—En ese momento, tú solo tenías seis años, pero Richard quería asegurarse de que todo su trabajo no cayera en manos de cualquiera, sino que lo hiciera en la chiquilla que él mismo estaba criando para que su visión y sus principios se mantuvieran a través de ti. Si él me ayudaba a mí, yo tenía que permitir que él lograra a través de ti lo que las diferencias con Susan y mi propia estupidez no le permitieron —agregó Ronald, observando la reacción de Jenna.Jenna estaba en el más completo shock, sintiéndose incapaz de creer lo que estaba escuchando. ¿Qué clase de broma era aquello? ¿Acaso estaba soñando?—Así es, Jenna. Actualmente, tú eres la futura dueña de La Corona Whitmore—dijo Ronald, esbozando una sonrisa, viendo el desconcierto en el rostro de la muchacha, en cuyos ojos podía ver a su mejor amigo.Porque sí, él podría haberse negado a aquello, pero ¿qué sentido tenía? Si lo hacía, lo perdía todo. Y si no lo hacía, también lo perdía. Era un dilema en el que había preferido salvar
Cuando Jenna llegó a la mansión, se sentía sumamente inquieta. No sabía cómo tomaría David la información que tenía para darle, pero sabía que tenía que decírselo. No podía ocultarlo mucho tiempo más.Sin perder tiempo, después de quitarse los zapatos y colocarse unas zapatillas de andar por casa, se encaminó directamente al despacho, en donde, como había imaginado, se encontraba David, sentado tras el escritorio mientras trabajaba en el ordenador.—Permiso —dijo Jenna, al abrir la puerta.Automáticamente, David alzó la cabeza y esbozó una sonrisa, mientras se ponía de pie y se acercaba a Jenna.—¿Cómo te ha ido? —preguntó él, tras darle un suave beso.—B-bien —tartamudeó Jenna y esbozó una sonrisa forzada—. De eso quiero hablar.—¿Qué sucede? —inquirió David, frunciendo el ceño—. ¿No acabas de decir que te fue bien?—Sí, me fue bien, pero tengo algo importante que decirte. Por favor, ¿podemos sentarnos?David, desconcertado, asintió y, tomándola de la mano, la llevó hasta la silla qu
Por la tarde. Jenna se encontraba recostada em la cama, sumergida en las páginas de uno de sus libros favoritos. Era una tarde tranquila, la primera en mucho tiempo, ideal para disfrutar de una buena lectura.Por su parte, David, como de costumbre, se hallaba en su despacho, trabajando en algunos asuntos de la empresa y hablando con Martin, el tío de Jenna, intentando organizar todo para poder explicarle a Jenna cómo funcionaba todo y que ella pudiera empaparse de los temas relacionados con las empresas que heredaría legalmente en un mes y medio. Además, quería organizar otros asuntos que le hacían mucha ilusión, pero que no quería que Jenna supiera, ya que se trataba de una sorpresa.Mientras Jenna leía apaciblemente, su teléfono comenzó a sonar, interrumpiendo su lectura.Frunciendo el ceño, Jenna tomó el aparato y sus ojos se abrieron de par en par al ver que se trataba de Rachel. ¿Qué había pasado? ¿Por qué la estaba llamando? Una ligera sensación de alarma la recorrió de pies a
David se encontraba sentado en un pequeño banquito en la sala de juegos, observando cómo Noah jugaba con los últimos regalos que le había hecho. Era uno de esos momentos tiernos y tranquilos que se habían dado durante los últimos días, y que en verdad atesoraba.Noah, hasta ese momento concentrado en su juego, alzó la vista y sonrió ampliamente en dirección a su padre.—Papi, estoy feliz —dijo Noah, con su vocecita cargada de inocencia—. Me encanta que estemos los tres juntos y que tú y mamá ya no peleen.Al escuchar estas palabras, David sintió como su corazón se derretía. Aún era incapaz de procesar que, por un momento había pensado que aquello no sucedería, temiendo haber perdido toda posibilidad de formar una familia con la mujer que amaba y el pequeño hijo de los dos.—Yo también estoy muy feliz, campeón —repuso, al cabo de un momento, esbozando una amplia sonrisa—. Estoy demasiado feliz de que estemos los tres juntos.Noah amplió su sonrisa, antes de salir corriendo hacia sus ju
