Farid.
ANUNCIO.
—¡Esto ya es demasiado…! No puedo entenderlo, por más de que trato, ¡no puedo…! —como predije, el periódico fue lanzado a mis pies, mientras bajé mi mirada a todas las hojas de papel en el piso.
Luego posicioné la mirada en mi madre, pero ella me la quitó enseguida, como si se estuviera avergonzando de mi conducta.
—¿Qué querías que hiciera? —respondí en tono neutro—. ¿Qué arrojara a la mujer a la calle…? O mejor aún… ¿Qué la desapareciera por el escándalo que proporcionó? No uso tus métodos, papá, ni los usaré…
Badra, mi madre, se agitó y se levantó rápido, pero el impacto en mi mejilla ya estaba hecho.
Mi cabeza no se volvió a girar hacia él. De hecho, permanecí así, tratando de amortiguar la rabia que eso me causó.
—Farid, te lo advierto, no es a tu manera… esta monarquía nos ha costado sudor, lágrimas y sangre, como para que un dejado como tú, arruine todo eso. Se suponía que precederías la reunión… una reunión tan importante para Angkor como ninguna, y sabiendo esto, vas, dejas tiradas tus responsabilidades, y te encierras en la oficina con una mujer que ni quiero saber quien es…
En las noticias, no había nada de aquella chica que ya conocía como “Alana”, pero tampoco iba a soltar una palabra sobre eso.
—¡Dios…! Si no fuera por mi descendencia, dejaría a Karim en el trono.
Sonreí ante la idea. Mi hermano menos quería esta posición, además de sus modos que por supuesto papá no sabía de él. Ni siquiera quería imaginarme cuando sus acciones se destaparán.
—No tengo problema alguno con eso. Mi hermano puedo hacer un trabajo maravilloso…
La ira en los ojos de Remuel, se encendió más, y los ojos de mi madre me advirtieron en una negación para que no siguiera.
—De ninguna manera… eres el primogénito, el futuro rey de esta nación, y escúchame bien Farid, si no decides pronto, yo mismo te buscaré una esposa, y te casarás con ella sin refutar… No vas a zafarte de tus obligaciones, ni te dejaré el camino fácil. ¿Crees que irte por el mundo a explorar la naturaleza es tener un objetivo en la vida?
De mi rostro se quitó toda la gracia anterior, y en este momento lo miré fijo también.
Tener una visión diferente no era equivocarse, mi estilo de vida discrepaba mucho de sus formas.
Angkor siempre tuvo una regla para suceder a la corona, y ese era que el príncipe, o futuro rey, debía tener una esposa. Todos se habían casado para ejercer su mandato, o al menos, se había concretado un casamiento si ya la corona se hubiese puesto en la cabeza.
No deseaba reinar Angkor, aunque amaba a mi país con locura. No había sido mi sueño, y literalmente llegaría a la corona por pura obligación.
Tener una esposa por compromiso y cumplimiento, tampoco me incomodaba, pero en lo único que no iba a llevar la cuerda a este hombre, era en gobernar de una forma tan disociada.
Lo único que me mantenía aquí, era que después de ser coronado, no tenía la obligación de seguir sus órdenes, mi vida estaría alejada de sus reclamaciones, y desde este punto, muchas cosas cambiarían.
Principalmente, Angkor, y sus pendejas restricciones que solo me dolían la cabeza.
Sonreí con eso, y entonces levanté la cabeza.
—¿Por qué no haces una invitación? ¡Solicita una esposa para el príncipe! Que desfilen delante de ti, y elige una que esté a la altura de tus ojos… —Caminé hasta la salida, mientras mi madre reclamó.
—Farid…
Entonces me giré furioso hacia ella.
—Basta, madre… no te preocupes por mí, sigue complaciendo todo lo absurdo de mi padre, y no le refutes en nada… de igual forma, no es tu vida la que intentan controlar.
Caminé escuchando como el grito de mi padre resonó por el salón, y me fui al patio principal, para ir directamente a la caballeriza que quedaba un poco lejos del palacio.
