Alana.
NUEVAMENTE EN ANGKOR.
No sabía qué hacer… estaba en un punto de quiebre, y sobre todo de una intensa tensión en mi cuerpo.
Mi familia iba a castigarme rudamente si asistía a esta invitación, incluso mi grupo de lucha podría excluirme de los proyectos que tanto amaba si se enteraban de mis andanzas.
Todos sabían en Yomal que mi apellido acarreaba una maldición de nunca acabar, porque, aunque fuéramos uno de las familias más pobres, esta generación seguía atormentándonos.
Era lógico que el apellido Bozkurt se había extendido, había unas diez familias más en todo el país que acarreaban con este destino, pero que a la larga solo era eso, un bulto que cargar en los hombros, porque de reinado ya no quedaba nada.
Conocía muy bien la historia, pero también había investigado y mi línea no provenía de aquel rey malo, llamado Omer.
Él no tuvo descendencia alguna, pero su hermano Abdel, era el que había dejado algo de legado, que, con los siglos, se fue deteriorando por la falta de fuerzas.
«¿Por qué no podía entender esto el reino de Angkor?, ¿Por qué este rey no podía sentarse a indagar, y entender que los buenos éramos más?»
—¿Alana? ¿Qué vas a hacer? —Abigail llamó mi atención, mientras el dedo índice me dolió. Ya había comido más de lo que debía de mi uña, pero no podía controlar mis nervios.
—Yo… no sé qué hacer…
—Bien… le diré a Hasán que lo olvide, y no ha pasado nada… de todas formas, la tienes hecha, ¿no?
Alana frunció el ceño, y negó.
—¿De qué estamos hablando ahora?
—Alana… todo el mundo lo sabe aquí en la ciudad… Akim…
—Cállate, Abigail… Nunca he estado a espaldas de Akim… tengo mis propios méritos…
—Si tú lo dices…
—¿Sabes qué? Dile a ese hombre que iré… estaré preparada para la tarde… y ¿sabes otra cosa…? Si me cortan la cabeza, anótalo a tu nombre.
—¡Oye! —escuché la voz de Abigail, pero incluso ella sabía que me enfurecía que sacaran a Akim en estos momentos, odiaba que no me dieran los méritos de mis esfuerzos, y tal vez este era el momento de hacer algo diferente, aunque eso me costara la vida.
***
El sol estaba por ocultarse cuando dejé mi cama con bultos y una manta, y me apresuré en llegar hasta el lugar donde debía quedar con ese hombre.
Hasán ya estaba allí cuando hice acto de presencia, y sin decir una sola palabra, me pasó una capa, indicándome que debíamos caminar hasta esa muralla, que tanto odiaba.
Todos sabían que, al pasar los años, unos túneles ocultos habían sido cavados para pasar mercancía por tráfico, junto con personas que querían olvidarse de su identidad y comenzar una nueva vida.
Nos subimos en auto destartalado con mientras trataba de controlar mis manos temblorosas, esperando que mi cabeza no apareciera en primera plana en la mañana en el periódico de Yomal.
Pasamos por varias revistas de guardias en el camino, y mi identidad falsa, fue vista por algunos generales, que a la larga se hicieron los de vista gorda, pero cuando me di cuenta de que estaba dentro del centro de Angkor y de que estábamos pasando por una alcabala importante, escuché como Hasan, le dijo a un hombre que tenía una compleción ruda:
—Llame a sus hombres… esto es petición de la misma corona…
Nos detuvimos, para ser bajados del auto, al mismo tiempo que Hasan me pidió que no se quitara la capa, entre tanto intentaban mediar, pero de pronto unos cuatro hombres llegaron a su lugar, y le pasaron un dinero en una bolsa a Hasán, que de cierta forma me causó escalofríos.
—Llegas hasta aquí…
¿Qué? ¿Qué iban a hacer conmigo?
—¿De acuerdo? ¿Debo venir por la mañana? —preguntó Hasán sin mirarme.
