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Una Esposa Muda para el CEO
Una Esposa Muda para el CEO
Por: Sofía de Orellana
Capítulo 1: Una mujer silenciosa

Lily Smith

Salgo de la cafetería haciendo todos los gestos de agradecimiento que puedo, porque el común de la gente no suele entenderme. Para mí, conseguir mi primer trabajo… es algo indescriptible. Siempre he creído que todo me cuesta más sólo por mi problema, pero tal parece que eso a algunas personas no les importa.

Con una enorme sonrisa camino por la calle, que está algo solitaria, me hundo un poco en mi abrigo porque el frío otoñal comienza a darme ligeramente en el rostro, pero a pesar de eso, sigo siendo feliz.

«Mi primer trabajo», pienso desbordante de alegría, quisiera tanto gritarlo a los cuatro vientos…

Paso por la panadería y se me antojan unos deliciosos bollos para la cena con mi abuelo, la única persona que tengo en el mundo. Con algo de dificultad hago mi pedido, los recibo y abrazo el pan recién horneado como a las esperanzas que siento en este momento, respiro profundo y trazo el camino hasta la parada del autobús.

Sin embargo, al pasar por un callejón, alguien tira de mí, me azota con fuerza contra la pared, aprisionándome en un segundo y quitándome el aliento. Puedo sentir el frío de la navaja en mi cuello, abro mucho los ojos, la angustia me invade y abro la boca en un acto reflejo, porque sé que nada saldrá de mis labios, sin embargo, eso el hombre no lo sabe y me advierte.

—Si gritas, te mueres —sisea, asiento con vehemencia mientras mi cuerpo se estremece por el terror. Mi vida está en peligro y nadie lo notará porque simplemente no puedo pedir ayuda.

El hombre pronto fija la mirada en mi bolso y me lo arrebata sin contemplaciones, lastimándome en el proceso.

—Veamos qué tiene la señorita aquí de valor —pero por más que busca y vacía la billetera, no encuentra nada, mientras yo sólo tengo ganas de gritar, de correr, pero no puedo.

Sé que esto se pondrá cada vez peor y las lágrimas se me atoran al borde de los ojos, pienso en correr rápido si se distrae un poco, pero el peso de su cuerpo me sigue aplastando y todo se vuelve peor cuando me mira con rabia.

—¡Maldición, estás más pobre que yo! —gruñe y veo con horror cómo sus ojos se posan en mi cuello, en donde la cadena de mi madre está escondida, pero no lo suficiente. Intenta meter la mano, pero yo se la detengo con fuerza para evitar que me la arrebate, lo miro con determinación de pelear por ella y eso lo molesta más—. ¿Acaso piensas resistirte? ¡Te recuerdo que no estás en posición de ello!

Sin más piedad, el hombre me arranca la cadena y una mueca de dolor se me instala en el rostro, ¡esto quema! Pero ni siquiera eso me duele más que el hecho de perder lo único material que me queda de mi madre, aquello que he sentido que me protege.

«¡No, la cadena no!», grito en mi mente desesperada, siento la angustia envolverme, quiero gritar para suplicar por ayuda y me siento impotente de no poder hacerlo.

Las lágrimas comienzan a salir de mi rostro sin que lo pueda evitar, pero si creí que así se terminaría mi martirio, estoy profundamente equivocada.

—Creo que a esto le puedo sacar unas buenas libras… y ya que no me has dado nada de valor, tal vez pueda cobrármelo de alguna otra manera —su mirada lujuriosa me provoca asco y mucho más miedo. Siento que mis piernas van a ceder en cualquier momento, un mareo me invade, pero lucho para no perder el conocimiento, porque eso sólo podría ser peor.

Con la navaja, comienza a cortar el borde de mi abrigo, dejando que caigan los botones al suelo, cierro los ojos con una expresión de asco, tratando de cubrirme para que no me toque, pero el hombre sólo me aprisiona más contra la pared.

Cuando el aliento del hombre llega a mi cuello, una voz que se alza llega a mis oídos, aunque no sé muy bien qué dice. En pocos segundos siento que el cuerpo del hombre ya no me pesa. Un escándalo surge en el callejón, pero no quiero abrir los ojos porque tengo miedo.

