Alana.
INVITACIÓN.
—Qué hiciste, ¿qué? —torcí mis ojos cuando mi padre casi gritó, mientras que mi hermano mayor cruzaba los brazos demostrando su inconformidad por mi arrebato y desobediencia—. ¿Cómo eres de impertinente? ¡Te pudieron haber matado!
En el momento en que dijo la última frase, mi cabeza se bajó. Mi hermano menor, Bahir, había sido asesinado hace dos años por permanecer al grupo de rebeldes, que estaban en la causa por levantar la bandera de Yomal. Mi padre había estado en contra de sus ideales, al igual que mi hermano mayor, Omar, pero nadie pudo ver lo que se avecinaba, a la persona que aún consideraba mi mejor amigo.
Mi hermano menor, solo por dos años de diferencia, había sido mi confidente desde que éramos unos niños. Crecimos con los mismos sueños, y con una esperanza grande de ver a nuestro país libre de la opresión alguna vez.
Actualmente, Yomal tenía solo un ejecutivo nacional que dirigía con las uñas, pero ya había recibido muchas amenazas, y sus fuerzas eran muy pocas para mi gusto, además de que sus intereses habían cambiado significativamente.
La corrupción era el pan diario en Yomal.
Yo tenía 21 años, y pertenecía al mismo grupo de mi hermano, pero mi padre no lo sabía.
El 90 % de las familias Yomalís sobrevivían con el día a día, y aunque tratábamos todos los días de generar nuestro propio sustento, estábamos pasando una de las crisis más grandes de todos los siglos.
Mi país ya no lo aguantaba más, y este absurdo acuerdo, simplemente debía acabar.
—Papá… —levanté la cabeza con respeto—. Nadie sabe quién soy, pero tengo buenas noticias…
—¡Basta ya, Alana! No quiero escuchar una tontería más… ¿Quieres matarme de un infarto a mí también?
—Padre… tranquilo… —Omar llegó a él para tranquilizarlo, y esto volvió a adolecer mi corazón.
A causa de la muerte de mi hermano Bahir, mi madre no lo pudo resistir, y tuvo un ataque al corazón después de unos meses en depresión.
Vi como Omar sentó a mi padre en este mueble desaliñado en nuestra casa rural, mientras me senté también en un banco para soltar el aliento.
No podía seguir informando de mis pasos a mi familia, no cuando esto solo provocaba estos resultados.
No pude evitar pensar en los ojos de aquel hombre, y en la sonrisa que me envió cuando hizo una promesa.
¿Estaría hablando en serio? ¿Podía confiar en su palabra?
No podía entender como del rey Remuel pudiera salir una persona tan diferente como el príncipe, pero de alguna forma, sentía que las cosas cambiarían con su reinado.
Escuché como mi padre y hermano murmuraban bajo para que no los escuchara, y di por terminado mi momento delante de ellos.
Salí a la calle para tomar el aire, mientras comprobé como ni siquiera la noche podía embellecer mi ciudad. Todo aquí era viejo, anticuado, y muy deteriorado. Vendedores ambulantes con muy pocas provisiones, y, sobre todo, mucha gente pidiendo, mientras sus huesos podían notarse en su piel arrugada.
Apreté mi mandíbula, froté mis brazos, y negando, tomé el camino que me llevaba a la casa incógnita donde solíamos reunirnos, los que todo Yomal llamaban como “Rebeldes”.
Parecía haber una discusión cuando entré, pero en el momento en que los líderes me vieron, hicieron un absoluto silencio.
—Alana —Akim mencionó llevando sus pasos a mi sitio—. ¡Gracias a Dios, estás bien…! —él tomó mi rostro en sus manos, y sin pensarlo me dio un abrazo.
Akim Fayed, era uno de los líderes importantes de esta revuelta, y sobre todo el hombre que tuvo la visión de ir prontamente por la presidencia de Yomal en unos meses. Todo este grupo iba a sublevarse contra el sistema, y cuando estuvieran en el poder, ellos harían cambios significativos para lograr derribar estas murallas que nos estaban asfixiando.
—Estoy bien… —respondí quitando un poco sus manos frías de mi rostro—. Creo que tengo un mensaje importante para darte…
Él miró a sus secuaces, asintió rápido, y caminó conmigo hasta llegar al sótano, que era el lugar más grande de todas las reuniones, y por supuesto el más seguro.
Conocía el lugar como a la palma de mi mano, mi hermano fue quien me trajo aquí por primera vez, todavía recuerdo cuando me presentó a Akim, y esté sonrió orgulloso por su atrevimiento y sobre todo por el amor a la causa.
Cuando estuvimos solos en el lugar, que daba de salida a un túnel que nos conducían a un río, él se giró totalmente serio para decirme.