—No… te avisaremos… —Hasán me pasó una mirada larga esta vez, y luego asintió a los hombres.
—Bien…
—Hasán… —intenté alcanzarlo, pero aquellos hombres, me tomaron del brazo para detenerme.
—Señorita, entré al auto.
Cuando alcé los ojos, pude distinguir a uno de esos hombres. Juraba que estaba con el príncipe aquel día, pero no estaba segura.
De cierta forma esto me dio algo de confianza, y no me resistí por entrar al auto, que a la larga solo estaba allí con ese hombre porque los demás, desaparecieron.
—No tenga miedo… no le pasará nada… estas cosas deben hacerse por su protección.
Asentí de forma lenta. No había forma de que no estuviera aterrada.
—¿Cuál es su nombre? —el general me miró por largo rato antes de responder.
—Abud… soy la mano derecha del príncipe Farid, es él quien solicita hablar con usted.
De un momento se me subió el corazón a la garganta cuando escuché la mención, y aunque asentí con una mirada seria, sentía un temblor constante en mis entrañas.
—¿Ha…? ¿Ha pasado algo malo? —el hombre negó, pero inmediatamente me quitó la mirada.
—No lo sé en este punto…
Durante todo el recorrido estuvo en silencio, en algunos momentos haciendo llamadas, y la mayoría de veces escribiendo en su teléfono de última generación, por lo que solo decidí mirar por la ventana el fabuloso paisaje de edificios altos, y construcciones innovadoras.
—No me esperes… —Abud dijo al chofer cuando nos bajamos frente a un hotel de lujo—. Vamos…
Me indicó a lo último, y me bajé rápidamente, siguiéndole los pasos, como un perro faldero.
Observé cómo le dieron una tarjeta sin siquiera saludarlo, e inmediatamente nos dirigimos a un ascensor privado.
Esta era la primera vez que me montaba a uno, así que puse las manos atrás del metal, pero no demostré el miedo que sentía en el momento.
Caminamos por un pasillo amplio después de esto, mientras mis ojos solo podían vislumbrar lo nuevo, elegante y lo lujoso del lugar, hasta que nos detuvimos en una puerta amplia totalmente blanca.
El hombre llamado Abud pasó la tarjeta, y esta puerta se abrió.
Entré en pasos lentos, mientras esa puerta se cerró. Fue evidente por la iluminación ver al final del espacio grande, exactamente en la ventana, un hombre con traje a espaldas, pero por su coleta recogida en la nuca, y por su corpulencia, fue muy fácil reconocerlo.
¿Quién no recordaba un hombre como él?
Era el príncipe Farid, y mi cuerpo se congeló cuando se dio la vuelta con una sonrisa.
Me sentí realmente una nada. Además, que tenía los pantalones de jean algo rasgados, y una camiseta que ni siquiera me digné en revisar al salir.
Era todo un desastre, mientras él solo se iluminaba por su presencia deslumbrante y pulcra.
