Este capítulo es dedicado a Maribel, gracias, bella.
Alana. PIES DESCALZOS. —¡Qué nervios! —alcé la mirada hacia la chica que estaba a mi lado, mientras esta le decía a la otra con emoción, que de seguro ella sería elegida. —No me preocupo mucho, lo vi en sus ojos… me comía con la mirada… —la otra compañera hizo una mueca en disimulo, y luego alargué mis dedos para ver un color suave en mis uñas por primera vez. Tenía los pies adoloridos con estas sandalias, y por nada del mundo quería levantarme de esta silla. Solo quería volver a esa habitación, y caminar descalza por largo rato. Demoramos al menos una hora en espera, y aunque me levantaba, caminaba, y volvía y me sentaba, ya mis pies no daban para más. Era un calvario. Necesitaba quitarme estas sandalias, lo ameritaba con urgencia. Me agaché para desabrocharme las tiras cuando no lo soporté por más tiempo, pero en ese momento salió un hombre para anunciar. —Mencionaré algunos nombres, si alguna está en este grupo, por favor pasé conmigo. Intenté atarme de nuevo las tiras, per
Alana. ACERCAMIENTO. —Señor… —mis palabras salieron demostrando la impresión que me estaba causando verlo aquí, después de todo. —Farid… —el príncipe se acercó para corregirme, pero en un momento se detuvo, y me señaló el sofá, para que fuera a sentarme. Aún tenía los nervios de esa elección del palacio en el estómago, y nunca vi venir que cuando llegara a descansar de este día, el mismo príncipe estaría aquí. Caminé dejando las sandalias a un lado, y traté de adelantarme a los hechos. —No estoy acostumbrada a esto… —señalé las sandalias—. Mis pies estaban muy adoloridos… Farid asintió con el rostro serio, y luego lo vi sacar su móvil de la chaqueta como si estuviera vibrando en sus manos. —No te preocupes por eso… no vengo a hablar de ello… —Pero entonces, hizo una pausa, y luego habló por su teléfono—. Bien… ahora solo ignóralo… hablaremos más tarde… Noté como finalizó la llamada, y luego me observó de nuevo. —Vengo porque… quiero hacerte una petición… Abrí mis ojos un tan
Alana.BESO.—Alana… —pude sentir cómo su respiración chocó contra mi piel, fue imposible no cerrar los ojos, cuando incluso sentí el calor de su rostro sobre mí, y además…El hombre olía riquísimo.—Señor… —levanté los ojos, y me reprendí rápidamente porque mi palabra fue más bien como si estuviera aquí doblegándome a su voluntad. Como si lo estuviera invitando.Pero qué culpa tenía. Él era solo un imán para mí, y ahora que lo tenía tan cerca, mis pensamientos solo gritaban “bésalo”.Pude notar como él frunció el ceño mirando hacia mi boca, y habló sin llevar sus ojos a los míos.—Te diré un repertorio rápido, espero que tu mente pueda retener todo lo posible…Asentí como una tonta, pero él no se movió de su posición.—Y… —pasó un trago—. Debo decirte que… estás muy bonita hoy…Parpadeé varias veces sin creer lo que había escuchado mientras una sonrisa apareció en mi rostro, haciendo que la suya también se curvara.—Trata de tener esa mirada para mí siempre, me facilitará más las cos
Alana. MÁS CAOS. Mi discurso había sido una gran mierd@, si era sincera conmigo misma. Quizás de todas las presentes, mi presentación del reino de Angkor había sido la más pésima de todas. Literalmente había salido corriendo del palacio cuando dijeron que era todo por hoy, y que en el fin de semana podríamos descansar. El lunes anunciarían a las 25 candidatas de 50, que serían elegidas para continuar con… lo que fuese que fuera esto, y no me cabía duda de que el príncipe estaba literalmente arañando, para posicionarme entre las últimas por mi mal desempeño. Lo cierto es que, ¿Quién se podía concentrar con la mirada enigmática de la reina, y la del príncipe al mismo tiempo? Él precisamente era el culpable de que mis nervios estuvieran accidentados, y lo único que quería en este momento, era huir de aquí, al menos hasta el lunes. El auto hizo el mismo recorrido de siempre, y cuando llegué a la suite, que era mi hogar permanente, tomé mi mochila y me cambié rápidamente con la rop