—¿Por qué tuviste la osadía de ir sola hasta ese lugar? Arriesgaste tu vida, Alana… —y tomándome del brazo, me acercó hacia él—. Dime quien se atrevió a sacarte de Yomal sin mi permiso… alguien tuvo que llevarte hasta Angkor… no pudiste hacer esto sola…
Me quité de su agarre para levantar mi mandíbula, ignorando totalmente a su pregunta.
—Lo importante aquí es lo que tengo para decirte… He hablado con el príncipe de Angkor… ¿Puedes creerlo? —Akim abrió los ojos consternados, un poco incrédulo por mi confesión.
—¿Qué? ¿De qué estás hablando?
—Parece buena persona… creo que él va a ayudarnos Akim… ¿Puedes imaginarlo?
Él se quedó muy quieto, pero al siguiente minuto, soltó una carcajada.
—No seas tonta, Alana… ¿Cómo podría ayudarnos el mismo príncipe de Angkor? El que es parte de la ruina de nuestro país.
—Me lo dijo… lo prometió… Akim… —sujeté su chaqueta—. Creo que este hombre, no es quien pensamos que es… no se parece en nada a Remuel, y si nos aliamos a su gobierno, Yomal podrá tener las oportunidades que…
—No repitas eso nunca más… —mis ojos se abrieron ante su rabia—. Es inevitable que lleguemos al poder… esto solo será cuestión de tiempo, y te juro, Alana… que Angkor incluso nos suplicará por todo lo que nos ha hecho…
—No… escucha… esta vez creo que… —sus dedos tocaron mi boca, y de un momento a otro, puso un pedazo de mi cabello detrás de mi oreja acercándose dos pasos más, que incluso tuve que retroceder.
—Es mejor que pienses en que lado estarás… porque tengo muchos planes contigo, Alana…
Pasé un trago duro, y en el instante solo pude sentir que, las cosas no iban a mejorar como lo pensaba.
***
Algunos gallos cantaron cerca de mi ventana y mis ojos se abrieron lentamente para ver el rayo de luz que entraba por la rendija, algo desbaratada.
Aquí en Yomal cada familia trataba de tener sus propios animales, así como se sembraba en cada patio algunas semillas que entraban ilegalmente al país.
Aunque de cierta forma, todo lo que podía entrar, era ilegal.
Me puse un pantalón negro y una sudadera, amarré mi cabello rebelde en un moño alto para ir a la cocina, y preparar algo de desayuno, antes de que mi padre y Omar llegaran del trabajo.
Se solía regar el suelo y sembrar antes de que el sol tocara la tierra, así que me apresuré para que estuviera algo listo para su llegada, a pesar de las pocas provisiones.
Estaba en el proceso cuando la puerta de madera vieja se abrió, y vi el rostro de Abigail sonriéndome con un atisbo de picardía en su rostro. Y no pude evitar negar a su gesto.
—Suéltalo rápido… mi padre y hermano están por llegar… y sabes que no les gusta que vengas a buscarme.
—Si… seré rápida… —su respiración estaba agitada cuando me quitó un poco de pan de la bandeja—. Es ese hombre… ya sabes, Hasan… el que te pasó y devolvió a Yomal en tu salida a Angkor…
—Baja la voz Abigail… no quiero imaginar si mi padre se entera de que hay alguien que me ayuda a salir… nadie debe saber quién es, menos Akim…
Abigail negó rápidamente.
—Escucha… este hombre me vino a buscar por la noche. Uno de sus contactos, exactamente estos hombres que me dijiste que te ayudaron a cubrir tu identidad, lo han buscado en todo el día, por petición de la corona.
Abrí los ojos expectantes, pero en el momento, mi padre entró con Omar por esa puerta, y me apresuré en disimular.
—Está bien, Abigail, creo que iré por la leche… esta mañana está en mejor precio… dejaré la bandeja, y voy… ¿De acuerdo? —Abigail me siguió la cuerda, y disculpándose con los hombres, salió de la casa.
—¿No te quedarás a desayunar? —Preguntó Omar sentándose a la mesa, mientras colocaba la bandeja de panes.
—No… voy al mercado de la plaza… parece que venderán leche económica, y… quisiera hacer un postre. Ya han pasado unos meses desde que hice el último… y…
—Vuelve pronto… y ten cuidado. Sabes que no me gusta que andes con esa chica…
Asentí, le di un beso a mi padre, y colocándome una chaqueta un poco gastada, salí cerrando la puerta por un cerrojo elaborado, ya que el nuestro estaba muy deteriorado y no cerraba en totalidad.
Caminé por las calles viendo hacia todas partes para localizar a Abigail, pero un sonido de chistazo, hizo que me volteara a una callejuela.
—¿Por qué te escondes?