—Señorita, Alana… bienvenida nuevamente a Angkor… —en cuanto mis oídos registraron su voz, supe que diría sí, a todo lo que me pidiera…
Chicas, comenzamos con las actualizaciones y las dedicatorias.... Yuju...... :)
Alana. PROPUESTA. Noté como ese hombre que llevaba un traje militar se sentó en el sofá, mientras el príncipe caminaba de forma lenta, y con su mano, me ofrecía el asiento. Me apresuré en seguir su indicación, sin poder evitar mirar mis tenis completamente sucios. —Alana… —él se sentó delante de mí ofreciéndome su mano, mientras levanté la cabeza para detallar su belleza de cerca—. ¿Cómo estás? Tomé su mano, pero en el instante en que hicieron contacto, incluso me olvidé de que Abud estaba presente. —Estoy bien, señor… yo… —¿Señor? —asentí con los ojos abiertos ante su pregunta, pero esa sonrisa, mientras negaba, solo me secaba la garganta—. Farid… Soy Farid… Apreté mis dientes sin poder creerlo. —Yo… creo que trataré… quiero decir, es el príncipe… —lo vi tomar el aliento, y luego se giró hacia Abud, que estaba completamente serio, como si no estuviera de acuerdo con este encuentro. —Me conformaré con que se esfuerce… ahora bien, Alana… te mandé llamar porque… quiero llegar a
Alana. CONDICIÓN. —Acepto… pero tengo una condición, señor… —este bendito hombre sonrió sin quitar la mano de la mía, y en ese momento pensé que estaría perdida si no lo decía ya. De alguna forma tenía que escudarme ante sus encantos algo retorcidos, porque no había forma de que toda esa sensualidad que irradiaba su persona le saliera tan natural. Él tenía que ser consciente de sus hechos. —Puedo imaginar que tiene muchas condiciones, y las hablaremos en este momento. Debe arrojarlas todas a la mesa, porque después de esto, no hay marcha atrás… Asentí, retiré mi mano de la de él, mientras su mirada cambió, como si me dijera que estaba haciendo mal en quitar mi tacto. —Por supuesto. Le diré todo lo que me preocupa y lo que debo solventar antes de entrar en este acuerdo, señor… pero ahora que lo pienso, tengo dos condiciones severamente importantes… —Severas… —él repitió alzando las cejas mientras se recostó a su sillón, y yo erguí mi espalda completamente. —La más importante… —c
Farid. ELECCIÓN. Llegué a la mesa familiar porque, según Abud, había un desayuno especial en este día. Pero ya me imaginaba yo qué tan especial podría ser. Remuel estaba junto a mi madre, y a su lado izquierdo mi hermano, Karim, que comía como un desesperado. Todos levantaron la cabeza ante mi llegada, y fue Karim precisamente quien sonrió cuando me senté a la mesa. —Buenos días… —dije en tono neutro. —¿Cuándo comenzará el desfile? Veré esto en primera fila… —Sonreí hacia Karim, y luego tomé un pedazo de pan de la bandeja. No había otra persona que amara más que a él. —No estamos aquí para burlas… esto es tan serio como nuestra corona… —Mastiqué en dirección de mi padre mientras asentí para tragar el pan y contestar. —Claro… realmente me impresionaste con este anuncio… de hecho, ¿cómo no se te ocurrió antes para doblegar mi voluntad? —Estamos en la mesa… ¿No podemos tener un momento en paz? —Badra apretó con su semblante molesto, y mi padre soltó el aire. —Tienes razón… este
Alana. PIES DESCALZOS. —¡Qué nervios! —alcé la mirada hacia la chica que estaba a mi lado, mientras esta le decía a la otra con emoción, que de seguro ella sería elegida. —No me preocupo mucho, lo vi en sus ojos… me comía con la mirada… —la otra compañera hizo una mueca en disimulo, y luego alargué mis dedos para ver un color suave en mis uñas por primera vez. Tenía los pies adoloridos con estas sandalias, y por nada del mundo quería levantarme de esta silla. Solo quería volver a esa habitación, y caminar descalza por largo rato. Demoramos al menos una hora en espera, y aunque me levantaba, caminaba, y volvía y me sentaba, ya mis pies no daban para más. Era un calvario. Necesitaba quitarme estas sandalias, lo ameritaba con urgencia. Me agaché para desabrocharme las tiras cuando no lo soporté por más tiempo, pero en ese momento salió un hombre para anunciar. —Mencionaré algunos nombres, si alguna está en este grupo, por favor pasé conmigo. Intenté atarme de nuevo las tiras, per