La naturaleza era el único punto que aligeraba mis hombros, y cuando cepillé con mis manos el cabello del animal, sonreí recordando el rubor de esas mejillas rojas.
No sabía por qué ahora mismo estaba pensando en ella. Pero su rostro no podía salir fácilmente de ningún pensamiento cuerdo que la hubiese visto tan de cerca.
Por la tarde fue atajado por Abud, que me presentó un informe general de lo que tenía en agenda para mañana, y me senté en la silla giratoria para preguntar:
—¿Cuáles son las restricciones generales de Yomal? —él pareció consternado incluso con esa pregunta simple, y dejando la computadora portátil, se sentó firme.
—Infinidades para nuestro país… No hay acuerdos, alianzas, ni ningún tipo de unión entre sus habitantes y los ciudadanos de nuestro país.
Apreté mi mandíbula.
—¿Puedes darme esos documentos mañana? Me gustaría repasarlos —Abud asintió.
—Por supuesto… y realmente se lo aconsejo. Señor, una cosa más… la mujer con la que usted habló…
—No lo repitas, y que mi padre no se entere de su identidad… ¿Has hecho lo que ordené? —Abud asintió.
—La han resguardado hasta la salida. Nadie sabe de quién se trata, y hemos puesto en los medios que, es una ciudadana de Angkor rebelde…
—Perfecto… también le aconsejé que no volviera a utilizar su entusiasmo aquí, no al menos hasta que Remuel deje este gobierno.
Abud pareció un poco asombrado, y a continuación preguntó.
—¿Qué quiere decir?
Tomé una aspiración profunda, y miré hacia la puerta para cerciorarme de que estuviéramos solos.
—Muchas cosas van a cambiar cuando suceda el trono, Abud… incluso, aunque te parezca raro, ahora mismo estoy deseando llegar a él… mi padre no lo sabe, pero en vez de joderse en mí, está convirtiendo a un poderoso rival suyo.
***
Unos días después, por la mañana, me estaba preparando para una entrevista en el palacio, mientras una mujer arreglaba su chaqueta, y apretaba una coleta en mi cabello.
Otra persona arengaba un poco mi barba, mientras miré el reloj.
Había estudiado un poco el libreto, pero sonreí cuando en mi mente supe que no diría nada en lo absoluto de lo que habían escrito para decir, e iba a dar rienda suelta a mis propios ideales, y lo que se me diera la gana de contar.
Y para cuando faltaban diez minutos para entrar a esa entrevista en uno de los salones reales, Abud entró agitado, mirándome como si viniera con una noticia desastrosa.
—Farid… —Utilizó mi nombre como muy pocas veces, mientras ordené rápidamente al personal retirarse cuanto antes.
—¿Qué pasa?
Abud pasó un trago, y luego me pasó la prensa oficial del palacio.
—Creo que tu padre… míralo con tus propios ojos…
Tomé el periódico en mis manos, y solo el título en la mitad de la página principal con mi foto, hizo que se me cortara la respiración:
“Se busca esposa para el príncipe”
Y antes de que leyera la descripción, mis manos temblaron de la misma adrenalina que sentí correr por mis venas…
Mi padre estaba llegando demasiado lejos, pero mi cabeza fría era mi mejor aliada en estos momentos.