—Escúchame… debo darte este recado, porque Hasan estará esperándote en unas horas…
—¿Qué? ¿Por qué? No puedo irme de Yomal por un tiempo, no cuando mi padre está tan enfadado por mi salida anterior.
—Alana… qué terca… sabía que con esto no te podía convencer, por eso le pregunté a Hasan de qué se trataba para poder convencerte, y a que no adivinas que es…
Ya tenía los nervios gastados con esta mujer, y negando solté el aire.
—¿De qué se trata?
—Él dice que un hombre importante en la corona de Angkor, ha mandado a buscarte, porque necesita hablar contigo un tema extra delicado… ¿Puedes creerlo? Están esperando tu respuesta, Hasan te llevará con los hombres que te ayudaron a salir de Angkor… y ellos dicen que te llevarán directamente ante este hombre que te solicita…
Mi garganta se secó del puro miedo porque solo podían ser dos cosas. O el rey Remuel me había descubierto, o era el príncipe Farid… y esta última opción, solo me estaba estremeciendo entera…
Alana. NUEVAMENTE EN ANGKOR. No sabía qué hacer… estaba en un punto de quiebre, y sobre todo de una intensa tensión en mi cuerpo. Mi familia iba a castigarme rudamente si asistía a esta invitación, incluso mi grupo de lucha podría excluirme de los proyectos que tanto amaba si se enteraban de mis andanzas. Todos sabían en Yomal que mi apellido acarreaba una maldición de nunca acabar, porque, aunque fuéramos uno de las familias más pobres, esta generación seguía atormentándonos. Era lógico que el apellido Bozkurt se había extendido, había unas diez familias más en todo el país que acarreaban con este destino, pero que a la larga solo era eso, un bulto que cargar en los hombros, porque de reinado ya no quedaba nada. Conocía muy bien la historia, pero también había investigado y mi línea no provenía de aquel rey malo, llamado Omer. Él no tuvo descendencia alguna, pero su hermano Abdel, era el que había dejado algo de legado, que, con los siglos, se fue deteriorando por la falta de f
Alana. PROPUESTA. Noté como ese hombre que llevaba un traje militar se sentó en el sofá, mientras el príncipe caminaba de forma lenta, y con su mano, me ofrecía el asiento. Me apresuré en seguir su indicación, sin poder evitar mirar mis tenis completamente sucios. —Alana… —él se sentó delante de mí ofreciéndome su mano, mientras levanté la cabeza para detallar su belleza de cerca—. ¿Cómo estás? Tomé su mano, pero en el instante en que hicieron contacto, incluso me olvidé de que Abud estaba presente. —Estoy bien, señor… yo… —¿Señor? —asentí con los ojos abiertos ante su pregunta, pero esa sonrisa, mientras negaba, solo me secaba la garganta—. Farid… Soy Farid… Apreté mis dientes sin poder creerlo. —Yo… creo que trataré… quiero decir, es el príncipe… —lo vi tomar el aliento, y luego se giró hacia Abud, que estaba completamente serio, como si no estuviera de acuerdo con este encuentro. —Me conformaré con que se esfuerce… ahora bien, Alana… te mandé llamar porque… quiero llegar a
Alana. CONDICIÓN. —Acepto… pero tengo una condición, señor… —este bendito hombre sonrió sin quitar la mano de la mía, y en ese momento pensé que estaría perdida si no lo decía ya. De alguna forma tenía que escudarme ante sus encantos algo retorcidos, porque no había forma de que toda esa sensualidad que irradiaba su persona le saliera tan natural. Él tenía que ser consciente de sus hechos. —Puedo imaginar que tiene muchas condiciones, y las hablaremos en este momento. Debe arrojarlas todas a la mesa, porque después de esto, no hay marcha atrás… Asentí, retiré mi mano de la de él, mientras su mirada cambió, como si me dijera que estaba haciendo mal en quitar mi tacto. —Por supuesto. Le diré todo lo que me preocupa y lo que debo solventar antes de entrar en este acuerdo, señor… pero ahora que lo pienso, tengo dos condiciones severamente importantes… —Severas… —él repitió alzando las cejas mientras se recostó a su sillón, y yo erguí mi espalda completamente. —La más importante… —c
Farid. ELECCIÓN. Llegué a la mesa familiar porque, según Abud, había un desayuno especial en este día. Pero ya me imaginaba yo qué tan especial podría ser. Remuel estaba junto a mi madre, y a su lado izquierdo mi hermano, Karim, que comía como un desesperado. Todos levantaron la cabeza ante mi llegada, y fue Karim precisamente quien sonrió cuando me senté a la mesa. —Buenos días… —dije en tono neutro. —¿Cuándo comenzará el desfile? Veré esto en primera fila… —Sonreí hacia Karim, y luego tomé un pedazo de pan de la bandeja. No había otra persona que amara más que a él. —No estamos aquí para burlas… esto es tan serio como nuestra corona… —Mastiqué en dirección de mi padre mientras asentí para tragar el pan y contestar. —Claro… realmente me impresionaste con este anuncio… de hecho, ¿cómo no se te ocurrió antes para doblegar mi voluntad? —Estamos en la mesa… ¿No podemos tener un momento en paz? —Badra apretó con su semblante molesto, y mi padre soltó el aire. —Tienes razón… este
