Después de desayunar y de asegurarse de que Noah también lo hiciera, Jenna lavó toda la vajilla y se encaminó con el niño a la sala de juegos, seguida por Margaret.—Ve a descansar —dijo Margaret, cuando el niño se encaminó hacia sus juguetes—. Yo no tengo nada que hacer y puedo quedarme con Noah. Duerme un poco.—Gracias, Margaret, pero no puedo. Tengo que ponerme ya mismo con el almuerzo.Margaret suspiró y posó una mano sobre el hombro de Jenna.—No tienes por qué hacerlo todo tú, cariño. Pero, si te hace sentir más tranquila, ve y duerme una hora al menos. Yo te llamaré, ¿sí? —propuso Margaret con una sonrisa suave y cariñosa.Jenna hizo una mueca, pensativa, antes de soltar un suspiro y asentir, mientras, con una sonrisa, decía:—Gracias, Margaret.—No tienes nada que agradecer. —Margaret le apretó suavemente el hombro—. Yo sé cómo te sientes y descansar siempre es bueno para aclarar las ideas.Jenna sonrió, agradecida.—Avísame si necesitas ayuda con Noah.—Tranquila, el niño es
Una semana después de haber descubierto la relación de su padre con La Corona Whitmore, y la foto de él y Ronald Whitmore, Jenna había pasado todas las noches sin poder dormir bien, dándole vueltas a la cabeza, sobre qué hacer y cómo tomar aquel descubrimiento. Algo en su interior le decía que aquello era mucho más complejo de lo que podía imaginar.En innumerables ocasiones se había cuestionado si debía hablar de aquello con David o si esperar a tener más información. Una parte de su ser le pedía que no lo hiciera, no al menos hasta no entenderlo lo suficiente.Pensando en esto, decidió que la única persona que podría resolverle aquel nuevo enigma en su vida, aparte de su padre, quien ya no podía explicarle nada, era nada más ni nada menos que el mismísimo Ronal Whitmore.Por esto, esa mañana, después de darse una ducha rápida para despejarse y luego de vestirse, se armó de valor y decidió llamar a su suegro.Ronald, al otro lado de la línea, no pudo evitar mostrarse sorprendido por
Tras un par de minutos de observar la fotografía con detenimiento, y luego de que sus pensamientos viajaran irremediablemente hacia el pasado, Ronald alzó la cabeza y miró a Jenna, quien lo observaba con una mezcla de curiosidad y ansiedad, a la espera de respuestas.—¿De dónde sacaste esta fotografía? —preguntó Ronald, rompiendo el silencio, mientras volvía a enfocar la vista en la imagen.Jenna se aclaró la garganta y suspiró, antes de responder:—Estaba dentro de una carpeta entre los documentos que me traje de la casa de mi padre. Dentro de ella había varios folios, contratos y pagarés en blanco con su nombre, Ronald, y el sello de La Corona Whitmore.Al escuchar esto, Ronald soltó un suspiro y se recostó en la silla, cerrando los ojos por un momento, antes de abrirlos y mirarla fijamente.—Verás, la historia es larga y complicada…. —Tragó saliva—. ¿Estás segura de que no quieres pedir un café o algo de beber? —preguntó, intentando preparar el terreno para lo que estaba a punto de
—En ese momento, tú solo tenías seis años, pero Richard quería asegurarse de que todo su trabajo no cayera en manos de cualquiera, sino que lo hiciera en la chiquilla que él mismo estaba criando para que su visión y sus principios se mantuvieran a través de ti. Si él me ayudaba a mí, yo tenía que permitir que él lograra a través de ti lo que las diferencias con Susan y mi propia estupidez no le permitieron —agregó Ronald, observando la reacción de Jenna.Jenna estaba en el más completo shock, sintiéndose incapaz de creer lo que estaba escuchando. ¿Qué clase de broma era aquello? ¿Acaso estaba soñando?—Así es, Jenna. Actualmente, tú eres la futura dueña de La Corona Whitmore—dijo Ronald, esbozando una sonrisa, viendo el desconcierto en el rostro de la muchacha, en cuyos ojos podía ver a su mejor amigo.Porque sí, él podría haberse negado a aquello, pero ¿qué sentido tenía? Si lo hacía, lo perdía todo. Y si no lo hacía, también lo perdía. Era un dilema en el que había preferido salvar