Farid. DESACUERDOS. —Tu mensaje confirma que sí, se fue este fin de semana, y… quizás sea lo mejor para que despejes tu mente… últimamente, has estado cometiendo las locuras más significativas de tu vida… Giré la cabeza hacia Abud esta vez, y luego apreté el teléfono celular en mi mano. —Estás aquí para apoyarme, Abud, no para joderme la vida… Él vino a sentarse cerca de mí, mientras les ordenó a los demás guardias retirarse del ala del palacio, donde nos encontrábamos en este momento... —Te he apoyado siempre, Farid… pero sé que esta idea tuya traerá consecuencias devastadoras, y no podrás salir de ellas cuando te veas inmerso. Conozco tu corazón, sé que serás un excelente rey, pero primero, me debo a mi nación y estoy aquí para decirte cuando no debes caminar por ahí… Te llevo diez años, y la experiencia dice mucho… Di un suspiro largo y luego asentí. —Bien… gracias por tu consejo… ¿Ella ha salido ilesa en el paso? —Abud asintió. —Está en Yomal, segura… Afirmé varias veces,
Alana. ATRAPADA. Pude haberme quedado estos días en la organización junto Akim para saber más de sus pasos, pero me fue imposible sentirme a gusto con todos los cambios que estaba teniendo y mostrándome en mi nueva aparición. Había una situación extraña en mi pecho, y ahora no sabía si a ciencia cierta esto se trataba de la organización, mi familia, o este reto que estaba emprendiendo en Angkor. Quizás era todo al mismo tiempo, y en este punto, ni siquiera sabía sobre qué estaba caminando. Después de mucho tiempo me sentía perdida, sin un rumbo claro, y con una mente bastante confundida. —Come un poco… —escuché la voz de Abigail a mi lado. Me había venido a su cuarto pequeño, Abigail siempre había sido incondicional, y aunque últimamente no habíamos compartido mucho, sabía que podía contar con ella en cualquier momento. —Me iré en unas horas, Aby… por favor, no olvides avisarme cualquier cosa… si Akim… —Si viene le diré que tienes problemas con tu padre, y que estás yendo a tra
Alana. CELOS. Me subí al auto con el príncipe, y esta vez llevaba un vestido suelto de flores, que, de alguna forma, hacía ver mis piernas largas y esbeltas, mientras coloqué unas sandalias medianas, que pude llevar con facilidad en esta ocasión. Farid se me quedó mirando por más tiempo cuando me senté en su frente dentro de aquella limusina, y parpadeando varias veces se giró a este nuevo hombre que lo acompañaba esta vez. —Samir… ve adelante con el chofer… —el militar lo miró con el ceño fruncido, y luego posicionó la mirada en mí. —Sí, señor… —se bajó del auto prontamente, y luego lo vimos acceder a la parte de adelante. —Ahora estaremos más cómodos… —terminó por decir Farid, y luego vino a sentarse a mi lado—. Creo que tu elección de vestuario para pasear, fue maravillosa… aunque en unas horas estará anocheciendo, y Angkor, a veces se pone fría… Pasé mis manos por mis brazos ya sintiendo el aire acondicionado y sonreí sin quitarle la mirada. Ahora que él estaba a mi lado, se
Alana. FRACTURA. Nos hicieron pasar a una mesa larga, elaborada y diseñada para esta ocasión, y en cuanto me puse de pie, esperé saber dónde se iba a sentar el príncipe, para colocarme lo más lejos de él. Sabía que tenía un pensamiento absurdo, que mi mente estaba en otra lógica, y que era una tonta por revelarme ante el plan. Pero era como si la sangre en mis venas se hubiera convertido en celos líquidos. Noté como el príncipe caminó para sentarse en la punta de la mesa, y no fue difícil caminar despacio hacia el lugar, haciéndome la despistada, y sabiendo al mismo tiempo, que, si demoraba, me dejarían de última en la mesa. Como lo quería ahora. Sin embargo, a pesar de las distancias, en cuanto me senté en el extremo de la mesa larga, comprobé que ahora estábamos frente a frente. Vi cómo él gesticuló una sonrisa para mí cuando me observó, pero yo solo le di un asentimiento, y retiré la mirada. El desayuno se sirvió, pero me fue imposible escuchar de que se hablaba de la mitad