Durante la semana siguiente a su vuelta a la villa Whitmore, Jenna retomó el curso que había llevado su vida mientras había vivido entre aquellas lujosas paredes. Cumplía diariamente con todas las tareas necesarias en la cocina y con su hijo, evitando siempre cualquier interacción con David fuera de lo estrictamente necesario.Sin embargo, una tregua silenciosa parecía haberse instalado entre ellos. Era una pausa en la tensión que había marcado su relación prácticamente desde el principio, y David y Jenna la agradecían en silencio, aunque por motivos diferentes.Aquella noche de viernes, después de cenar y asegurarse de que Noah estaba profundamente dormido, Jenna suspiró y bajó las escaleras, decidida a tomarse un momento para ella misma, aprovechando la cálida noche de primavera.Una vez en la cocina, tomó una gran copa de cristal y una botella de su vino favorito, antes de encaminarse hacia el porche de la entrada.Mientras bebía y observaba los bellos jardines iluminados por osten
A la mañana siguiente, Jenna se despertó sintiendo una mezcla de confusión, felicidad y tristeza. Lo que había sucedido la noche anterior aún flotaba en su mente, como una espesa neblina.Rápidamente, miró al otro lado de la cama, comprobando que David ya no estaba allí, a pesar de que, si no recordaba mal, se había quedado dormida entre sus brazos.Una parte de su ser pedía a gritos que lo perdonara, que le diera una nueva oportunidad. Después de la noche que habían pasado, después de haberse dejado llevar por su instinto y por su corazón, y no por la razón, lo que sentía por David se había intensificado. Y gracias a esto, ahora se debatía profundamente entre darle una nueva oportunidad, o seguir con la barrera que ella había construido entre ambos.Pensando en esto, y sintiéndose confundida, se puso de pie y se encaminó al cuarto de baño para darse una ducha rápida.Una vez salió, se vistió y se apresuró a bajar las escaleras para preparar el desayuno.En cuanto entró en la cocina,
Después de desayunar y de asegurarse de que Noah también lo hiciera, Jenna lavó toda la vajilla y se encaminó con el niño a la sala de juegos, seguida por Margaret.—Ve a descansar —dijo Margaret, cuando el niño se encaminó hacia sus juguetes—. Yo no tengo nada que hacer y puedo quedarme con Noah. Duerme un poco.—Gracias, Margaret, pero no puedo. Tengo que ponerme ya mismo con el almuerzo.Margaret suspiró y posó una mano sobre el hombro de Jenna.—No tienes por qué hacerlo todo tú, cariño. Pero, si te hace sentir más tranquila, ve y duerme una hora al menos. Yo te llamaré, ¿sí? —propuso Margaret con una sonrisa suave y cariñosa.Jenna hizo una mueca, pensativa, antes de soltar un suspiro y asentir, mientras, con una sonrisa, decía:—Gracias, Margaret.—No tienes nada que agradecer. —Margaret le apretó suavemente el hombro—. Yo sé cómo te sientes y descansar siempre es bueno para aclarar las ideas.Jenna sonrió, agradecida.—Avísame si necesitas ayuda con Noah.—Tranquila, el niño es
Una semana después de haber descubierto la relación de su padre con La Corona Whitmore, y la foto de él y Ronald Whitmore, Jenna había pasado todas las noches sin poder dormir bien, dándole vueltas a la cabeza, sobre qué hacer y cómo tomar aquel descubrimiento. Algo en su interior le decía que aquello era mucho más complejo de lo que podía imaginar.En innumerables ocasiones se había cuestionado si debía hablar de aquello con David o si esperar a tener más información. Una parte de su ser le pedía que no lo hiciera, no al menos hasta no entenderlo lo suficiente.Pensando en esto, decidió que la única persona que podría resolverle aquel nuevo enigma en su vida, aparte de su padre, quien ya no podía explicarle nada, era nada más ni nada menos que el mismísimo Ronal Whitmore.Por esto, esa mañana, después de darse una ducha rápida para despejarse y luego de vestirse, se armó de valor y decidió llamar a su suegro.Ronald, al otro lado de la línea, no pudo evitar mostrarse sorprendido por