Cuando Jenna llegó a la mansión, se sentía sumamente inquieta. No sabía cómo tomaría David la información que tenía para darle, pero sabía que tenía que decírselo. No podía ocultarlo mucho tiempo más.Sin perder tiempo, después de quitarse los zapatos y colocarse unas zapatillas de andar por casa, se encaminó directamente al despacho, en donde, como había imaginado, se encontraba David, sentado tras el escritorio mientras trabajaba en el ordenador.—Permiso —dijo Jenna, al abrir la puerta.Automáticamente, David alzó la cabeza y esbozó una sonrisa, mientras se ponía de pie y se acercaba a Jenna.—¿Cómo te ha ido? —preguntó él, tras darle un suave beso.—B-bien —tartamudeó Jenna y esbozó una sonrisa forzada—. De eso quiero hablar.—¿Qué sucede? —inquirió David, frunciendo el ceño—. ¿No acabas de decir que te fue bien?—Sí, me fue bien, pero tengo algo importante que decirte. Por favor, ¿podemos sentarnos?David, desconcertado, asintió y, tomándola de la mano, la llevó hasta la silla qu
Por la tarde. Jenna se encontraba recostada em la cama, sumergida en las páginas de uno de sus libros favoritos. Era una tarde tranquila, la primera en mucho tiempo, ideal para disfrutar de una buena lectura.Por su parte, David, como de costumbre, se hallaba en su despacho, trabajando en algunos asuntos de la empresa y hablando con Martin, el tío de Jenna, intentando organizar todo para poder explicarle a Jenna cómo funcionaba todo y que ella pudiera empaparse de los temas relacionados con las empresas que heredaría legalmente en un mes y medio. Además, quería organizar otros asuntos que le hacían mucha ilusión, pero que no quería que Jenna supiera, ya que se trataba de una sorpresa.Mientras Jenna leía apaciblemente, su teléfono comenzó a sonar, interrumpiendo su lectura.Frunciendo el ceño, Jenna tomó el aparato y sus ojos se abrieron de par en par al ver que se trataba de Rachel. ¿Qué había pasado? ¿Por qué la estaba llamando? Una ligera sensación de alarma la recorrió de pies a
David se encontraba sentado en un pequeño banquito en la sala de juegos, observando cómo Noah jugaba con los últimos regalos que le había hecho. Era uno de esos momentos tiernos y tranquilos que se habían dado durante los últimos días, y que en verdad atesoraba.Noah, hasta ese momento concentrado en su juego, alzó la vista y sonrió ampliamente en dirección a su padre.—Papi, estoy feliz —dijo Noah, con su vocecita cargada de inocencia—. Me encanta que estemos los tres juntos y que tú y mamá ya no peleen.Al escuchar estas palabras, David sintió como su corazón se derretía. Aún era incapaz de procesar que, por un momento había pensado que aquello no sucedería, temiendo haber perdido toda posibilidad de formar una familia con la mujer que amaba y el pequeño hijo de los dos.—Yo también estoy muy feliz, campeón —repuso, al cabo de un momento, esbozando una amplia sonrisa—. Estoy demasiado feliz de que estemos los tres juntos.Noah amplió su sonrisa, antes de salir corriendo hacia sus ju
Rápidamente, David salió de la mansión, con el corazón en un puño y, a toda velocidad, se encaminó hacia su coche. La preocupación que se había apoderado de él lo consumía, consciente de que debía actuar con rapidez.Una vez se sentó tras el volante, David sacó su teléfono y marcó el número de Victor Cole.—¿Señor? —preguntó Victor, sorprendido por la llamada, una vez se estableció la conexión.—Victor, necesito tu ayuda —dijo David, yendo directamente al grano, con la impaciencia grabada en la voz. No tenía tiempo de andarse con rodeos. Si realmente a Jenna le había sucedido algo, las primeras horas eran cruciales para encontrarla sana y salva.—Dígame, ¿en qué lo puedo ayudar? —contestó Victor, con voz tranquila, pero consciente de la urgencia en la voz de David.—Jenna ha desaparecido. Rachel, su mejor amiga, acaba de llamarme. Se suponía que se reunirían en el centro, pero Jenna nunca llegó a la cita y su teléfono parece apagado. Necesito que, por favor, analices ahora mismo su te