Rápidamente, David salió de la mansión, con el corazón en un puño y, a toda velocidad, se encaminó hacia su coche. La preocupación que se había apoderado de él lo consumía, consciente de que debía actuar con rapidez.Una vez se sentó tras el volante, David sacó su teléfono y marcó el número de Victor Cole.—¿Señor? —preguntó Victor, sorprendido por la llamada, una vez se estableció la conexión.—Victor, necesito tu ayuda —dijo David, yendo directamente al grano, con la impaciencia grabada en la voz. No tenía tiempo de andarse con rodeos. Si realmente a Jenna le había sucedido algo, las primeras horas eran cruciales para encontrarla sana y salva.—Dígame, ¿en qué lo puedo ayudar? —contestó Victor, con voz tranquila, pero consciente de la urgencia en la voz de David.—Jenna ha desaparecido. Rachel, su mejor amiga, acaba de llamarme. Se suponía que se reunirían en el centro, pero Jenna nunca llegó a la cita y su teléfono parece apagado. Necesito que, por favor, analices ahora mismo su te
Media hora después, Harvey aún no había regresado y Jenna había perdido la noción del tiempo. Durante todo ese rato, había saltado, se había arrastrado y había hecho todo lo posible para acercarse a la mesa sobre la que se encontraba el cuchillo.Al final, después de mucho intentarlo, con una determinación de hierro, logró alcanzar la mesa y con la boca tomó el cuchillo. Acto seguido, emocionada, pero también desesperada, y con un esfuerzo sobrehumano logró tomarlo entre sus manos.Sus manos temblorosas tomaron el cuchillo justo un par de segundos antes de que Harvey abriera la puerta de la habitación.La tensión en el aire era más que palpable, pero, para fortuna de Jenna, Harvey estaba tan metido en sus pensamientos que ni siquiera se percató de que Jenna se había movido de lugar.—Jenna, qué bueno volver a vernos, ¿no crees? —suspiró Harvey, intentando sonar calmado, aunque la desesperación era más que evidente en su voz.—Harvey… —dijo Jenna, con la voz carrasposa. Al percatarse d
Mientras Jenna no paraba de correr a través de un pasillo oscuro, sin tener ni la más mínima idea de dónde se encontraba ni de hacia dónde diablos iba, impulsada por el miedo, que le daba unas fuerzas desconocidas, consciente de que tenía que encontrar una salida, antes de que Harvey la alcanzara, David y Rachel, a unos cuantos kilómetros de allí, salieron de la comisaría, con el rostro apenado y cansado.—Rachel, ¿te llevo a casa? —preguntó David, con un tono de voz que mostraba su agotamiento—. Necesitas descansar —añadió, viendo el rostro demacrado de la joven.—No, David. No sé qué hacer. No creo poder descansar —respondió Rachel, con la mirada perdida en un punto invisible—. No, al menos, hasta que sepamos algo de Jenna.—Te entiendo, me siento igual —respondió David en un suspiro.En ese mismo momento, su teléfono sonó. Rápidamente, lo sacó de su bolsillo y comprobó que se trataba de Victor, por lo que se apresuró a atender.—¿Victor? —dijo a modo de saludo, una vez se estableci
Una vez llegó al final del pasillo, Jenna se encontró con una puerta que llevaba al exterior.Con las últimas fuerzas que le quedaban, contuvo el aliento y abrió la puerta con lentitud, procurando no hacer ruido, antes de cerrar, nuevamente con cautela y salió corriendo.El aire fresco golpeó su rostro, dándole un nuevo respiro y renovando sus fuerzas para seguir corriendo por su vida, sin poder dejar de pensar en Noah y en David.A su alrededor, la oscuridad de la noche era sumamente opresivo. Sin embargo, ella no se detuvo, impulsada por la adrenalina, el miedo, y las ansias de ver a quienes quería. ¿Acaso Rachel habría dado la voz de alarma cuando ella no había llegado a la cita que habían acordado? No lo sabía, pero no podía pensar en eso ahora, tenía que continuar.***Mientras tanto, David y Rachel se encontraban en el interior del viejo edificio explorando cada rincón, buscando cualquier pista que los llevara hasta Jenna. La tensión era palpable, y cada crujido del piso bajo su