De pronto, dos brazos me sostienen suavemente y una sensación de alivio, de protección, me invade y me atrevo a abrir los ojos, encontrándome de frente con dos bellos pozos azules que me miran con una mezcla de temor y sorpresa.

—¿Estás bien? —me pregunta el hombre con una voz que me sobrecoge, asiento y ya mis piernas no dan más. Mi cuerpo colapsa y de la nada todo se vuelve oscuro.

Jake Huxley

En cuanto salgo del edificio de la sucursal de mi empresa, decido caminar hasta mi departamento, ya que no me queda demasiado lejos. El frío de la tarde me hace cerrar la cremallera de mi chaqueta y siento ganas de comer algo delicioso, pero no sé qué.

Me acerco a la panadería que tanto me gusta porque todos los días tienen pan fresco. Justo cuando voy llegando, veo a una muchacha preciosa salir de allí, parece una muñequita y va sonriendo feliz, abrazada de dos bollos que se ven deliciosos.

La seguiría, pero desisto porque eso se vería demasiado raro. Niego con la cabeza y me meto a la panadería, en donde le pido a la chica coqueta tras el mostrador lo mismo que ha llevado la chica. Tras pagar y salir a la calle, miro a todos lados para ver si es que la chica sigue por allí, pero es obvio que no.

Retomo el camino hacia mi departamento, pero mi teléfono me detiene. Veo que es mi madre quien llama y le respondo de inmediato, o eso después se transforma en un tremendo escándalo a la hora de la cena familiar de cada sábado.

—Jake, quiero confirmar contigo la cena de mañana —me dice con ese tono demandante de siempre. Y yo le respondo como cada vez que llama para darme órdenes.

—Hola madre, hoy tuve un buen día, pude cerrar los negocios que tenía pendientes y ¿qué tal el tuyo? ¿Qué te tocaba hacerte hoy? ¿Las uñas, las pestañas, las cejas, el cabello? ¿Una lipo…?

—¡No seas grosero con tu madre, Jake! Y respóndeme lo que te pregunté.

—Bueno, madre —le digo con tono cansado—, no te confirmo la cena de mañana porque la cena familiar es el sábado y mañana es recién jueves.

—¡No puedes hacerme esto, tengo invitados muy importantes y te necesito aquí!

—Madre, sé perfectamente que has invitado a los nuevos socios de mi padre y te aseguro que no pienso ir a conocer a su horrible hija. Ya la googleé, la busqué por sus redes y es realmente fea —me sonríe por mi atrevimiento, porque ella detesta que me niegue a sus peticiones de citas a ciegas.

—¡Nada que no se pueda arreglar con un par de cirugías, Jake…!

—No, si no me refiero a su aspecto físico.

—¡Jake…! —me dice en un claro tono de advertencia, pero yo corto la conversación antes de que se vuelva peor. Suspiro con frustración, porque me valdrá la llamada de mi madre mañana todo el día, no sólo a mi teléfono, sino también a la oficina, además de un terrible escándalo en la cena del sábado.

Sigo mi camino resignado a la madre que me tocó, hasta que de pronto en un callejón de reojo veo algo que no me agrada. En cuanto me giro por completo, veo a la hermosa chica de hace unos minutos, pegada a la pared con los ojos cerrados, bañada en lágrimas y un tipo a punto de hacerle algo asqueroso.

—¡¡Suéltala!! —grito con ese tono autoritario que suelo usar en el trabajo. Dejo caer el pan que llevo entre mis brazos y tacleo al hombre como si estuviese en mis mejores años del rugby.

Golpeo al hombre con rabia al pensar en lo que le podría haber hecho a la muchacha si yo no hubiese andado por allí, hasta que lo dejo escapar, porque noto que la muchacha sigue pegada a la pared y con los ojos cerrados. La toco con suavidad y cuando sus ojos se abren para verme, muertos de miedo, me quedo impresionado con aquel color como la miel más dulce que jamás he probado.

Le pregunto si está bien, ella asiente, pero siente cómo su cuerpo se afloja y la muchacha se desvanece.

