta generación seguía atormentándonos. Era lógico que el apellido Bozkurt se había extendido, había unas diez familias más en todo el país que acarreaban con este destino, pero que a la larga solo era eso, un bulto que cargar en los hombros, porque de reinado ya no quedaba nada. Conocía muy bien la historia, pero también había investigado y mi línea no provenía de aquel rey malo, llamado Omer. Él no tuvo descendencia alguna, pero su hermano Abdel, era el que había dejado algo de legado, que, con los siglos, se fue deteriorando por la falta de f
Alana. PROPUESTA. Noté como ese hombre que llevaba un traje militar se sentó en el sofá, mientras el príncipe caminaba de forma lenta, y con su mano, me ofrecía el asiento. Me apresuré en seguir su indicación, sin poder evitar mirar mis tenis completamente sucios. —Alana… —él se sentó delante de mí ofreciéndome su mano, mientras levanté la cabeza para detallar su belleza de cerca—. ¿Cómo estás? Tomé su mano, pero en el instante en que hicieron contacto, incluso me olvidé de que Abud estaba presente. —Estoy bien, señor… yo… —¿Señor? —asentí con los ojos abiertos ante su pregunta, pero esa sonrisa, mientras negaba, solo me secaba la garganta—. Farid… Soy Farid… Apreté mis dientes sin poder creerlo. —Yo… creo que trataré… quiero decir, es el príncipe… —lo vi tomar el aliento, y luego se giró hacia Abud, que estaba completamente serio, como si no estuviera de acuerdo con este encuentro. —Me conformaré con que se esfuerce… ahora bien, Alana… te mandé llamar porque… quiero llegar a
Alana. CONDICIÓN. —Acepto… pero tengo una condición, señor… —este bendito hombre sonrió sin quitar la mano de la mía, y en ese momento pensé que estaría perdida si no lo decía ya. De alguna forma tenía que escudarme ante sus encantos algo retorcidos, porque no había forma de que toda esa sensualidad que irradiaba su persona le saliera tan natural. Él tenía que ser consciente de sus hechos. —Puedo imaginar que tiene muchas condiciones, y las hablaremos en este momento. Debe arrojarlas todas a la mesa, porque después de esto, no hay marcha atrás… Asentí, retiré mi mano de la de él, mientras su mirada cambió, como si me dijera que estaba haciendo mal en quitar mi tacto. —Por supuesto. Le diré todo lo que me preocupa y lo que debo solventar antes de entrar en este acuerdo, señor… pero ahora que lo pienso, tengo dos condiciones severamente importantes… —Severas… —él repitió alzando las cejas mientras se recostó a su sillón, y yo erguí mi espalda completamente. —La más importante… —c
Farid. ELECCIÓN. Llegué a la mesa familiar porque, según Abud, había un desayuno especial en este día. Pero ya me imaginaba yo qué tan especial podría ser. Remuel estaba junto a mi madre, y a su lado izquierdo mi hermano, Karim, que comía como un desesperado. Todos levantaron la cabeza ante mi llegada, y fue Karim precisamente quien sonrió cuando me senté a la mesa. —Buenos días… —dije en tono neutro. —¿Cuándo comenzará el desfile? Veré esto en primera fila… —Sonreí hacia Karim, y luego tomé un pedazo de pan de la bandeja. No había otra persona que amara más que a él. —No estamos aquí para burlas… esto es tan serio como nuestra corona… —Mastiqué en dirección de mi padre mientras asentí para tragar el pan y contestar. —Claro… realmente me impresionaste con este anuncio… de hecho, ¿cómo no se te ocurrió antes para doblegar mi voluntad? —Estamos en la mesa… ¿No podemos tener un momento en paz? —Badra apretó con su semblante molesto, y mi padre soltó el aire. —Tienes razón… este