Mi boca se torció en una sonrisa fría, y si este era el comienzo de una batalla, yo formaría la misma guerra…
Alana.INVITACIÓN.—Qué hiciste, ¿qué? —torcí mis ojos cuando mi padre casi gritó, mientras que mi hermano mayor cruzaba los brazos demostrando su inconformidad por mi arrebato y desobediencia—. ¿Cómo eres de impertinente? ¡Te pudieron haber matado!En el momento en que dijo la última frase, mi cabeza se bajó. Mi hermano menor, Bahir, había sido asesinado hace dos años por permanecer al grupo de rebeldes, que estaban en la causa por levantar la bandera de Yomal. Mi padre había estado en contra de sus ideales, al igual que mi hermano mayor, Omar, pero nadie pudo ver lo que se avecinaba, a la persona que aún consideraba mi mejor amigo.Mi hermano menor, solo por dos años de diferencia, había sido mi confidente desde que éramos unos niños. Crecimos con los mismos sueños, y con una esperanza grande de ver a nuestro país libre de la opresión alguna vez.Actualmente, Yomal tenía solo un ejecutivo nacional que dirigía con las uñas, pero ya había recibido muchas amenazas, y sus fuerzas eran m
Alana. NUEVAMENTE EN ANGKOR. No sabía qué hacer… estaba en un punto de quiebre, y sobre todo de una intensa tensión en mi cuerpo. Mi familia iba a castigarme rudamente si asistía a esta invitación, incluso mi grupo de lucha podría excluirme de los proyectos que tanto amaba si se enteraban de mis andanzas. Todos sabían en Yomal que mi apellido acarreaba una maldición de nunca acabar, porque, aunque fuéramos uno de las familias más pobres, esta generación seguía atormentándonos. Era lógico que el apellido Bozkurt se había extendido, había unas diez familias más en todo el país que acarreaban con este destino, pero que a la larga solo era eso, un bulto que cargar en los hombros, porque de reinado ya no quedaba nada. Conocía muy bien la historia, pero también había investigado y mi línea no provenía de aquel rey malo, llamado Omer. Él no tuvo descendencia alguna, pero su hermano Abdel, era el que había dejado algo de legado, que, con los siglos, se fue deteriorando por la falta de f
Alana. PROPUESTA. Noté como ese hombre que llevaba un traje militar se sentó en el sofá, mientras el príncipe caminaba de forma lenta, y con su mano, me ofrecía el asiento. Me apresuré en seguir su indicación, sin poder evitar mirar mis tenis completamente sucios. —Alana… —él se sentó delante de mí ofreciéndome su mano, mientras levanté la cabeza para detallar su belleza de cerca—. ¿Cómo estás? Tomé su mano, pero en el instante en que hicieron contacto, incluso me olvidé de que Abud estaba presente. —Estoy bien, señor… yo… —¿Señor? —asentí con los ojos abiertos ante su pregunta, pero esa sonrisa, mientras negaba, solo me secaba la garganta—. Farid… Soy Farid… Apreté mis dientes sin poder creerlo. —Yo… creo que trataré… quiero decir, es el príncipe… —lo vi tomar el aliento, y luego se giró hacia Abud, que estaba completamente serio, como si no estuviera de acuerdo con este encuentro. —Me conformaré con que se esfuerce… ahora bien, Alana… te mandé llamar porque… quiero llegar a
Alana. CONDICIÓN. —Acepto… pero tengo una condición, señor… —este bendito hombre sonrió sin quitar la mano de la mía, y en ese momento pensé que estaría perdida si no lo decía ya. De alguna forma tenía que escudarme ante sus encantos algo retorcidos, porque no había forma de que toda esa sensualidad que irradiaba su persona le saliera tan natural. Él tenía que ser consciente de sus hechos. —Puedo imaginar que tiene muchas condiciones, y las hablaremos en este momento. Debe arrojarlas todas a la mesa, porque después de esto, no hay marcha atrás… Asentí, retiré mi mano de la de él, mientras su mirada cambió, como si me dijera que estaba haciendo mal en quitar mi tacto. —Por supuesto. Le diré todo lo que me preocupa y lo que debo solventar antes de entrar en este acuerdo, señor… pero ahora que lo pienso, tengo dos condiciones severamente importantes… —Severas… —él repitió alzando las cejas mientras se recostó a su sillón, y yo erguí mi espalda completamente. —La más importante… —c