Tras un par de minutos de observar la fotografía con detenimiento, y luego de que sus pensamientos viajaran irremediablemente hacia el pasado, Ronald alzó la cabeza y miró a Jenna, quien lo observaba con una mezcla de curiosidad y ansiedad, a la espera de respuestas.—¿De dónde sacaste esta fotografía? —preguntó Ronald, rompiendo el silencio, mientras volvía a enfocar la vista en la imagen.Jenna se aclaró la garganta y suspiró, antes de responder:—Estaba dentro de una carpeta entre los documentos que me traje de la casa de mi padre. Dentro de ella había varios folios, contratos y pagarés en blanco con su nombre, Ronald, y el sello de La Corona Whitmore.Al escuchar esto, Ronald soltó un suspiro y se recostó en la silla, cerrando los ojos por un momento, antes de abrirlos y mirarla fijamente.—Verás, la historia es larga y complicada…. —Tragó saliva—. ¿Estás segura de que no quieres pedir un café o algo de beber? —preguntó, intentando preparar el terreno para lo que estaba a punto de
—En ese momento, tú solo tenías seis años, pero Richard quería asegurarse de que todo su trabajo no cayera en manos de cualquiera, sino que lo hiciera en la chiquilla que él mismo estaba criando para que su visión y sus principios se mantuvieran a través de ti. Si él me ayudaba a mí, yo tenía que permitir que él lograra a través de ti lo que las diferencias con Susan y mi propia estupidez no le permitieron —agregó Ronald, observando la reacción de Jenna.Jenna estaba en el más completo shock, sintiéndose incapaz de creer lo que estaba escuchando. ¿Qué clase de broma era aquello? ¿Acaso estaba soñando?—Así es, Jenna. Actualmente, tú eres la futura dueña de La Corona Whitmore—dijo Ronald, esbozando una sonrisa, viendo el desconcierto en el rostro de la muchacha, en cuyos ojos podía ver a su mejor amigo.Porque sí, él podría haberse negado a aquello, pero ¿qué sentido tenía? Si lo hacía, lo perdía todo. Y si no lo hacía, también lo perdía. Era un dilema en el que había preferido salvar
Cuando Jenna llegó a la mansión, se sentía sumamente inquieta. No sabía cómo tomaría David la información que tenía para darle, pero sabía que tenía que decírselo. No podía ocultarlo mucho tiempo más.Sin perder tiempo, después de quitarse los zapatos y colocarse unas zapatillas de andar por casa, se encaminó directamente al despacho, en donde, como había imaginado, se encontraba David, sentado tras el escritorio mientras trabajaba en el ordenador.—Permiso —dijo Jenna, al abrir la puerta.Automáticamente, David alzó la cabeza y esbozó una sonrisa, mientras se ponía de pie y se acercaba a Jenna.—¿Cómo te ha ido? —preguntó él, tras darle un suave beso.—B-bien —tartamudeó Jenna y esbozó una sonrisa forzada—. De eso quiero hablar.—¿Qué sucede? —inquirió David, frunciendo el ceño—. ¿No acabas de decir que te fue bien?—Sí, me fue bien, pero tengo algo importante que decirte. Por favor, ¿podemos sentarnos?David, desconcertado, asintió y, tomándola de la mano, la llevó hasta la silla qu
Por la tarde. Jenna se encontraba recostada em la cama, sumergida en las páginas de uno de sus libros favoritos. Era una tarde tranquila, la primera en mucho tiempo, ideal para disfrutar de una buena lectura.Por su parte, David, como de costumbre, se hallaba en su despacho, trabajando en algunos asuntos de la empresa y hablando con Martin, el tío de Jenna, intentando organizar todo para poder explicarle a Jenna cómo funcionaba todo y que ella pudiera empaparse de los temas relacionados con las empresas que heredaría legalmente en un mes y medio. Además, quería organizar otros asuntos que le hacían mucha ilusión, pero que no quería que Jenna supiera, ya que se trataba de una sorpresa.Mientras Jenna leía apaciblemente, su teléfono comenzó a sonar, interrumpiendo su lectura.Frunciendo el ceño, Jenna tomó el aparato y sus ojos se abrieron de par en par al ver que se trataba de Rachel. ¿Qué había pasado? ¿Por qué la estaba llamando? Una ligera sensación de alarma la recorrió de pies a