—¡Rayos! —rápidamente la sujeto con uno de mis brazos, veo sus cosas tiradas y sé que no podré hacerme cargo de todo, así que llamo a la única persona que me puede ayudar en este momento.

Le acaricio el rostro para ver si despierta, si reacciona, algo, pero nada. No sé por qué, pero un miedo me invade y sólo quiero que ella despierta, me diga que está bien y abrazarla mucho.

—Vamos, preciosa, abre los ojos, ya estás a salvo… —le susurro con suavidad, pero ni siquiera con esas dulces palabras reacciona.

Cuando Will, mi asistente y mejor amigo, se estaciona justo frente al callejón, salta del auto para abrir la puerta trasera y yo corro hacia este con ella entre mis brazos.

—¡Recoge rápido sus cosas y llévame al hospital! —Will asiente y hace rápido lo que le pido.

En cuanto Will termina, salimos de allí con rumbo al primer hospital que se nos cruza, mientras yo no dejo de acariciar el rostro de la chica para que despierte. Entramos pidiendo ayuda y una enfermera con agilidad moviliza a sus compañeros para atenderla.

Tras una breve explicación de lo ocurrido, se pierden por una puerta y me siento a esperar angustiado, con una necesidad de pasarme esa puerta y acompañarla, hasta que veo la expresión de Will.

—¡Ya escúpelo! —lo increpo, pero sin una gota de molestia, porque ahora sólo puedo sentir preocupación.

—Es… raro. Jamás te vi así —me pongo de pie y con un suspiro le digo.

—Supongo que ser poderoso, el CEO más joven del círculo de mi padre e hijo de mi madre, no me hace insensible —me paso las manos por el cabello al recordar la escena con que me topé y se lo hago saber a mi amigo—. Ese hombre quería abusar de ella, Will… pero ella no pudo gritar, debe haber estado muerta de miedo.

—Pero allí estuviste tú… —asiento y pasan unos minutos más, veo la hora y me vuelvo a mi amigo.

—Vete a casa, yo luego me la llevo en un taxi.

—Por supuesto que no, aquí me quedo.

No me queda más que agradecerle y seguir esperando lo que me parece una eternidad. Finalmente, tras unos cuantos minutos, un médico sale para darme información y yo me pongo de pie rápidamente.

—¿Cómo está?

—Venga por aquí —es todo lo que me dice él médico y yo no me detengo a preguntar nada más, sólo lo sigo.

—La señorita llegó en un evidente estado de shock, nos costó que dijera su nombre, pero luego de eso pudimos localizar a su contacto de emergencia. Preguntó por usted y pidió verlo, para darle las gracias.

—¿Ese hombre no le hizo daño? —es todo lo que me preocupa, porque soy capaz de salir a buscarlo y rematarlo con mis propias manos.

—En el cuello tiene una irritación producto del tirón de la cadenita que le quitó, eso la tiene muy afectada.

Entramos al cuarto común en donde la chica está despierta, se nota que ha llorado más, pero ahora mantiene una sonrisa mientras escucha a la enfermera hablar.

—Tu abuelo viene en camino, cariño ¿necesitas algo? —ella niega y la enfermera se despide—. Estaré aquí cerca, sólo hazme una señal y vendré de inmediato.

La observo sonreír más al ver a la mujer marcharse, hasta que gira para ver al médico, en cuanto sus ojos se cruzan con los míos, puedo ver cómo se sonroja y eso me hace sentir… vivo.

—Hola, yo soy Jake… ¿Estás bien? —ella asiente mientras yo me apresuro a acercarme—. ¿Tu abuelo es tu único contacto? —vuelve a asentir y comienzo a sentir cierta desesperación al no escucharla hablar—. ¿Quieres que me vaya, te incomodo?

Está vez niega con vehemencia y se sonroja un poco más, se mira las manos unos segundos y busca algo con desesperación, noto que el doctor se da cuenta y le entrega su libreta, algo que me hace mirarlos con el ceño fruncido y no puedo evitar preguntarle.

—¿Sigue en shock?

—No, ella está perfectamente bien.

—Entonces, ¿por qué no habla?

—Porque no puede —me dice él con voz calmada y yo no entiendo nada—, la señorita es muda.

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