Farid. ELECCIÓN. Llegué a la mesa familiar porque, según Abud, había un desayuno especial en este día. Pero ya me imaginaba yo qué tan especial podría ser. Remuel estaba junto a mi madre, y a su lado izquierdo mi hermano, Karim, que comía como un desesperado. Todos levantaron la cabeza ante mi llegada, y fue Karim precisamente quien sonrió cuando me senté a la mesa. —Buenos días… —dije en tono neutro. —¿Cuándo comenzará el desfile? Veré esto en primera fila… —Sonreí hacia Karim, y luego tomé un pedazo de pan de la bandeja. No había otra persona que amara más que a él. —No estamos aquí para burlas… esto es tan serio como nuestra corona… —Mastiqué en dirección de mi padre mientras asentí para tragar el pan y contestar. —Claro… realmente me impresionaste con este anuncio… de hecho, ¿cómo no se te ocurrió antes para doblegar mi voluntad? —Estamos en la mesa… ¿No podemos tener un momento en paz? —Badra apretó con su semblante molesto, y mi padre soltó el aire. —Tienes razón… este
Alana. PIES DESCALZOS. —¡Qué nervios! —alcé la mirada hacia la chica que estaba a mi lado, mientras esta le decía a la otra con emoción, que de seguro ella sería elegida. —No me preocupo mucho, lo vi en sus ojos… me comía con la mirada… —la otra compañera hizo una mueca en disimulo, y luego alargué mis dedos para ver un color suave en mis uñas por primera vez. Tenía los pies adoloridos con estas sandalias, y por nada del mundo quería levantarme de esta silla. Solo quería volver a esa habitación, y caminar descalza por largo rato. Demoramos al menos una hora en espera, y aunque me levantaba, caminaba, y volvía y me sentaba, ya mis pies no daban para más. Era un calvario. Necesitaba quitarme estas sandalias, lo ameritaba con urgencia. Me agaché para desabrocharme las tiras cuando no lo soporté por más tiempo, pero en ese momento salió un hombre para anunciar. —Mencionaré algunos nombres, si alguna está en este grupo, por favor pasé conmigo. Intenté atarme de nuevo las tiras, per
Alana. ACERCAMIENTO. —Señor… —mis palabras salieron demostrando la impresión que me estaba causando verlo aquí, después de todo. —Farid… —el príncipe se acercó para corregirme, pero en un momento se detuvo, y me señaló el sofá, para que fuera a sentarme. Aún tenía los nervios de esa elección del palacio en el estómago, y nunca vi venir que cuando llegara a descansar de este día, el mismo príncipe estaría aquí. Caminé dejando las sandalias a un lado, y traté de adelantarme a los hechos. —No estoy acostumbrada a esto… —señalé las sandalias—. Mis pies estaban muy adoloridos… Farid asintió con el rostro serio, y luego lo vi sacar su móvil de la chaqueta como si estuviera vibrando en sus manos. —No te preocupes por eso… no vengo a hablar de ello… —Pero entonces, hizo una pausa, y luego habló por su teléfono—. Bien… ahora solo ignóralo… hablaremos más tarde… Noté como finalizó la llamada, y luego me observó de nuevo. —Vengo porque… quiero hacerte una petición… Abrí mis ojos un tan
Alana.BESO.—Alana… —pude sentir cómo su respiración chocó contra mi piel, fue imposible no cerrar los ojos, cuando incluso sentí el calor de su rostro sobre mí, y además…El hombre olía riquísimo.—Señor… —levanté los ojos, y me reprendí rápidamente porque mi palabra fue más bien como si estuviera aquí doblegándome a su voluntad. Como si lo estuviera invitando.Pero qué culpa tenía. Él era solo un imán para mí, y ahora que lo tenía tan cerca, mis pensamientos solo gritaban “bésalo”.Pude notar como él frunció el ceño mirando hacia mi boca, y habló sin llevar sus ojos a los míos.—Te diré un repertorio rápido, espero que tu mente pueda retener todo lo posible…Asentí como una tonta, pero él no se movió de su posición.—Y… —pasó un trago—. Debo decirte que… estás muy bonita hoy…Parpadeé varias veces sin creer lo que había escuchado mientras una sonrisa apareció en mi rostro, haciendo que la suya también se curvara.—Trata de tener esa mirada para mí siempre, me facilitará más las cos