Alana. ACERCAMIENTO. —Señor… —mis palabras salieron demostrando la impresión que me estaba causando verlo aquí, después de todo. —Farid… —el príncipe se acercó para corregirme, pero en un momento se detuvo, y me señaló el sofá, para que fuera a sentarme. Aún tenía los nervios de esa elección del palacio en el estómago, y nunca vi venir que cuando llegara a descansar de este día, el mismo príncipe estaría aquí. Caminé dejando las sandalias a un lado, y traté de adelantarme a los hechos. —No estoy acostumbrada a esto… —señalé las sandalias—. Mis pies estaban muy adoloridos… Farid asintió con el rostro serio, y luego lo vi sacar su móvil de la chaqueta como si estuviera vibrando en sus manos. —No te preocupes por eso… no vengo a hablar de ello… —Pero entonces, hizo una pausa, y luego habló por su teléfono—. Bien… ahora solo ignóralo… hablaremos más tarde… Noté como finalizó la llamada, y luego me observó de nuevo. —Vengo porque… quiero hacerte una petición… Abrí mis ojos un tan
Alana.BESO.—Alana… —pude sentir cómo su respiración chocó contra mi piel, fue imposible no cerrar los ojos, cuando incluso sentí el calor de su rostro sobre mí, y además…El hombre olía riquísimo.—Señor… —levanté los ojos, y me reprendí rápidamente porque mi palabra fue más bien como si estuviera aquí doblegándome a su voluntad. Como si lo estuviera invitando.Pero qué culpa tenía. Él era solo un imán para mí, y ahora que lo tenía tan cerca, mis pensamientos solo gritaban “bésalo”.Pude notar como él frunció el ceño mirando hacia mi boca, y habló sin llevar sus ojos a los míos.—Te diré un repertorio rápido, espero que tu mente pueda retener todo lo posible…Asentí como una tonta, pero él no se movió de su posición.—Y… —pasó un trago—. Debo decirte que… estás muy bonita hoy…Parpadeé varias veces sin creer lo que había escuchado mientras una sonrisa apareció en mi rostro, haciendo que la suya también se curvara.—Trata de tener esa mirada para mí siempre, me facilitará más las cos
Alana. MÁS CAOS. Mi discurso había sido una gran mierd@, si era sincera conmigo misma. Quizás de todas las presentes, mi presentación del reino de Angkor había sido la más pésima de todas. Literalmente había salido corriendo del palacio cuando dijeron que era todo por hoy, y que en el fin de semana podríamos descansar. El lunes anunciarían a las 25 candidatas de 50, que serían elegidas para continuar con… lo que fuese que fuera esto, y no me cabía duda de que el príncipe estaba literalmente arañando, para posicionarme entre las últimas por mi mal desempeño. Lo cierto es que, ¿Quién se podía concentrar con la mirada enigmática de la reina, y la del príncipe al mismo tiempo? Él precisamente era el culpable de que mis nervios estuvieran accidentados, y lo único que quería en este momento, era huir de aquí, al menos hasta el lunes. El auto hizo el mismo recorrido de siempre, y cuando llegué a la suite, que era mi hogar permanente, tomé mi mochila y me cambié rápidamente con la rop
Farid. DESACUERDOS. —Tu mensaje confirma que sí, se fue este fin de semana, y… quizás sea lo mejor para que despejes tu mente… últimamente, has estado cometiendo las locuras más significativas de tu vida… Giré la cabeza hacia Abud esta vez, y luego apreté el teléfono celular en mi mano. —Estás aquí para apoyarme, Abud, no para joderme la vida… Él vino a sentarse cerca de mí, mientras les ordenó a los demás guardias retirarse del ala del palacio, donde nos encontrábamos en este momento... —Te he apoyado siempre, Farid… pero sé que esta idea tuya traerá consecuencias devastadoras, y no podrás salir de ellas cuando te veas inmerso. Conozco tu corazón, sé que serás un excelente rey, pero primero, me debo a mi nación y estoy aquí para decirte cuando no debes caminar por ahí… Te llevo diez años, y la experiencia dice mucho… Di un suspiro largo y luego asentí. —Bien… gracias por tu consejo… ¿Ella ha salido ilesa en el paso? —Abud asintió. —Está en Yomal, segura… Afirmé varias veces,