Alana. PIES DESCALZOS. —¡Qué nervios! —alcé la mirada hacia la chica que estaba a mi lado, mientras esta le decía a la otra con emoción, que de seguro ella sería elegida. —No me preocupo mucho, lo vi en sus ojos… me comía con la mirada… —la otra compañera hizo una mueca en disimulo, y luego alargué mis dedos para ver un color suave en mis uñas por primera vez. Tenía los pies adoloridos con estas sandalias, y por nada del mundo quería levantarme de esta silla. Solo quería volver a esa habitación, y caminar descalza por largo rato. Demoramos al menos una hora en espera, y aunque me levantaba, caminaba, y volvía y me sentaba, ya mis pies no daban para más. Era un calvario. Necesitaba quitarme estas sandalias, lo ameritaba con urgencia. Me agaché para desabrocharme las tiras cuando no lo soporté por más tiempo, pero en ese momento salió un hombre para anunciar. —Mencionaré algunos nombres, si alguna está en este grupo, por favor pasé conmigo. Intenté atarme de nuevo las tiras, per
Alana. ACERCAMIENTO. —Señor… —mis palabras salieron demostrando la impresión que me estaba causando verlo aquí, después de todo. —Farid… —el príncipe se acercó para corregirme, pero en un momento se detuvo, y me señaló el sofá, para que fuera a sentarme. Aún tenía los nervios de esa elección del palacio en el estómago, y nunca vi venir que cuando llegara a descansar de este día, el mismo príncipe estaría aquí. Caminé dejando las sandalias a un lado, y traté de adelantarme a los hechos. —No estoy acostumbrada a esto… —señalé las sandalias—. Mis pies estaban muy adoloridos… Farid asintió con el rostro serio, y luego lo vi sacar su móvil de la chaqueta como si estuviera vibrando en sus manos. —No te preocupes por eso… no vengo a hablar de ello… —Pero entonces, hizo una pausa, y luego habló por su teléfono—. Bien… ahora solo ignóralo… hablaremos más tarde… Noté como finalizó la llamada, y luego me observó de nuevo. —Vengo porque… quiero hacerte una petición… Abrí mis ojos un tan
Alana.BESO.—Alana… —pude sentir cómo su respiración chocó contra mi piel, fue imposible no cerrar los ojos, cuando incluso sentí el calor de su rostro sobre mí, y además…El hombre olía riquísimo.—Señor… —levanté los ojos, y me reprendí rápidamente porque mi palabra fue más bien como si estuviera aquí doblegándome a su voluntad. Como si lo estuviera invitando.Pero qué culpa tenía. Él era solo un imán para mí, y ahora que lo tenía tan cerca, mis pensamientos solo gritaban “bésalo”.Pude notar como él frunció el ceño mirando hacia mi boca, y habló sin llevar sus ojos a los míos.—Te diré un repertorio rápido, espero que tu mente pueda retener todo lo posible…Asentí como una tonta, pero él no se movió de su posición.—Y… —pasó un trago—. Debo decirte que… estás muy bonita hoy…Parpadeé varias veces sin creer lo que había escuchado mientras una sonrisa apareció en mi rostro, haciendo que la suya también se curvara.—Trata de tener esa mirada para mí siempre, me facilitará más las cos
Alana. MÁS CAOS. Mi discurso había sido una gran mierd@, si era sincera conmigo misma. Quizás de todas las presentes, mi presentación del reino de Angkor había sido la más pésima de todas. Literalmente había salido corriendo del palacio cuando dijeron que era todo por hoy, y que en el fin de semana podríamos descansar. El lunes anunciarían a las 25 candidatas de 50, que serían elegidas para continuar con… lo que fuese que fuera esto, y no me cabía duda de que el príncipe estaba literalmente arañando, para posicionarme entre las últimas por mi mal desempeño. Lo cierto es que, ¿Quién se podía concentrar con la mirada enigmática de la reina, y la del príncipe al mismo tiempo? Él precisamente era el culpable de que mis nervios estuvieran accidentados, y lo único que quería en este momento, era huir de aquí, al menos hasta el lunes. El auto hizo el mismo recorrido de siempre, y cuando llegué a la suite, que era mi hogar permanente, tomé mi mochila y me cambié rápidamente con la rop